Anahita Ratebzad: Ministra de Asuntos Sociales de la República Democrática de Afganistán. Hoy más que nunca se debe valorar el esfuerzo de mujeres como ella por un Estado secular y socialista.

Foto. Anahita Ratebzad.

Mujeres luchadoras y sabias

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Anahita Ratebzad

Afganistán 1931- Alemania 2014

Aunque han querido borrar su nombre de la memoria de la lucha de las mujeres, es imposible escribir la historia de Afganistán sin recordarla: fue la primera mujer vicepresidenta de un gobierno afgano y también la primera ministra que ha tenido este país en su larga historia.

Ratebzad fue casada con un cirujano afgano a los 15 años. En la década de 1950, y después de tener dos hijos y una hija, estudió enfermería y se integró en el movimiento por la democracia y los derechos de la mujer. Fue una de las primeras mujeres afganas en sacar un título de doctora en medicina en 1962, año que se separó de su esposo, un monárquico empedernido, para volcarse en la batalla por la república. Dos años después, fundó la Organización Democrática de la Mujer Afgana (ODMA), integrando a cientos de mujeres que celebraron el 8 de marzo por primera vez. Hoy parece mentira que la Constitución afgana de 1964 declarara iguales a los hombres y mujeres.

Ratebzad consiguió ser, en 1965, una de las cuatro mujeres elegidas para el Parlamento y, sin abandonar las calles, intentó elaborar leyes modernizadoras que pusieran fin al dominio de los señores feudales y los clérigos sobre la sociedad. Por ello, participó en la fundación del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), que consiguió tomar el poder en 1978, razón por la que EEUU apadrinó a los terroristas “Yihadistas” para invadir el país desde Pakistán.

El PDPA emprendió reformas históricas. En 1981, Ratebzad, fue nombrada Ministra de Asuntos Sociales, con la misión de acabar con el analfabetismo del 98% de las mujeres y llevar la atención sanitaria hasta la última aldea del país. La República Democrática de Afganistán (RDA) cambió los tribunales religiosos por civiles; elevó la edad nupcial de los 8 años a los 16; creó miles de puestos de trabajo para las mujeres, con guarderías incluidas; estableció el permiso de maternidad de tres meses con salario; sembró el país de escuelas; hizo que a finales de 1980, cerca de la mitad del personal sanitario, educativo, y el 15% de los periodistas fuesen mujeres.

Del mismo modo que la asistencia de la Unión Soviética (en forma de ayuda económica, becas estudiantiles, etc.), fue imprescindible para el progreso de Afganistán, la retirada de su apoyo también fue un golpe mortal al incipiente socialismo afgano; aun así, el respaldo del pueblo al gobierno democrático fue tal que, tras la retirada del Ejército Rojo, el PDPA aguantó durante tres años la presión de decenas de países patrocinadores de la barbarie “yihadista”. En 1986, unas 15.000 mujeres tomaron las armas para defender el incipiente Estado socialista frente a los integristas respaldados por EEUU.

En 1992, el Presidente de la República, Najibullah, y otros dirigentes del país fueron asesinados, y ella, después de que su casa fuese atacada por un misil y dejase a su hija discapacitada, se exilió a Alemania, convirtiéndose en una de los 6 millones de refugiados invisibles afganos.

Hoy más que nunca se debe valorar el esfuerzo de mujeres como Anahita Ratebzad, por un Estado secular y socialista.

3 fotos de Anahita.

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