Crímenes falangistas en Canarias: La Isleta y la Sangre. Lotería de la muerte / Lo que vimos en la apertura de una fosa en Brunete / Miguel Hernández, «Rusia».

Foto. 1936, Sevilla, asesinados por el fascismo, tirados en el suelo.

Memoria histórica imprescindible:

-La Isleta y la sangre.

«Los falangistas nos obligaban a limpiar el reguero de sangre que dejaban los camiones cargados de hombres fusilados bajando por el barrio hasta la calle Albareda para luego atravesar toda la ciudad hasta el cementerio de Las Palmas».

Carmita Déniz Mederos, vecina de La Isleta en los años del genocidio

Por las calles de La Isleta corría la sangre tras la voladura con dinamita de la Casa del Pueblo por parte de los falangistas, sabían que ese barrio de Las Palmas GC era republicano y obrero, que el movimiento revolucionario habitaba en cada casa humilde de aquel laberinto insular de callejones perdidos.

Luego empezaron las detonaciones durante varios años en el campo de tiro, primero el estruendo de los fusilamientos, luego los disparos de gracia, los camiones cargados de muertos bajando la calle Faro dejando un reguero de sangre que atravesaba toda la ciudad.

Había gente que increíblemente por los sonidos de las armas sabían los ejecutados de cada día, de cada semana, de cada mes, aquella vecindad pasó en poco tiempo de ser la efervescencia social de la isla, a un territorio de humillación y miedo, tan solo los escasos topos bajo la tierra mantenían a su manera la absurda valentía, en la oscuridad y la tenue luz de las velas, los susurros, escondidos para siempre en la antesala del averno.

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Foto. Campo de concentración Lazareto de Gando.

-Lotería de la muerte.

«En algunas literas dormíamos dos o tres flacos como tollos, parecíamos sacos de huesos, allí no calentábamos unos contra otros del frío helado del invierno franquista».

Ramón Padrón Rodríguez, preso herreño en el campo de concentración de Gando.

El corazón helado, la boca seca por la constante sed en unos cuerpos desnutridos por él hambre, los golpes de los Cabos de Vara sin venir a cuento, como si el objetivo principal fuera destruir la moral de aquellos hombres destrozados, hundidos, muchos condenados a muerte sin fecha de fusilamiento, aunque todos sabían que cualquier noche sonaría el escándalo de la Brigada del amanecer, formándolos a pie de litera, leyendo nombres y apellidos de una lista interminable, todos sabían que era una especie de lotería de la muerte, que si los nombraban en un instante estarían encadenados en el camión de plátanos destino a un lugar de exterminio.

Una carretera de tierra estrecha en la oscuridad de un barranco camino de un pozo concreto, de una grieta, de una chimenea volcánica señalada en el mapa siniestro del genocidio, por la que serían arrojados vivos o tras un violento disparo en la nuca.

Por eso lo peor eran las madrugadas, cuando el sueño era más profundo, el momento del estruendo de aquellos nazis de azul, borrachos como cubas para atenuar el instante del crimen, tal vez aliviar sus consciencias asesinando en muchos casos a conocidos que habían visto en las calles del pueblo, del barrio, de la ciudad durante toda sus vidas.

El narcótico era ron aldeano, las arengas de los jefes falangistas para acabar con los enemigos de España, para luego ir a sus casas y violar a sus mujeres en un acto de supuesta gallardía, el poder ilimitado de aquellos machos del yugo y de las flechas armados hasta los dientes.

Cualquier ruido nocturno suponía un sobresalto, aunque sobre el techo de la improvisada prisión volara en ese instante una sigilosa lechuza, un alcaraván reuniendo a sus crías, el viento marino removiendo las planchas del inexpugnable techo del alba.

No se podía olvidar jamás cuando venían a llevarse a los condenados en ilegales Consejos de Guerra, la despedida colectiva de seres anulados ante la inminencia del fusilamiento, siempre en el campo de tiro de La Isleta.

Un 29 de marzo del 37 mi abuelo Francisco González pidió por sus huérfanos horas antes de su ejecución. Los abrazos y besos, el bullicio colectivo porque ya no los verían nunca más, luego el silencio y la ausencia más triste de sus desgraciadas vidas.

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Foto. Escavando en la fosa de Brunete.

-Lo que vimos en la apertura de una fosa en Brunete. El futuro que puede traer.

En mayo, muy cerca de cumplirse 85 años de la doble ofensiva republicana de julio de 1937 que terminó llamándose batalla de Brunete, en los trigales de ese mismo municipio, al borde de un camino entre taludes, por fin se localizó y abrió de forma apropiada el primer lugar de enterramiento de combatientes de este enorme campo de batalla. Esta fue también una de las primeras fosas (si no la primera) de este tipo que se abren en toda la Comunidad de Madrid. El trabajo lo realizó Arqueoantro, y detrás y junto a ellos, facilitando que esto pasara, estuvo la implicación y el apoyo a la memoria democrática de tantas personas, que es más apropiado decir que fue una parte de la sociedad. Desde el punto de vista de nuestro colectivo, lo que se ha hecho en mayo en Brunete ha sido emocionante y un acto de justicia. Ahora, lo que hay que conseguir, es que esto marque un hito que cambie decididamente la percepción y la política de (des)memoria actualmente vigentes en Madrid.

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Sobre foto de Miguel en el frente, su poema Rusia.

-Miguel Hernández

RUSIA

En trenes poseídos de una pasión errante

por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,

y en tensos aeroplanos de plumaje tajante

recorro la nación del trabajo y la nieve.

De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,

sale una voz profunda de máquinas y manos,

que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,

y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.

Basta mirar: se cubre de verdad la mirada.

Basta escuchar: retumba la sangre en las orejas.

De cada aliento sale la ardiente bocanada

de tantos corazones unidos por parejas.

Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos

has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,

y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,

como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente.

De unos hombres que apenas a vivir se atrevían

con la boca amarrada y el sueño esclavizado:

de unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,

una masa de férreo volumen has forjado.

Has forjado una especie de mineral sencillo,

que observa la conducta del metal más valioso,

perfecciona el motor, y señala el martillo,

la hélice, la salud, con un dedo orgulloso.

Polvo para los zares, los reales bandidos:

Rusia nevada de hambre, dolor y cautiverios.

Ayer sus hijos iban a la muerte vencidos,

hoy proclaman la vida y hunden los cementerios.

Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,

quemados por la sangre de los trabajadores.

Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,

y cantan rodeados de fábricas y flores.

Y los ancianos lentos que llevan una huella

de zar sobre sus hombros, interrumpen el paso,

por desplumar alegres su alta barba de estrella

ante el fulgor que remoza su ocaso.

Las chozas se convierten en casas de granito.

El corazón se queda desnudo entre verdades.

Y como una visión real de lo inaudito,

brotan sobre la nada bandadas de ciudades.

La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta

como un arma afilada por los rinocerontes.

La metalurgia suena dichosa de garganta,

y vibran los martillos de pie sobre los montes.

Con las inagotables vacas de oro yacente

que ordeñan los mineros de los montes Urales,

Rusia edifica un mundo feliz y trasparente

para los hombres llenos de impulsos fraternales.

Hoy que contra mi patria clavan sus bayonetas

legiones malparidas por una torpe entraña,

los girasoles rusos, como ciegos planetas,

hacen girar su rostro de rayos hacia España.

Aquí está Rusia entera vestida de soldado,

protegiendo a los niños que anhela la trilita

de Italia y de Alemania bajo el sueño sagrado,

y que del vientre mismo de la madre los quita.

Dormitorios de niños españoles: zarpazos

de inocencia que arrojan de Madrid, de Valencia,

a Mussolini, a Hitler, los dos mariconazos,

la vida que destruyen manchados de inocencia.

Frágiles dormitorios al sol de la luz clara,

sangrienta de repente y erizada de astillas.

¡Si tanto dormitorio deshecho se arrojara

sobre las dos cabezas y las cuatro mejillas!

Se arrojará, me advierte desde su tumba viva

Lenin, con pie de mármol y voz de bronce quieto,

mientras contempla inmóvil el agua constructiva

que fluye en forma humana detrás de su esqueleto.

Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas,

fuerza serán que cierre las fauces de la guerra.

Y sólo se verá tractores y manzanas,

panes y juventud sobre la tierra.

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