De Cesar M. Arconada, libro «Río Tajo»: ‘Es la guerra, y como es la guerra, ya no se pide ni se ambiciona lo perdido. Todo se nos hace superfluo, menos una cosa: las armas’.

Portada. Río Tajo, de C. Muñoz Arconada.

Alientos de lucha

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Río Tajo

Cesar Muñoz Arconada

(Palencia 1898 – Moscú 1964)

“Han pasado unos días, y cada persona se toca la existencia para ver si existe, como después de una batalla uno se toca el cuerpo para ver si está íntegro. Después del huracán, pasado el momento atónito, nos ponemos en pie, y con aquello que nos queda por despojar: con la fuerza sustancial de la vida, el puño en alto como una síntesis descarnada, como el tronco de una voluntad no vencida, gritamos: ¡Fascismo, no pasarás!

Y la fuerza y la voluntad de cada uno se hace, en común, bloque de resistencia para el no pasar y el no vencer. Y como el enemigo encuentra enemigo, la fuerza y la voluntad encuentra lucha. Es la guerra.

Es la guerra, y como es la guerra, ya no se pide ni se ambiciona lo perdido. Tanto nos da tener o no tener una cama para dormir: unas pajas por el suelo, y ya está bien. No pedimos manjares exquisitos para comer: un trozo de pan, y ya estamos conformes. No necesitamos trajes elegantes: un mono azul donde podamos meter el cuerpo, y nada más. Por el momento no ambicionamos nada de todo aquello que la civilización ha ido creando durante muchos siglos. Se ve que el hombre vuelve a la elementalidad de donde ha salido, más fácilmente de lo que se cree.

Todo, en esta vuelta a la austeridad primitiva, se nos hace superfluo, menos una cosa: las armas. ¡Todos a la busca y rebusca de armas, a la lucha interior por las armas! Como nada ambicionamos sino armas, se establece la jerarquía de las armas: el que tiene un fusil es un ser privilegiado, como antes el que tenía un automóvil. El que ha podido hacerse con una escopeta mira con envidia al del fusil y a la vez es envidiado por el que solo tiene un mosquetón inútil. Este, a su vez, es envidiado por la multitud de gente que a lo largo de los caminos y las carreteras, no tiene más que el puño para levantarlo, al paso de los camiones y de los automóviles. Pero el ser más desgraciado, el paria de la nueva situación, es aquel que no ha podido hacerse con una pistola. La pistola es la obsesión de cada ciudadano. El privilegiado que la tiene, la luce; el que no la tiene la desea y la busca. La repelea por las pistolas es el primer trabajo de la nueva vida en guerra.

Cada noche, llegan las armas mañana. Es como el “hoy no se fía, mañana sí”, que algunas tiendas y tabernas tienen escrito en sus paredes. No hay más armas que aquellas que cada uno se procura, sea como sea. A veces vienen a Valdelaguna enlaces que tienen un hermoso mauser con la correa amarilla: es el arma de algún Guardia Civil. Han aparecido también unas cuantas pistolas. No es fácil saber por dónde han venido. Muchas de ellas son viejas pistolas que tienen un antiguo historial de clandestinidad y de revolución. Chaparrejo luce una de ellas, al cinto, que ha puesto sobre la faja. Fue a quien primero se la dieron. Antes nunca había llevado nada con orgullo. Ahora lleva la pistola como una condecoración.”

Foto. Cesar M. Arconada.

Sobre el autor:

Arconada es uno de los escritores más representativos del realismo socialista en España. Poco después del advenimiento de la II República, ingresó en el PCE. En 1932 publicó Los pobres contra los ricos y en 1934 Reparto de tierras. Al reanudarse la publicación de Mundo Obrero, portavoz del Partido Comunista, ocupó el puesto de redactor literario. Durante la guerra del 36 publicó el poemario Romances de la guerra y la obra de teatro La conquista de Madrid. En 1938 escribió Río Tajo. Tras la derrota, fue internado en un campo de concentración francés, partiendo posteriormente hacia la URSS.

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