Artículo de Juan García Martín, preso comunista en Puerto III: ‘Bienvenido Mister Marshall’, miles de millones de € a manos de monopolios y bancos, más miseria para la clase trabajadora y el pueblo.

Foto. Juan García Martín.

Artículos desde prisión:

Juan García Martín. Preso político del PCE(r), desde Puerto III

Publicado en El Otro País n.º 98, de Mayo- Junio 2021

Bienvenido, Mister Marshall

Según el Presidente del Gobierno español, 140.000 millones de euros de fondos europeos vuelan sobre nuestras cabezas cual bandada de estorninos buscando un lugar donde posarse. Nuestros capitalistas y sus políticos se están dando mucha prisa para repartirse esos millones volanderos e, incluso, se pelean por ver quién se lleva la mayor tajada.

Es inevitable acordarse de los berlanguianos habitantes de Villar del Río en la película “Bienvenido Mister Marshall” soñando con los dólares americanos por llegar y que iban a acabar con todas sus miserias. Ya sabemos cómo terminó todo: respirando el humo y el polvo que dejaron los cochazos al pasar de largo. Muchos temen, y con razón, que ahora pase lo mismo.

Hay que ser comprensivos con ellos; nuestros capitalistas se enfrentan a una crisis general que abarca lo económico, social, político, de credibilidad, educativo, internacional y, para rematar, sanitario. Están, pues, muy necesitados y preocupados y, además, saben que solos no pueden salir del pozo.

La pandemia no ha hecho más que sacar a la superficie todas las carencias y miserias que se han ido acumulando en los últimos decenios. Careciendo casi de industria, la economía española depende del turismo, la hostelería, la construcción, el comercio y el transporte, sectores que se han revelado frágiles y volátiles,

En definitiva, ese «país de servicios” al que Europa le relegó y al que gustosamente se prestaron los capitalistas españoles a cambio de millonarias sumas de dinero para gastar en obras faraónicas y a cambio de dejar que bancos y empresas trasnacionales patrias se llevaran una parte del pastel de la explotación del Tercer Mundo, ese “país de servicios”, repito, hace aguas por todas partes y el pánico se ha extendido.

De ahí que ante la promesa de los 140.000 millones estén haciendo anuncios de inversiones a todas las escalas territoriales y a cada cual más ambicioso; reíndustrialización, I+D+I, Sanidad y Educación, 5G, Economía Verde, subvenciones a “emprendedores”, modernización del transporte… Pero una cosa son las necesidades e intenciones y otra las posibilidades reales de los capitalistas españoles y sus políticos para sacar adelante esos planes.

Partamos de un hecho que lo condiciona todo: España es un país monopolista; no estamos, por tanto, en la época de ascenso del capitalismo y la libre competencia donde había cancha para una burguesía industrial o comercial pujante y emprendedora. Ni siquiera las otrora “burguesías periféricas” son lo que eran. Catalunya, por ejemplo, desmontó y deslocalizó su industria textil, se deshizo de la química y la industria automovilística está en manos del capital extranjero y amenazada de cierre.

Hace sólo una década Catalunya contaba con una prometedora y puntera industria de componentes electrónicos y ordenadores, con marca propia, de la que hoy no queda más que el recuerdo, vendida o absorbida por las multinacionales del sector. Hoy la estrella de los capitalistas catalanes no son la Seat o Bultaco, sino Caixabank.

En el monopolismo, el Capital financiero ejerce su hegemonía sobre todas las demás formas del capital. El año pasado España rechazó por falta de demanda 7.000 millones de euros en prestamos europeos; Andalucía devolvió a Europa, sin utilizar, el 67% de los préstamos concedidos. Son préstamos que necesitan a la Banca para gestionarse y complementar la posible inversión, pero que ella no controla totalmente y tienen una rentabilidad a largo plazo por lo que los bancos españoles no los respaldan y se quedan sin utilizar.

¿Quién nos dice que no va a ocurrir lo mismo con los 140.000 millones? Este beneficiar a da Banca por encima de todo explica también que, durante la pandemia y a diferencia de otros países europeos, el gobierno español haya preferido conceder “créditos blandos” a las pymes antes que subvenciones directas; los créditos siempre hay que devolverlos y con intereses.

Las grandes empresas monopolistas, estrechamente ligadas a los bancos, someten a su control e interés a las medianas y pequeñas empresas, convirtiéndolas en subsidiarias suyas o dejándolas morir de inanición. Ningún sector productivo o de servicios escapa a ese control y, por tanto, ningún proyecto industrial, comercial, agrícola o de servicios “nuevo” puede prosperar sin su consentimiento.

Cuando se empezaron a generalizar los paneles solares y surgieron nuevas empresas que los fabricaban, el Gobierno al servicio de los monopolios puso un “impuesto al sol” que les llevó a la ruina.

Ahí tenemos el reciente caso de Abengoa, empresa multinacional española dedicada a la investigación y desarrollo de “energías verdes”, solar sobre todo, que ha sido descapitalizada y ahogada por las deudas, vendida a trozos y en trance de desaparecer a mayor gloria de Iberdrola y Endesa, centradas en otras líneas de desarrollo como la eólica.

La reciente subasta del precio de la energía renovable hasta 2025 ha sido copada por estas grandes empresas quedando, así, en disposición de imponer precios de monopolio: comprarán barato a los productores y venderán caro a los consumidores.

Dibujo. Estrella roja, leyendo un libro.

Además, España es una “potencia de segunda fila”, fuertemente dependiente tanto de las potencias más fuertes como de las grandes multinacionales ligadas a ellas. Sectores económicos potentes y con futuro como los vehículos de transporte, convencionales y eléctricos, el energético, la Inteligencia Artificial, el aeronáutico, los nuevos materiales o la medicina o farmacia que tienen empresas en España están en su gran mayoría en manos del capital extranjero; miles de pequeñas empresas y de centros de investigación se ven obligados a trabajar para las multinacionales o a venderles sus patentes. ¿Qué tipo de “reindustrialización” o de I+D+I se puede dar en esas condiciones?

La pandemia hizo florecer las iniciativas para crear materiales e ingenios que ayudaran a combatirla; ¿cuántas de ellas han prosperado ante la presión de os materiales fabricados por las grandes multinacionales del sector? ¿Adónde están yendo a parar los “fondos Covid”? Hay autonomías que no las usan por no contratar personal y otras que las usan para financiar a empresas privadas, como ocurre con Madrid y Andalucía.

En España hay, por lo menos, cuatro proyectos de vacunas con grandes posibilidades de ser efectivas y seguras; ¿cuánto dinero se ha invertido en ellas? 2 millones de €; ¿cuánto se ha invertido en las tres primeras vacunas de las grandes farmacéuticas? 2.000 millones. Existe en Andalucía una moderna factoría farmacéutica, ligada al CSIC y la Universidad de Granada, que se ofreció a producir alguna de las vacunas “internacionales” y… sigue dedicándose a cosméticos y cremas.

También la empresa española Pharmamar ha desarrollado un fármaco que puede salvar muchas vidas; podemos estar seguros de que hasta que las vacunas de las grandes farmacéuticas no sean amortizadas no se comercializará ningún medicamento contra los efectos del coronavirus.

Esta dependencia de España es también política ¿Acaso las grandes potencias, también en crisis y con un creciente enfrentamiento entre ellas, van a favorecer o siquiera consentir que nuestro país se convierta en un nuevo competidor y pagándolo, encima? No, España está condenada por las leyes del mercado monopolista e imperialista a seguir siendo un “país de servicios”; y si ahora pagan los países del Norte es para que siga siéndolo, para que siga exportando técnicos y científicos cualificados y personal sanitario formados en las universidades españolas y para que siga siendo barato venirse de vacaciones.

La agricultura seguirá subvencionada para servir a las masas del Norte a precios asequibles y las multinacionales y fondos buitre seguirán invirtiendo en sanidad, vivienda y otros servicios convenientemente privatizados: y el capital extranjero seguirá sacando plusvalía de nuestra mano de obra cada vez más barata y depauperada. Y, claro, España seguirá pagando su Pa deuda externa, la mayor de Europa, que tras la llegada de los 140.000 millones será aún mayor.

Si el monopolismo es decadencia y parasitismo, el español lo es aún más. Y viene de largo, de la debilidad originaria de la burguesía española y la temprana formación de la oligarquía con la alianza de la decrépita nobleza latifundista con los vástagos del capital financiero.

Valores que se consideran propios de la burguesía en ascenso como la iniciativa, la creatividad e inventiva, el espíritu “emprendedor” y competitivo, el correr riesgos, la visión a largo plazo, etc. siempre fueron ajenos al sector burgués dominante en España. Aquí la rapacidad de los conquistadores e indianos se trasladó a la actividad económica dentro del propio país una vez perdido el famoso imperio.

Aquí se gasta improductivamente, se invierte para la ganancia rápida y segura, se especula mucho y se produce poco y se echa mano del Estado para que resuelva los problemas; las ganancias vienen no de la inversión en maquinaria o innovación, sino de los sueldos de miseria, los despidos y “ajustes” de plantilla y las largas jornadas de trabajo.

Así se realizó el llamado “milagro de los 60” que completó la consolidación del capitalismo en España y que el PSOE desmontó en cinco años. Con la entrada en la Unión Europea éstos rasgos parasitarios se han visto reforzados por el gusto a ser subvencionados, la recogida de beneficios a corto plazo, la corrupción y el saborear de nuevo los “aires imperiales” en América Latina.

Todos estos “hábitos” no se cambian de un día para otro por más necesitados que los capitalistas estén de un “cambio” o por más millones que lluevan.

El 1,25% de los agricultores, o sea, los grandes latifundistas, se llevan el 26% de los fondos de la PAC; ¿acaso están interesados en “modernizar la agricultura”?

No, en España las clases dominantes han perdido, si alguna vez la tuvieron, toda capacidad de “crear algo nuevo”. Sigue vigente aquel dicho de un miembro de la Generación del `98: “¡Que inventen ellos!”. De los 140.000 millones prometidos, 60.000 van a ser destinados para financiar proyectos concretos.

A la vista de los fondos que periódicamente se devuelven a Europa sin utilizar, ya hay economistas que se quejan de que hay muchos pedigüeños en la cola pero pocos proyectos; y donde los hay, la mayoría una vez más van de la mano y en beneficio de las grandes empresas y de la Banca. Madrid, por ejemplo, ha propuesto seguir con las obras faraónicas, como ampliar el Metro, para dar de comer a las grandes constructoras.

El Gobierno Vasco dice que le “tocarán” 14.000 millones y ha presentado 100 proyectos; pero de éstos ya tienen “apalabrados” 6.500 para Iberdrola (Qatar), Petronor (Repsol, Sacyr, Caixabank) y el TAV (de nuevo Sacyr). ¡Quién ha visto y quién ve a la otrahora “emprendedora” burguesía vasca!

Como vemos, la clase burguesa dominante en España es reflectaria a términos como proyectos, previsión, innovación, planes a largo plazo, aplicación de novedades o rendición de cuentas.

Todo ello augura que la oligarquía española y los políticos a su servicio seguirán anclados en la ramplonería, el cortoplacismo, la rapiña fácil, la expoliación y, eso también, el servilismo a las grandes potencias y las y las multinacionales. Y cuando haya que pagar los préstamos con más recortes en servicios, con una nueva reforma laboral y con una rebaja en las pensiones, utilizarán contra los trabajadores el único recurso en que son expertos: la fuerza.

A pesar de los 140.000 millones y a pesar de la demagogia y los planes en el aíre, no imaginamos de nuevo en España resucitando a las siderúrgicas, la minería, los astilleros, las químicas, la Seat, etc.

Los capitalistas españoles se aferrarán a sus obras públicas subvencionadas, a sus hoteles y chiringuitos de playa a la espera de las milagrosas vacunas o de las inversiones extranjeras. No hay alternativa dentro del sistema a la crisis económica y al modelo económico del régimen de los monopolios.

Igual que en “Bienvenido Mister Marshall”, los cochazos pasarán de largo o, mejor dicho, por encima de la clase obrera y el pueblo, sólo ocupados por el capital financiero y las grandes empresas a los trabajadores, si no espabilamos, nos tocará pagar los créditos con recortes, sudor, miseria y sangre.

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