
Memoria histórica imprescindible:
-1902. La primera boda civil de Zamora, ¡menudo escándalo!
Bárbara y Claudia protagonizaron una sonada polémica por su boda fuera de la Iglesia, con excomunión y reconversión incluidas.
Para introducirse en la historia del primer matrimonio civil de Zamora hace falta también retroceder al pasado y sumergirse en un relato digno del mejor guión cinematográfico, ambientado a principios del siglo XX.
Lo cuenta el actual propietario del centenario comercio tradicional El Redondel, Pablo Peláez, que descubrió lo ocurrido casi por casualidad, en un recorte de periódico de la época que mencionaba la polémica protagonizada por las hijas del primer propietario de la mercería. Ellas, Bárbara y Claudia, se vieron envueltas hace ahora 121 años en una polémica que no buscaron y que se convirtió en un verdadero escándalo en la época del que Peláez ha ofrecido los detalles en el III Congreso de Historia de Zamora.
Iban a casarse, por la Iglesia como todo el mundo hacía entonces, con primos lejanos suyos, pero los lazos de consanguinidad obligaban a pedir una dispensa del Obispado y ahí se armó el lío. La dispensa suponía una cantidad económica que se fijaba en función del poder adquisitivo de la familia. Como su padre, Ambrosio Santiago, natural de Muelas de los Caballeros, había prosperado en Zamora y era un comerciante de éxito con El Redondel como su tienda emblemática, el obispo de entonces fijó en 375 pesetas la cantidad a pagar por la dispensa, una cuantía que le pareció excesiva y se negó a abonar. En vez de ello, optó porque sus hijas se casaran por lo civil y el dinero revertiera en el Ayuntamiento para destinarlo a obras benéficas, según recuerda Pablo Peláez.
El problema es que para poder casarse por lo civil primero tuvieron que apostatar para desvincularse totalmente de la fe católica, algo muy criticado y que generó mucha polémica, reflejada incluso en artículos tanto de El Correo de Zamora, entonces tradicionalista y católico, como de El Heraldo de Zamora, más liberal y defensor de los protagonistas de ese «escándalo».
«Por primera vez esta vieja ciudad va a presenciar este funesto espectáculo… El matrimonio civil reduce a la mujer a la condición de pecadora pública», se podía leer por entonces en el primero de esos diarios. La sociedad zamorana de entonces se polarizó y las dos parejas, pese a los insultos y las amenazas, siguieron adelante con sus planes matrimoniales al margen de la Iglesia. La boda se celebró por lo civil el 16 de julio de 1902, con La Marsellesa y el himno de Riego como música de fondo, un gran apoyo popular en la Plaza Mayor en la que residían las hermanas y un banquete en el Café París.
En cualquier caso, la polémica no cesó y las enormes presiones llevaron dos años después a que las parejas solicitasen al Obispado reconsiderar su situación, volver a la fe católica y casarse «como Dios manda». Para ello tuvieron que abjurar de rodillas ante el obispo y con los evangelios en la mano. Además, para que el matrimonio canónico fuera válido, esta vez la dispensa requerida del Obispado se había elevado a 395 pesetas.
Las nuevas bodas con la Santa Bendición se llevaron a cabo con máxima discreción para evitar la polémica generada dos años antes. Eso sí, como penitencia adicional, se impuso a las dos parejas que volvían al redil del Buen Pastor estar «cuatro días consecutivos separados de todo trato y comunicación pecaminosa entre sí».

-La gran huelga del puerto y del transporte de 1923 en Barcelona. Parte II.
La llegada del nuevo gobernador Barber Sánchez.
El uno de junio el presidente del Consejo de Gobierno García Prieto nombraba al representante del partido liberal, Francisco Barber Sánchez, como nuevo gobernador civil de Barcelona. Un abogado y periodista completamente desconocido y sin ninguna experiencia previa para el cargo de gobernador. Un escaso curriculum para una ciudad que se encontraba desbordada por los atentados sociales y completamente paralizada por una huelga para el que no se vislumbraba solución.
A partir del día 31 de mayo, cuando ya estaba confirmada la renuncia del gobernador Raventós, la limpieza pública comenzó a mejorar de manera notable. Ese día el Ayuntamiento había pedido formalmente a la Mancomunitat, cooperación para hacer frente a la grave situación, solicitando el uso de las Brigadas sanitarias que para los pueblos y ciudades pequeñas de Cataluña tenía organizadas, y a la ciudadanía el auxilio privado en forma de choferes, camiones y voluntarios para reforzar el servicio que se había de poner en funcionamiento. Rápidamente La Mancomunitat de Cataluña organizó un servicio de grandes dimensiones, compuesto por 25 camiones que, auxiliados por los operarios de dichas brigadas, por término medio diario recogían 400 metros cúbicos de basuras. Dichas basuras eran lanzadas al mar, en un gánguil propiedad del servicio de limpieza, para el que la comandancia de marina había puesto a disposición, cuatro patrones, dos maquinistas, dos fogoneros y doce tripulantes.
Los camiones de diversas procedencias fueron guiados por soldados que había prestado el capitán general y voluntarios. Entre los voluntarios, afirmaba Josep Puig y Cadafalch, se encontraban diputados y funcionarios de la propia Mancomunitat, Regidores y jóvenes de la aristocracia barcelonesa, bajo la estrecha vigilancia de un servicio de guardia de Mossos de Escuadra, auxiliados por la guardia civil y el cuerpo de seguridad que prestaba guardia en las calles. El presidente de la Mancomunitat justificaba su retraso en intervenir aludiendo a la falta de lealtad del anterior gobernador civil, por no garantizar la seguridad de los que trabajaban en los servicios comunales y advirtiendo que ante intromisiones dejaría de prestar servicio…
–https://serhistorico.net/2023/10/26/la-gran-huelga-del-puerto-y-del-transporte-de-1923-parte-ii/

-La última reunión clandestina en el campo de concentración.
En febrero de 1937 tuvieron la última reunión clandestina en el campo de concentración de Gando (Gran Canaria). Los hombres de San Lorenzo condenados a muerte en Consejo de Guerra sumarísimo meses antes por delito de rebelión, entre ellos el alcalde comunista Juan Santana Vega, el secretario municipal, Antonio Ramírez Graña, el jefe de la policía local, Manuel Hernández Toledo y el sindicalista y cuadro del Frente Popular mi abuelo paterno Francisco González Santana de profesión jornalero.
La pequeña asamblea a las doce de la noche en una de las literas era la cuarta desde la sentencia, el único punto del orden de día era la planificación de una fuga que les pudiera salvar del fusilamiento aunque pudieran morir en el intento:
-Al menos moriremos luchando y no como baifos (1) en la matanza- decía el joven Juan, regidor de este municipio agrícola que antes de su ilegal anexión y desaparición era muy superior en tamaño a la capital de la isla.
Habían llegado varios indultos a condenados a muerte en esos días y eso les generaba el gran dilema:
-¿Y si montamos la evasión y llega esa puta carta firmada por el asesino después del intento y nos matan?- insistía Ramírez ante el silencio atronador del resto de camaradas.
Esas dudas les hicieron retrasar la acción unas semanas, la operación consistía en salir de madrugada una noche de juerga de los fascistas y cuando estuvieran durmiendo la borrachera reducir a los vigilantes y salir hacia la playa de Gando para nadar hacia el sur hasta la cala más cercana fuera del recinto militar; y desde allí con apoyo exterior del partido buscar refugio unos meses hasta intentar salir hacia Venezuela o la costa africana.
Esa errónea indecisión les costó la vida cuando la madrugada del 29 de marzo de ese fatídico año llegó el camión de falangistas para llevárselos a las seis de la mañana y proceder a su fusilamiento a las cuatro de la tarde en el campo de tiro de La Isleta.
(1) Cría de la cabra desde que deja de mamar hasta que le apuntan los cuernos (Academia Canaria de la Lengua).
Texto de Francisco González Tejera.
Dibujo: Funcionamiento de la maquinaria de matar de “El Paredón de España”, de Paterna (Valencia), por Matías Alonso, coordinador del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica.

-Ayudarlos a salir del infierno.
Julianito, se obsesionó con que en la profundidad del pozo de la finca los Ascanio en Jinámar había hombres vivos, que aquellos lamentos y chapoteos no podían ser de almas en pena tal como decía el hijo falangista más pequeño del Conde.
Por eso salía de noche de su casa de La Higuera Canaria y caminando a pesar de su avanzada edad atravesaba la montaña de Caserones, bajando desde la Sima las madrugadas que no había asesinatos de las Brigadas del Amanecer.
Sentado se quedaba durante horas con el oído puesto en la siniestra boca hasta que oía algo; susurros en el fondo, el agua moviéndose y no eran ratas porque llevaban meses poniendo el veneno que le vendieron los ingleses de los barcos que transportaban el tomate y que mataban hasta los conejos y las lechuzas.
Parecía una sombra allí asomado cuando fue a buscarlo con una manta Rosarito su mujer, el cielo estrellado de aquel diciembre del 37, a veces bajo la intensa lluvia y su voz ronca diciendo:
-¿Están vivos mis hijos? ¿Están vivos? Díganme algo y les tiro una soga.
El recuerdo de cuando veía llegar los camiones cargados de seres humanos que hacían la parada en la hacienda para bajar a golpes aquellos hombres rotos, también algunas mujeres, para subir caminando a la chimenea volcánica hacia la muerte del abismo. Arrojando a los dos pozos a los reos que venían más destrozados por la tortura y casi no podían andar.
Julián, siguió yendo hasta casi los años 50 y afirmando que los escuchaba, que había que ayudarlos a salir del infierno.
Texto de Francisco González Tejera.