Mujeres luchadoras y sabias. Djamila Bouhired. “¿Francesa? no, argelina; ¿miembro de un grupo criminal?, no, militante de una organización de resistencia”.

Foto. Djamila Bouhired.

Mujeres luchadoras y sabias

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Djamila Bouhired

Argelia 1935

Fue escolarizada en lengua francesa, pero en lugar de imbuirla de patriotismo francés, despertó la conciencia de formar parte de un pueblo colonizado. Así lo manifestó a la edad de 15 años, al negar ante la profesora y toda la clase su condición de francesa, declarándose argelina.

En el marco de “la batalla de Argel”, en abril de 1957, Bouhired fue detenida en un control militar y encarcelada después de que la torturaran salvajemente. Hasta entonces la estrategia de los presos del Frente de Liberación Nacional (FLN), a la hora de afrontar los juicios, era la de intentar convencer al tribunal de su inocencia. Esta estrategia servía de bien poco: los tribunales ya habían emitido las sentencias antes de empezar los juicios. Quien leyó bien esta circunstancia fue el abogado de Bouhired, que planteó un juicio con una estrategia totalmente diferente, tratando de convertir a los acusados en acusadores y hacer saltar por los aires la farsa democrática que se quería representar en el juicio. Bouhired mantuvo una batalla por los conceptos: ¿francesa? no, argelina; ¿miembro de un grupo criminal?, no, militante de una organización de resistencia”. Bouhired, además, denunció ante el tribunal las torturas que le habían infligido. No negó su pertenencia al FLN “si me ordenan poner una bomba, lo haré” y reafirmó la legitimidad de los métodos empleados por el independentismo argelino.

Bouhierd se enfrentaba a una petición de condena de pena de muerte. El gobernador general de Argelia –Robert Lacoste– había garantizado que “tendrían la cabeza de Djamila Bouhired”. Pese a la gravedad de la situación, no perdió de vista los objetivos políticos del proceso: “preparamos incluso la declaración que haríamos ante la guillotina”.

El tribunal condenó a Djamila Bouhired a ser guillotinada. El juicio, sin embargo, se había internacionalizado y la presión obligó al Estado francés a conmutar la pena de muerte por prisión a cadena perpetua. Varios países protestaron formalmente ante el gobierno francés; la prensa soviética hablaba de Bouhired como “Juana de Arco argelina”; setenta y seis diputados del parlamento británico firmaron una carta en la que pedían que no se la ejecutara. La equiparación de la acción de la Francia colonial con la del ejército nazi comenzó a provocar grietas internas en la opinión pública francesa. Estuvo encarcelada en difíciles condiciones hasta 1962, año en el que Argelia obtuvo su independencia.

En 1958 realizaron una película egipcia, Djamila la argelina, que se convirtió en un fenómeno popular en todo el mundo árabe. Bouhired se negó a que le dedicaran cualquier otra película, para evitar que el régimen instrumentalizase su imagen para auto legitimarse. Discretamente abandonó la vida política y pública. Volvió a aparecer en 2019 participando con 83 años en las manifestaciones, junto con el pueblo argelino, contra el corrupto presidente Bouteflika.

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