Más de 500 argelinos combatieron en las Brigadas Internacionales entre 1936 y 1939 / Agaete en los caminos sinuosos del olvido / Presentación del libro «De color de amapola», 18-A, Benicàssim.

Foto. El comandante Rabah Ousidhoum.

Memoria histórica imprescindible:

-Argelinos muertos defendiendo la España popular.

Más de 500 argelinos combatieron en las Brigadas Internacionales entre 1936 y 1939.

¿Quiénes eran esos olvidados de la historia? ¿Desde dónde partieron? ¿Cómo terminaron en el frente contra Franco?.

Aici, Ameziane, Balek, Belaïdi, Mechenet, Ousidhoum, Safi, Sail, Zenad y otros son nombres cuyo eco resuena como un lapsus de memoria. ¿Quién conoce a esos héroes argelinos muertos por la España republicana? Eran más de 500 en las Brigadas Internacionales, esos voluntarios que combatieron el fascismo entre 1936 y 1939. ¿Quiénes eran esos olvidados de la historia? ¿Desde dónde partieron? ¿Cómo terminaron en el frente contra Franco? ¿Por qué participaron en la lucha antifascista? ¿De qué se nutría entonces esa conciencia colectiva mundial que movilizó a hombres en todos los continentes para luchar de manera voluntaria en Europa?

Un moro en la Sierra

Todas estas preguntas tienen sus respuestas en tres libros, dos voluminosos ensayos de historia y una novela. Si el historiador español Francisco Sánchez Ruano ofrece abundante información verificada y contrastada en su libro ‘Islam y guerra civil española’, editado en 2004 en Madrid, el reciente relato de un pied-noir de Argelia, Georges Gonzalez, ‘L’Algérie dans les brigades internationales’, publicado en París en 2016, lo completa centrándose más en las emblemáticas figuras que habían marcado esa guerra civil española. La novela de Rénia Aouadène, ‘Un Maure dans la Sierra’, es el tercer libro que nos transmite de nuevo esa época trágica que desveló la cara horrorosa del fascismo y la existencia de una conciencia universal nutrida de los valores positivos del humanismo. De los tres libros, el de la sensible escritora, marcada por el exilio y una infancia trágica, suscitó en nosotros aflicción y emoción.

Rénia Aouadène, poeta, novelista y dramaturga, hija de Aokas, criada entre los suburbios de Marsella y Andalucía, fue invitada por la asociación cultural Assaki a animar un café literario en Tichy (Bejaia) sobre su citado libro. Esta profesora de español en Marsella siguió las huellas de Rabah Ousidhoum, uno de esos héroes inefables que marcan la historia universal, en busca de la imagen de su padre, un pionero del nacionalismo argelino, asesinado por los suyos. Rabah, el dinámico y curioso joven kabileño, sobrevivía en la miseria indescriptible de los años 1930. Sufría la ausencia de un padre que se había marchado para encontrar alguna subsistencia aleatoria, pero, ayudado por su maestro, irá cavando en el polvo de la historia de su país. ¿Por qué esa parte del mundo tenía que estar siempre ocupada por los invasores? La novela reconstruye el itinerario de esa conciencia emergente de Rabah en la Kabilia y su elección consciente de luchar contra el fascismo en la guerra civil española. Es sobre todo su encuentro con Amalia, que quería morir con él en el combate, lo que Rénia Aouadène idealiza y alimenta con todas sus antiguas esperanzas de una infancia trágica…

De los tres libros, retenemos el contexto histórico de esa guerra civil que se saldó con miles de muertos, la participación de argelinos entre los actores de las brigadas internacionales llegados de 53 países y el mito del moro sanguinario, ese soldado marroquí enrolado por los fascistas de Franco, que todavía persiste y contamina el imaginario español.

Eran militantes del Partido del Pueblo Argelino (PPA), formación política independentista dirigida por Messali Hadj, pero también militantes comunistas argelinos de las mismas tendencias ideológicas que las Brigadas internacionales. Había también judíos argelinos e hijos de colonos del Partido Comunista Argelino. Los partidos políticos argelinos bajo la colonización francesa, principalmente el PPA, aportarán una ayuda material al Frente Popular, pero habían rechazado enviar a voluntarios. «El presidente de la República española, Manuel Azaña, mandará una carta de agradecimiento a Messali Hadj por una contribución material recibida del PPA», escribe Sánchez Ruano.

Una conciencia anticolonial

La mayoría de los voluntarios argelinos venían de organizaciones sindicales, de los partidos socialista y comunista o del movimiento anarquista, pero había otros casos de militantes del Partido del Pueblo Argelino (PPA) comprometidos con los republicanos como el de Mohand Aïci o de S. Zenad, que cita Sánchez Ruano, precisando que su decisión fue individual.

La conciencia colectiva mundial que movilizó a hombres de todos los continentes para luchar voluntariamente en Europa conllevaba un carácter particular para los norteafricanos bajo el yugo colonial francés.

Para los argelinos comprometidos en el frente ibérico, «la victoria del campo republicano impulsaría la emancipación de los pueblos magrebíes bajo la colonización francesa». Esa era la convicción política que animaba a esos combatientes a unirse a las filas de las Brigadas internacionales. Su posición internacionalista estaba impulsada por una firme determinación como lo expresaba claramente el argelino L. Balek, comandante de una compañía republicana. Dijo en un meeting: «El pueblo de mi país está tan oprimido como lo está hoy el pueblo español por el Gran Colono que lo está arruinando. Daré hasta la última gota de mi sangre por que los argelinos, los tunecinos y los marroquíes logren algún día sacudirse del yugo y recobrar la libertad».

Améziane Ben Améziane, militante anarquista, mecánico de profesión, luchaba a la orden del líder anarquista español Durruti. En un «Llamamiento a los trabajadores argelinos», Améziane, mencionado por Ruano, escribe: «Somos 12 de la CGT en el grupo internacional… ante la canalla fascista. ¡Milicianos sí, soldados jamás! Durruti no es ni general ni caïd, sino un miliciano digno de nuestra amistad».

Mohamed Belaïdi, artillero en un escuadrón de bombarderos dirigido por André Malraux, el escritor y político francés, dirá: «Cuando supe que había árabes que luchaban por Franco, dije a mi sección socialista que había que hacer algo, si no, ¿qué dirían los camaradas obreros de los árabes…?».

https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/argelinos-muertos-espana_129_10426210.html?goal=0_10e11ebad6-6550240b5d-64733153&mc_cid=6550240b5d&mc_eid=741781b133

Foto. Agaete.

-Agaete en los caminos sinuosos del olvido.

Cuando el obispo Pildain estaba sentado solemne en la silla de madera de tea en la plaza de San Pedro, las fieles se le acercaron en fila de una, las dos mujeres enlutadas de la “Vecindad de Enfrente”, casi en un susurro, le pidieron que velara por los que estaban siendo detenidos y asesinados por los falangistas.

El prelado les dijo que ya no podía hacer nada por los desaparecidos secuestrados por las “Brigadas del amanecer” dos semanas antes, la madrugada del 4 al 5 de abril de 1937, que encomendaba sus almas a la “santísima misericordia de nuestro señor Jesucristo”, que se fueran tranquilas y en paz y que rezaran varios Rosarios a la Virgen del Pino.

La mujer más joven se le quedó mirando fijamente a los ojos, inmóvil, como paralizada unos segundos que parecieron millones de años, sabía que la llegada de monseñor en el taxi amarillo para administrar el sacramento de la Confirmación no era casualidad, que tenía que ver con los asesinatos franquistas, que el religioso tenía constancia de que sacaron a la fuerza de sus casas aquella medianoche en el municipio norteño a casi una treintena de varones, algunos muy jóvenes, casi niños, para llevarlos a la sede de Falange de la Villa de Agaete donde fueron torturados salvajemente, para luego exponerlos con sus cuerpos ensangrentados en la plaza del pueblo, donde continuaron los apaleamientos y suplicios bestiales durante varias horas.

De allí fueron conducidos al centro de detención y tortura de la calle Luis Antúnez, junto a la playa de las Alcaravaneras, en Las Palmas de Gran Canaria, donde permanecieron un día y medio entre golpes, patadas y culatazos, para la noche del 6 de abril llevarlos en un camión a la Sima de Jinámar, donde fueron arrojados al abismo volcánico de más de 90 metros y cubiertos con escombros y cal viva.

De todos estos atropellos tenía constancia el obispo, sabía a la perfección que el comandante, Antonio García López, fue el promotor principal junto al empresario tabaquero Eufemiano Fuentes, masacrando y desapareciendo a cientos de hombres sin que las autoridades civiles y religiosas hicieran nada para evitarlo, mirando claramente para otro lado ante los crímenes masivos cometidos por los fascistas.

-Señor obispo hay una nueva lista negra con veinte más que van a llevarse esta noche entre las que hay varias mujeres. –Dijo la joven con los ojos repletos de lágrimas-

El religioso se quedó pálido, como reflexionando un buen rato en silencio, alzó su voz y pidió a uno de sus asistentes que llamaran al párroco del pueblo que vino presuroso. El cura Manuel Alonso se arrodilló y el obispo se le acercó al oído.

-Ya estuviste implicado en las muertes de esos pobres inocentes la semana pasada, ahora preparan otra nueva masacre para esta noche con 20 nuevas personas que van a desaparecer y asesinar, eso no lo puede hacer un representante de la Iglesia Católica. –Dijo Pildain enérgicamente con su pronunciado acento vasco-

El sacerdote negó con la cabeza y monseñor le apretó el hombro en señal de desaprobación, le exigió que hiciera venir al alcalde, Valentín Armas y al jefe de Falange, Benjamín Armas, también se incorporaron los falangistas, Agustín Álamo y Casto Rodríguez, con los que mantuvo una larga conversación dentro de la ermita.

Esa noche la Brigada del amanecer no intervino y la lista no se llevó a cabo posiblemente gracias a la intervención del obispo.

El triste paraje pasó a llamarse en pocos meses “El barrio de las viudas”, las mujeres cargadas de hijos, algunas embarazadas, fueron abandonadas por el nuevo régimen, no tenían derechos civiles, sin trabajo remunerado, tuvieron que sobrevivir con la agricultura de subsistencia, con la leche y el queso de las cabras, sirviendo por cuatro perras en las casas de los opresores, pidiendo limosna, trabajando en condiciones durísimas en el Pinar de Tamadaba durante el frío invierno o el abrasador verano.

Esa herencia de horror y muerte ha quedado para siempre grabada a sangre y fuego en la frágil piel de la memoria colectiva de todo un pueblo, algún atardecer cuando se acercan las horas de la oscuridad una brisa fría como el hielo sube desde el mar, parece que los hombres vuelven desde ese lugar desconocido y lúgubre, los perros ladran y se escuchan pasos misteriosos en los caminos sinuosos del olvido.

Relato publicado en el libro de Francisco González Tejera, “El viento más rebelde” (2019).

Imagen: Valle de Agaete, Vecindad de Enfrente en 1936 (Fedac). Canarias.

Cartel presentación libro 18-A.

-Presentación del libro «De color de amapola» en Benicàssim.

La novela narra el viaje de tres brigadistas internacionales intérpretes destinadas a Albacete. Desde allí, llevarán a cabo distintas misiones. Con muy buena acogida, está ya en su segunda edición. Este verano llega la edición en inglés con el título «The Colour of Poppies» (2023), que deseamos conozcas.

La novela se presentará en Benicàssim, precisamente en el entorno del hospital Voramar y las villas, donde existió uno de los hospitales más importantes de las BBII. Será en la Torreta del hotel el viernes 18 de agosto a las 7 de la tarde. Contaremos con la presencia de Miguel Ángel Castillo y el investigador Guillem Casañ, los dos ex profesores de inglés. Será una velada muy especial.

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