Asturias: 398 fosas comunes, en 62 municipios / Crímenes falangistas en Canarias: «Endémico amor», «Entre la niebla».

Mapa de fosas comunes en Asturies.

Memoria histórica imprescindible:

-Asturias, 398 fosas comunes de represaliados asesinados, en 62 municipios.

Veinte años después de que se iniciaran los trabajos para crear una base de datos con todos las muertes violentas derivadas de la Guerra Civil, la Universidad de Oviedo ha cerrado ya el mapa de fosas comunes de Asturias, 398 enterramientos distribuidos por 62 de los 78 municipios del Principado que dan sepultura a víctimas de la represión franquista.

La conclusión del mapa de fosas constata, según la profesora de Historia Contemporánea y directora de las investigaciones, Carmen García, que existe una gran disparidad entre los 398 enterramientos, que incluyen los localizados en cementerios de ciudades como Oviedo, Gijón, Avilés y de localidades de menor tamaño como Tineo, Cangas del Narcea o Luarca, que cuentan con un número muy importante de enterrados, hasta 1.300 en el caso de la capital asturiana.

Además, ha apuntado, existen muchas otras cuya ubicación “no se puede garantizar en absoluto” ni existe la certeza de cuántas personas están allí enterradas ni cuál es su identidad dado que en muchos casos la información obtenida es muy vaga.

Según García, la base de datos de víctimas mortales relacionadas con la Guerra Civil en Asturias incluye casi 27.800 nombres de los que forman parte caídos en combate, víctimas civiles, víctimas de represión durante la guerra y víctimas de la dictadura a partir de 1939 mientras que se tiene constancia de otros 1.200 muertos de forma violenta, pero sin causas claras.

Muchas de esas 398 fosas, ha advertido la directora de la investigación durante la presentación del mapa, están ya destruidas, en algunos casos porque las víctimas fueron desenterradas por sus familiares “con nocturnidad y alevosía” incluso durante la dictadura o al inicio de la Transición mientras que en otros casos se han levantado sobre ellas carreteras y otro tipo de construcciones como, por ejemplo, en Sotrondio, donde la fosa común está debajo de los nichos del cementerio.

https://mapafosasasturias.uniovi.es/#/

Foto. Niños y adultos aprendiendo a leer.

-Endémico amor

«(…) Estábamos hablando en ese momento en clase de los pisos de vegetación de las Islas Canarias, de como el termófilo podía en ciertas zonas mezclarse con la laurisilva, de la niebla que inundaba la antigua selva Doramas y cubría de un agua fresca y natural esas laderas coloradas y mágicas de la antigua isla redonda.

En ese momento se escuchó afuera el bullicio, la llegada de los coches negros de los caciques tomateros del sur, Don Ramón dijo que estuviéramos tranquilos, que no pasaba nada, pero los vimos a los hombres de azul como se bajaban de los coches y se tambaleaban muy borrachos por los efectos del ron de caña.

El maestro siguió impartiendo la clase, nos habló de como en las islas había especies vegetales únicas en el mundo, nos explicó lo que era un endémismo, como en donde habíamos nacido existían otros seres vivos que no se daban en ninguna parte del planeta.

Pero todo se interrumpió, de un patadón tiraron la puerta de la escuelita al suelo. Las niñas y los niños corrimos todos atemorizados hacia Don Ramón, que inmóvil en su silla junto a la pizarra miraba a los falangistas sin casi inmutarse:

-Se acabó la clase maricón- dijo el jefe falangista Juan Barber.

Todos llorábamos al ver aquellos hombres armados que amarraron con sogas de pitera las muñecas del profesor a la espalda.

Don Ramón nos pedía tranquilidad, que no nos asustáramos decía con su acento andaluz:

-Qué no pasa nada mis niños, estos señores solo quieren hablar conmigo, no os asustéis, en breve volveré-

Los fascistas lo sacaron delante de la escuela y lo arrodillaron ante un crucifijo enorme que traía en sus manos el párroco de Santa Lucía.

Luego empezaron a pegarle con las porras de madera, hasta dejarlo en el suelo sin conocimiento en un charco de sangre. Las niñas y niños mirábamos todo desde la puerta, eramos pocos alumnos, no más de diez los que asistíamos en aquel pago, la mayoría teníamos que trabajar con nuestros padres casi desde que cumplíamos los cinco años.

Don Ramón recuperó el sentido cuando lo llevaban andando hasta uno de los coches de los ingleses. Tenía el rostro lleno de sangre, solo nos dijo:

-Recuerden endémica es la palabra que define lo que es único en un territorio libre-

No lo volvimos a ver, con los años supimos que lo habían tirado en un pozo del barranco de Tirajana, ahí seguirá con su humilde traje y sus remiendos en los pantalones grises, tal vez siga enseñando a los empobrecidos en algún lugar del universo…»

Testimonio de Rita Hernández Santiago, vecina en su infancia de Cercados de Araña y Mogán entre los años 1924-1938.

Publicado en el libro de Francisco González Tejera, “Fragmentos de rebelión” (2021).

Imagen: Misiones pedagógicas de la Segunda República en 1936 (Biblioteca Nacional de España).

Foto. Niebla en el bosque.

-Entre la niebla

Javier Dámaso, tenía la capacidad de mimetizarse con lo verde, sus cabras eran tan salvajes como él, por eso se sentía uno más en el rebaño que pastaba libre desde Tamadaba a La Aldea de San Nicolás, ordeñaba, se tomaba un gánigo de leche caliente, se desnudaba y se tumbaba al sol entre los helechos y la niebla casi eterna, con el garrote subía y bajaba hasta El Valle como quien va de paseo a la plaza de su pueblo.

Por eso acostumbrado a tanta soledad le extrañó aquel ruido de voces que subía el camino de Faneque desde la finca de Tirma, nada bueno podía traer un hombre llorando y dando alaridos de dolor, por eso se subió al pino más alto junto al «Fin del mundo», las cabras sabían que hacer, eran guanilas, se mezclaban con la retama y los riscos más inaccesibles esperando por su amigo escondido de cualquier peligro.

A la media hora los vio venir, eran cinco hombres, dos vestidos de azul con boina roja, yugo y flechas en el pecho, dos más con sombreros de palma y ropa de jornaleros con pinga de buey en sus manos azotando al quinto que venía bañado en sangre, no se veía el verdadero color de su ropa que algún día fue gris o blanca, lo traían desde la barranquera a latigazos, dejando la carne y la piel por el camino:

-Yo no dije eso del amo Samsó cristianos- berreaba entre latigazos.-No he ocultado nunca mis ideas, pero yo no publiqué nunca que el amo Samsó se follaba a las niñas de los paisanos- volvió a invocar arrastrándose entre los golpes con la cara llena de barro.

Desde el árbol de más de cien años Dámaso observaba en silencio aterrado, le llamaba la atención el hilo de sangre que iba dejando la comitiva destino a San Pedro. Le dieron ganas por un momento de saltar sobre los sicarios y matarlos a garrotazos ¿Pero que conseguiría? ¿Qué vinieran muchos más? ¿Qué sacaran a su madre y la colgaran de cualquier olivo hasta que se entregara vencido?

Por eso se quedó quieto como un águila fijando una presa a cientos de metros, triste, azorado, porque Antonio Sosa Calcine, era un hombre de bien, conocía a sus hijas de los talleres de poesía del Ateneo de Gáldar, un hombre sin malicia, trabajador, casi esclavo del caciquismo de esa zona de la isla.

Los vio perderse bajando el pinar, la sangre roja intensa parecía la señal que mostraba que ya nada bueno traería el destino.

Publicado en el libro de Francisco González Tejera, “Señales del alba” (2022).

Foto: Una espesa niebla cubre el pinar de Tamadaba.

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