María Moliner, que sufrió la depuración fascista, escribió el mejor diccionario del uso del español, en 15 años y en su casa.

Foto. María Moliner.

Mujeres en todos los frentes.

Libro.

María Moliner

Zaragoza 1900 – Madrid 1981

Nació en la localidad zaragozana de Paniza. En 1902 su familia se trasladó a Madrid. Los pequeños Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde fue, al parecer, Américo Castro quien suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María.

El padre, después de un segundo viaje a América en 1914, se quedó en Argentina, abandonando a la familia. Esto motivó probablemente que la madre decidiera en 1915 dejar Madrid y regresar a Aragón. Allí la familia salió adelante en buena parte gracias a la ayuda económica de Moliner, que, aun siendo muy joven, se dedicó a dar clases particulares de latín, matemática e historia. Según dirían más tarde sus hijos, estas duras circunstancias fueron fundamentales en el desarrollo de la personalidad de su madre.

Los primeros exámenes del bachillerato los hizo, como alumna libre, en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid, pasando más tarde al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918.

Se licenció en 1921 en la especialidad de Historia, la única existente por entonces en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, con las máximas calificaciones y Premio Extraordinario. Al año siguiente Moliner ganó las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, comenzando las prácticas en la Biblioteca Nacional, siendo destinada luego al Archivo General de Simancas, desde el que pasó al Archivo de la Delegación de Hacienda en Murcia, y años más tarde, a comienzos de los treinta, al de Valencia.

En Murcia conoció a Fernando Ramón Ferrando, un profesor de física. Se casaron en 1925. En el decenio 1929-1939 tomó parte activa en la política bibliotecaria nacional, colaborando con la Institución Libre de Enseñanza en proyectos como las Misiones Pedagógicas. Su inclinación por el archivo, por la organización de bibliotecas y por la difusión cultural, la llevó a reflexionar sobre ello en varios textos: Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España (1935) y una participación muy activa en el grupo de trabajo que publicó, de forma colectiva, las Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas (1937), un trabajo vinculado a las Misiones Pedagógicas proyectadas y puestas en marcha por la Segunda República Española.

Además, dirigió la Biblioteca de la Universidad de Valencia y participó en la Junta de Adquisición de Libros e Intercambio Internacional, que tenía el encargo de dar a conocer al mundo los libros que se editaban en España. En 1939, tras la guerra, el matrimonio sufrió la depuración franquista del magisterio español; él perdió la cátedra y fue trasladado a Murcia, y Moliner regresó al Archivo de Hacienda de Valencia, bajando dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo. Más tarde, la familia se instaló en Madrid y Moliner se incorporó a la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, llegando a ser su directora hasta su jubilación en 1970.

Hacia 1952 su hijo Fernando le trajo de París el Learner’s Dictionary of Current English de A. S. Hornby (1948). A ella, que consciente de las deficiencias del Diccionario de la Real Academia Española, andaba ya confeccionando anotaciones sobre vocablos. Por entonces comenzó a componer su Diccionario de uso del español, ambiciosa empresa que le llevaría más de quince años, trabajando siempre en su casa.

Su Diccionario era de definiciones, de sinónimos, de expresiones y frases hechas, y de familias de palabras. Además, anticipó la ordenación de la Ll en la L, y de Ch en la C (criterio que la RAE no seguiría hasta 1994), o términos de uso ya común pero que la Real Academia Española no había admitido, ​ como «cibernética», y agregó una gramática y una sintaxis con numerosos ejemplos. Ella misma alguna vez afirmó: “El diccionario de la Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío no se ha tenido demasiado en cuenta la autoridad”. Como lo expresó Gabriel García Márquez: “María Moliner -para decirlo del modo más corto- hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido dela lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor.María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria.»

Los últimos años de la vida de Moliner estuvieron marcados por el cuidado de su marido, enfermo y ciego y por el deseo de pulir y ampliar con tranquilidad su Diccionario de uso del español que había sido publicado en dos grandes volúmenes en 1966-1967. Sin embargo, en el verano de 1973 surgieron repentinamente los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral, enfermedad que la fue retirando de toda actividad intelectual.​

Libro incluido en el catálogo de materiales.

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