Franco en Gipuzkoa: saludos fascistas, el yerno de Mussolini y arco de triunfo / El anillo que identificó a cuneteado / Falange criminal «Canción de cuna», «El vientre del universo».

Foto. Donostia, julio de 1939. «¡Franco!»

Memoria histórica imprescindible:

-Así fue nombrado Franco “hijo adoptivo” de Gipuzkoa: saludos fascistas, el yerno de Mussolini y arcos de triunfo.

La Diputación ha eliminado esa distinción al dictador hace unos días, así como el día festivo del 3 de agosto y otros honores al régimen.

Hasta 2022, el 3 de agosto era en Gipuzkoa el “Día del Imperio Español”. Fue instaurado el 2 de agosto de 1939 por la Diputación, recién finalizada la Guerra Civil con la victoria de Francisco Franco y el consiguiente control de todas las instituciones, también las forales y locales. Aunque la fecha quedaba muy lejos de ser un día de celebración, oficialmente no ha quedado derogada hasta este 2023.

*Y cuando el alcalde pronazi de Vitoria convenció a Franco en 1937 de reinstaurar el actual himno español.

https://www.eldiario.es/euskadi/nombrado-franco-hijo-adoptivo-gipuzkoa-saludos-fascistas-yerno-mussolini-arcos-triunfo_1_9982415.html?goal=0_10e11ebad6-ac76b48c05-64733153&mc_cid=ac76b48c05&mc_eid=741781b133

Fotos. Eugenio e Irene. Y su alianza.

-Memoria de la memoria

Septiembre 2020. Al comienzo del noveno día de trabajo en la exhumación de una fosa común en el cementerio de la localidad segoviana de El Espinar, aparece una alianza junto a uno de los diecisiete cuerpos.

Llevaba más de ochenta años enterrada. Cuando el voluntario que la encuentra la limpia, observa que en su interior puede leerse una fecha: 1 de junio de 1931. Era la misma fecha que estaba escrita en el acta matrimonial de Eugenio Insúa, el desaparecido que estábamos buscando, y de su mujer, Irene Serrano. Con la voz rota por la emoción un voluntario llama a la familia de Eugenio. Es el único objeto que ha aparecido en la fosa que puede dar pistas para identificar a uno de los cuerpos.

Eugenio fue asesinado en El Espinar por las tropas fascistas sublevadas, el 25 de julio de 1936, junto a un grupo de hombres que sin ninguna formación militar trataron de frenar el golpe de Estado y evitar que sus hijos e hijas tuvieran que vivir bajo una dictadura. El día antes del asesinato de Eugenio había bajado a Madrid para celebrar el tercer cumpleaños de su hijo.

La alianza dio pistas de que la fosa exhumada era correcta y las pruebas de ADN permitieron demostrar científicamente que el cuerpo junto al que se encontraba el anillo era el de Eugenio. Unas semanas después, Rosa María pudo depositar los restos de su padre junto a los de su madre, en un panteón familiar.

Antes del entierro, Rosa María abrió una caja de madera que llevaba el nombre de su padre. Sacó de ella la sortija y se la puso en un dedo como un símbolo de la reparación que suponía para ella dar un sepultura digna a quien murió defendiendo una sociedad mejor y más justa para su familia y para todos.

Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica – ARMH.

Foto. Protesta bebés robados.

-Canción de cuna

«(…) A Carmen se la llevaron con su bebé de dos meses en brazos, los falangistas intentaron quitárselo pero fue imposible,

la muchacha gritaba y se resistía, éramos dos mujeres más las detenidas aquella noche de agosto del 36, el niño no paraba de llorar, parecía percibir todo aquel miedo que teníamos dentro de nosotras.

Nos llevaron en dos coches desde Tafira a una casa de Vegueta, era una mansión grande con un patio interior con dragos y palmeras, cuando entramos había cuatro monjas javerianas y un cura con un bastón que nos miraban con cara de odio, una de las hermanas nos escupió llamándonos ¡Putas rojas! nada más entrar. Dolores y yo íbamos amarradas con las manos a la espalda, la única que iba suelta era Carmen por llevar el niño en brazos:

-Déjanos aquí a este ángel, será lo mejor para él y para ti desgraciada- dijo el cura al que llamaban Don Pedro, que luego supimos que era de apellido Lantigua, un cargo importante de la Iglesia porque tenía su destino en la Catedral de Santa Ana y el Obispado.

Carmen se negó y dijo gritando y llorando:

-Si me van a matar maten a mi niño conmigo, yo no lo dejó con ustedes-

Entonces uno de los falangistas, que era conocido porque tenía tierras y animales en El Fondillo, de una familia de dinero que se apellidaba Fiol, agarró por detrás a Carmen y le apretó el cuello estrangulándola, ella daba patadas en el aire como una fiera y no soltaba al niño, entonces el falange siguió apretándole el cuello unos minutos hasta que dejó de respirar.

Nuestra compañera se fue quedando paralizada, muriendo delante de nosotras, de las monjas y del cura Lantigua.

Al niño se lo quitaron de las manos las religiosas diciendo:

-Ahora está en manos de la Santísima Virgen- envolviéndolo en una manta blanca.

Carmen quedó en el suelo acurrucada, echando espuma blanca por la boca, con los ojos muy abiertos, parecía seguir mirando a su hijo…»

Testimonio de Flora Bustos Ojeda, costurera y miembro de la Federación Obrera en el municipio de Santa Brígida, Gran Canaria, en los años del genocidio.

Entrevista publicada en el libro de Pako González “Fragmentos de rebelión” (2021).

Imagen: Víctimas de la trama de bebés robados se concentran a la entrada de la Audiencia Provincial de Madrid, en junio de 2018.

Foto. Capitanía, Canarias.

-El vientre del universo

La escena era dantesca, las cuatro mujeres detenidas estaban expuestas desnudas en medio del patio de la Capitanía General de Las Palmas en la calle Triana, los falangistas y militares que las custodiaban discutían para repartirse el «botín» de la inminente violación masiva.

Llevaban más de cuatro horas formadas mientras encima les caía aquella lluvia fría de enero de 1937, no podían moverse para no recibir algún latigazo o puñetazo, tenían que estar quietas, inmóviles, ante la atenta mirada del teniente Antonio Limiñana Sall, encargado de las depuraciones y torturas, un tipo alto, rubio, de rasgos alemanes, muy tieso, con la piel clara, siempre llevaba una vara de cuero sostenida por sus manos a la espalda.

Con aire marcial se acercó a las muchachas y casi cara con cara con María del Pino Sosa Padrón, le dijo con ese acento peculiar de la gente rica:

-Antes de morir tendrás que hablar, esto va a superar todas las pesadillas, roja de mierda-

Pino, que estaba embarazada de cinco meses, lo miró a los ojos un instante, buscó saliva en su boca seca y le lanzó un escupitajo en la cara.

El militar de la oligarquía isleña levantó la varilla y le cruzó la cara, acompañado de patadas muy fuertes en su barriga y espalda, no paró de golpearla durante mucho tiempo, destrozando su piel y su carne violentamente, hasta que la chica dejó de respirar expulsando el feto por su sexo entre ríos de sangre.

Sus compañeras seguían en posición de firmes, no se movían, parecían surrealistas estatuas femeninas, inmutables, aunque las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el pecho, unos ojos rojos de llanto, parecía un manantial de tristeza y miedo.

Relato publicado en el libro de Pako González, “Señales del alba” (2022).

Imagen: Fachada de la sede de la Capitanía General en Las Palmas de Gran Canaria frente al parque San Telmo a inicios de 1920.

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