Nada Dimic, comunista yugoslava, partisana. Asesinada por la Ustasha en un campo de prisioneros, con 18 años de edad.

Foto de Nada Dimic.

Mujeres luchadoras y sabias

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Nada Dimic

Croacia 1923 – Yugoslavia 1942

En 1938, Dimic se unió a la Juventud Comunista y en 1940 al Partido Comunista de Yugoslavia. En 1941, cuando Yugoslavia fue invadida durante la II G. M., se unió al Primer Destacamento Partisano, por lo que es reconocida como la primera partisana de Croacia. Participó en operaciones de sabotaje en la línea del tren Zagreb-Sisazk; también en el bosque elaboró material de propaganda, que difundía por la ciudad y sus alrededores a través de jóvenes colaboradores. Ese mismo año la policía la arrestó. Al interrumpirse los vínculos entre las organizaciones del Partido de la ciudad y las unidades sobre el terreno, a Dimic se le encomendó la tarea de restablecer dichos vínculos. Viajó a Sisazk vestida con ropa de hombre, pero fue arrestada después de ser reconocida por la policía. En la prisión fue brutalmente torturada e ingirió veneno para evitar ser de nuevo torturada, por lo que la trasladaron a un hospital; de allí logra escapar al monte, ayudada por la organización del Partido.

Vuelve a trabajar con los partisanos hasta que en diciembre de 1941 la detienen de nuevo durante una misión para transferir civiles a las filas partisanas, en Kordun. Cuando se le pidió que se identificara, Dimic sacó un revólver de su bolso y le disparó a un agente de la Ustasha e hirió a otro. En el momento en que su arma falló, fue capturada por otros agentes. El 17 de marzo de 1942, Dimic fue llevada al campo de prisioneros de Stara Gradiska donde fue ejecutada a la edad de 18 años.

Fue declarada heroína nacional en 1951. También se la reconoció al poner el nombre de Nada Dimic en una calle, escuela y la fábrica de Tejidos y Mercancías de Zagreb.

Foto histórica. Mujeres y niños, en el lavadero, puño en alto.

-Lenin:

«La mujer continúa siendo “esclava del hogar”, pese a todas las leyes liberadoras, porque está agobiada, oprimida, embrutecida, humillada por los “pequeños quehaceres domésticos”, que la convierten en cocinera y niñera, que malgastan su actividad en un trabajo absurdamente improductivo, mezquino, enervante, embrutecedor y fastidioso. La verdadera “emancipación de la mujer” y el verdadero comunismo no comenzarán sino en el país y en el momento en que empiece la lucha en masa (dirigida por el proletariado, dueño del poder del Estado) contra esta pequeña economía doméstica, o más exactamente, cuando empiece su “transformación en masa” en una gran economía socialista.»

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