Elvira Bao Maceira. Maestra «desafecta» al fascismo. Galleguista militante, presa política. Se libró de las ‘sacas’ asesinas.

Foto. Elvira Bao Maceira.

Mujeres en todos los frentes.

Libro.

Elvira Bao Maceira

A Coruña 1890 – 1971

Tras estudiar Magisterio en la Escuela Normal, obtuvo el título de maestra. Se fogueó dando clases en la escuela de Redes pero su carrera profesional estuvo ligada a las Colonias Escolares del Sanatorio Marítimo de Oza, donde fue docente durante más de quince años, hasta ser denunciada en 1936 y acusada de desafección al nuevo régimen implantado por las armas.

Empezó en 1920 como maestra temporal y dos años después pasó a tener plaza permanente en Oza. Meses antes del levantamiento de Franco fue nombrada directora del centro. Y ahí se truncó su carrera. Su compromiso político fue un obstáculo insalvable, pues su credo contaminaba a los niños, a juicio de quienes la denunciaron.

Perteneció a las Irmandades da Fala y formó parte de su cuadro de declamación. Montó textos gallegos y portugueses, así como adaptaciones de autores extranjeros, que en ocasiones traducía su marido.

Militante del Partido Galeguista, Bao presidió durante una época la Agrupación Republicana Femenina. El compromiso político de su esposo, Bernardino Varela do Campo fue paralelo al suyo. La casa del matrimonio fue escenario de frecuentes reuniones de galleguistas durante la República e incluso en la guerra.

Como Elvira, Varela perteneció también a las Irmandades da Fala y al Partido Galeguista. Fue secretario del periódico A Nosa Terra y fundador de la Escuela de Naútica, donde impartió clases de Cosmografía y navegación. Su hija, Elvira Varela Bao, recordaba hace algunos años cómo vivió la detención de su madre, cuando ella tenía diez años. Fueron a buscarla un día de agosto de 1936 al Sanatorio de Oza y le dijeron que se tomase las vacaciones. Una semana después, la policía la detuvo en su casa.

«Tenemos acusaciones graves contra usted», le dijeron los guardias. La acusaron de ser amiga de Mercedes Romero, también maestra, y casada con Francisco Mazariegos, sindicalistas ligados al Frente Popular. Ella acabó muerta en una cuneta y él fue fusilado.

Otra de sus amistades peligrosas, según los acusadores, era la bibliotecaria Juana Capdevielle, mujer del gobernador civil, Francisco Pérez Carballo. Ella fue «paseada»; él, fusilado en Punta Herminia.

Elvira, en medio de todo, fue afortunada: sobrevivió a aquella barbarie. No como María Bello Paz, Antonia Blas Fernández, Alicia Dorado Viso, María González González, África Mandirolas, María Otero González, o Carmen Temprano Salorio, que, al igual que ella, habían osado transgredir el papel tradicional de la mujer, y lo pagaron con sus vidas.

Bao pasó unos meses encarcelada y, al quedar en libertad abandonó su vivienda y se retiró a una casa en San Roque de Fóra, donde, para ayudar a la precaria economía familiar, montó una escuela desde la que dejó su impronta a centenares de niños de aquel humilde barrio.

Libro incluido en el catálogo de materiales.

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