Mujeres en organizaciones de solidaridad. Intelectuales, ojos y voz de denuncia de la barbarie fascista. Obreras, campesinas e internacionalistas: su compromiso antifascista durante la guerra (II de III)

Cuadro. Mujeres en lucha.

Mujeres trabajadoras, campesinas e internacionalistas: su compromiso antifascista durante la guerra (II de III)

-Las mujeres y su participación en las organizaciones de solidaridad

Otro campo importante de la participación de las mujeres antifascistas fue en el terreno de las organizaciones solidarias y contra la guerra. Estas organizaciones, algunas como Socorro Rojo Internacional de ámbito mundial, contaron con una participación mayoritaria de mujeres. Para menoscabar la importancia su lucha en el terreno de la solidaridad, se despoja toda su actividad de cualquier connotación política, equiparando solidaridad política y militante con la idea de asistencia y beneficencia a la que tan acostumbrada está la burguesía y más en concreto sus mujeres.

Desde estas organizaciones de solidaridad se realizaron campañas por la libertad de Sacco y Vazentti, en apoyo a los represaliados por el nazismo en Alemania, a los presos políticos de Italia, Yugoslavia, Hungría, Rumanía. Y como olvidar las campañas por los represaliados de la insurrección asturiana, o aquellas otras por la liberación de Prestes o Thälmann. En los conflictos armadas fueron estas organizaciones las que se ocuparon de llevar la cultura y la educación a los frentes de guerra, las que organizaron la asistencia sanitaria tanto a los combatientes como a la población civil, las que se ocuparon de los refugiados y de los niños sin olvidar que en muchos países, en los que se había implantado el fascismo, la militancia en Socorro Rojo suponía la detención, tortura, encarcelamiento y en algunas ocasiones la muerte.

No se puede negar el carácter político del trabajo que realizaron millones de mujeres como tampoco se puede negar la aportación de éstas a su emancipación. Figuras como Tina Modotti, miembro de la comisión ejecutiva del SRI, junto a Elena Stassova y Clara Zetkin, son una buena representación de esta militancia.

Con la asimilación del concepto de solidaridad a la idea de asistencia y beneficencia se ha querido eliminar la connotación política y combativa de las organizaciones antirrepresivas, a las que se las considera como de segunda categoría, cuando la actividad del Socorro Rojo Internacional tuvo siempre una finalidad política como lo demuestran sus campañas tanto contra la represión, como de apoyo a los presos políticos, como en los conflictos armados. Una solidaridad internacional que en muchos países se convirtió en una forma de resistencia y que tuvo como protagonistas a las mujeres antifascistas.

Foto. Renée Lafont.

-Escritoras, artistas, periodistas y fotógrafas internacionalistas: los ojos y la voz de la denuncia de la barbarie fascista.

Para terminar queremos recordar a las numerosas escritoras, artistas, periodistas y fotógrafas que participaron en la Guerra contra el fascismo en España.

Muchas de ellas recorrieron los campos de batalla, participaron en el Congreso de Escritores Antifascistas celebrado en Valencia y realizaron por todos los países exposiciones y conferencias para dar a conocer la lucha de los pueblos de España y recaudar fondos.

Destacaremos sobre todo el papel de las fotógrafas y periodistas que con su labor dieron a conocer lo que estaba pasando en el Estado español. La participación de estas profesionales en la lucha contra el fascismo marca otro hito en la emancipación de las mujeres. Como ejemplo tenemos a Martha Gellhorn que fue la primera corresponsal de guerra. Comenzó su carrera durante la guerra en España y después cubriría el Desembarco de Normandía, la liberación del campo de concentración de Dachau, la guerra en Vietnam o la revolución en Nicaragua. Otro papel importante lo jugó la fotógrafa húngara Kati Horna que fue contratada por la República para realizar reportajes que dieran a conocer al mundo lo que estaba ocurriendo en el país.

También fue en la guerra de España donde cae la primera periodista en zona de guerra, Renée Lafont, corresponsal del periódico socialista Le Populaire. Fusilada en Córdoba tras caer en una emboscada falangista, ochenta años más tarde ha sido encontrada la fosa a la que fue arrojada. Un año más tarde cae en la batalla de Brunete, la fotoperiodista Gerda Taro mientras realizaba su trabajo en el frente. En estos dos casos, el tratamiento ha sido diferente, a la primera se la ha ignorado y no ha sido hasta ahora cuando ha salido a la luz su historia. En el caso de Gerda Taro, de la que han aparecido varias biografías, se intenta despojarla de su militancia política, como si fuera una periodista equidistante de las que tanto abundan en la actualidad.

Dibujo. Mujer ondea bandera roja.

-El doble rasero del Movimiento Feminista

A la hora de analizar la lucha de las mujeres de la clase obrera o bien se silencia o bien se considera que la lucha de clases nada tiene que ver con la de la emancipación de las mujeres. Cuando no se puede silenciar se trata de desprestigiar para demostrar que en la lucha antifascista y en la lucha por el socialismo la mujer siempre ha sido relegada a un segundo plano. Sin embargo cuando se trata de difundir la lucha de las mujeres de la burguesía no escatiman medios, hasta convertirlas en representantes de todas las mujeres independientemente de la clase a la que pertenezcan.

Esto lo podemos ver con el tema de las sufragistas inglesas y norteamericanas, cuya lucha es ensalzada como la única que se dio durante finales del siglo XIX y primeros del siglo XX, mientras que la de las mujeres de la Comuna de París, la de las obreras que se incorporaron a la I Internacional, o la de las socialistas, no merece una línea de reconocimiento.

Se guardan mucho de contar que el movimiento sufragista era un movimiento de las mujeres de la burguesía, al que no vamos a negar su necesidad, ni la valentía con la que lucharon por sus derechos, pero es que eran precisamente eso, “sus derechos”. Nunca lucharon por el sufragio universal. El derecho al sufragio que exigían era el mismo que disfrutaban los hombres de su clase, que era un sufragio censitario, al que solo podían acceder aquellos que aparecieran en los censos por tener propiedades o rentas; del que estaban excluidos tanto hombres como mujeres de la clase obrera, así como los campesinos pobres. Era, por tanto un derecho ligado a la propiedad y a la clase burguesa.

El movimiento feminista no pierde la ocasión de repetir hasta la saciedad que los antifascistas y los comunistas, subordinan la emancipación de las mujeres a la lucha de clases. Pero se cuidan mucho de señalar que las “heroínas” del movimiento sufragista, la mayoría de la WSPU (Women’s Social and Political Union, una de las organizaciones sufragistas más importante y radical), una vez declarada la I Primera Guerra Mundial, hicieron una declaración en la que dejaban aparcadas todas sus reivindicaciones sobre el sufragio y sus derechos, para ponerse a disposición de su clase en la guerra imperialista, esto en Gran Bretaña, una de las mayores potencias imperialistas. Solo una minoría del movimiento sufragista entre las que se encontraba Sylvia Pankhurst, unieron sus fuerzas al movimiento obrero y a la lucha contra la guerra imperialista. El resto, como buenas representantes de la burguesía, no realizaron ni la más mínima denuncia sobre la situación en la que se encontraban las mujeres de la clase obrera, que eran la mayoría, como tampoco de la “coexistencia de dos frentes muy diferenciados en el interior del país. Uno de ellos era el de la clase media, cuya forma de vida no cambió sustancialmente… muchos hombres de la clase media, que por su edad no fueron llamados al frente, vieron aumentar el beneficio de sus negocios debido a que la producción nacional de mercancías debía sustituir a las importaciones. Para el otro frente, el de la clase trabajadora británica, la guerra significó la pérdida de un salario masculino mejor pagado que el que recibían las mujeres por el mismo trabajo, se trataba de un salario insuficiente y a veces el único ingreso de la familia. Y además supuso el comienzo de otra batalla para obtener las ínfimas pensiones, prestaciones y ayudas para las mujeres e hijos de soldados; junto a la lucha contra el hambre y los desalojos derivados de no poder hacer frete al pago de la vivienda»4.

Y ante esta situación las dirigentes más destacadas, entre las que se encontraban Emmeline y Christabel Pankhurst, emprendieron una de las mayores campañas a favor de la guerra imperialista “recorrieron el país pidiendo el reclutamiento militar obligatorio para todos los hombres y el reclutamiento en las industrias de municiones y en otras necesarias para mantener el esfuerzo bélico, en el caso de las mujeres. Defendieron que se recluyera a objetores de conciencia, pacifistas o huelguistas por entorpecer la defensa de la nación, así como a cualquier ciudadano de países enemigos o neutrales”5. El ideario de las sufragistas queda reflejado en las palabras de Christabel Pankhurst: «Esto era militancia nacional. Como sufragistas no podíamos ser pacifistas a ningún precio”. Partiendo de estas posiciones imperialistas protagonizaron una de las campañas más deleznables contra todos aquellos jóvenes, la mayoría de la clase obrera y campesinos pobres, que objetaba o desertaban porque se negaban a participar en una carnicería que solo servía para defender los intereses de la burguesía, y que fue conocido como el movimiento de la pluma blanca (white feather movement), que consistía en entregar un pluma blanca en público a los hombres que no estaban en el frente o en acosar a aquellos que habían objetado o desertado, como muestra de su cobardía.

Mientras tanto, miles de mujeres socialistas se manifestaban en todas las ciudades de Europa, para impedir la guerra, y hacían un llamamiento a la paz, desenmascarando que esa guerra solo servía a los intereses imperialistas, pero que la carne de cañón la ponía la clase obrera en los frentes de guerra. En ese mismo periodo histórico en el que las sufragistas cerraban filas y se ponían al servicio de su burguesía, las obreras de Petrogrado, en febrero de 1917, luchaban contra su burguesía pidiendo el final de la guerra, cortaban los puentes del Neva, bajo la consigna de “Pan y Paz”, dando inicio a la Revolución de Febrero que unos meses más tarde desembocaría en la Revolución de Octubre. Unos meses después, en julio de 1917, Emmeline Pankhurst viajo a Rusia, donde defendió que Kerensky debía mantener el país en la guerra, respetando el compromiso zarista con la Tripe Entente. Incluso llegó a solicitar una intervención armada en Rusia para acabar con la Revolución bolchevique.

No hay un solo acontecimiento histórico en el que cuando la burguesía ve en peligro sus intereses, el movimiento feminista no cierre filas y se sitúe con su clase. No hay más que ver las campañas realizadas contra los países musulmanes por violar los derechos de las mujeres antes de la intervención armada de los ejércitos imperialistas ya sean en Afganistán, Irak o Libia, pero no se oye nada de países aliados del imperialismo, tipo Arabia Saudí, que violan constantemente los derechos de las mujeres. Por no hablar de las torturas, violaciones, pederastia… cometidas por el Ejército norteamericano y los de la OTAN.

Como muestra tenemos el último capítulo en el Estado español, el comunicado del Partido Feminista, con su Presidenta a la cabeza, Lidia Falcón, para defender la unidad de España, apoyar la sentencia del supremo contra los políticos catalanes y legitimar la violencia policial contra las justas demandas de autodeterminación del pueblo catalán. Y es que cuando la lucha de clases pone en peligro la dominación de la burguesía, se termina la sororidad, la solidaridad entre las mujeres y todos los cantos de sirena con los que intentan embaucar a las mujeres trabajadoras y cada uno se sitúa con su clase: la burguesía -hombres y mujeres- para defender sus privilegios y la clase obrera -hombres y mujeres- para terminar con ellos para siempre.

Enlace al texto general:

https://drive.google.com/file/d/1NVPm5WZcoKHGYi4HqPGXyctST1AF6Ju4/view

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