Libro «Sus hijos después de ellos», de Nicolas Mathieu. Consecuencias y falta de futuro con la desindustrialización de un valle de Francia.

Portada del libro.

Alientos de lucha

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Sus hijos después de ellos

Nicolas Mathieu

(Francia 1978)

“Al volante, en el emplazamiento de una máquina, en el bar, en el garaje se hacía la misma pregunta: ¿debería ponerse la gorra? Antes, a los tíos no les hacía falta disfrazarse. Excepto a los ascensoristas, porteros y criados. Y resulta que ahora todo el mundo acaba siendo servil en mayor o menor medida. Los gajes del oficio ya no eran la silicosis ni la explosión de grisú. Ahora la gente se moría a fuego lento, de humillación, de servidumbres minúsculas, de que la estuvieran vigilando mezquinamente a lo largo de toda la jornada; y también por el amianto. Desde que las fábricas habían echado el cierre, los trabajadores no eran más que confeti. ¿Masas y colectividades? Para qué, si los nuevos tiempos pertenecían al individuo, la temporalidad y el aislamiento. Y todas esas migajas laborales eran otros tantos satélites que orbitaban sine die en torno al gran vacío del trabajo donde medraba la ristra de espacios divididos, plasticosos y transparentes: cubículos, boxes, mamparas y serigrafías.

Allí dentro, el aire acondicionado atemperaba los estados de ánimo. Los buscas y los teléfonos alejaban a los pequeños intermediarios y refrigeraban los vehículos. La competitividad se generalizaba a costa de diluir solidaridades centenarias. Por doquier nuevos puestuchos ingratos y mal pagados, de zalemas y conformidad, proliferaban en detrimento de los agotamientos colectivos de antaño. La producción ya no tenía sentido. Se hablaban de esquemas relacionales, de calidad del servicio, de estrategias de comunicaciones, de satisfacción del cliente. Todo se había vuelto pequeño, aislado, borroso y amariconado. Patrick no comprendía ese mundo sin camaradería, ni esa disciplina que se había extendido del gesto a la palabra y del cuerpo al alma. Lo que se esperaba de ti ya no era una disponibilidad puntual ni una mano de obra canjeable en metálico. Ahora, además, tenías que creértelo, aplicar una mentalidad, utilizar un vocabulario con sello de autenticidad, impuesto desde arriba y vacío de contenido, cuyo pasmoso efecto consistía en que la resistencia resultaba ilegal, y tus intereses, indefendibles. Había que llevar gorra.

En ese mundo, los trabajadores manuales ya no contaban para nada. Sus epopeyas estaban pasadas de moda. Sus sindicatos bocazas y siempre dispuestos a pactar daban risa. Cada vez que algún infeliz reivindicaba una existencia menos penosa, se le demostraba matemáticamente lo poco razonable que eran sus ansias de vivir. Por querer comer y divertirse como todo el mundo, ponía en peligro los avances del progreso. Aunque ese egoísmo no dejaba de ser comprensible. Sencillamente, ignoraba los mecanismos del orden mundial. Si le subían el sueldo, su puesto se trasladaría a las afueras de Bucarest. Unos chinos, mucho más patriotas e industriosos, harían el trabajo en su lugar. Tenía que comprender esas restricciones que le explicaban unos pedagogos amenos y bienaventurados.”

Foto. Nicolas Mathieu.

Sobre el autor:

En 2014 publicó su primera novela, Aux animaux la guerre; su segunda novela, Sus hijos después de ellos, trata de la desindustrialización de un valle del este de Francia y sus consecuencias para los trabajadores, pero también para el futuro de sus hijos.

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