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Lucio García Blanco


Se encuentra en el Centro Penitenciario de Topas.
37799. Topas. Salamanca.
Nací el 25 de octubre de 1950 en Santa Eufemia del Arroyo, Valladolid. Con ocho años nos trasladamos a Avilés. De familia campesina, mi padre comienza a trabajar en Ensidesa. Yo a los 16 dejo los estudios y entro a trabajar en un taller de reparación de coches. Tomo pronto conciencia de clase por la explotación y opresión que vivo, y por mi padre, pronto proletarizado y con una conciencia que siempre nos trasladó como enorme ejemplo.
En 1975 me traslado a Buenos Aires con otros dos amigos en busca de una vida mejor. Consigo colocarme de mecánico de autos. A los 5 meses emprendemos camino a otros países, pues Argentina también estaba tocada por la falta de trabajo para los humildes y obreros y el lujo y descontrol para los ricos. Vamos país a país hasta llegar a Venezuela en una especie de “ruta del Che”, donde tampoco nos sale nada y estábamos ya sin un céntimo. En esa, la policía nos para en Caracas en un control y como teníamos la visa caducada, nos expulsan a Colombia. En Bogotá me coloqué de nuevo en un taller de reparación de coches.
Regreso con mayor conciencia de lo que es la explotación y con muchas experiencias enriquecedoras. Me instalo en Pontedeume en febrero de 1976, donde ya mi familia se había trasladado hace unas semanas por el trabajo de mi padre como obrero en la construcción de la macrocentral eléctrica de As Pontes. Entro yo también a trabajar ahí, unas obras con gran efervescencia política, trasladable al nivel de pelea que se vivía en todos los puntos de la península.
Empezamos a celebrar huelgas proletarias, pues el nivel de problemas era grande, pero sobre todo por los muertos en la obra faraónica, que no cesaban. Con métodos independientes y asamblearios, con piquetes de extensión a otras luchas, etc. Con Comisiones de Delegados que transmitían las reivindicaciones a la dirección de la empresa y tras dicha pelea se disolvían o renovaban para el siguiente conflicto, para evitar la represión, pero también así se evitaban los trepas sindicales, las decisiones no comunicadas a los demás obreros…
Conocí a un compañero de la obra militante del PCE(r), y a diferencia de las demás organizaciones que pululaban en ese ambiente proletario, me llamó la atención la consecuencia de su política, la entrega de sus militantes, la necesidad de luchar desde la clandestinidad como única salida para no ser fruto de las maniobras del Estado y para evitar todo lo posible la represión. Ingresé en el PCE(r) y poco después me tengo que trasladar a Vigo por un trabajo en la SEAT. Empecé a desarrollar mi militancia en el Comité del Barrio de Traviesas, con varias células en los astilleros y otras empresas. Abundaban las ventas del “Gaceta Roja” a la puerta de las fábricas y talleres y un día en el Astillero Barreras un guardia civil pistola en mano se echa encima nuestro. Empezamos a correr, pero ya estaba apuntando a disparar, así que paro y me detiene. Me lleva donde el portero y van a llamar a comisaría, aprovecho un pequeño instante y les pego un empujón y emprendo la huida hacia el interior de la fábrica. Un trabajador me puso uno de sus buzos de trabajo y pude escapar del cerco.
A finales de 1976 se produce una redada en la que son detenidos un gran número de militantes del PCE(r) en varias ciudades gallegas. Para cubrir caídas, paso a ser nombrado responsable de organización del Comité nacional de Galicia, pero a mediados de febrero de 1977 me detienen. Me torturan tan brutalmente que aprendí de memoria quiénes eran “Manolito Ribera” y el “Guapo”, los torturadores más temidos por todos los antifascistas gallegos. Estuve en sus manos 10 días, 240 interminables horas, y luego se estuvieron otros 3 días embadurnándome de cremas y pomadas para intentar tapar alguno de los golpes que tenía por todo el cuerpo. La bañera, la guía telefónica golpeando en todos los miembros y sobre todo en la cabeza, miles de golpes en los pies hasta dejármelos insensibles. Pasé a la cárcel vieja de Vigo y a los tres días exactos salí en libertad.
Volví a Asturies, donde tanto mi familia como yo comprobamos lo que era estar fichado y controlados en corto, diariamente. Un amigo, al que también le hacían la vida imposible, denunció el acoso policial y los hechos, pero no tuvo ningún efecto disuasor.
No, no me iban a dejar trabajar políticamente ni por un segundo, así que paso a la clandestinidad, para no ser detenido “cuando ellos quieran” y por la necesidad de que la dirección de la política revolucionaria siempre esté en los lugares de mayor seguridad, compromiso y libertad de acción. Se me encarga de labores políticas en el Comité Nacional de Galicia.
En junio de 1977 asisto a la celebración del II. Congreso del PCE(r).
Los pasos dados en esos solo 2 años desde el de reconstitución por todo el Partido hacen que su militancia crezca, aún de tanta y brutal represión contra nosotros. Desde mi trabajo en Galicia, en Sardoma, Vigo, 20 vecinos llegaron a estar presos por militancia y ya se habían inventado la coletilla de “todo es GRAPO”, cuando en la prensa de aquel entonces se le denominó “el barrio de los GRAPO”. Lo mismo estaba pasando en A Coruña, o nuestra importante participación en las luchas de ASCON en Vigo. Mismos métodos asamblearios, independientes y de translación de la lucha. Se llega a dar la manifestación más importante en años en Vigo, de solidaridad con esta lucha. El PCE(r) allí estaba con toda su honestidad y solidaridad proletaria. Varios militantes fichados por la policía portaban una pancarta que a los popes de los sindicatos antiobreros les hizo mucho daño. Protestaron y el grueso de la mani les echó de allí a palos. Y los propios obreros cogieron el relevo pancartil de los militantes fichados. Al día siguiente, la portada del Faro de Vigo lo contaba “El PCE(r) encabeza la gran manifestación en solidaridad con ASCON”. Se extendieron nuestras consignas (no por la prensa burguesa, claro, sino por nuestro incansable trabajo) y pronto se crearon Comités de Solidaridad con ASCON y se expandió la consigna de huelga general en Vigo, Ferrol y otras ciudades. Pero la policía seguía de cerca este enorme clima de lucha, y el 28 de abril de 1978 somos detenidos varios militantes del Comité Nacional de Galicia, varios camaradas del Comité Local de Vigo y varios militantes y células en A Coruña.
En la comisaría de Vigo, de nuevo me esperaban mis enemigos citados. Otros 13 días de interminables torturas, más duras incluso que las de 15 meses antes. Quirofano, asfixias, “la mesa” (medio cuerpo fuera de la mesa soportanto durísimos golpes), achicharrarme los pies… Un médico les decía cuándo tenían que parar y cuándo podían continuar. La última noche me llevaron a un monte y simulaban la aplicación de la “Ley de Fugas”, haciéndome correr y apuntando. Al día siguiente, el juez no vio nada raro, claro, y me ingresó en prisión. Pero al entrar en la cárcel de Vigo los funcionarios llamaron al director para que viera las terribles condiciones en las que me habían dejado los torturadores y se alarmó tanto que llamó a un forense. Puse denuncia por las torturas, pero no tuvo ninguna trascendencia, aún de los muchos “testigos” que hubo. Tardé varios meses en poder andar con normalidad debido a la gravedad de las lesiones causadas en los 13 días de tortura ininterrumpida.
En 1979 somos trasladados de la cárcel de Vigo a la de Soria, donde nuestros camaradas desarrollaban vida en la Comuna “Carlos Marx”.
Hacíamos trabajos manuales y cositas para vender en los círculos de solidaridad con los presos políticos, nos formábamos, estudiábamos, hacíamos grandes amigos, además de grandes camaradas. Escribíamos a solidarios y colectivos, a los familiares, que podían venir a visitarnos juntos a la misma cárcel y les ahorraba miles de pesetas. Redactamos poemarios, documentos, debates. Se aprendía a dibujar, entremezclar habilidades. Sí, una vida comunista aún de estar preso por labores revolucionarias.
Uno de los días, tras cacheos excesivos, rotura de nuestras fotos o cosas… todo un regimiento de la policía, armados hasta los dientes, nos golpean y sacan a rastras para la conducción a la cárcel de Zamora. Helicópteros, camiones… y nosotros sin calcetines o ropa en lo más duro y pleno del invierno castellano. Llegamos a unas celdas chorreando agua y unos colchones empapados, donde nos tuvieron encerrados varios días. Poco a poco, con pelea y constancia, y con la dialéctica para con los carceleros de nuestro “representante” Jose María Sánchez Casas, pudimos poner más orden a nuestras estancias y vidas, creando una mini Comuna.
El 17 de diciembre de 1979 logramos la fuga de la cárcel de Zamora de un dirigente del PCE(r) y cuatro de los GRAPO. Trabajamos en ello durante meses y decidimos que fueran ellos porque eran los más cualificados y preparados para reforzar y reorganizar las luchas, y por seguridad (sólo podíamos disimular a 5 compañeros). La reacción represiva por la fuga exitosa no se hizo esperar. Nos encerraron y aislaron 23 horas diarias, dispersión, como la de 13 camaradas a la siniestra Herrera de la Mancha, palizas, recuentos constantes y nocturnos; un régimen de exterminio, para ser exactos. Y así vivimos durante largos meses, hasta que decidimos emprender la huelga de hambre a tumba abierta. “Morir para sobrevivir”, sí, esa fue la justa consigna.
Yo inicié la huelga en el turno del 2 de mayo de 1981 y nuestro camarada Kepa murió tras 90 días el 19 de junio. Llevaba 47 días en huelga de hambre, y sumé la de sed, quedando en estado comatoso; según los médicos del Hospital Penitenciario “a las puertas de la muerte”. La huelga la dejamos tras los acuerdos con Instituciones Penitenciarias de varias mejoras dignas y espacios comunales. Al reponerme mínimamente del hospital me llevaron a Zamora, donde comprobé que nos habían mentido y no cumplieron nada de lo prometido. Me puse en huelga de hambre otra vez, en mi ya delicada salud, y estuve un mes sin comer, hasta que logramos hacerles retroceder. En toda mi vida carcelaria voy teniendo que desarrollar 23 huelgas de hambre.
Me condenaron (es “curioso” y muy significativo) ¡por cortar un pino!. Se cruzó el pino y cortamos el tráfico cerca del cementerio de Teis en Vigo, mientras realizamos pintadas pidiendo “Libertad para todos los presos políticos”: tres años y medio de condena. Con otras peticiones de documentación falsa y tener en casa una botella de ácido sulfúrico, me echaron seis años y medio de prisión en total.
Estudié en la UNED tres cursos de filosofía y salí en libertad el 22 de enero de 1984. Casi seis añitos de cárcel por semejantes acciones. Galindo cumplió 4 años en cárceles de oro por asesinar a Lasa y Zabala.
Salí por la puerta de la cárcel y la policía ya me estaba grabando, y claro, a los amigos, familiares y solidarios que habían acudido a mi recibimiento. Y a toda la gente que conmigo se relacionaba en Avilés, en todos mis viajes…
Aún así, tomé contacto político con un grupo de parados que tenían idea de formar y lo hicieron, la Asamblea de Parados de Avilés. Desde esta plataforma se desarrolló un movimiento de protesta contra el paro y las críticas situaciones que creaba, se hacían manifestaciones semanales, asambleas y una continua campaña de agitación, volcada a los obreros, en busca de solidaridad y convergencia de luchas.
Creamos igualmente un círculo de lectura del PCE(r).
En agosto de 1984 doy de nuevo el paso a la clandestinidad. Me instalo en valencia y montamos un aparato de propaganda para elaborar el Resistencia, nuestro Órgano Central. El 19 de enero de 1985, revientan la puerta de mi casa y me detienen, como a otros 17 camaradas del PCE(r) o de los GRAPO en 7 provincias. Los GEO me llevaron a comisaría entre fortísimos golpes, pero en estos 10 días de nuevas torturas, no fueron tan fuertes como en las ocasiones anteriores, ya que habían caído muchísimos camaradas y ya tenían bastante información sobre la operación.
Ingreso en Carabanchel y luego soy trasladado a la de Soria. Me condenan por “Colaboración con banda armada en grado de intención”. La condena no tenía precedente alguno, ¿cómo se explica eso de “intentar colaborar”?. Yo os lo explico: el número del Resistencia que estaba en el momento de las detenciones en elaboración, contenía un comunicado de los GRAPO. Sí, el mismo que también reprodujeron “El País” o el “ABC”. Pero a mí por ello me condenaron a 4 años de prisión. Lo del “grado de intención” fue porque el Resistencia no llegó a salir a la calle. Esta es la judicialización fascista y sus “condenas ejemplarizantes”.
Salgo el 23 de agosto de 1988 desde la cárcel de Soria, con otros casi cuatro años de cárcel a las espaldas por los hechos narrados anteriormente.
Vuelvo a Asturies, y buena parte de mi actividad política la desarrollo en los locales de la CSI Corriente Sindical de Izquierdas en Gijón. Se dieron varias charlas sobre la situación de los presos políticos, la huelga de hambre, la situación política. Y desde allí se impulsó por parte del PCE(r) la solidaridad con Astilleros. Teníamos diferentes enfoques sobre la lucha sindical, los Círculos Obreros… pero peleamos mano a mano.
En el verano de 1989 me integro en la Comisión de Organización del Comité Central en la clandestinidad. Me detienen en Oviedo el 10 de abril de 1990 y paso siete días incomunicado en las comisarías de esa ciudad y Madrid. Largos interrogatorios, sesiones sistemáticas de tortura, nada había cambiado en el Estado español, mucho menos en sus comisarías.
Torturado, frente al juez Garzón, este sólo me dice que no me permite la presencia de mi abogado durante la declaración ante él, y que lo haré con uno de oficio. También era la primera vez que sucedían estas cosas en la Audiencia nacional. Le contesté que me negaba a declarar con semejante indefensión, y me responde que entonces autorizará una prorrogación de la “Ley Antiterrorista”, llevándome otros cinco días a la comisaría, donde me habían torturado durante 168 horas. Lo valoré y accedí a declarar ante una abogada de oficio. Entonces, me dice con todo el cinismo que “porqué llevo el ojo derecho hinchado”, le respondo “me lo ha hecho la policía durante los interrogatorios, además los policías me han roto un diente y tengo moratones por todo el cuerpo”. Me hace un examen el médico forense de la Audiencia y, la cosa, claro, no pasó de ahí.
Garzón decretó prisión, y me llevaron a la de Carabanchel, en donde cumpliría toda la condena. En el juicio-farsa, testificó a mi favor el Secretario General de la CSI de Asturies “Le conozco desde tiempo atrás y es un obrero honrado con conciencia de clase, que viene desarrollando en Asturies una apreciable labor política y sindical en favor de los trabajadores”. Mucha fue la solidaridad de los ámbitos obreros y solidarios de Asturies. La condena por “Asociación ilícita” fue de 16 meses de prisión, pero yo ya llevaba 4 meses de cárcel de más cumplidos. Citaban cómo el PCE(r) quería suprimir el sistema capitalista… así que de nuevo por hacer política proletaria se demostró que en España no hay libertad de reunión, organización ni expresión alguna.
Salí de la cárcel de Carabanchel y a los dos meses se desató una lucha contra la reconversión en el pozo minero de Barredo, en Mieres (Asturies). Me sumo a la solidaridad en la lucha, y junto a otros simpatizantes del PCE(r), realizamos una campaña para lograr la solidaridad del pueblo con los mineros. Estábamos pegando carteles del Partido cuando fuimos abordados por varios policías secretas pistola en mano “Esas siglas son de un partido ilegal” y nos llevan a la comisaria de Mieres. No me aplican la “Ley Antiterrorista”, por lo que nos damos cuenta que se trataba unicamente de apartarnos del escenario de lucha en esos momentos decisivos. Salimos en libertad a los 2 días. En esos mismos tiempos la policía lleva a cabo una campaña de presión y terror contra la CSI, para impedir que los militantes del PCE(r) nos relacionáramos con ellos y entráramos en sus locales. En Gijón, su prensa llegó a decir que la CSI era el sindicato de los GRAPO. Por desgracia el terror tuvo su victoria, y la Comisión Ejecutiva de la CSI recula y nos comunica que “lo sienten mucho pero que el acoso policial contra el sindicato es insoportable”. Sus militantes de base sí se siguieron relacionando y trabajando con nosotros.
Trabajábamos también con un grupo de jóvenes que se solidarizaban con los presos políticos y crearon la AFAPP de Asturies.
En primavera de 1993 me incorporo a la Comisión de Organización del Comité Central en la clandestinidad y en agosto de ese año se celebra en Francia el III. Congreso del PCE(r). El trabajo se incrementa aún más, pues a pesar de la brutal represión, estábamos presentes en muchas localidades y había que “sembrar en pequeños tiestos”.
En septiembre de 1998 se celebra en Francia el IV. Congreso y asistimos a él una gran cantidad de delegados de numerosas localidades.
En 2000, 2002, 2005 y 2006 se producen importantísimas detenciones de dirigentes del PCE(r), entre ellas la de nuestro Secretario General Arenas, pero aún así logramos recomponer el aparato clandestino.
El seis de junio de 2007 soy detenido en Barcelona, junto a otros 3 militantes clandestinos del PCE(r), cuando desempeñaba labores de organización en el Comité General en el Interior de España. Como nos debilitaron con importantes detenciones, no nos torturaron mucho. Pero durante cinco días, en los cuarteles de la guardia civil de Barcelona y Madrid, tuvimos que soportar golpes y maltrato general.
En la actualidad me encuentro en la cárcel de Herrera de la Mancha, y en unos meses tendrá que salir el juicio-farsa, pues llevamos más de tres años en prisión sin ser juzgados. Nos acusan de “pertenencia a banda armada”. La “Ley de Partidos”, la criminalización, el “todo es GRAPO”, la ilegalización en 2003 del PCE(r), nos encara a unas sentencias criminales, largas y por supuesto “muy democráticas”. ¿Pruebas y fundamentos concretos?: ninguno.
En prisión preventiva, con petición de condena de 14 años por la fascista Ley de Partidos, por ser únicamente un militante comunista.
¿Ha merecido la pena? A mí no me cabe la menor duda de que ha sido la mejor opción que podía haber tomado en la vida, con sus luces y sus sombras, a lo largo de mis casi 60 años de edad. Hay futuro en la lucha, en la resistencia, y el PCE(r) lo viene demostrando durante los últimos 35 años.

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