Libro de historia, fundamental: «Capitalismo y esclavitud», de Eric Williams. ¿Acaso crees que Europa sería lo que es sin la esquilmación y esclavitud en América y África?. Descarga.

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-“Capitalismo y esclavitud”

Eric Williams.

Una sola idea recorre este libro: la esclavitud, promovida y organizada por los europeos en el hemisferio occidental entre los siglos XVI y el XIX, no fue un hecho accidental en la historia económica moderna. No fue un fenómeno marginal, merecedor de oprobio y vergüenza, pero felizmente superado por la marcha triunfante del capitalismo y del régimen contractual del trabajo libre que siempre parece caracterizar a las economías modernas. La esclavitud fue, antes bien, una pieza crucial en los primeros momentos de la formación del capitalismo mundial y del arranque de la acumulación en Gran Bretaña.

Entre mediados del siglo XVI y la abolición en 1888 del tráfico en Brasil, más de 14 millones de personas, principalmente de África Occidental y el Golfo de Guinea, fueron arrancadas de sus comunidades de origen para ser deportadas a las colonias europeas del Caribe, el sur de lo que serían los Estados Unidos y la costa brasileña. Fue precisamente el «ganado negro» lo que permitió roturar y cultivar las tierras vírgenes de las Antillas tras el exterminio de los indios y las crecientes dificultades para importar mano de obra europea de forma suficiente. Fue también el trabajo esclavo lo que impulsó lo que podríamos llamar la primera agricultura de exportación: el cultivo del azúcar, pero también del tabaco y del algodón.

Las plantaciones trabajadas por esclavos hicieron crecer el volumen del comercio intercontinental, estimularon el desarrollo de todo un conjunto de industrias de transformación (desde el refinado del azúcar hasta las primeras fábricas de tejido de algodón) y convirtieron a algunos puertos atlánticos en prósperos centros comerciales. Así fue como el tráfico triangular que de Europa llevaba a África la quincalla (trapos, bisutería, hojalata y espejos) que luego era intercambiada por esclavos, que después eran vendidos en América y de cuyos brazos y piernas se extraían las materias primas de las primeras manufacturas europeas, hizo al capitalismo europeo, especialmente al capitalismo británico. Sin las riquezas de América y sin los esclavos y el comercio africanos, el crecimiento económico, político y militar de los Estados europeos hubiese quedado limitado, sin duda, a una escala menor; quizás definitivamente menor. Con ellos el primer capitalismo se hizo mundial y con toda razón, en Liverpool y en Bristol se decía que «no hay un solo ladrillo en la ciudad que no esté mezclado con la sangre de un esclavo».

La tesis de Capitalismo y esclavitud es, pues, una tesis radical. En la misma medida en que presenta crudamente el violento nacimiento del capitalismo muestra el lazo indisociable entre la esclavitud y los primeros procesos de acumulación en las dos orillas del Atlántico. Del mismo modo, a la luz de su lectura, la abolición de la trata y de la esclavitud en Gran Bretaña parece menos la obra de los lores anti-abolicionistas ingleses, que de los costes, crecientemente inasumibles, que suponía el monopolio del azúcar de las Antillas británicas frente a los nuevos intereses de los capitalistas industriales. Todo un ejercicio de materialismo descarnado, desprovisto de los tintes idealistas que todavía se cuelan por doquier en la historiografía más convencional.

El valor de las afirmaciones de este libro es aun mayor si se tiene en cuenta que fue escrito entre los años treinta y cuarenta; publicado en 1944, por un antillano, Eric Williams, que hizo parte de sus estudios en Oxford y en la Universidad de Howard de Washington, la universidad negra por antonomasia de EEUU. Como no podía ser de otra manera, Eric Eustace Williams fue también militante y activista negro, responsable de la independencia definitiva de Trinidad y Tobago y primer ministro de este país entre 1956 y 1981.

A pesar del extraordinario desconocimiento de esta obra en lengua castellana, publicada en una sola ocasión por Ediciones Siglo XX en 1973 (Argentina), el trabajo de Eric Williams no es un ejemplo aislado.

El valor de este libro es también el de un clásico dentro de una importante escuela de la historiografía negra. Capitalismo y esclavitud puede y debe ser leído al lado de otros que en su momento marcaron su propia escritura. En primer lugar, la otra gran referencia de los radicales antillanos de los años treinta y cuarenta del pasado siglo: C. L. R. James.

En la obra mayor de James en esos años, Los jacobinos negros, se recoge efectivamente la historia, todavía sorprendentemente desconocida, del espejo caribeño de las revoluciones estadounidense y francesa, la independencia de Haití, a través de la biografía del principal de sus líderes: Toussaint L’Ouverture. En la mitad francesa de la antigua Española, los esclavos negros no esperaron a los flántropos. Cansados de las vacilaciones de la metrópolis, inmersa en su propio proceso revolucionario, acometieron la tarea por sus propios medios expulsando a sus amos blancos de la isla. Durante más de una década, los soldados negros de L’Ouverture derrotaron a los ejércitos franceses y británicos, en sus intentos sucesivos y alternos de hacerse de nuevo con Santo Domingo. Sin duda fueron las revueltas impulsadas por lo que Williams llamó el «partido esclavo», y que recorrieron todo el Caribe durante el primer tercio del siglo XIX, las que acabaron también por hacer de la esclavitud una «lacra moral» para las naciones civilizadas.

La siguiente generación de militantes e intelectuales caribeños, nos dejó los trabajos de Walter Rodney, asesinado en 1980 en su Guayana de origen, probablemente por órdenes de la propia policía. Su How Europe Underveloped Africa [Cómo Europa ha producido el subdesarrollo de África] sigue siendo una excelente demostración de que la miseria africana tiene demasiado que ver con la histórica prosperidad europea.

A este estudios y a algunos otros, les acompañaron y siguieron toda una buena colección de obras sobre la esclavitud, el comercio triangular y las revueltas de esclavos, marineros y toda clase desposeídos en el otro lado del Atlántico. Así resulta inexcusable no mencionar la monografía ya clásica de Eugene Genovese, From Rebellion to Revolution: Afro-American Slave Revolts in the Making of the Modern World (1979) [De la rebelión a la revolución. Las revueltas de los esclavos afroamericanos en la formación del mundo moderno]; el también clásico, para el caso brasileño, de Florestan Fernandes, A integração do negro na sociedade de classes (1964) [La integración del negro en la sociedad de clases]; el libro de Paul Gilroy, The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness (1993) [El Atlántico negro. Modernidad y doble conciencia]; Publicada en castellano en fecha tan reciente como 2003: Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la Revolución de Haití, México, FCE, 2003 o el trabajo de Peter Linebaugh y Marcus Rediker, The Many-Headed Hydra: Sailors, Slaves, Commoners, and the Hidden History of the Revolutionary Atlantic (2000).

Tomados en conjunto, estos estudios del Atlántico negro, nos remiten a una historia que ya no puede ser considerada exótica, objeto preferido de relatos románticos, si bien casi siempre terribles, en los mares cálidos de las costas de América, sino directamente constitutiva del Occidente capitalista, y lo que es más, de la realidad mestiza y post-colonial de la mayoría de sus metrópolis. Al leer Capitalismo y esclavitud debiera quedar claro que se lee la propia historia de un mundo hecho global tanto por la evolución del tráfico y el comercio, como por una larga secuencia de migraciones y diásporas masivas, pero también de deseos y luchas de libertad y emancipación.

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