Cipriano Martos: tortura, muerte y entierro clandestino / «¡Abállate!». Criminales del Tabor moro en el Bierzo / Costa Bermeja, de Sara Rosenberg.

Foto. Antonio sostiene una foto de Cipriano.

Memoria histórica imprescindible:

Terrorismo de Estado. Ayer es hoy.

Andreu García Ribera.

-Cipriano Martos: tortura, muerte y entierro clandestino.

Los padres y los hermanos nunca pudieron ver el cadáver. Le dejaron agonizar durante veintiún días sin que nadie pudiera verle.

La familia de Cipriano Martos Jiménez ha tardado cuarenta y nueve años en recuperar los restos de este jornalero nacido en Huétor Tajar provincia de Granada, emigrado a Catalunya en 1969 para trabajar en la industria textil y la construcción.

La última vez que se le vio con vida fue en su puesto de trabajo de encofrador en la empresa Ramón Cubero S.A. el 25 de agosto de 1973, donde fue detenido por la Guardia Civil a las dos de la tarde en el marco de una redada acusado de realizar pintadas y repartir propaganda. Fueron detenidos en esa redada siete compañeros más en distintas localidades catalanas.

*El líquido de la verdad

Trasladado al cuartel de la Guardia Civil, allí empezó un calvario que terminaría en una fosa común del cementerio de Reus. Tras dos días de salvaje interrogatorio la Guardia Civil le hizo beber el contenido de un cóctel molotov que le dejó tan destrozado que tuvieron que suspender el interrogatorio e ingresarlo en el hospital San Juan de Reus, de donde sólo salió para declarar ante el Juzgado el veintinueve de agosto, lo que no pudo hacer por hallarse en estado muy grave.

El diecisiete de septiembre murió en la sala de beneficencia del hospital, custodiado por la Guardia Civil, después de una agonía de veintiún días con el aparato digestivo arrasado, entre horribles sufrimientos. Como el líquido de la verdad es conocida la inhumana práctica de obligar a un detenido a beber sustancias corrosivas para obtener una confesión.

Cipriano fue enterrado de noche, sin testigos en una fosa común destinada a gente sin recursos para pagarse una tumba. La familia no tuvo conocimiento de su entierro, ni mucho menos de la ubicación de sus restos.

Cuando la familia recibió la noticia de su muerte acudieron al hospital y dos agentes de la Guardia Civil impidieron el acceso a la familia empujando a la madre para que retrocediera los cinco o seis escalones de entrada al vestíbulo del hospital, ni las lágrimas, ni las súplicas de una madre arrodillada conmovieron a los guardias civiles, “tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras” (1).

Los padres y los hermanos nunca pudieron ver el cadáver. Le dejaron agonizar durante veintiún días sin que nadie pudiera verle. Cuenta su hermano Antonio que sus padres nunca se recuperaron de este trauma brutal, su madre padeció Alzheimer y creía que la hija que la cuidaba, era un guardia civil que la quería matar.

La historia de Cipriano es la historia del desarrollo capitalista en el Estado español tras la postguerra, basado en la miseria, la emigración y la explotación. Nacido en mil novecientos cuarenta y cinco en una familia de jornaleros, trabajó en el campo desde los once años no pudiendo asistir a la escuela, fue después minero en Teruel, obrero textil en Sabadell y Terrassa y finalmente encofrador en Reus.

A finales de los sesenta llegó al barrio de de Ca N’Oriach en Sabadell donde tomó conciencia de clase, afiliándose al Partido Comunista de España (marxista leninista) y al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). Su compromiso antifascista y comunista le llevó a la tortura y a la muerte, siendo rescatado del olvido gracias a la incesante tarea de búsqueda de su hermano Antonio que se sumó a la querella argentina en 2014.

La persistente actividad del hermano ha culminado este 11 de enero con la identificación y exhumación de Cipriano Martos, el último desaparecido del franquismo. Junto a los familiares han asistido a la exhumación el president de la Generalitat, Pere Aragonès y la consellera de Justicia Gemma Ubasart.

El caso de Cipriano pone al desnudo las mentiras historiográficas revisionistas que presentan este período final del franquismo como etapa “predemocrática” y relatan los cabildeos entre aperturistas del régimen y elementos opositores ávidos de tocar pronto parcelas de institucionalidad, como el factor principal en la transformación del franquismo en una democracia parlamentaria.

En 1973, los obreros eran detenidos, torturados, muertos y desaparecidos por realizar pintadas como las que hizo Cipriano; “Abajo la monarquía del pelele Juan Carlos” o “Ni Franco, ni Rey, ni Yanquis: República Popular y Federativa”. La brutalidad represiva fue total hasta la muerte del dictador y aún después en el proceso denominado de transición. No existió esa etapa “predemocrática” que pintan con colores naif historiadores y bufones de una Corte que quiere difuminar su entronización sangrienta.

Hay un compromiso institucional para dedicarle una plaza o calle en Reus y también en Sabadell. Sacar de la oscuridad de la fosa común los restos y el recuerdo de Cipriano Martos es algo justo y merecedor de elogio.

Pero también habrá que identificar y mostrar a la luz a los victimarios. Sabemos que fueron siete los guardias civiles que participaron en la muerte de Cipriano y que inventaron la inverosímil narración de que en un momento de descuido, el detenido ingirió una botella de ácido sulfúrico que tenían dispuesta en una mesa para su reconocimiento. Conocemos la firma en el informe de Braulio Ramos Ferreruela, teniente de línea de Salou y mando accidental de la primera compañía de Reus en esas fechas. Informe que dice que fue detenido y trasladado “hasta el acuartelamiento de Reus para ser interrogado sobre el lanzamiento de propaganda antirrégimen”. ¿Nada más tuvo que contar?

Y qué decir del juez de instrucción que no pudo tomarle declaración por encontrarse en estado comatoso. ¿No le pareció raro que le presentaran en esas condiciones a un detenido? o ¿es que era algo habitual?

El forense Ricardo Chiapella que practicó la autopsia no recuerda ahora nada extraño en el proceso. ¿Era normal encontrarse cadáveres atiborrados de ácido sulfúrico? El doctor Eduard Prats Alonso no recuerda haber atendido en el hospital Sant Joan de Reus a Cipriano Martos. ¿Veintiún días de agonía rodeado de guardias civiles no merecen siquiera un pequeño espacio en la memoria?

Demasiadas preguntas sin respuesta. Son muchas las complicidades en la muerte de Cipriano Martos. Muchas nieblas sin despejar todavía y la Ley de Amnistía de octubre de 1977 erigiéndose como manto que cubre y resguarda la impunidad de los crímenes del fascismo.

(1) “Romance de la Guardia Civil española”, de Federico García Lorca.

Publicado en El Otro País nº 105. Feb-Mar 2023.

Foto. Criminales del Tabor de Alhucemas.

-¡Abállate! (1)

«(…) Los moros del IV Tabor de Alhucemas entraron en el caserío junto al río Burbia, justo después de que los falangistas ejecutaran a cientos de mineros, los árabes en su avance hacia Madrid estaban en otro pueblo cercano saqueando y matando.

Lo primero que hicieron cuando llegaron fue separar a las pocas mujeres por edades, pusieron a las mayores en la iglesia, niñas y jóvenes en la escuelita de don Cosme, éramos unas veinte.

El jefe militar era el condecorado sargento, Ahmed Idrissi, esa tarde saquearon la bodega de la cooperativa y destrozaron los barriles, se bañaban en vino, escuchábamos sus gritos y risas, comiéndose todo el queso de las ovejas de Luciano Covadonga después de asesinarlo, luego vinieron directos ya oscureciendo a la escuela.

Desde allí escuchamos como fusilaban a nuestras madres y abuelas en la explanada de la Parroquia. La violación fue colectiva, eran tantos moros que no sabías de donde salían, parecían fieras que no habían estado en años con mujeres.

A las niñas las destrozaron, la mayoría morían por hemorragias internas, luego vinieron a por las muchachas de más de veinte. Vi a mis compañeras de la CNT utilizadas como putas, apuñaladas con sus cuchillos curvos cuando ya se habían hartado de follárselas.

A mi me tuvieron varias horas amarrada en la cuadra por donde iba pasando la fila inmensa de hombres armados y sus chilabas, nunca imaginé que acabaría de esa forma, jamás pensamos que aquello sucedería, meses antes estábamos repletas de esperanza en el Ateneo Cabello Flores, entre exposiciones de pintura, poesía, conferencias sobre el voto femenino, pero aquello no entraba en mi cabeza de muchacha que estaba empezando a vivir.

Se peleaban en la cola para ver quien la metía antes, hablaban en árabe, algunos en un castellano servil, construido entre latigazos de los mandos militares sobre el moro que era lo más bajo en el ejército fascista de Franco.

Algunas sobrevivimos a todo aquello, con secuelas eternas, de por vida, no solo en nuestras conciencias, también en nuestros cuerpos destrozados…»

Testimonio de Carmela Gatonez Moniz, maestra de escuela, vecina de la Comarca del Bierzo, León, en los años del genocidio.

Entrevista publicada en el libro de Pako González, “Fragmentos de rebelión” (2021).

(1) Corre, apresúrate, date prisa (Vocabulario del Bierzo).

Portada de «Costa Bermeja».

Libros:

-Costa Bermeja

De Sara Rosenberg.

Costa Bermeja es el topónimo que nombra el exilio de más de quinientos mil republicanos, que empezó en Port Bou y acabó en Argelès- Sur- Mer.

Uno de esos exiliados fue Antonio Machado, con quien Sara establece en este libro de poesía, prosa y viajes, un dialogo sobre el exilio inmemorial de quienes lucharon y fueron vencidos.

Un libro de poemas y prosa como el último de Antonio Machado, “La Guerra” , sospechosamente escamoteado de sus obras completas. El exilio de Machado comenzó en Port Bou, el mismo lugar en el que en sentido opuesto acabó el exilio de Walter Benjamin, huyendo de la barbarie nazi.

En este libro Sara Rosenberg, al igual que el Juan de Mairena de Machado, reivindica el descontento como la única base de la ética.

GNM.

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