Mujeres en todos los frentes: Concepción Arenal, 1820-1893. «Abrid escuelas y se cerrarán cárceles».

Foto. Concepción Arenal.

Mujeres en todos los frentes.

Libro.

Concepción Arenal

A Coruña 1820 – Asturias 1893

Nació en Ferrol. La ideología de su padre, firme defensor del liberalismo, y su prematuro fallecimiento marcarán sin duda el carácter de Concepción Arenal. De él aprendió a mantener firmes sus convicciones personales y a luchar por lo que creía justo. Al entronizarse el absolutismo fue perseguido, juzgado y confinado, como otros liberales de la época, por sus ideas políticas, hasta que falleció como consecuencia de estos avatares y sufrimientos. Tras su muerte la viuda y las tres hijas del matrimonio se trasladaron a la casa de la abuela paterna en Armaño, una pequeña aldea del valle de Liébana (Santander), donde permanecieron hasta 1835, no sin antes sufrir un nuevo infortunio, pues la hermana más pequeña de Arenal, Luisa, murió el 26 de octubre de 1830.

En 1835 su madre decidió trasladarse a Madrid. La llegada a la Corte no debió satisfacer a Concepción Arenal, ya que hasta este momento había gozado de una vida libre de prejuicios sociales y en contacto constante con la naturaleza. En Madrid ingresó como alumna externa en el colegio de Tepa, donde a falta de un verdadero programa de estudios le enseñaron a comportarse correctamente en sociedad, tal como deseaba su madre. Programa de estudios que desde luego no satisfizo su enorme curiosidad intelectual, esa inmensa ansia de saber que caracterizó a Arenal. Se ha dicho que en estos años aprendió sola italiano y francés, al igual que se sentía atraída por la lectura de libros que versaban sobre ciencia y filosofía. Las relaciones entre madre e hija no fueron muy armoniosas, pues Arenal al finalizar esa primera etapa educativa tenía la pretensión de cursar estudios superiores, deseo inaudito en una mujer de la época y claramente reprobable para su madre.

En 1840 vuelve a Armaño para asistir a su abuela enferma, circunstancia que le permite poner distancia entre su madre y ella. Arenal está claramente decidida a llevar a cabo su aventura y, por ironías del destino, el fallecimiento de su abuela y posteriormente el de su madre, hace recaer sobre ella la herencia familiar, facilitando su pretensión: a los veintiún años Arenal es dueña absoluta de su destino, poniendo en práctica aquellos proyectos a los que su madre se había opuesto con fuerza. Durante los cursos de 1842-43, 1843-44 y 1844-45, Arenal asistió vestida de hombre a algunas clases de Derecho en la Universidad. Evidentemente no cursó la carrera, ni hizo exámenes, ni alcanzó ningún título, pues en ese momento histórico las aulas universitarias estaban reservadas exclusivamente para los varones, pero sin duda enriqueció y afianzó su interés por las cuestiones penales y jurídicas. Allí conoció a Fernando García Carrasco, con el que contrajo matrimonio el 10 de abril de 1848, a pesar de los casi quince años que le separaba de este abogado y periodista. Hombre avanzado para la época que supo entender con total perfección las aspiraciones de Concepción Arenal y contempló a su esposa desde el verdadero plano de igualdad, pues siempre admitió que aportara al hogar las ganancias de un trabajo remunerado.

Durante los primeros años de matrimonio parece decantarse por la literatura. En 1855, junto a su marido comenzó a colaborar en LaIberia, periódico liberal. García Carrasco, además de escribir artículos sueltos, era el encargado de redactar los editoriales, los artículos de fondo del diario hasta su muerte, el 10 de enero de 1857. Tras su fallecimiento, la redacción de estos editoriales que aparecían sin firma recayeron en Arenal hasta que Nocedal, ministro de Gobernación, promulgó la Ley de Imprenta de 15 de mayo de 1857, donde se impuso la obligación de firmar los artículos que versaran sobre política, filosofía y religión. Mes y medio después, se publicó una nota en La Iberia en la que se aludía a los artículos sin firma publicados por ella y se anunció el cese de su colaboración como redactora fija.

Arenal junto a sus hijos se trasladó a Oviedo. No obstante, su estancia en esa ciudad debió ser corta, pues poco tiempo después regresó al valle de Liébana donde había transcurrido parte de su infancia y adolescencia, instalándose en Potes, en la casa que alquiló a la madre del violinista y compositor Jesús Monasterio, quien se convirtió en fiel amigo de la escritora. De firmes convicciones religiosas, Monasterio, que acababa de fundar en Potes las Conferencias de San Vicente de Paúl, consiguió interesar a Arenal en esta actividad, a fin de sacarla de esta forma del estado de abatimiento y dolor en que se encontraba tras el fallecimiento de su esposo. Como consecuencia de esta amistad con Jesús de Monasterio, decidió fundar la rama femenina de esta institución en Potes. Se iniciaron, pues, las preocupaciones sociales y humanitarias de Concepción Arenal, cuyo fruto intelectual fue su ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860) que fue premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, a pesar de que la escritora encubrió su identidad bajo el nombre de su hijo Fernando, que entonces tenía solo diez años.

Frase de Arenal «Abrid escuelas y se cerrarán cárceles».

Su preocupación por la situación en la que se encontraban los presos vino motivada por el hecho de que, a iniciativa de la propia Isabel II, el ministro de Gobernación, la nombró, el 4 de abril de 1864, Visitadora de Prisiones de Mujeres. Fruto de esa experiencia personal fueron sus conocidas Cartas a los delincuentes (1865) donde abordó, entre otras, cuestiones tan delicadas como la necesidad de reformar el Código Penal, aproximándose en este sentido a las iniciativas que los krausistas habían emprendido. La publicación de esta obra provocó su cese inmediato. En 1865 se creó la Sociedad Abolicionista con el fin de acabar con la esclavitud en las colonias españolas. Al certamen literario que convocó esta Sociedad, Arenal presentó el poema titulado ‘Oda a la esclavitud’, que obtuvo el primer premio. Tras la Revolución del 68, el gobierno provisional, presidido por Serrano, la nombró Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, cargo que desempeñó hasta 1873, aunque tiempo antes ya había mostrado una cierta desilusión por las medidas emprendidas por los representantes políticos, como puede apreciarse en su obra Examen de las bases aprobadas por las Cortes para la reforma de las prisiones (1869). Denunció los abusos e inmoralidades presentes tanto en hospicios como en cárceles de la época.

Durante estos primeros años de la Revolución del 68, colaboró en algunas iniciativas llevadas a cabo por los krausistas, que recobraron sus puestos después del destierro obligado que les llevó su defensa de la libertad de cátedra en 1864. Es el momento que eligió para publicar La mujer del porvenir (1869), su primera obra de carácter feminista -en realidad había sido redactada en 1861- y a la que siguieron, años más tarde, trabajos como La mujer en su casa (1881), Estado actual de la mujer en España (1884) o La educación de la mujer (1892). Obras en las que Concepción Arenal se propuso no solo disipar los errores que sobre la mujer habían arraigado en la opinión de la mayor parte de la sociedad, sino también reivindicar la capacidad intelectual de la mujer y su derecho a recibir una educación que le permitiera desempeñar cualquier profesión en condiciones iguales a la del hombre.

A partir de 1875, con la salud deteriorada, se trasladó a Gijón. Allí, alejada de la vida pública, redactó obras como Las colonias penales en Australia y la pena de deportación (1877), La cárcel llamada Modelo, Estudios penitenciarios (1877), Ensayo histórico sobre el derecho de gentes (1879) -su obra jurídica más importante sobre derecho internacional- y envió informes a los Congresos Penitenciarios que se celebraron en diferentes años en Estocolmo, Roma, San Petersburgo y Amberes. En 1878 publicó otro de sus más famosos trabajos, La instrucción del pueblo, obra premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas. En 1891 escribió el Manual del visitador del preso y preparó sus contribuciones para el segundo congreso pedagógico hispano-luso-norteamericano, La instrucción del obrero y el ya mencionado ensayo La educación de la mujer (1892). A pesar de su avanzada edad y precaria salud, colaboró en innumerables periódicos de la época, hasta que falleció en 1893.

Libro incluido en el catálogo de materiales.

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