«El Partido Comunista es indestructible». Resistencia, lucha y muerte de comunistas en Sevilla en 1949. Dossier imprescindible (y II).

Título sobre foto de lucha y bandera Popular.

Recuperando documentos históricos:

“El Partido Comunista es indestructible” (y II)

-Sus últimos recuerdos y palabras

Aunque todo ha quedado fuertemente grabado en mi memoria y jamás se borrará nada de ella, quiero dejar anotado todo lo ocurrido en los dos últimos días y madrugada que precedieron a su heroica muerte, que tanto él como yo veíamos cierta, pero no tan cercana. Con el más profundo dolor, transcribo todo lo que recuerdo de los días 10,11 y madrugada del 12 de marzo de 1949.

El día 10, por la mañana, y según venia haciendo desde el 22-2-49, que fue condenado a la última pena, le envié el desayuno, esperando, como siempre, con ansiedad, la devolución del cesto con la etiqueta con mi nombre escrito por él y los besos y abrazos que siempre me escribía. Con alguna tardanza lo recibí y quedé algo tranquila, no del todo porque, desde hacía unos días, sentía dentro de mí una gran inquietud. A ruegos suyos, había dejado de enviarle la comida del mediodía y también porque procuré informarme y me enteré de que tenía comida en abundancia. Solamente le enviaba alguna cosa por la mañana y por la tarde, con el fin de saber dos veces al día de él. En la tarde de este día 10 fui llamada por el cura de la prisión y esto me hizo sentir más inquietud. Me llamó para decirme que Luis -mi muy querido e inolvidable Luis- había recibido una carta de nuestros padres que me sería entregada para que, una vez leído con detenimiento y serenidad su contenido, diera mi opinión. Que él intervenía en el asunto porque era nombrado en dicha carta. Adiviné todo y esperé a recibir la carta, que me fue entregada por un Jefe de Servicios llamado Bellón. La leí rápidamente y, como esperaba, nuestra madre nos suplicaba que contrajéramos matrimonio eclesiástico. Sin dejar de comprender su dolor y preocupación por nosotros, esta carta me dejó un sabor amargo pensando en lo que él hubiera podido sufrir con ella. Teniendo mi opinión, decidí esperar a que él por escrito me dijese lo que habíamos de contestar a nuestra madre sobre el particular y, llena de preocupaciones y amargura, terminé este día, no consiguiendo dormir hasta hora muy avanzada.

El día 11 por la mañana, le envié el desayuno y al poco rato me fue devuelto el cesto con sus besos y abrazos como siempre. Pasé la mañana muy inquieta, tratando de distraerme con labores sin conseguirlo y así llegó la hora de la comida. Cuando aún no había terminado, una reclusa venia hacia mi corriendo y me dijo: «¿Qué me das si te digo una cosa?». Le rogué hablara enseguida suponiendo que sabría algo bueno sobre la situación de él y al fin me dijo: «No, no es eso, es que me he enterado que vas a comunicar esta tarde con tu Luis, también es una buena noticia». A pesar de que me alegraba infinito la idea de verlo, sentí que algo extraño se apoderaba de mí produciéndome gran angustia. Cuando terminé de hablar con la reclusa portadora de la noticia, me arregle un poco y esperé a las 3 de la tarde, la funcionarla me llamó y con ella fui al locutorio general de hombres donde él, acompañado de un funcionario, me esperaba ya. La emoción al vernos fue tal que los dos sentimos una gran torpeza para hablar. Estábamos separados por dos rejas. Al fin, me dijo: «Cómo estás, Puchi». Y tú, le contesté, te encuentro pálido ¿es que no te da el sol? «Sí, hay sol en mi celda, es que he estado con gripe dos o tres días y me ha dado fiebre. ¡Cuánto me he acordado de ti! ¿Sabes una cosa, Puchi? ¡No te rías! ¡Me estoy haciendo poeta! Pero, al igual que los grandes músicos, hago trucos, cojo trozos de poesías buenas. No son completamente originales mías. En la carta que te he escrito anoche te envié un poemita de Antonio Machado, dedicado a Suny, una bella gacela aprisionada en el zoo berlinés. Yo lo he arreglado para ti, mi gacela. Aunque te rías un poco, te lo he escrito. Ayer te envié la carta de nuestros viejos; con su lectura habrás aprendido a conocerlos mejor. Mamá debe estar sufriendo horriblemente por nosotros y, si en nuestras manos estuviera, la complaceríamos. He sufrido intensamente y sufro por no poder acceder a su súplica. Si estuviéramos en la calle, Puchi, yo haría un poco de «trampa» y nos casaríamos para darle esa alegría, pero aquí no es posible. Y tú ¿qué harías?», me preguntó, y yo le respondí: exactamente igual que tú. Comprendo el deseo y el dolor de nuestra madre y te comprendo a ti siempre. El siguió diciéndome: «espero los comprendas y los quieras más cada día. Son muy buenos y muy dignos de nuestro mayor cariño. Contesta a nuestros padres, pero deja a mi cuidado la respuesta a la súplica de mamá. Si el cura vuelve a hablarte de esta cuestión, le dices que como eres una esposa disciplinada, que todo, absolutamente todo, lo consulten conmigo». Me estuvo leyendo una carta de Pepe, y como en ella se refería solamente a su situación, yo le pregunté: ¿Crees que nos volveremos a ver? «¡Quién sabe! Hay una cosa buena y es que parece ser que nuestro asunto se va a llevar a la ONU. Creo que el que está en peor situación es Manolo, pero no confíes mucho, Puchi, hazte a la idea de que estoy enfermo de gravedad y así sufrirás menos». Yo no puedo creer que te ocurra nada, Papy, ¡sería horrible!

El siguió diciéndome: «Tu carta recibida ayer me hizo muy feliz, y más aún la promesa que me has hecho. Me emocionó al leerla. Por la mañana sufrí mucho con la carta de nuestros viejos, pero por la tarde fui muy feliz gracias a la tuya. ¡He sacado también un poema a tus queridas cartas! Pienso mucho, gacela, que con nada es comparable la dicha de haberte encontrado. ¿Dónde iba yo a encontrar una mujer como tú?». Yo le contesté: «Que te quisiera y comprendiera como yo, en ninguna parte, ni yo encontraría en parte alguna un hombre de tus cualidades». Al preguntarle si le hacía falta algo me dijo: «Las necesidades de mi vida vegetativa las tengo cubiertas por completo. Abundante comida y tabaco ¡Me faltas tú, Puchi, me faltas tú!». ¿Por qué no permitirán que estemos juntos? le dije yo, ¡Qué crueles son las leyes! «Has traído puesto el jersey azul que tanto me gustaba ¡Qué sensible eres? Parece que él y tus ojos están más azules. ¿Sueñas mucho, Puchi? No olvides anotar todos tus sueños para contarlos cuando volvamos a encontrarnos. Pienso mucho en ti y siempre te siento a mi lado. ¡Eres todo para mí». Al recordarle yo los próximos nacimientos de los niños de Paquita y Carmen me dijo: «¡Que sean bienvenidos y que todos sean muy felices!». En este punto terminó la comunicación que duró escasamente unos 20 minutos. Antes de marcharse, me dijo: «Que seas valiente como siempre, Puchi, y, si ocurre lo peor, ya sabes que es mi deseo que luches por encontrar la resignación lo más pronto posible y que cumplas la promesa que me has hecho por escrito y de palabra. ¡Adiós, Puchi mía!». Nos despedimos con gran dolor, dándonos besos con las manos. Le vi marchar y sentí que perdía las fuerzas. De no haberme avisado la persona que estaba conmigo, no sé lo que me hubiera hecho con uno de los múltiples cerrojos que hay en este infierno que llaman cárcel. Me impresionó mucho la serenidad de su cara y su sonrisa que no le abandonó hasta el último momento. Sin fuerzas, volví al lugar donde yo solía estar siempre, alegre por haberle visto y escuchado su muy amada voz, pero con una tristeza infinita porque presentía lo que había de ocurrir pasadas unas horas.

Aproximadamente a las 6 de la tarde de este mismo día, fui sorprendida con una nueva llamada del cura, que me hizo suponer inmediatamente que la entrevista se nos había concedido única y exclusivamente con el fin de que tratáramos personalmente sobre el casamiento. La entrevista duró unos diez minutos y en este corto espacio de tiempo me dijo algunas cosas que me hirieron profundamente, y acabó por decirme que fatalmente moría porque la sentencia ya estaba firmada en Madrid. Me dijo que había estado hablando con él y que le había resultado muy simpático y parecía muy inteligente y que había anotado las palabras que él dijo sobre nuestra madre para no olvidarlas y escribírselas algún día. Me dijo también: «La opinión de él sobre el casamiento la conoces, me ha dicho que en calidad de comunista y sus propagandas no le permitían hacerlo, pero usted, en su fuero interno ¿qué piensa?». Yo le contestó que hacía muy bien y que le imitaba plenamente convencida, porque no creía en la iglesia. Le dije, además: «Su madre, que tanta fe tiene, se desengañará cuando sepa que le han matado a su hijo. Son tres crímenes horrorosos los que se van a cometer y usted lo sabe bien». Me contestó: «Yo no entiendo de política y no tengo nada que ver con nada porque mi misión es otra». Pero le contesté; «todo contribuye a que se lleven a cabo». Su respuesta: «He hecho lo que he podido para salvarlos, pero no ha sido posible. Es lástima que no quieran ustedes casarse porque es muy distinto que se la considere a usted como esposa a querida suya». Para mí y para él, le contesté, el criterio de una sociedad tan asquerosa y corrompida no tiene valor ninguno. El y yo nos consideramos como marido y mujer y es bastante. Hablamos de algo más y al final se marchó sin decirme palabra por la rabia que sintió ante nuestra actitud. Fácil es suponer cómo regresé al lugar donde solía estar después de la certeza de que había de perderlo para siempre.

Olvidaba decir que el cura, cuando me comunicó que la sentencia ya estaba firmada en Madrid, me dijo también: «No sé sí la orden vendrá por oficio o telegrama», lo que me hizo suponer que la desgracia era inminente, pero mi natural deseo no me dejaba pensar que fuera posible en esa misma noche. Llegó la hora del rancho y, sin comer, me subí a la brigada y me acosté, con una angustia que me ahogaba. Lloré y me desesperé y, como es natural, no me pude dormir.

Aproximadamente a las 11, alguien advirtió en portería la presencia de la guardiana y uno de los esbirros que ejercía de Jefe de Servicios. Desde una de las altas ventanas de nuestra brigada vieron algunas compañeras cómo pasaban al locutorio de jueces y encendieron la luz. Después yo misma vi, algo más tarde, que la funcionaria continuaba allí (de noche no hacen servicio en este Departamento) y todo esto, tan extraño, me hacía sufrir extraordinariamente, sin que yo adivinara que aquella noche los iban a asesinar. A las cinco y media de la madrugada, estando despierta y en una situación terrible, vi que abrían la reja de nuestra brigada y que entraban la funcionaría y uno de los cuervos. Se dirigieron hacia mí y la primera me dijo: «Levántate, Carmen, el padre quiere hablar contigo». Como loca le pregunté: «¿Se lo llevan ya?», «Anda, levántate y abrígate que hace frío». Sin saber cómo, me puso la bata y el abrigo que tantos recuerdos tenían para los dos y como una autómata me dejé conducir por ellos. Crucé el patio y entré en el locutorio de Jueces que estaba muy iluminado y allí lo vi, sonriente, acompañado de dos funcionarlos y separado de mí por una especie de taquilla con dos rejas, pero que nos permitía cogernos las manos.

El dolor me ahoga al escribir esto, pero quiero dejarlo anotado. Cuando nos vimos, él me cogió las manos, se sonrió y empezó a hablarme. Como la pena no me dejaba a mí hablar, no puedo reseñar todo lo que él dijo: «Mary, Mary, ¿dormías o estabas soñando?». Al ver mis lágrimas me dijo: «No llores, Puchi, si tú también tienes que ir donde yo voy o es que crees que te vas a quedar aquí?, ¿Sabes lo que decía Sócrates? Este era un gran filósofo y, pensando en la muerte, decía lo que yo te digo ahora: «Si no hay nada después, descansaré ¡qué dulce es descansar! y, si hay algo, seguiré filosofando y pensando en ti». Ya sabes que amo la vida y que por ti siento dejarla más que por nada, pero no siento el Terror de la muerte. Es un privilegio morir como yo, con la cabeza sana, el corazón sano y todo mi organismo sano. He dejado cartas escritas para nuestros padres y hermanos. A papá le recuerdo una anécdota de cuando yo era pequeño. Ya la leerás porque creo que te entregarán a ti las cartas y mis Diarios; la anécdota se refiere a que, cuando yo era pequeño, papá tenía dos amigos que, con él, se llamaban «los tres mosqueteros» y papá decía que él era Athos y yo su hijo. Se lo recuerdo y le digo que he sido mosquetero hasta el fin». Viéndome llorar me decía: «es la primera vez que te veo llorar, Puchi. Al pedir que me concedieran despedirme de ti me han preguntado si respondía de tu entereza y yo he contestado: ya lo creo que respondo, es muy valiente, llámenla». Besándome las manos me decía: «¡Ay, mis manos queridas! ¡Cuántos pares de calcetines me han zurcido! Diez o doce durante mucho tiempo y a cada cual más roto. ¿Qué vas a hacer con ellos? ¿Te los vas a poner?». Yo le contesté afirmativamente con la cabeza, la angustia no me dejaba pronunciar palabra.

Dibujo. «La cárcel» (presos amontonados en el patio)

El continuó con la misma serenidad: «Has traído puestos la bata y el chaquetón ¡Cuántos recuerdos tienen las dos cosas para nosotros!». Las quemaré, le dije, y él me respondió: «Eso no me gusta. Quiero que me prometas, Puchi, que has de buscar la resignación lo más pronto posible, que irás al cine, yo voy e morir como aquellos que morían en la película «Estirpe de Dragón» ¿recuerdas?, busca consuelo en la música. ¿Recuerdas cuál es la que yo más amo?». Es de Beethoven, le contesté, pero no recuerdo cuál. «La 5° Sinfonía. Siempre que la escuches me recordarás y quiero que siempre me recuerdes sonriente. Y de nuestra canción ¿te acuerdas?». Con voz dulce y muy segura comenzó a cantar un trozo de ella en inglés. «Ya sabes, Puchi, ¡arriba el corazón! Eres joven aún y no debes sacrificar tu juventud a mi recuerdo. El tiempo todo lo hace y todo se lo lleva. Esto no es una frase mía, es una realidad. Tenemos un ejemplo en Paquita (mi hermana, que perdió a su marido en el asedio a Leningrado), al principio de morir Pepe, creyó volverse loca; al cabo de algún tiempo ha vuelto a rehacer su vida y de nuevo es feliz. Igual debes procurar tú».

«No llores me sequía diciendo- recuerda las palabras de Dolores Ibárruri: «Más vale ser viuda de héroe que esposa de cobarde», y no odies a nadie». ¿Ni a Alfonso? -le pregunté. Este ha sido el traidor por el que los tres han perdido la vida. «Ni a él tampoco -me contestó- yo no odio a nadie en estos momentos y no quiero que tú odies tampoco, ni busques venganza. La venganza conduce a muy mal camino. Deja esta tarea para los demás, tú ama a todo el mundo, ama sobre todo a tu patria y a tu pueblo, como dicen que hacia Jesús, háblale a los que sepan escucharte y deja a los que tengan sordera en el alma, demuestra que los comunistas españoles no somos fieras, que somos buenos y honrados, que tenemos mejores sentimientos que ellos. ¡Ama a todo, Puchi querida, ama a todos! Ahora, a esperar mi carta, te vas a reír con ella cuando veas cuánto me emocioné al recibir la tuya, porque de todas ha sido la que me ha hecho más feliz, y cuando leas el poemita de A. Machado que yo he arreglado para ti. Dice así: «Si yo fuera un poeta, gacela, cantaría a tus serenos ojos una canción tan pura como el cristal de roca en la montaña, como en el mármol blanco, el agua limpia y, en una estrofa sola, todo el cantar sería: Yo sé cómo responden tus ojos a mis ojos y ven y me sonríen cuando… miran tus bellos ojos claros, yo sé que en ellos tienes la bella luz tranquila, la bella luz del mundo en flor que he visto desde los brazos de mi madre un día».

Ni en su amada voz ni en su rostro observé la menor alteración por el terror o la duda. Por el contrario, su voz era más segura y dulce que de costumbre y su cara reflejaba una dulzura, una paz interior y una serenidad extraordinarias. Dudo que se repitan muchos casos como éste que, con tanta tranquilidad, con tanta valentía, un hombre joven corno él, lleno de vida y de ilusiones, vaya a la muerte. Estuvo liando un cigarro y dijo señalando a los funcionarlos que presenciaban nuestra entrevista: «Cuando se me termine el tabaco, fumaré de gorra», pero no llegó a terminarlo porque eran las 6 de la mañana y a las 6 y diez ó 6 y cuarto se lo llevaron.

Siguió diciéndome: «Esta noche somos aquí los amos. Mandamos más que el Director, ya verás»; dirigiéndose a uno de los funcionarlos le dijo: «Haga el favor de traernos un poco de café»; al momento lo trajeron y me dio a beber. Con la cabeza le dije que no y me rogó bebiera para él poner los labios donde los pusiera yo. Por este deseo suyo accedí. Mi mano, al coger la loza, temblaba, la suya no. Me recomendó que, en cuanto me fuera posible, viese un oftalmólogo, pues, en nuestra entrevista de la larde anterior, habíamos hablado de lo mal que yo tenía la vista y sobre esto me dijo: «Si has de llevar las gafas constantemente, llévalas; si alguno ha de quererte, que te quiera con ellas».

«Ya sabes, Puchi, que seas valiente. Cuídate, por ti, por nuestros viejos y por todos, ahora te necesitan más que nunca. Cuando llegue el momento, exige tus derechos, he sido capitán del ejército de la República, aunque no lo necesites, reclámalos».

Yo le pregunté por qué no me dejaban abrazarlo y me contestó: «¿Para qué?, yo te estoy abrazando y besando con los ojos, es mejor así». Le pregunté también: ¿Cómo están Manolo y Pepe? Quisiera verlos. El me contestó: «Están tan serenos como yo. Les daré un abrazo de tu parte y de Anita». Me seguía besando las manos y acariciándome por entre las rejas. Empezó a poner en la ventanilla todos los objetos que llevaba encima y los que había tenido consigo hasta estos últimos momentos. Me decía: «Aquí tienes todo, el tintero, el lápiz, la pluma, papel y sobres, el monedero que tú me regalaste; mi petaca, billetero, el mechero», y acercándome éste a los ojos, me preguntó: «¿Te acuerdas?». Se refería a cierta broma que con él me dio en una ocasión y que después él calificaba de «perversa». Se quitó el reloj y lo puso al lado del que yo tenía, que era el suyo, pues hacía unos meses que los habíamos cambiado por deseo suyo. Me dijo: «Eres una acaparadora de relojes, Puchi, ¿qué vas a hacer con los dos?». Regalaré a papá el tuyo, y me contestó: «El tiene uno muy bueno, déjalo para ti». Se quitó la alianza y me la colocó en el anular izquierdo, se quitó asimismo la bufanda que yo le había hecho y regalado por Reyes y le rogué que se la dejara porque hacía mucho frío y me contestó: «¿Qué más da ya?». Le insistí y se la dejó puesta, pero después, y sin que yo me diese cuenta de nada, la dejó.

Siguió entregándome cosas: la cartera, con cartas y fotografías de nuestros padres y mía. Sacó una grande mía, que era la que más le gustaba, y me dijo: «Esta me la llevo, aquí, junto a mi corazón», colocándosela en el bolsillo interior de la americana. «También me llevo el anclita de plata de tu pulsera ¡Cuántos recuerdos tiene para nosotros esto! Y el pañuelito también». Este pañuelo me lo regaló la compañera de Manolo y, cuando fuimos a Consejo, lo llevé, enviándoselo después. El me dio uno suyo de seda blanco y también el que estaba usando diciéndome: «Tómalo, sucio y todo». Se registraba los bolsillos y decía: «Creo que no tengo nada más». Viéndome llorar y sufrir. Me decía: «Márchate, Puchi». Yo le contestaba que no con la cabeza. «¡12 de marzo, Puchi!». Sí, le pude contestar, y hoy hace 13 meses que ingresaste aquí. Continuó: «No olvides decir a mamá cuando escribas que, desde que recibí su carta suplicándonos lo del casamiento, he sufrido mucho y sufro en estos momentos por no haber podido complacerla. Tú la comprendes ¿verdad?». Sí, le respondí. Viendo cómo sufría, se dirigió a la funcionaría que estaba cerca de mí y le dijo: «Por favor, llévenla, está sufriendo mucho; y le ruego que le ayuden, que tengan comprensión en los primeros días, que se hagan cargo de su situación». Yo tenía su mano derecha entre las mías y al ver que la funcionarla me cogía para separarme de él, se la apreté con todas mis fuerzas. El volvió a decirle: «Por favor, llévensela», y ella le contestó: «Sí, sí, ya…». Quería decir que ya había llegado el momento, yo le apreté las manos y, viendo que él trataba de separarse, le grité: ¡Espera, Luis, espera! Hasta este momento no noté que él sufriera tanto; con gran esfuerzo separé sus manos de las mías y salió del cuarto donde estaba. Yo perdí un poco el conocimiento y lo recobré al oír el ruido del motor del coche que se los llevaba y el llanto de todas las mujeres de la brigada que los despedían por las ventanas. Fueron unos momentos de dolor indescriptibles. Hasta que no se los llevaron, no me dejaron subir a la brigada. Estuve unos días como loca, sintiendo el calor ele sus manos y el sonido de su voz. He pasado por una de las más criminales pruebas del fascismo y mi dolor no tuvo límites, pero deseo vivir para seguir luchando con todas mis fuerzas.

Carmen Gómez Ruiz.

Dibujo. Están siendo fusilados.

-La última madrugada

La galería era un salón enorme, iluminado intensamente por grandes ventanas enrejadas a metro y medio del suelo. Era un recinto caluroso en invierno e insoportable en verano debido a la cantidad de personas allí encerradas. El número de presos oscilaba siempre entre ciento veinte y ciento cuarenta. Las filas de petates cuidadosamente doblados se extendían en dobles hileras en el centro y adosados a la pared. A la espera del toque de silencio el personal charlaba, seguía con sus partidas de ajedrez o leía. Después las palabras eran susurros, el silencio se condensaba y se rompía de cuando en cuando por los ronquidos más o menos sonoros de los durmientes.

Me hice un ovillo entre el colchón y la manta intentando con desespero de dormir y escapar de las tristes ideas que me torturaban.

El día que acababa de terminar fue uno de los más desalentadores vividos por mi en la cárcel a causa de los acontecimientos ocurridos. Las horas fueron tensas y los nervios puestos a prueba. Esperaba con ahínco que el silencio de la noche me arropara con un sueño tranquilizante, pero en mi cabeza seguían dando vueltas los negros pensamientos.

La muerte, vestida con sus mejores túnicas, puede presentarse en silencio, misteriosa, dulce, tibia, seductora; o puede presentarse con sus más sangrientos harapos: trágica y violenta. En cualquiera de sus formas se llevará por delante la esperanza, la luz, unas palabras que ya no tendrán eco, dejando en el aire besos perdidos y el luto entre las inertes manos. Pero la muerte de unos hombres a la débil luz de un amanecer ante el pelotón de ejecución, añade a la tragedia la humana sordidez, ya que es impuesta y realizada con el frío cálculo del odio y fogonazos de venganza.

Desde días atrás, la atmósfera que se respiraba en la prisión era de inquietud y nervios. El aire enrarecido y el vuelo de las palomas traían fúnebres augurios. Los cacheos eran más frecuentes y la vigilancia más estrecha. El rostro de los compañeros veteranos era serio y preocupado. A los jóvenes no se nos escapaba la causa de este tenso clima. Teníamos conocimiento de que los tres compañeros condenados a muerte ya estaban en capilla a la espera del desenlace fatal. Instituciones de todo tipo, prestigiosos intelectuales y diferentes gobiernos exigían a Franco la conmutación de las penas. Francia pidió la libertad de los condenados, entre ellos José Mallo Fernández, miembro de la Legión de Honor por su lucha en el país vecino durante la ocupación nazi.

Toda esta presión no sirvió de nada. Estaba escrito, determinado en los papeles mecanografiados, firmados y sellados. Los trámites de la causa cumplieron los burocráticos requisitos. El cúmplase la sentencia con la rúbrica del general Franco puso punto final al expediente.

Recuerdo la sorda agitación que durante aquella madrugada se produjo en la galería. La corneta nos despertó con unos tristes sones en sordina.

-Joder, ¿qué le pasa a esa corneta? ¿se ha quedado afónica o es que el corneta está borracho? -le escuché preguntar al camarada Blanco.

-La cosa no es para bromas, amigo -le reprendió un viejo que tenía al lado.

Después del primer recuento bajamos al patio como cada mañana. Los reclusos llevaban bajo el brazo la banqueta de madera, las carpetas, los libros y los tableros de ajedrez. El descenso fue lento y silencioso. Sólo se escuchaba el roce de los zapatos sobre los peldaños de la escalera y toses broncas de fumadores. Generalmente era un vigilante el que nos conducía, pero en esta ocasión fueron cuatro. Los funcionarios se mostraban pálidos a la incipiente luz de la mañana y se movían de un lado a otro preocupados y nerviosos. Tuve la certeza de que el drama se había desencadenado y de que lo irreversible se había producido. A un viejo camarada le sorprendí una lágrima en la mejilla.

– ¡Al patio! ¡Al patio! ¡Tranquilos y en silencio! -qué absurdo, pensaba yo, nos ordenan silencio y todo el mundo baja con los dientes apretados.

– ¡Vamos, un poco más deprisa! La cosa no tiene remedio. No empeoren ustedes el asunto -recomendaban.

Bajo la vigilante mirada de los funcionarlos se fueron creando los grupos de presos a lo largo y ancho del patio. Las conversaciones -a media voz- giraban sobre los últimos momentos de los camaradas fusilados esa madrugada. Asistí mudo a lo que alguien bien informado explicaba. Un escalofrío de admiración y espanto me recorrió la espalda. Contaba que Luis Campos estuvo jugando al ajedrez con un funcionario hasta el mismo momento de su marcha hacia la muerte. Manuel López Castro escribió a su familia las postreras frases de consuelo y despedida. José Mallo aún tuvo humor de bromear sobre Cristo y los dos ladrones al verse amarrado en el centro entre sus dos amigos. El capellán, rechazado por los condenados, rezaba bajo la amarillenta luz de la celda, la voluminosa cabeza inclinada sobre el pecho, los ojos cerrados, el devocionario y un crucifijo entre las manos regordetas y temblonas, movía los labios en un agitar nervioso y mudo.

Antes de que amordazaran a los presos. Castro preguntó a sus compañeros.

– ¿Gritamos adiós a los camaradas?

– No, por favor. Dejemos a esos hombres que descansen -contesto Mallo.

Suenan unas palmadas y con el Comité Local del Partido a la cabeza se inicia la manifestación de duelo. Una ondulosa serpiente se acopla a los muros del patio, su cuerpo formado por parejas de presos, entre ellos muchos comunes, se pone en movimiento en un reptar lento, sinuoso. Yo, que formaba parte de ese cuerpo, observaba la lentitud de la marcha, la solemnidad de los pasos, el silencio en el enorme recinto poblado de presos de rostros serios y preocupados. Jamás contemplé una manifestación donde el dolor y la rabia se expresaran de forma tan rotunda sin necesidad de gritos o palabras. El jefe de servicios y los funcionarlos contemplaban impresionados tras la cancela la marcha fúnebre. La manifestación quedó disuelta a las tres vueltas. Una por cada uno de los muertos.

Al mediodía se hizo huelga de hambre como protesta. Las grandes cubetas de bazofia quedaron solitarias bajo un sol duro. No se colocaron las mesas de las comunas en los sitios habituales. Nadie se acercó a la ventanilla del economato y el vino durmió aquel día en las jarras de barro.

Antes del toque de silencio, escuchamos de pie la oración fúnebre pronunciada en honor de los camaradas fusilados. El hombre viejo y alto que tomó la palabra lo hizo con firmeza y energía, no le tembló la voz, no se le quebró el sonido en la garganta. El minuto de silencio envolvió el recinto carcelario y pareció extenderse como olas de algodón por los campos exteriores. Al final, las estrofas de «La internacional» que estallaron como el trueno de una imprevista tormenta.

Yo continuaba dando vueltas entre el borujo de las mantas como un perro lleno de pulgas, me tapé la cabeza con la manta cuando sentí un fuerte escozor entre los párpados y unas palpitaciones dolorosas. El recuerdo de mi madre, el nombre de aquellos camaradas fusilados y el incierto futuro que me esperaba, impidieron que esa noche durmiera.

Rafael Lora, en «Pero yo seguiré soñando».

Portada Mundo Obrero 31 marzo 1949.

-Siguen los crímenes del franquismo. Los camaradas MALLO, LÓPEZ Y CAMPOS han sido fusilados en Sevilla

¡ACCIÓN en defensa de los otros comunista y antifranquistas condenados a muerte!

(Publicado en Mundo Obrero nº 163 París, 31 de marzo de 1949)

Franco ha consumado tres nuevos crímenes. Los camaradas José Mallo Fernández, Manuel López Castro y Campos Osaba han sido ejecutados en Sevilla. «Sus vidas corren gravísimo peligro», decíamos desde nuestro número del 24 de Febrero. Y repetíamos en los números sucesivos nuestra alerta sobre la gravedad de la situación en que se encontraban esos queridos camaradas, nuestra llamada a la acción en su defensa.

Una vez más, desgraciadamente, teníamos razón. La espada de la saña franquista pendiente siempre contra los más abnegados defensores de nuestro pueblo martirizado, contra los comunistas, se ha abatido sobre ellos.

Han sido asesinados el día 12 de marzo. A las seis de la mañana.

El tribunal franquista les había condenado a muerte unos momentos antes. Los verdugos se han precipitado. Furtivamente, rodeando su crimen de un espeso velo de silencio, los miserables togados de Franco han concluido apresuradamente su monstruosa parodia de proceso; y sin perder un momento, los asesinos franquistas han dado la orden de fuego al pelotón de ejecución, después de la cual, a toda prisa también, han enterrado los cadáveres. Todo ello a escondidas, como se cometen las peores acciones, como se consuman los crímenes más atroces.

A escondidas, para impedir toda repercusión entre los trabajadores sevillanos que habían dado ya muestras de solidaridad con nuestros compañeros encarcelados.

A escondidas y apresuradamente, para adelantarse a la campaña internacional que al conjuro de nuestras llamadas se iniciaba vigorosa en favor de esos camaradas.

¡Tres comunistas más que Franco asesina! ¡Tres comunistas más que se añaden a la larga lista de héroes de la República y de la democracia, héroes de España, salidos de nuestras filas!

Nuestro Partido inclina con dolor sus banderas de combate ante ellos.

Pero al mismo tiempo recoge el eco de la firmeza y sereno valor de que dieron prueba ante el Tribunal y que demostraron hasta la muerte. Y ese eco, lo transforma en nuevo impulso para la acción. Acción de educación y organización de la clase obrera y del pueblo para la lucha liberadora. Acción en defensa constante y tenaz de los intereses de los trabajadores, de todos los oprimidos y explotados… Para esa acción en pos de la cual han inmolado su vida otros tres comunistas.

Mallo Fernández, López Castro y Campos Osaba. Al escribir sus nombres en el alto frontón de nuestros héroes, los comunistas españoles les prometemos trocar el profundo dolor que su desaparición nos produce en vigor redoblado para luchar por la causa en defensa de la cual han caído: La causa de la liberación de la clase obrera española; la causa de la República y de la democracia; la causa de la paz, de la soberanía nacional y de la independencia de España.

Los fusilamientos de Sevilla, la muerte de Fernández Miñón en la cárcel de Bilbao, son una nueva y grave advertencia. Un aviso del peligro que corren todos nuestros otros camaradas condenados a muerte o para los cuales se pide la última pena en los «procesos» que el franquismo sigue preparando.

Bistuer en Zaragoza; Arias, Gómez, Cregut y Valls en Barcelona; Saturnino López en Bilbao; Aranda, Poveda y Portel en Madrid; Cardador en Sevilla; …todos los comunistas y otros antifranquistas que se encuentran en esa situación corren grave e inminente peligro.

Las multiplicaciones de los crímenes franquistas; la feroz y continuada represión de Franco contra los comunistas y otros demócratas españoles -cuyo índice de crueldad se refleja en estos nuevos asesinatos- deben hacer comprender a los antifranquistas españoles y a los hombres libres del mundo que es preciso un renovado y creciente esfuerzo de solidaridad en favor de los que se hallan en peligro de ser asesinados por el franquismo; que es preciso erguirse con redoblada energía en la protesta contra el terror que Franco recrudece, alentado por los apoyos que recibe de los imperialistas norteamericanos.

Cuadro. «Recogiendo la bandera del caído».

-¿De qué se nos acusa?

(Extracto de la defensa política escrita por Mallo Fernández, López Castro y Osaba Campos para ser leída ante el Tribunal)

Una maraña de injurias, de malignas suposiciones y de hechos apócrifos, es la envoltura externa de la acusación.

Por secundario no entramos a refutar esto.

Simplemente, lo rechazamos de plano.

Nos atenemos a las declaraciones ante la Policía y ante el Juez instructor Militar de la causa, condensadas en dos afirmaciones fundamentales.

La primera; que somos comunistas y republicanos españoles.

La segunda; que hemos vuelto a nuestra Patria, España, desde la Francia libre, en cuya liberación hemos participado, a ayudar a nuestro pueblo, con todas nuestras fuerzas, a que se libre del régimen fascista esclavizador y antinacional que le oprime.

Subrayamos enérgicamente, Señores Magistrados Militares, y queremos que conste muy destacadamente en autos del juicio, esa calificación de régimen fascista que acabamos de hacer. No es original nuestra, ni de nuestro Partido; es la sentencia mundial decretada por el más alto Tribunal internacional, por la Asamblea General de la ONU en el año 1946 y en su mes de Septiembre.

En consecuencia, este puñado de españoles encartados en este proceso, somos, ni más ni menos, que soldados ejecutores de la voluntad democrática de nuestro pueblo y de nuestra Patria; Soldados combatientes bajo la bandera tricolor de la República Española, y bajo la más amplia de la Organización de las Naciones Unidas (…)

El ser comunistas y republicanos, el carácter antinacional del Partido Comunista y nuestras actividades políticas al servicio de la URSS y contra la segundad del estado fascista, es la base y lo sustancial de la acusación fiscal.

Señores Magistrados Militares: Las invenciones más peregrinas, las quimeras más absurdas y hasta los más criminales propósitos, han tenido siempre sus profetas y sus apologistas. En política, los tuvo el nazismo, aquel «poder cruel pero precario», como magistralmente lo definió el gran genio político militar STALIN: Hitler fue el que engendró el anticomunismo, tal como lo desarrolla la acusación fiscal.

Pero los hechos y sus resultados finales son los que, como dice el adagio popular «aventan la paja y dejan el grano»; son los que desgranan los fines humanos y los que, en definitiva, certifican lo que es real, humano, justo y progresivo y lo que no lo es. El certificado extendido a Hitler y a sus bestiales quimeras, a su rabia y patrañas anticomunistas, ha sido de defunción. Lo extendieron los Ejércitos Aliados y de ellos, de forma muy destacada y decisiva, el Gran Ejército Rojo, con su aplastante victoria militar. Lo firmó y rubricó jubilosamente, en el Juicio de Nuremberg, toda la humanidad avanzada y progresiva.

Exhumar ahora aquello, sacar a estas alturas fototipias de propaganda hitleriana, es señal, por lo menos, de que a los desenterradores y coleccionistas de semejante basura se les ha parado el reloj, y lo que exhiben ridículamente, es un carnavalesco y sucio anacronismo (…)

El dilema para estos procesados es el de morir de hambre o luchar para morir. El mismo que tiene planteado España; o degenerar o desaparecer como Nación Libre y respetada, o luchar para vivir y progresar como nación independiente, fuerte y progresiva. ¿Somos los comunistas y el pueblo los culpables de que a España se le plantee el urgente y terrible dilema de agonizar o de sanar?

No, que es el régimen que a la fuerza nos mal gobierna y que en escala, cada vez mayor, provoca la ruina en que estamos.

Los comunistas al llamar al pueblo y a España a su Autodefensa, al practicar en vanguardia esta Autodefensa, lo que hacemos es resolver el angustioso dilema en favor de nuestra quebrantada Patria.

¿No cree la acusación Fiscal que, con nosotros y con el pueblo que luchamos porque viva éste y en consecuencia porque viva España, los comunistas demostramos ser mejores españoles que el régimen que se obstina en aniquilar al pueblo y a nuestra España? (…)

Se recurre por el régimen a presentamos como «quinta columna» al servicio de la URSS.

¡Otro cliché de propaganda hitleriana sacado del destruido y desacreditado arsenal de inmundicia nazi-fascista!, ¡Otro hecho que identifica los orígenes, inspiración y estructura del régimen que, rencorosamente pero con hasta mala fortuna, hace circular la maligna fábula por el País!

Nuestros lazos con la URSS, con su Partido Comunista Bolchevique marxista-leninista-estalinista dirigente, y con su genial guía Mariscal STALIN, son claros, públicos y notorios y altamente beneficiosos para España. Son justamente estos fraternales e indestructibles lazos, nuestro más noble orgullo y alto honor. Además, quien es supremo e inapelable Juez para dar o quitar patentes de patriotismo, o sea, nuestro Pueblo y lo avanzado y progresivo de Nuestra Nación, los anuda más prietos y fuertes si es posible con su unánime y calurosa adhesión.

¡Óigan al pueblo, los fascistas!, ¡Óiganlos los apologistas del fascismo, trovadores del anticomunismo! Esos bárbaros que, a fuerza de crueldades, han querido envilecerle y matarle su carácter, sus sentimientos y aspiraciones, le oirán decir esta cariñosa frase: «Esto nuestro sólo lo arregla nuestro tío Pepe, el de los bigotes». Frase popular, sencilla y ruda; pero que es encendida hoguera de Fe y Amor a STALIN -por protector y bienhechor de los pueblos oprimidos-, a su partido y a los pueblos de la nueva y gran Democracia Socialista Soviética; por sus enormes sacrificios y victorias en pro de la causa de la Humanidad avanzada y progresiva, sobre todo en la pasada guerra mundial antifascista y ahora laborando por la Paz justa, democrática y progresiva que en el Mundo entero se ansia.

Sentimientos y pensamientos comunes, enseñanzas y ejemplos prácticos constantes, son los vínculos que nos unen a los comunistas españoles con esos formidables pueblos, con ese gran Partido Comunista hermano y con esa destacada figura humana de la Historia Universal de todas las épocas.

De ellos hemos aprendido a comprender y a manejar, teórica y prácticamente, el sistema filosófico de la dialéctica materialista y del materialismo histórico; esa genial y justa revolución operada por Marx y Engels, por Lenin y Stalin, en el terreno de la vetusta, falsa e inoperante filosofía idealista y en el de las relaciones sociales de la Humanidad. Ellos nos han dotado de ese seguro medio de análisis, que igual que un poderoso telescopio, nos acerca a los hechos y fenómenos más lejanos de la naturaleza y de la sociedad humana e igual, asimismo, que un potente microscopio, nos los muestra en sus más ínfimos detalles, en su naturaleza más compleja y en el curso de todo su desarrollo.

En esta ciencia, nuestro inextinguible monumental de Fe en el porvenir venturoso de nuestro Pueblo y España y nuestra fecunda savia de energía y de voluntad de acción para conquistarlo. Esta que nos Explica y dicta que, pronto y para siempre, España volverá otra vez a ser, por voluntad de los españoles, República Popular Democrática, se oponga a ellos quien sea y como sea.

De ellos hemos aprendido a tener más clara conciencia acerca de los incontestables derechos, que como mayoría nacional tienen la clase trabajadora, masas campesinas y pueblo en general, a regir sus destinos. Hemos aprendido algo más importante que esto todavía y es a apreciar las infinitas energías y fuerzas del pueblo para sacudirse la opresora tutela de minorías y castas dominantes que, en vez de servirle, se sirven de él en exclusivo provecho de su interés particular y de clase o casta. Siguiendo fielmente la senda científica y revolucionaria de Marx-Engels-Lenin-Stalin, ellos nos han demostrado esa ley biológica que rige inexorable y puntualmente los destinos de la Sociedad Humana, con la misma precisión que la ley biológica que, por encima de nuestra voluntad de vivir, rige nuestras vidas humanas y lo de todo cuanto existe en la Naturaleza, mediante el infinito proceso de nacimiento, desarrollo, crecimiento y muerte. Todo lo cual vale para afirmar rotundamente, sobre lo que a España concierne que, pese a la desesperada resistencia de sus fuerzas reaccionarias, achacosas y decrépitas, obstinadas en oponerse y obstruir a la nación hacia la libertad, el bienestar y el progreso, serán inexorablemente barridas por las juveniles y vigorosas fuerzas de la clase obrera y del Pueblo, que saben ya perfectamente tener absoluto derecho y fuerza para conquistar, para sí y para nuestra patria, una vida mejor.

De ellos hemos aprendido a servir insobornablemente a la clase obrera y al pueblo; hemos aprendido asimismo la estrategia y táctica adecuadas, para que éstas conquisten y consoliden, para la Nación, sus elevados destinos históricos.

Su nacionalización de la Tierra, confiscándola a puñados de señores feudales, para entregársela a los obreros agrícolas y campesinos pobres y medios, fue resolver prácticamente la más justa y progresiva obra reparadora de una ancestral y opresora injusticia social. Fue abrir su Agricultura a las avanzadas formas de producción Socialista transformándola al consolidarlas, en la más rica y progresiva del Mundo, en vez de una de las más atrasadas como era bajo el zarismo.

Fue, en suma, dar a millones y millones de campesinos un efectivo y positivo bienestar y a toda la nación, por eso mismo, una gigantesca abundancia.

Su nacionalización de las riquezas básicas de la Nación como son minas, ferrocarriles, transportes marítimos, industrias hidroeléctricas, etc., incautándolas y confiscándolas, según cada caso, a los reaccionarlos y egoístas «combinados», financieros nacionales e internacionales y otorgando su explotación y administración a la clase obrera y al pueblo por medio de sus sindicatos obreros, empleados técnicos, fue rescatarla para la Nación y transformar en poderoso instrumento de libertad, progreso y bienestar nacionales, lo que en manos de los grupos reaccionarlos era de servidumbre y opresión nacionales. Sobre la base de las avanzadas formas de producción y distribución socialista, fue el derramar sobre toda la nación los incalculables beneficios que antes se estancaban en el rudísimo círculo de las camarillas reaccionarias dominantes.

Su trascendental realización de dar al pueblo gratuita, amplia y elevada cultura ha sido perfeccionar y movilizar sus infinitas riquezas intelectuales. Ha sido alumbrar un tesoro de incalculable valor que, bajo la opresión zarista y de príncipes y señores feudales, yacía enterrado y estérilmente perdido. Ha sido en resumen desarrollar gigantescamente la capacidad de pensamiento y acción progresista de todas las naciones y pueblos que integran la actual URSS, poniéndolas en condiciones de acometer y realizar las más extraordinarias en todas las ramas del saber y de la actividad humana.

Muestras de ese inmenso caudal creador y renovador son su industria y agricultura, las primeras del Mundo, alzadas a una velocidad no conocida en la Historia, por millones de obreros y campesinos altamente calificados y técnicos e ingenieros, investigadores y sabios dotados de las más modernas y avanzadas ciencias. Son esas estrategias Jefes, Oficiales y Soldados, Marinos y Aviadores de su formidable Ejército Rojo, ventajosísimamente destacados de todos los antiguos y contemporáneos ejércitos.

Los comunistas españoles pensamos que de este bien necesita España, nuestra Patria, y que por lo mismo, lo más patriótico es trabajar y luchar por dárselo.

«¿De qué se nos acusa?»

De ellos hemos aprendido a hacer absolutamente coincidentes los intereses de la Nación con los de los demás del Mundo. Al demostrarnos que en nuestro país hay riquezas más que de sobra para asegurar e incrementar incesantemente una vida y porvenir venturosos a toda la Nación, a condición de arrebatárselas a las reducidas pandillas reaccionarias que la usurpan en su exclusivo provecho, nos ha librado del mal pensamiento de poder codiciar lo ajeno de otros pueblos y entrar en otros países a robarlas. He ahí la base del entendimiento y fraternal colaboración internacional que establece el joven y sano y progresivo internacionalismo proletario. He ahí la base más sólida para la Paz permanente y creadora de bienestar, que tantas y tantas generaciones humanas han anhelado y que periódicamente han perturbado las guerras desencadenadas por los sórdidos intereses capitalistas, reaccionarlos, opresores de sus propias naciones de origen y de todos los mercados, por su codicia.

Su palpable demostración nos la da con su actual política y acción, inseparables en defensa de las libertades populares y nacionales, mundiales y con sus intransigentes y tenaces esfuerzos para construir una paz justa, de bases populares y democráticas.

Nos la da en todo momento y nos la dio ya en tiempos pasados, al transformar el viejo imperio zarista, aquella «bárbara prisión de pueblos» como con razón se le llamaba por «tirios y troyanos», en la libre, democrática y progresiva Federación de Estructura y Base Socialista Soviética, y en la que conviven, se ayudan fraternalmente y prosperan grandiosamente, más de cien razas distintas y diversas naciones, rusos, georgianos, ucranianos, turcomanos, armenios, árabes, tártaros, siberianos, mongoles, ramuros, somony-edos, bach.kires, etc. y también coexisten armoniosamente diferentes religiones como la ortodoxa, mahometana, budista y judía.

¿No cree la Acusación Fiscal, con nosotros y con el pueblo, que ese vivo ejemplo de armonía y asociación con todos los pueblos y naciones es el que más conviene a España tomar? ¿No cree asimismo que los descabellados intentos del régimen para que le incluyan en determinada política de artificiales y agresivas líneas divisorias del Mundo, podría ser catastrófica para España? Finalmente, ¿No cree que la URSS es una asombrosa y potentísima realidad, por su industria y agricultura, por su incesante y gigantesco progreso, como por sus amplias y efectivas libertades, por su influencia poderosa más allá de sus fronteras, como por su noble acción pro Paz, y que sin ella no puede haber en España ninguna honrada y acertada política exterior y mucho menos contra ella? (…)

El montón de pruebas materiales, desde los paquetes de propaganda y escritos autógrafos, hasta las declaraciones de los procesados, que constan en el Sumario, atestiguan inequívocamente nuestra defensa de la República, de esa República que, si no vigente, sigue siendo nuestro Régimen Legal, emanado de la libre y soberana voluntad nacional.

¿Actividad clandestina? Sí, pero justa. El culpable de esa clandestinidad es el régimen que no da cauces a los sentimientos y pensamientos políticos y sociales, filosóficos y religiosos, artísticos y científicos y que, al contrario, los oprime y los persigue.

¿Procedimiento policiaco y sumarial? Los de tribu o clan. El primero: De asalto y registros personales y domiciliarlos a mano armada y en banda sin mandamiento judicial, ese previo requisito legal vigente hoy día hasta en las Tribus Zulúes africanas. Procedimiento policiaco y sumarial sin consentimiento de letrado jurídico asesor en todo el curso de las diligencias.

¿Tribunal que ve esta causa de procesados civiles?

Tribunal Militar constituido en juicio sumarísimo que no tolera defensa por letrado civil Titular y Colegiado en Derecho libremente elegido. Tribunal que de acuerdo a la letra del Código vigente, además de lo anterior, nos veda a los procesados hacernos nuestra propia defensa (…)

Se nos acusa en nombre del más cerril oscurantismo y de la más destructiva opresión popular y nacional.

¿Dónde está la libertad de pensamiento, esa imprescindible condición para crear bienestar y progreso? ¿Dónde está la libertad de palabra privada y pública y la de la prensa y opinión, transmisoras de progresivo pensamiento? ¿Dónde la libertad de asociación política o sindical, hasta artística o científica?

Todo, todo se nos ha confiscado. Es decir, se ha confiscado a España su capacidad de pensamiento y de acción, de crítica y control de los que tanto necesita cualquier gestión gubernamental, por acertada y honesta que sea. Colosal confiscación y malversación del saber y de la acción nacionales que a España tiene en estado comatoso y que se quiere únicamente tapar con el sucio andrajo de la lucha contra el comunismo.

¡Macabra y ridícula farsa fascista! Macabra por lo que encierra. Ridícula por archisabida, pero que insistimos en denunciar.

Aparte de que los comunistas tenemos un bien ganado puesto en la vida política del País por nuestro gran número y también por la atracción de grandes masas con nuestra línea y conducta patriótica, preguntamos: ¿Qué ha sido de la Unión General de Trabajadores (UGT) y de la Confederación Nacional del trabajo (CNT), aquellas organizaciones sindicales tradicionales de nuestros obreros y campesinos, de nuestros técnicos e intelectuales, de tan arraigado prestigio y considerables influencias nacionales? ¿Qué ha sido del Partido Socialista Obrero Español? ¿Y de los Partidos Republicanos más moderados, como el Federal, Unión e izquierda Republicana? ¿Y de las potentes y progresivas Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y Juventudes Libertarias y Republicanas?

¿Qué ha sido hasta de los grupos monárquicos y de las dos ramas de los alfonsinos y «requetés» carlistas? ¿Qué ha sido al fin de los Ateneos y Bibliotecas Populares, emporios de cultura popular y de tantas y tantas organizaciones artísticas, deportivas y científicas que florecían bajo la República? ¿Dónde está la progresiva y democrática organización estudiantil Federación Universitaria Española (FUE)?

Se nos acusa en nombre de un estado de aislamiento internacional dictado contra el régimen, que no contra España, por haberlo engendrado Hitler y Mussolini, y por haber participado abiertamente, (como muy bien y por desgracia sabemos todos los españoles) en la pasada guerra contra las democracias.

Se nos acusa finalmente, en nombre de una ilegal situación política, basada en el atropello por la fuerza de la soberana voluntad nacional expresada el día 16 de Febrero de 1936, en libres elecciones convocadas de acuerdo al sufragio universal con votos directos y secretos. Se nos acusa por último en nombre de una situación política antinacional de inspiración y creación nazi-fascista, recurriendo a la invasión de la Patria con 200.000 soldados y jefes del Ejército Fascista italiano, oficialmente registrados en las estadísticas de la ONU con legiones de especialistas y mandos nazis e integrados en la «Legión Cóndor» y con decenas de miles de mercenarios africanos que los Señores Magistrados Militares, que van a juzgarnos, han visto y soportado y recuerdan por lo tanto mejor que nosotros mismos (…)

Señores Magistrados Militares: En nombre del pueblo y de España es decimos:

Ya ha llegado lo que viene denunciando y contra lo que tenazmente viene combatiendo el Partido Comunista desde el golpe de fuerza y usurpación fascista y desde antes de producirse esto. Es cosa tangible para los españoles de todas las clases y capas sociales: La ruina de España se ha consumado (…)

Libertad, Libertad y Libertad, es lo único capaz de remover y de movilizar el enorme potencial de iniciativa y de energía populares y nacionales.

Libertad de opinión y de palabra, de Prensa y Asociación, de Comercio, de Enseñanza, de cultos, que al dar particular satisfacción a los diferentes sectores y organizaciones políticas y sindicales y a todas las fuerzas populares y naciones, los encauce por la común patriótica coincidencia de salvar la Patria y de elevarla al mayor grado de Prosperidad, de Progreso y de Libertad.

Eje de tan amplia coincidencia nacional ha de ser el comunismo, que tampoco es la monarquía, si los monárquicos no lo dicen, se lo ha dicho la voluntad nacional reiteradas veces y de forma indubitable. Es la República Democrática.

República Democrática, o sea, limpia legitimidad por ser el último régimen emanado de la libre y soberana voluntad nacional.

República Democrática, o sea, inflexible política de paz, a base de entendimiento y fraternal entendimiento con todos los pueblos del mundo sin excepción.

Dicho sea de paso, la definitiva catástrofe para España sería dejarnos arrastrar a la nueva guerra que el siniestro capitalismo reaccionario está preparando y, para lo cual, el régimen fascista, por su cuenta, nos está ofreciendo a los españoles como carne de cañón en provecho de los incendiarios de la guerra.

República Democrática, o sea, una de las más bellas páginas de nuestra Historia. Que ha cumplido un hecho de enorme trascendencia y repercusión nacional e internacional.

Con ella y por ella, nuestro pueblo en 1936 se batió solo contra el nazi-fascismo internacional y durante cerca de los tres años estuvimos conteniendo su agresión general contra la Democracia mundial.

Hoy, después del desenlace de la guerra antifascista a favor de las democracias, la democracia española, la República española ve confirmada la razón de aquella titánica lucha.

Por su pueblo y por su República, España no tiene necesidad de mendigar sitio en el concierto internacional. Tiene su sitio reservado con el beneplácito de toda la Humanidad avanzada y progresiva, y no precisamente un sitio más del mundo, sino el honorísimo de haber sido la Nación primera que libró contra el nazi-fascismo la primera gran batalla.

Sí, Señores Magistrados Militares, es el pueblo y las fuerzas democráticas y republicanas quienes han dado a España esa consideración, respeto y fraternal amistad internacional.

Es el pueblo, el pueblo y las fuerzas democráticas y republicanas, los únicos que en justicia pueden exhibir las destrucciones perpetradas por los nazi-fascistas y sus monaguillos españoles en el país, e incluso negociar las reparaciones de guerra que han percibido otros pueblos devastados por aquella horda.

Es el pueblo, el pueblo y las fuerzas democráticas y republicanas, en definitiva, los que en la encrucijada histórica que representó la aparición nazi-fascista como absceso piógeno internacional, tuvieron la razón, la defendieron heroicamente y demostraron, por lo mismo, ser más capaces y fieles a España que los Falangistas y fuerzas reaccionarias que se vendieron a Hitler y Mussolini.

La acusación Fiscal pide para nosotros la Pena Capital. A ello respondemos:

Nosotros somos tres representantes del Derecho y la Ley única española, la Ley de la Patria y del Pueblo, la de todo lo bello, digno y noble, de todo lo justo y progresivo. Representamos al RÉGIMEN LEGAL Y CONSTITUCIONAL DE ESPAÑA, LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA.

El régimen fascista nos juzga en nombre de la fuerza, no tiene derecho a hacerlo en nombre de la ley.

Al condenamos nos impondrá, pues, unas penas ilegales por ser comunistas, es decir, por defender la libertad y el bienestar de España.

Pero los comunistas somos hombres de temple especial, cuyo más alto honor, al principio lo dijimos, es ser miembros de tal Partido. El Título de comunista para nosotros, vale más que la propia vida.

Podrá ser arrebatada la vida, pero no el alto honor y orgullo de haber contribuido, desde las filas de nuestro Partido, marchando fielmente por la senda que a los comunistas nos marca nuestro Buró Político y Comité Central y a su frente la gloriosa mujer española, Dolores Ibárruri, al porvenir.

Si caemos en la lucha como tantos otros camaradas y patriotas que nos precedieron y que puedan seguimos, tendremos la satisfacción que nuestra sangre no ha sido en balde vertida, ya que el triunfo de España, nuestra amada Patria, es seguro y ya está muy cercano.

Señores Magistrados Militares: Hemos terminado.

¡Viva España Libre e independiente! ¡Viva la República!

Publicado en la revista Antorcha nº 9 – Octubre -2000

Un comentario sobre “«El Partido Comunista es indestructible». Resistencia, lucha y muerte de comunistas en Sevilla en 1949. Dossier imprescindible (y II).

  1. Lector Contestar

    Documentos imprescindibles de verdad. Gracias por estas dos entregas. La memoria de la clase obrera, de los mejores comunistas de este Estado, recuperada. Será un documento de oro, y se puede utilizar cuando nos hablen de «cerrar viejas heridas», mientras cada día recuerdan a los caídos de su bando, del de 1939, 1978 o 2021.

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