León Felipe, Cultura Popular (y II). «¡Qué lástima!», «Como tú», «Drop A Star», «Elegía», «Hay dos Españas», «Perdón».

Fotos de León Felipe.

Al servicio de la Cultura Popular.

-León Felipe (y II).

-¡Qué lástima!

Al poeta Alberto López Argüello, 

tan anmigo, tan buen anmigo siempre, 

baje o suba la rueda.

¡Qué lástima 

que yo no pueda cantar a la usanza 

de este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan! 

¡Qué lástima 

que yo no pueda entonar con una voz engolada 

esas brillantes romanzas 

a las glorias de la patria! 

¡Qué lástima 

que yo no tenga una patria! 

Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa 

desde una tierra a otra tierra, desde una raza 

a otra raza, 

como pasan 

esas tormentas de estío desde ésta a aquella comarca. 

¡Qué lástima 

que yo no tenga comarca, 

patria chica, tierra provinciana! 

Debí nacer en la entraña 

de la estepa castellana 

y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada: 

pasé los días azules de mi infancia en Salamanca 

y mi juventud, una juventud sombra, en la Montaña. 

Después ya no he vuelto a echar el ancla, 

y ninguna de estas tierras me levanta 

ni me exalta 

para poder cantar siempre en la misma tonada 

al mismo río que pasa 

rodando las mismas aguas, 

al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa. 

¡Qué lástima 

que yo no tenga una casa! 

Una casa solariega y blasonada, 

una casa 

en que guardara, 

a más de otras cosas raras, 

un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada 

y el retrato de un mi abuelo que ganara 

una batalla 

¡Qué lástima 

que yo no tenga un abuelo que ganar 

una batalla, 

retratado con una mano cruzada 

en el pecho, y la otra mano en el puño de la espada! 

Y, ¡qué lástima 

que yo no tenga siquiera una espada! 

Porque ¿qué voy a cantar si no tengo ni una patria, 

ni una tierra provinciana, 

ni una casa 

solariega y blasonada, 

ni el retrato de un mi abuelo que ganara 

una batalla, 

ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada? 

¡Qué voy a cantar si soy un paria 

que apenas tiene una capa! 

Sin embargo… 

en esta tierra de España 

y en un pueblo de la Alcarria 

hay una casa 

en la que estoy de posada 

y donde tengo, prestadas, 

una mesa de pino y una silla de paja. 

Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla 

en una sala 

muy amplia 

y muy blanca 

que está en la parte más baja 

y más fresca de la casa. 

Tiene una luz muy clara 

esta sala 

tan amplia 

y tan blanca 

Una luz muy clara 

que entra por una ventana 

que da a una calle muy ancha. 

Y a la luz de esta ventana 

vengo todas las mañanas. 

Aquí me siento sobre mi silla de paja 

y venzo las horas largas 

leyendo en mi libro y viendo cómo pasa 

la gente al través de la ventana. 

Cosas de poca importancia 

parecen un libro y el cristal de una ventana 

en un pueblo de la Alcarria, 

y, sin embargo, le basta 

para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma. 

Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa 

cuando pasan 

ese pastor que va detrás de las cabras 

con una enorme cayada, 

esa mujer agobiada 

con una carga 

de leña en la espalda, 

esos mendigos que vienen arrastrando sus mi serias de Pastrana 

y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.  

¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana 

siempre y se queda a los cristales pegada 

como si fuera una estampa. 

¡Qué gracia 

tiene su cara 

en el cristal aplastada 

con la barbilla sumida y la naricilla chata! 

Yo me río mucho mirándola 

y la digo que es una niña muy guapa… 

Ella entonces me llama 

¡tonto!, y se marcha. 

¡Pobre niña! Ya no pasa 

por esta calle tan ancha 

caminando hacia la escuela de muy mala gana, 

ni se para 

en mi ventana, 

ni se queda a los cristales pegada 

como si fuera una estampa. 

Que un día se puso mala, 

muy mala, 

y otro da doblaron por ella a muerto las campanas. 

Y en una tarde muy clara,  

por esta calle tan ancha,  

al través de la ventana,  

vi cómo se la llevaban  

en una caja muy blanca…  

En una caja 

muy blanca 

que tenía un cristalito en la tapa. 

Por aquel cristal se la veía la cara 

lo mismo que cuando estaba  

pegadita al cristal de mi ventana…  

Al cristal de esta ventana  

que ahora me recuerda siempre el cristalito de 

tan blanca.  

Todo el ritmo de la vida pasa  

por este cristal de mi ventana…  

¡Y la muerte también pasa! 

¡Qué lástima 

que no pudiendo cantar otras hazañas,  

porque no tengo una patria,  

ni una tierra provinciana, 

y una casa solariega y blasonada, 

ni el retrato de un mi abuelo que ganara  

una batalla, 

ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada, 

y soy un paria 

que apenas tiene una capa 

venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!

Cuaderno de una conferencia de Felipe «Poesía revolucionaria».

-Como tú

Así es mi vida, 

piedra, 

como tú; como tú, 

piedra pequeña; 

como tú, 

piedra ligera; 

como tú, 

canto que ruedas 

por las calzadas 

y por las veredas; 

como tú, 

guijarro humilde de las carreteras; 

como tú, 

que en días de tormenta 

te hundes 

en el cieno de la tierra 

y luego 

centelleas 

bajo los cascos 

y bajo las ruedas, 

como tú, que no has servido 

para ser ni piedra 

de una Lonja, 

|ni piedra de una Audiencia, 

ni piedra de un Palacio, 

ni piedra de una Iglesia 

como tú, 

piedra aventurera; 

como tú, 

que, tal vez, estás hecha 

sólo para una honda, 

piedra pequeña 

y ligera… 

Foto De León Felipe en un mitin, recitando.

-Drop A Star

 ¿Dónde está la estrella de los Nacimientos? 

La tierra, encabritada, se ha parado en el viento. 

Y no ven los ojos de los marineros.  

Aquel pez ¡seguidle! 

se lleva, danzando, 

la estrella polar. 

El mundo es una slot-machine

con una ranura en la frente del cielo, 

sobre la cabecera del mar. 

(Se ha parado la máquina,  

se ha acabado la cuerda.)  

El mundo es algo que funciona  

como el piano mecánico de un bar.  

(Se ha acabado la cuerda,  

se ha parado la máquina…) 

Marinero,. 

tú tienes una estrella en el bolsillo 

¡Drop a star! 

Enciende con tu mano la nueva música del mundo, 

la canción marinera de mañana, 

el himno venidero de los hombres 

¡Drop a star! 

Echa a andar otra vez este barco varado, marinero.  

Tú tienes una estrella en el bolsillo…  

una estrella nueva de paladio, de fósforo y de imán.

Foto y poesía de Felipe.

-Elegía

A la memoria de Héctor Marqués, 
capitán de la Marina mercante española, 
que murió en alta mar 
y lo enterraron en Nueva York.
…. tierra extranjera
cayó sobre su carne aventurera.

José del Río Sáinz

Marineros, 

¿por qué le dais a la tierra lo que no es suyo 

y se lo quitáis al mar? 

¿Por qué le habéis enterrado, marineros, 

si era un soldado del mar? 

Su frente encendida, un faro; 

ojos azules, carne de yodo y de sal. 

Murió allá arriba, en el puente, 

con la rosa de los vientos en la mano, 

deshojando la estrella de navegar. 

¿Por qué le habéis enterrado, marineros? 

¡Y en una tierra sin conchas! ¡En la playa negra! 

¡Allá, 

en la ribera siniestra 

del otro mar! 

¡Nueva York! 

–piedra, cemento y hierro en tempestad–. 

Donde el ojo ciclópeo del gran faro 

que busca a los ahogados no puede llegar, 

donde se acaban las torres y los puentes, 

donde no se ve ya 

la espuma altiva de los rascacielos, 

en los escombros de las calles sórdidas 

que rompen en el último arrabal, 

donde se vuelve la culebra sombría de los «elevados» 

a meterse otra vez en la ciudad 

Allí, la arcilla opaca de los cementerios, marineros… 

¡allí habéis enterrado al capitán! 

¿Por qué le habéis enterrado, marineros, 

por qué le habéis enterrado, 

si murió como el mejor capitán 

y su alma –viento, espuma y cabrilleo– 

está ahí, entre la noche y el mar?…

Foto de León Felipe. 1884-1968.

-Hay dos Españas

Hay dos Españas: la del soldado y la del poeta. La de la espada fratricida y la de la canción vagabunda.  Hay dos Españas y una sola canción.  Y ésta es la canción del poeta vagabundo:

Soldado, tuya es la hacienda,

la casa,

el caballo

y la pistola.

Mía es la voz antigua de la tierra.

Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y 

errante por el mundo…

Mas yo te dejo mudo… ¡mudo!

y ¿cómo vas a recoger el trigo

y a alimentar el fuego

si yo me llevo la canción?

Foto de portadas de libros de León Felipe.

-Perdón

 ¡Soy ya tan viejo.

Y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido

y ya no puedo encontrarla para pedirla perdón!

Ya no puedo hacer otra cosa

que arrodillarme ante el primer mendigo

y besarle la mano.

Yo no he sido bueno

quisiera haber sido mejor.

Estoy hecho de un barro

que no está bien cocido todavía.

¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!

Pero todos se han muerto.

¿A quién le pido perdón ya?

¿A ese mendigo?

¿No hay nadie más en España,

en el mundo

a quién yo deba pedirle perdón?

Voy perdiendo la memoria

y olvidando todas las palabras

Ya no recuerdo bien

Voy olvidando… olvidando… olvidando

Las palabras se me van 

como palomas de un palomar desahuciado y viejo 

y sólo quiero que la última paloma, 

la última palabra, pegadiza y terca, 

que recuerde al morir sea ésta: Perdón.

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