Emile Zola, novela de 1901: «Trabajo». Descarga.

Portada «Trabajo».

Libros imprescindibles:

-Trabajo

Émile Zola.

Novela de 1901.

Traducida por Leopoldo Alas «Clarín».

Edición actual, 2019.

En su paseo a la aventura, Lucas Froment, al salir de Beauclair, había subido por el camino de Brias, que sigue la garganta por donde se desliza la corriente del Mionna, entre los dos promontorios de los Montes Bleuses. Al llegar delante del Abismo, nombre que dan en el país a la fábrica de aceros de Qurignon, distinguió en el puente de madera dos bultos negros, miserables, arrimados al pretil, medrosos. Se le oprimió el corazón. Eran, una mujer que parecía muy joven, pobremente vestida, con la cabeza medio oculta bajo una toquilla de lana en jirones, y un niño de unos seis años, de rostro pálido, medio desnudo, metido por las faldas de la muchacha. Ambos, con los ojos fijos en la puerta de la fábrica, aguardaban, inmóviles, con la paciencia sombría de los desesperados.

Lucas se había detenido, mirando también. Iban a dar las seis; la luz ya menguaba en aquella tarde húmeda, triste, de mitad de septiembre. Era sábado, y desde el jueves no había cesado la lluvia. Y no llovía; pero un viento impetuoso continuaba persiguiendo en el cielo a las nubes de hollín, harapos por donde se filtraba un crepúsculo sucio, amarillo, de mortal tristeza. El camino, surcado de raíles, de gruesos guijarros desunidos por los continuos acarreos, arrastraba un río de lodo negro, todo el polvo disuelto de las próximas minas de hulla de Brias, cuyos chirriones desfilaban sin cesar. Este polvo de carbón había ennegrecido con su luto la garganta entera, fluía en charcos y chorreaba sobre el montón, como leproso, de los edificios de la fábrica; y hasta parecía manchar las nubes sombrías que pasaban sin fin, cual si fueran humo. Una melancolía de desastre soplaba con el viento; se hubiera dicho que aquel crepúsculo agitado y oscuro traía consigo el fin de un mundo.

Al detenerse Lucas a los pocos pasos de la mujer y del niño, oyó que éste decía con aire despierto y resuelto, ya de hombrecillo.

-Oye, tú, ¿quieres que yo le hable, hermana? Puede que eso le ponga menos furioso.

Pero la mujer respondió:

-No, no; esto no es cosa de chiquillos.

Y siguieron esperando, silenciosos, con aquel aire de resignación inquieta.

Lucas miraba al Abismo. Lo había visitado, por curiosidad de hombre de oficio, cuando por primera vez había pasado por Beauclair, en la última primavera. Y en las pocas horas que llevaba allí, por la repentina llamada de su amigo Jordan, había sabido pormenores de la horrorosa crisis por que acababa de pasar el país: una terrible huelga de dos meses; ruinas acumuladas por ambas partes; la fábrica perdiendo con el trabajo parado, los obreros medio muertos de hambre, con más rabia ahora, por su impotencia. Hasta el jueves, la antevíspera, no había vuelto a empezar el trabajo, después de concesiones recíprocas, furiosamente debatidas y arrancadas con gran esfuerzo. Y los obreros habían vuelto, sin gusto, no apaciguados, como vencidos a quien exaspera su derrota, y que sólo guardan en el corazón el recuerdo de sus padecimientos y el ansia de vengarlos…

608 páginas

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