Entrevista a Paco Cela Seoane: Al salir, dos sentimientos muy opuestos. Alegría de volver a recobrar la libertad y encontrarse con los compañeros. Pero, sabiendo que detrás de las rejas se queda otro buen número dentro. Eso es muy doloroso.

Foto. Paco Cela Seoane.

Entrevista con Paco Cela Seoane

Traducción de la entrevista publicada en Directa.cat

Picassent (Horta Sud), 28 de abril de 2019. El militante del Partido Comunista de España Reconstituido, PCE(r), miembro histórico de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), Paco Cela, salió de la cárcel a las siete y media de la mañana después de 33 años de privación de libertad, en tres etapas diferentes. Su salida se avanzaba treinta minutos a la convocatoria de recibimiento organizada por el Colectivo Antifascista de Valencia. «Tenían todo el día, desde las ocho hasta las once de la noche, para ponerlo en libertad. Pero ha salido a las siete y media, una manera de intentar boicotear la convocatoria «, criticaba una de las allí presentes. Sin embargo, antes de que el reloj marcara las ocho, ya había decenas de antifascistas llegados desde Galicia, País Vasco, Cataluña, Madrid, Granada o País Valencià, así como algunas de las compañeros de lucha de Cela e, incluso, otros represaliados como el rapero Pablo Hasél, preparados para recibirlo, no sin antes ser identificadas por varios agentes policiales.

Ningún familiar de Paco pudo acompañarlo en el día de su liberación. Justo esa semana, su hermano, Carlos Cela, quien estuvo en prisión también por pertenecer a los SRI, se encontraba en el hospital de la Coruña por haber sufrido un derrame cerebral. Carlos murió días más tarde. «Al final, te das cuenta de la deshumanización que provoca la estancia en prisión, de cómo separa familias y aísla las personas que están dentro. Es muy bestia», manifestaba una de las antifascistas durante el acto de recibimiento.

La intención de Paco era marchar enseguida a Galicia para poder estar con su hermano, pero «al ver tanta gente, tantos jóvenes», decidió quedarse durante unas horas. En un bar cercano a la cárcel de Picassent, compartió algunos de sus sentimientos y emociones, lo que le ha dado fuerza para hacer de las frías paredes de las cárceles espacios de lucha. «Lo he hecho por vosotros, porque sé que todavía hay mucha gente que tiene conciencia, tiene memoria y lucha», explicaba abrumado por la presencia de tantas caras conocidas y otras que no lo eran tanto. Entre abrazos y aplausos, otro de los antifascistas presentes recordaba que muchos presos políticos pertenecientes al PCE(r) podrían haber salido de la cárcel mucho antes, si se hubieran arrepentido de su actividad política y hubieran renunciado a sus ideales. «Pero, al final, para la gente que milita, sus ideales van intrínsecos a su personalidad», sentenciaba.

Entrevista a Paco Cela:

-Has estado tres veces en prisión. La segunda vez, te condenaron a 20 años, después de una acción de los GRAPO contra un edificio de la Hacienda pública. ¿Qué recuerdo tienes del proceso judicial que se inició después?

Nosotros sabemos que nuestros juicios son una farsa. Es un trámite. La condena siempre está dictada de antemano. No importa que haya o no haya pruebas o testigos. Recuerde que la primera acción, por un lado, se hizo para las elecciones gallegas, pero también fue en respuesta al asesinato de cuatro camaradas en Girona. Entré en la cárcel, aquí, en A Coruña, y justo dos días antes de Navidad, me trasladaron a la cárcel de Zamora. Cuando llegué a la cárcel de Zamora, me encontré con los camaradas. Justo llegué cuando se había ganado la huelga de hambre y se había roto esa campaña de acoso. Recuerdo que la experiencia es entrañable, de las mejores experiencias de mi vida, llegar y ver a los camaradas, la oportunidad de vivir en comuna. Cuando llegué a Zamora, me enamoró la sociedad comunista, la sociedad sin Estado, sin clases, en pequeño. Tuve la suerte de que, esa primera vez, me metieron en libertad provisional. Con mi detención, habían desarticulado toda la vía en la Coruña, pero, a poco, empezamos otra vez. Me integré y participé en la fundación de la asamblea de parados y fuimos recuperando un poco la influencia. Cuando estaba todo un poco más montado, me volví a incorporar a la clandestinidad. Esto fue en 1981. Un año muy duro, porque mataron a los cuatro compañeros, dos eran de la Coruña y eran íntimos amigos. Después, mataron al fundador de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), Enrique Cerdán, y en octubre caímos nosotros.

–Desde la Transición, las autoridades españolas atribuyen todas las acciones reivindicadas por los GRAPO al PCE(r). En 2003, el juez Baltasar Garzón ordena la ilegalización del partido. En este marco de represión contra el PCE(r), eras detenido en junio de 2007 y condenado por tercera vez. Qué se alegó en contra tuya?

La cuestión es que, efectivamente, el Estado siempre ha intentado relacionar a los GRAPO con el PCE(r). De hecho, los ha puesto siempre como si todo fuera una única organización. Toda la documentación que existe del partido, en todos los documentos y estatutos, queda muy claro que el PCE(r) es exclusivamente una organización política, es la vanguardia de la clase obrera. Lo que saben es que, sin el PCE(r), sin el partido, el movimiento de la resistencia, que no sólo incluye a la guerrilla antifascista, sino a todo el conjunto de organizaciones de masas que se sitúan al margen y en contra de las instituciones burguesas, no podría sostenerse. Entonces, el objetivo no era tanto neutralizar a la guerrilla, sino que sabían muy bien que deberían acabar con el partido para avanzar con los objetivos. Y, en el año 2007, yo me incorporo. Pero, cuando llegué a la clandestinidad, los camaradas me dicen que me necesitan dentro del partido y me incorporo al PCE(r). Cuando me detienen, la acusación que se me formula es pertenencia a la organización armada PCE(r)-GRAPO, que no existe.

Cartel Benvido Paco Cela.

–Si miramos atrás hasta 1975, ¿qué papel jugó el PCE en el periodo de la Transición?

Buf, te iba a decir una palabrota, pero me callo. Es lamentable, muy lamentable. No viene desde 1975, viene de bastantes años atrás. El PCE, que jugó un papel importantísimo, que fue el alma de la Guerra Civil contra el golpe de Estado de Franco y fue quien mantuvo la guerra antifranquista, que es uno de los ejemplos más heroicos de resistencia contra el fascismo , se cambió al revisionismo. A partir de ahí, no sólo aniquiló la guerrilla antifranquista, sino que comenzó una etapa de colaboración estrechísima con la burguesía española. Por lo tanto, cuando en 1975 se inicia la Transición, el PCE juega el papel que le asigna la burguesía, que es el de controlar el movimiento obrero, para que el mero cambio de fachada de régimen no pudiera tener una contestación acorde a la calle.

–Son muchas quienes consideran que Santiago Carrillo traicionó al partido firmando la Constitución española. ¿Tú también lo piensas?

Fue una traición completa a la clase obrera y el movimiento obrero. No sólo lo entregó, sino que lo destruyó. Las tesis de la reconciliación nacional lo que hacen es abandonar la línea revolucionaria, los planteamientos marxistas-leninistas, y plantean la integración en el sistema para reformarlo. Evidentemente, se puede decir que el PCE fue el arma que le permitió a la oligarquía española poder realizar la maniobra de la Transición. Sin el PCE, la Transición, que fue -simplemente- pasar del régimen dictatorial de Franco al régimen fascista con máscara democrática, no hubiera sido posible. A partir de ahí, sólo tienes que fijarte en los pactos de la Moncloa que firmaron, todas las leyes antiterroristas que han firmado, todo el aval que le dieron para que se pudiera continuar torturando como en la época anterior, toda la pérdida de las conquistas obreras y sociales, y dejar absolutamente desvalida a la clase obrera frente al Estado. Por ello, el PCE fijó su ataque más visceral contra el PCE(r).

¿Como viviste la Transición?

[Ríe]. La viví con mucha intensidad. A partir de los años 60, finales de los 50, el movimiento comienza a recuperarse un poco de la derrota durísima de la Guerra Civil. Están las huelgas obreras en Barcelona, la huelga minera en Asturias y en otras zonas también. Poco a poco, el movimiento obrero y el movimiento de resistencia comienza a recuperar la confianza en sí mismo y, a partir de los 70, comienza a haber una verdadera eclosión de luchas obreras y luchas populares. En concreto, en Galicia, a nuestra generación la marcó de una manera muy intensa la huelga de astilleros en Ferrol, que adquirió, por momentos, un carácter insurreccional, y donde fueron asesinados dos obreros; y sobre todo la huelga general revolucionaria en Vigo, en 1973, que ya la prepara la Organización Marxista-Leninista Gallega.

–Pero, tu eres muy joven por entonces.

Tenía 13 o 14 años. Era muy curioso, porque yo estaba estudiando en un colegio interno en Ourense y de eso me di cuenta después, porque la censura era tan feroz, tan férrea, que ni lo de Ferrol ni lo de Vigo nos llegó en un primer momento. Yo empecé a incorporarme a partir del año 1975. En un primer momento, participe en las movilizaciones estudiantiles. Posteriormente, trabajando en la construcción, construyendo el tramo de la autopista que va de la Coruña a Santiago, a participar en la primera huelga de la construcción que se da en Galicia después de la Guerra Civil. Era un acto extraordinario, porque casi, casi, casi, tenía la sensación de estar tocando el cielo con los dedos de las manos. Y cuando empieza la maniobra de la Transición, francamente, yo nunca hubiera pensado que la podrían llevar a cabo. Veía tal movimiento de masas en la calle, tal entusiasmo, tal efervescencia, que me parecía increíble que aquello pudiera cuajar, pero la burguesía tenía muy bien atados los cabos. Otro factor que también utilizaron es el tema de la droga. En A Coruña, vivíamos en un barrio obrero, y el tema de la droga lo metieron muy a saco para acabar con los movimientos. Ya en 1981, en un momento de receso, veo que sí puede cuajar la maniobra de la Transición y que nos espera una gran travesía del desierto.

–¿Qué nos ha dejado la cultura de la Transición?

La Transición nos ha dejado algo muy bello, todo aquel movimiento de masas revolucionario hecho con uñas y dientes, que consiguió abrir muchísimos espacios de libertad, que consiguió muchísimas cuotas de derechos económicos y sociales. Nos deja la herencia de que tenemos una clase obrera y un pueblo trabajador que, cuando sale a la calle y tiene una vanguardia que le enseña el camino, es imparable. El primer congreso de reconstitución del partido es en junio de 1975, en septiembre se producen los fusilamientos y los GRAPO, que aún no se reivindicaban con ese nombre, tienen que salir a dar una respuesta. Ya, de seguideta, en el 76 y el 77, se conseguía el apogeo de la Transición. Y cuando el Estado logra contar con el apoyo abierto y entusiasta de toda esa sierva servil y domesticada, nos quedamos solitos, y sin embargo, políticamente, derrotamos la maniobra de la Transición. Después de 40 años de práctica revolucionaria coherente y consecuente, aunque estamos todos descojonaos’, que quien no está cojo, está torcido, y quién no, para seguir luchando, se le deberá dar una silla de ruedas o bombonas de oxígeno. Pero, sin embargo, el movimiento de la resistencia sigue en pie.

Paco Cela posando ante una pintada que celebra su salida de prisión.

–Durante tu estancia en prisión, has pasado en varias ocasiones por los módulos de aislamiento. Según la ley penitenciaria, el primer grado de aislamiento sólo es de aplicación en casos en que se manifiesta una agresividad evidente. En tu caso, ¿por qué te cerraban?

Somos clientes habituales de los módulos de aislamiento y de los bunkers. Dentro de las cárceles, el objetivo que se propone es destruir la identidad de los presos revolucionarios. Los módulos de aislamiento no son para gente conflictiva. Los módulos de aislamiento son para gente que no traga y no comulga con la política penitenciaria, con la política de sometimiento de las personas, con la política de despersonalización, de convertirte en una auténtica piltrafa. Nosotros siempre nos hemos planteado la prisión como una universidad de formación de revolucionarios. Hemos planteado un sinfín de luchas, combinadas con medios, como las huelgas de hambre, para conseguir unas mínimas condiciones dignas que nos permiten desarrollar nuestra personalidad, continuar organizándonos, formar nuestras comunas. Los intentos del Estado de destruirte, de aniquilarte y de convertirte en una piltrafa para despersonalizarte y, además, demostrarle al movimiento obrero que la resistencia es inútil, se han encontrado con nuestra constante de mantener nuestra identidad política y nuestra vocación, como revolucionarios que somos, a nuestra clase y nuestro pueblo. Y también de demostrarle, en este sentido, a nuestra clase y a las masas populares, que la resistencia siempre es posible, si existe la determinación de llevarla a cabo, aunque en las peores condiciones, aún dentro de las mismas entrañas de la bestia.

–Según la Constitución española, estas medidas de seguridad están orientadas hacia la reeducación y la reinserción social. Pero, ¿son necesarias?

Para los presos revolucionarios, es un insulto que nos digan que debemos reinsertarnos. Nosotros siempre hemos estado reinsertados en nuestra clase y en nuestro pueblo. Aquí nacimos, aquí crecimos y aquí nos hemos desarrollado políticamente. Cuando salimos siempre volvemos al seno de nuestra clase, para asumir todos sus problemas, para vivir como viven las masas populares y la clase obrera. Por lo tanto, nosotros no necesitamos ningún tipo de reinserción, es más, yo me niego, en redondo, en absoluto, con toda mi alma, a reinsertarme en el sistema que nos están ofreciendo, un sistema que está causando, en estos momentos, las mayores cuotas de barbarie. Por otra parte, hombre, es una burla, cuando hablan de la reinserción de los presos sociales. Los presos sociales, que por cierto, el 95, 97, 98, por no decirte, el 99% de los presos sociales son los hijos de la clase obrera y de las masas populares, que les han lanzado ellos a la marginalidad, y lo único que hacen es retirarlos de la calle para aparcarlos en un cementerio en las cárceles. Ni hay programa, ni hay educadores, ni hay asistentes, ni hay talleres, pero aunque las hubiera, el problema no está en lo que les puedan enseñar en la cárcel. Cuando salen a la calle, vuelven al mismo tipo de sociedad, una sociedad que lo único que les ofrecerá es opresión, explotación y marginalidad, ergo, si tú no solucionas las cosas que han provocado que tantos jóvenes de nuestro país acaben derivando en el mundo de la delincuencia, si no solucionas estas cosas y los devuelves al mismo entorno y con las mismas causas que los llevaron a la delincuencia, entonces, con todo este conjunto de factores, hablar de la reinserción de la que presumen, no es que sea una farsa, es que es un insulto.

–Que no olvidarás de todos estos años en la cárcel?

A los camaradas, a los compañeros, a ellos no les olvidaré. A ver, cuando tienes la inmensa fortuna de haber podido galopar con compañeros de batalla de la talla de Manuel Pérez Martínez, de Juan García, de Lucio García, de Manuel Arango, de Victoria Gómez, y los ves con 70, 75, 68, 69 años, después de una vida entera de lucha, de clandestinidad, de torturas, de prisión y te llega una carta y los sigues viendo la misma frescura, el mismo entusiasmo, la misma ilusión, las mismas ganas, pues, mujer, cuando ves todos eso, dices: «Pero, como voy yo a bajar los brazos y luego mirar a los ojos». Esto es lo que me llevo de la prisión, son los compañeros, son los camaradas. Nunca te fallan, siempre están ahí, en las horas más negras. Cuando por cualquier tipo de motivo, un suceso familiar, un mal momento, estás en la soledad de la celda, haces brujería, en el sentido que los invocas, y siempre, siempre, no importan los hilados, los muros que te meten, los camaradas siempre te abrazan, siempre te abrigan. De alguna forma te dicen: «Estamos aquí, estamos contigo, no estás solo, venga, vamos hacia adelante».

Cartel «Bienvenido Paco Cela»

–Este Primero de Mayo arrancaba una nueva huelga de hambre colectiva en las cárceles del Estado español. Tú has protagonizado la huelga de hambre más larga de la historia, 435 días. ¿De dónde se saca la fuerza para hacer todas esas huelgas de hambre dentro de la prisión?

Buena pregunta [risas]. Primero, los compañeros. Para mí, los compañeros son la sal de la vida. Segundo, de la confianza ciega en la clase obrera y en los pueblos. Tercero, que hay que ser coherentes. Un comunista, un revolucionario o un antifascista debe predicar con el ejemplo y cuando el enemigo te quiera aniquilar te quedan dos opciones, sólo dos: una, rendirte, u otra, luchar hasta el último hombre. Yo no tengo duda, no dudo en la opción a elegir. He luchado hasta el último hombre. Entonces, para poder continuar aportando nuestro pequeño granito de arena a la causa más bella de la humanidad, que es la lucha por una nueva sociedad, por unas nuevas relaciones humanas, cuando esto está en juego, tu vida en todo eso es lo de menos. Nosotros nos hemos jugado muchas veces la vida, de hecho, de todos los que hemos estado, hemos sobrevivido muy pocos. Mira, a veces, nos planteábamos que la victoria depende de muchos factores. Uno, el más importante, y que a veces lo tenemos muy poco en cuenta, es el mismo proceso de maduración de las condiciones. Pero, lo que siempre hemos tenido claro, porque nos hemos declarado legítimos herederos de los maquis, de la guerrilla antifranquista, es que nunca íbamos a traicionar el legado revolucionario pasado. Y en este sentido estoy sumamente satisfecho.

–En estos últimos años que has estado en prisión, ¿has estado al tanto de la evolución del Estado?

Sí, claro, tampoco nos ha sorprendido. De hecho, en ese momento, ya por el 96 o el 97, Manuel, el ‘Camarada Arenas’ planteó que el régimen se encontraba en un cruce, que había quemado todas las naves de la reforma política de la transición. Sólo tenía dos caminos, o bien reconocer la derrota y realizar las concesiones al movimiento obrero y popular, concesiones en las libertades políticas y en el terreno de los derechos laborales, sociales y económicos, o bien emprender una vida hacia adelante, que nosotros llamamos el retorno hacia sus orígenes fascistas. Y es lo que han hecho, y desde entonces no han parado.

–¿Crees que ha habido algún cambio?

En las últimas décadas, lo que ha acentuado, dada la crisis política, son todos los aspectos represivos. Ya no convencen. Tanto los partidos reformistas, PP, PSOE e Izquierda Unida, como los sindicatos están absolutamente desprestigiados. Entonces, a falta de elementos, de herramientas para el control y participación social, tienen que recurrir a la represión más desenfrenada. El problema que tienen es que ahora no se trata de reprimir a cuatro locos, a cuatro revolucionarios, el problema es que deben reprimir a sectores más amplios de la población y esto, llegará un momento, más bien antes que después, en la que irá en su contra. Le pasó lo mismo al régimen de Franco en sus últimos años. En los años 50 y 60, no era el mismo reprimir a unos pocos cientos de iluminados, que cuando se encontraron con el movimiento de masas, un movimiento mucho más masivo en la calle. A partir de ahí, la represión se transformó en su contra. Cada vez que ellos hacían un paso, sacaban a los de Fuerza Nueva, la policía, … Pero, el movimiento, lejos de amedrentarse y replegarse, iba creciendo. Ha llegado a pasar en estos momentos algo muy parecido. Cuando estalla la crisis económica de 2007 y 2008, empeora y comienza a tener una contestación importante en la calle. Fuera del control de esta izquierda servil y domesticada, de la noche a la mañana se sacan del sombrero a unos Podemos, que en cierto modo, cumplieron un poco ese papel, pero tan sólo, cinco o seis años después, vuelven a estar absolutamente desprestigiados. No tienen otro camino. Para mantener sus privilegios, para mantener sus chiringuitos, en estos momentos, cuentan con la policía y poco más.

–¿Qué futuro auguras dentro del Estado?

No se debe desligar lo que está pasando en España con el resto de la situación internacional. Claro, dentro, la gran dificultad que tienes en el aislamiento, todos los impedimentos que ponen a la comunicación. Pero, lo que augurio es que el imperialismo de esta fase cada vez encontrará más problemas para poder mantener su dominación, tanto sea en Europa como en América Latina, como en Asia, como en cualquier parte del planeta. Creo que estamos en vísperas de un gran despertar del movimiento obrero mundial y que nos sorprenderá y nos dará muchas alegrías.

–Ante de esta actitud tan positiva, ¿tienes pensado continuar con la militancia?

Los comunistas solemos responder con una frase de nuestro Secretario General. A mí me enamora esta frase, porque sintetiza mi visión de la militancia, de la vida y de todo. Cuando cayó el muro de Berlín, cayó todo el campo socialista del este, la Unión Soviética y otros países, yo pensaba que nadie en el movimiento comunista internacional sabía qué hacer o por dónde tirar. Era un momento, como decía algún compañero, de clavarte en la trinchera e insistir a toda costa, pero sin sacar la cabeza, para que no te ‘cojan’. En este momento, donde, lógicamente, podían surgir dudas sobre el desarrollo del proyecto revolucionario, Arenas planteó que, en primer lugar, el empeño en hacer la revolución era una cuestión de actitud, y venía a decir algo así: «si mañana se produjera un cataclismo cósmico, y su resultado nos llevara de nuevo a la época de los faraones o la época de los césares romanos, nosotros ya no podríamos ser otra cosa distinta de lo que somos, comunistas «.

Recibiento a Paco en Picassent.

–¿Qué han supuesto para ti estos 33 años en la cárcel?

[Ríe]. A ver, es que si no lo explico bien, puede parecer un chiste. Para mí, ha sido fiesta, lo hemos vivido con una intensidad tremenda, la lucha de clases para nosotros es una fiesta. Hemos participado, hemos aportado nuestro granito de arena, hemos mantenido nuestro cordón umbilical, que nos mantenía unidos a nuestra clase y nuestro pueblo, hemos saltado eufóricos de alegría cada vez que nuestro pueblo conseguía una pequeña victoria, nos hemos comido los puños de rabia cuando sufrían un revés o una derrota, pero hemos estado. Mira, en esta vida hay dos tipos de personas, las que pasan por la vida siendo medio muertas y medio vivas, es decir, no se enteran una oblea de lo que es la vida, y las que prefieren quemarla hasta terminarla. Hay una canción, que es la que más me enamora de Víctor Jara, que dice algo así: «La vida puede ser entera en cinco minutos». Nosotros hemos tenido toda la eternidad, y dos y tres y cuatro.

-¿Cómo te sentiste ante la recepción de decenas de antifascistas?

Deslumbrado. Tenía comunicación, bien por teléfono o por carta, y sabía que estaban preparando un buen recibimiento. Evidentemente, no era para mí. Es esto que estás en el lugar y en la hora adecuada. Eran todos los años de resistencia en las cárceles, lo que suponía el reconocimiento. La primera vez que salí, en la estación de ferrocarril, sólo me estaba esperando mi madre y mi hermano Suso. La segunda vez, que fue en el 2004, me estaban esperando unos 15 a 20 compañeros. Pero, claro, esta vez que he salido, ¡madre mía! Tengo que escribir a los compañeros que han quedado dentro de la prisión y explicarles que sí, que ha valido la pena, bastante bien tras picar en la piedra y hacer la travesía del desierto, pero ahí está la gente.

–Había mucha gente joven.

Lo que me deslumbró, lo que me puso el corazón contento es que, aparte de los compañeros de siempre, al resto de gente no conocía a nadie, a nadie, a nadie. Y todo gente joven. Tengo una noción muy nublada de ese día, pero había gente de Castellón, de Valencia, de Euskadi, de Galicia, de Madrid, de Granada, … Yo que sé! Por cierto, cuando sales, tienes dos sentimientos muy opuestos. Por un lado, es la alegría de volver a recobrar la libertad y de volver a encontrarse con los compañeros que ya están en la calle. Es la hostia. Pero, cuando sales, lo haces sabiendo que detrás de las rejas se queda otro buen número de compañeros. Esto es muy doloroso.

–Durante estos años en prisión has escrito muchos poemas. A vuelo, ¿nos recitas uno?

Hostia. [Ríe]. Mira, cuando he vuelto a casa, he estado en el piso de mi hermano y me ha puesto canciones de Pablo Hasél con poemas míos. Créeme, los que metió, que fueron diez o doce, sólo conocía uno. Yo siempre decía: «¿Qué poeta voy a ser yo? Si apenas sé juntar cuatro letras». Lo que ocurre es que como los intelectuales y los poetas, la inmensa mayoría, se fugaron al campo de la burguesía, alguien tenía que intentar cubrir un poco el vacío. Bueno, algún que otro hemos tratado de cubrirlo. No conozco a muchos más, pero te encuentras con Pablo Hasél, te encuentras con algunos raperos, te encuentras con algunos chavales y dices: «Joder, menos mal que ha llegado!». No me acuerdo muy bien de algún poema, pero a mí me gusta mucho uno que creo que representa bastante bien mi posición en la vida. Decía: «Que la revolución es un continuo inicio, que es tropezar, caer, descalabrarse, volver a ponerte en pie, sonrisa, volver a desplegar el vuelo, levantar, volar y otro batacazo. Y siempre es un inicio, y otro inicio, y otro inicio».

Original y más fotos:

https://directa.cat/he-descriure-als-companys-que-han-quedat-dins-de-la-preso-i-explicar-los-que-ha-valgut-la-pena/

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