«Mujeres en todos los frentes». Enriqueta Otero. Comandante en la GNR, guerrillera en el monte, 20 años presa política. Murió en 1988, tan rebelde como vivió.

Foto. Enriqueta Otero.

Mujeres en todos los frentes

Libro.

Enriqueta Otero

Lugo 1910 – 1989

Nació en la parroquia de Castroverde, hija de un padre burgués, tirano con la familia. La madre, en cambio, era una mujer dulce que murió joven después de parir nueve hijos. Enriqueta mostró capacidad de estudio y decidió hacer Magisterio, ejerciendo como maestra en diversas zonas de Galicia. Poco después se casó y se trasladó a Madrid, dando clase en el colegio Gómez Baquero.

En la capital comenzó su militancia en el PCE. Al iniciarse la Guerra Nacional Revolucionaria, se alistó en la Primera Brigada Móvil de Choque, la 46 División, consiguiendo el grado de comandante. Fue a la vez coordinadora del Hospital de Carabanchel. Luchó como miliciana en la guerra, formó parte de la Escuela de las Milicias Culturales.

Tras el golpe del traidor coronel Casado, con el fin de entregar la República a los fascistas, fueron detenidos cientos de comunistas, entre ellos Enriqueta Otero. Fue recluida en las Salesas junto a otras 2.600 mujeres en los tiempos iniciales del franquismo, con lo que eso suponía; poco después fue trasladada a la cárcel de Ventas, de la que huyó encabezando un motín, con toma de rehenes incluida.

Durante días deambuló por el triste Madrid de posguerra, tomando la decisión de volver a su tierra. De forma rocambolesca viajó en tren hacia Lugo, haciéndose pasar por franquista en todo el trayecto, ya que estaba siendo buscada por las fuerzas del orden.

Ella misma contaba con sorna años después que, durante ese largo viaje, la guardia civil que se le acercaba a interrogarla debió de pensar que se trataba de la mismísima Pilar Primo de Rivera, tal fue el talante de su discurso a los guardias.

Al llegar a Lugo, huyó hacia los montes y se incorporó al grupo guerrillero La terra de fuxidos galegos en el que estaban Benigno Andrade (Foucelhas), Marcelino Fernández (Marrofer) José Castro Veiga (El Piloto), Julio Neto, Ramón Viveiro, José Vicente Rodriguez y ella misma. Tuvieron en jaque a la Guardia Civil durante nueve largos años desde la montaña lucense. De forma continua atacaban las posiciones de las fuerzas del orden fascistas, no dándoles tregua, continuamente se trasladaban de un lugar a otro con el fin de no ser localizados.

Fue detenida en 1946 por un chivatazo a los guardias cuando se encontraba escondida en una casa; se mantuvo firme en su escondite respondiendo en todo momento al ataque de los guardias. Siempre afirmó con orgullo que jamás se entregó, ya que resistió hasta el último cartucho.

Al ser detenida, estaba mal herida; durante la convalecencia sufrió torturas espantosas, le dieron patadas, golpes en las heridas operadas y mal cicatrizadas hasta la hora del juicio en el que la sentenciaron a muerte. Las presiones internacionales hicieron mella en el régimen para conseguir la conmutación de su condena por treinta años de cárcel, de los que cumplió diecinueve por diversos penales de España. Con guasa contaba que durante esos años, apenas salió de la celda de castigo, debido a las protestas, los motines y los desordenes que provocaba en todo momento.

Salió de prisión en 1966, marchando a su aldea natal donde vivió en la pobreza más absoluta, ya que el franquismo la despojó de su título de maestra, título que le restituyeron un año antes de su jubilación. Durante el tiempo que estuvo en Lugo, después de salir de la cárcel, creó un proyecto cultural: O Carriño, instalado en una palloza construida por ella misma, bajo la mirada de sospecha de las autoridades, en el Parque Rosalía de Castro de Lugo.

En 1977 fue candidata al Parlamento por el PCE. Poco después se distanció del partido, cuando pudo comprobar que los carrillistas ya no eran el partido de la clase obrera que había encabezado la lucha contra el fascismo.

En la ciudad de Lugo es recordada su rebeldía, ya que realizaba constantes visitas a las autoridades con los diversos motivos que ella consideraba dignos de sus protestas, fueran multas de tráfico o la aplicación de leyes fascistas. Murió en 1988, tan rebelde como había vivido.

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