Torturar resulta impune, y tiene ascensos. Joxe Arregi: ‘Oso latza izan da’ (‘Ha sido muy duro’). Galindo, asesino, torturador, narco, ejemplo de Intxaurrondo.

Foto. Brutales torturas en el cuerpo de Joxe Arregi.

Tortura: Diario de una costumbre fascista española

-El premio por torturar

Iñaki Egaña. Historiador. 13 de febrero.

Una anomalía mil veces repetida se convierte en normalidad. Lo hemos constatado con los fallecidos por la covid. La muerte ya no es noticia. Con la tortura acontece algo similar. Estudios, trabajos, testimonios… nos indican que ha sido una práctica habitual en las comisarías, que miles de vascos han sido vejados, violados y hostigados incluso hasta la muerte. Y, sin embargo, semejante crimen sigue teniendo una categoría despreciable para parte de la comunidad política. Al menos 6.000 vascos han sido torturados y sus nombres vagan en la oscuridad.

Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que prohíbe explícitamente la tortura, diecisiete vascos, quizás más, han muerto a manos de sus torturadores, como si desde la Edad Media apenas hubiera bufado el aire en ese reino llamado España. De ellos, recordamos a Joxe Arregi a quien hace ahora cuarenta años torturaron hasta la muerte. Y aunque su historia es la de otros hombres y mujeres, su relato identifica la gratuidad de la tortura para quienes la cometen. La protección que recibieron los criminales y el escarnio que sufrieron las víctimas.

Joxe Arregi fue detenido en Madrid junto a su compañero Isidro Etxabe. De la redada escapó, entre otros, Andrés Izagirre Gogorza, muerto por la Guardia Civil en una emboscada unos meses después. Al día siguiente fueron detenidas la sueca Ann Brundin y la chilena Lucía Vergara. Ambas fueron torturadas, Lucía en especial, a quien dos años más tarde, ya en libertad, mató la Policía chilena en otra emboscada. Un drama silenciado.

En el hospital de Carabanchel, el polimili Iñaki Agirre, José Luis Fernández (GRAPO) y Luis Alonso (PCE(r)) atendieron a Joxe: «Oso latza izan da». Fueron testigos de su agonía y gracias a ellos su muerte trascendió al exterior. Los presos de ETA y de los GRAPO en Carabanchel, 114 entonces, hicieron una huelga de hambre para amplificar la noticia. Juan Cruz Unzurrunzaga y Vicente Ameztoy entraron en la morgue de Zizurkil para hacer aquellas fotos que desvelaron las trazas de la tortura.

A pesar, José Manuel Blanco, entonces jefe de la Policía, dijo: «Arregi jamás fue objeto de malos tratos». Juan José Rosón, ministro del Interior, voceó: «Arregi se produjo las lesiones en forcejeo con la Policía». “ABC”, hoy en Vocento junto a sus socios vascos, editorializó: «Coincidencia total en que Arregi no murió por torturas». Txiki Benegas (PSOE) añadió: «Hay que dar un nuevo paso apoyando a la Policía». Y Julián Marín Ríos, uno de los agentes que torturó hasta la muerte a Joxe, sentenció: «Es público y notorio que los terroristas se autolesionan y luego denuncian malos tratos».

El calvario comenzaba entonces. Un total de 73 agentes habían «interrogado» al Arregi. De ellos fueron identificados once y detenidos cinco. Las fotografías del cadáver habían horrorizado a los ciudadanos honrados. Pero unos días después llegó el golpe de Estado (23F) y antes de que se supiera su resultado, los cinco fueron puestos en libertad. De ellos Julián Marín Ríos y Juan Antonio Gil Rubiales serían imputados y absueltos en 1983 y 1985, hasta que el Tribunal Supremo los condenó a cuatro meses de arresto que no cumplieron.

¿Cuál fue el porvenir de los protagonistas de aquella ignominia? Desde un punto de vista «profesional», su futuro fue brillante.

Rosón continuó de ministro. A sus espaldas, la desaparición de Naparra, los muertos de Almería y los del Bar Hendayais. Manuel Ballesteros, comisario general de Información, ascendió a la cúpula del MULC, elaboró el Plan ZEN y asesoró al Gobierno del PSOE, junto a Domingo Martorell, en las conversaciones de Argel de 1989. Martorell había dirigido los interrogatorios a Arregi. Cuando abandonó la Policía fue fichado por Antena 3. Francisco Laina, director de Seguridad del Estado, falangista de carnet, fue agasajado por el PSOE con la Orden del Mérito Constitucional y en 2007 fundó, junto a Andrés Cassinello, la Asociación para la Defensa de la Transición.

El ministro de Justicia Francisco Fernández Ordoñez, de UCD, se afilió al PSOE y fue ministro y embajador en EEUU y la OTAN. Su hijo director del Banco de España. Adolfo de Miguel y José Zugasti, los abogados que defendieron a los torturadores, repitieron con los golpistas del 23F. Los cuatro médicos que «examinaron» a Arregi y no vieron signos de tortura engordaron. Santiago Martín Pachón, jefe servicios médicos de la Policía, apareció también en el «Caso Nani» (Santiago Corella) y su hermano Salvador fue imputado por torturas en Bilbao a Julen Zabalo. Miguel Usieto se convirtió en médico de la Policía y luego de Muface y Asisa. Isidro Álvarez, psiquiatra, trabajó para los laboratorios Cobrial y Javier Estreros entró en el Severo Ochoa y en 2008, con Gobierno de Zapatero, irrumpió en el Ministerio de Sanidad.

Los jueces que absolvieron a los torturadores tuvieron también un plácido recorrido. Mariano Rodríguez Esteban y Enrique Calderón llevaban la toga desde los tiempos profundos del franquismo. Juan Manuel Sanz Bayón, que en el segundo juicio emitió un voto particular, alcanzó el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

De los once agentes identificados que participaron en los «interrogatorios» a Joxe, José Antonio González llegó a director de la Policía Judicial. Su nombre apareció en la Operación Malaya, pero fue avalado por Rubalcaba. Ricardo Sánchez llegó en 2004 a jefe de la Unidad de Desaparecidos. Gil Rubiales, uno de los dos condenados, fue destinado a Donostia y luego a Iruñea. En la capital navarra fue imputado por disolver con cadenas y bates de béisbol una manifestación exigiendo la verdad sobre la muerte de Mikel Zabalza. En 1982 recibió la Medalla al Mérito Policial y concluyó su carrera como comisario general en Tenerife. Marín Ríos, destinado en Donostia antes de las torturas a Arregi e implicado en la muerte de Argala, estaba en Ecuador cuando fueron secuestrados y torturados Aldana y Etxegarai. Concluyó su carrera como jefe de la unidad de detección de explosivos de la Policía.

Portada libro «A un latido de distancia».

-‘Oso latza izan da’ [‘Ha sido muy duro’]

Adelaida Artigado

Joseba Arregi fue detenido el día 4 de febrero de 1981. Bajo la hostil Ley Antiterrorista, fue incomunicado y puesto a disposición de la Brigada Regional de Información durante nueve días en la Dirección General de Seguridad de Madrid. Mañana, tarde y noche, los policías emplearon con Joseba las prácticas más violentas que se pueden ejercer contra un ser humano. Instruidos y amparados por el propio Estado. Su ley pro torturas se les fue de las manos.

¿Qué ha pasado? –se preguntaban por todos los ministerios, asombrados.

¡Tortura, sí –susurraban entre ellos–, pero calculando los límites de tolerancia del cuerpo humano!

A Joseba lo habían matado.

Oso latza izan da (Ha sido muy duro) –había susurrado Joseba a Iñaki Agirre (ETApm), a Xose Lois Fernandez (GRAPO) y a Lois Alfonso Riveiro (PCE(r)) cuando le encontraron aniquilado en la celda 23 de la planta alta del hospital penitenciario de Carabanchel.

Me colgaron en la barra varias veces dándome golpes en los pies, llegando a quemármelos no sé con qué; saltaban encima de mi pecho, los porrazos, puñetazos y patadas fueron en todas partes –les relató moribundo cuando los compañeros le preguntaron por los tipos de torturas que había sufrido.

Conforme lo desvestíamos para acostarlo fue apareciéndonos el cuadro tétrico de su cuerpo cubierto de grandes hematomas, siendo el más llamativo uno totalmente ennegrecido de dimensiones aproximadas a los veinte centímetros que le circundaba completamente a la altura de los riñones. Los pies hinchados presentaban en toda la superficie de sus plantas un hematoma ennegrecido con visibles quemaduras y ulceraciones tratados con mercromina –declararían públicamente los presos políticos en una nota lanzada por la ventana del hospital penitenciario de Carabanchel.

¿Te trataron con algún medicamento en la Dirección General de Seguridad? –preguntaron los compañeros.

Me untaron con pomada –contestó él.

Iñaki, Xosé y Lois tuvieron que irse a sus celdas, que se encontraban en la planta baja. Pero a las nueve de la mañana del día siguiente subieron de nuevo para asistirle.

Pasó toda la noche con diarrea, cagándose encima. No meó porque sus riñones estaban reventados. Tenía mucha más dificultad para respirar.

Nik uste diat hiltzekotan nagoala (Creo que me estoy muriendo) –susurró, cuando advirtió la presencia de sus compañeros. Y murió pocas horas después.

¡Ha muerto un etarra, viva Cristo Rey! –retumbaban los gritos de los carceleros entre los muros carcelarios.

El cadáver presentaba algunas contusiones cuyo origen no se ha podido determinar, de momento. Sobre todo, en el cuero cabelludo frontal, hematomas superficiales en ambos ojos y en los párpados. También presenta quemaduras en las plantas de los pies. En cualquier caso, me reservo la última opinión –puntualizaba el juez, José Antonio de la Campa, después de presenciar la autopsia.

Fallo respiratorio originado por proceso bronconeumótico con intenso edema pulmonar bilateral y derrame de ambas cavidades pleurales y periocardio –precisaba el informe forense.

Dicho de forma llana: le reventaron el corazón y los pulmones. Del resto de órganos no hacía mención el análisis anatómico.

¡Que se busquen responsables! –gritaban indignados en los pasillos ministeriales.

Todos los partidos políticos españoles expresaban su «indignación» y su condena ante la muerte de Joseba y reclamaban un drástico castigo a los culpables.

¡Caerá el peso de la ley sobre las personas implicadas! —trasmitían los portavoces del Gobierno, a la vez que exigían dimisiones en masa.

Opuestos a la cínica hipocresía gubernamental, un gran número de reclusos y reclusas iniciaron una huelga de hambre en las prisiones de todo el Estado, en protesta por el asesinato de Joseba Arregi en dependencias policiales.

Euskadi se paralizó con una huelga general y se organizaron múltiples manifestaciones contra las torturas sistemáticas y los asesinatos de Estado. Con una masiva participación del pueblo vasco que se alzó contra los asesinos y sus cómplices. En las manifestaciones se podían leer los eslóganes: «Disolución de los cuerpos represivos» y «Abajo la Ley Antiterrorista».

De setenta y dos policías que participaron en el interrogatorio, solo dos fueron procesados por «supuestos malos tratos». Ambos fueron absueltos por la Audiencia Provincial, con la alegación: «Es público y notorio que los terroristas se autolesionan y después denuncian por malos tratos».

Ante el recurso presentado por la acusación particular volvieron a ser juzgados y nuevamente absueltos. Negando que se hubiera producido un delito de torturas sino solo negligencia en la custodia del detenido; considerando que «Arregi mostraba una técnica muy estudiada para producirse autolesiones».

Una inyección de moral para los policías encargados de la lucha antiterrorista –manifestaban los medios policiales.

Ante el escándalo que provocaron las descaradas indulgencias, el Tribunal Supremo anuló las sentencias absolutorias y condenó a los inspectores Julián Marín Ríos y Juan Antonio Gil Rubiales a cuatro y tres meses de arresto, y tres y dos años de suspensión de empleo respectivamente. Reconociendo que Joseba fue torturado, sin entrar a juzgar la relación existente entre sus lesiones y la posterior muerte del detenido. Un sarcasmo del Supremo, que certificó: entre todos lo mataron, pero él solo se murió.

Mural contra la tortura de la Ertzaintza, PN y GC.

-Condenas ínfimas, indultos y hasta ascensos: así se saldaron los casos de muertes por torturas en Euskadi

El 13 de febrero se cumplieron 40 años del asesinato de Joxe Arregi, quien murió tras ser torturado en dependencias de la Dirección General de Seguridad en Madrid. Es uno de los cuatro casos en los que hubo condenas, aunque posteriormente se decretaron indultos y uno de los agentes involucrados llegó a ser Comisario Jefe Provincial de la Policía en Tenerife.

https://www.publico.es/politica/condenas-infimas-indultos-ascensos-saldaron-casos-muertes-torturas-euskadi.html?utm_source=telegram&utm_medium=social&utm_campaign=web

Pantallazo noticia.

-Sobre el criminal de guerra Galindo

*“Esto es una guerra, y la vamos a ganar” decía Galindo a sus hombres de la unidad antiterrorista de Intxaurrando.

-Por eso se implicó y especializó en guerra sucia, crímenes, torturas, y narcotráfico.

Dossier en que se implica a Galindo y su utilización del tráfico de heroína en la lucha contra ETA.

Los medios que publicaron dichas investigaciones sobre guerra sucia, fueron cerrados: Egin, Ardi Beltza, Kale Gorria…

*Recomendamos los libros de Pepe Rei, “La red Galindo” e “Intxaurrondo, la trama verde”. Editorial Txalaparta.

Tuit de Olona sobre Galindo.

-Tuit de Macarena Olona, Vox

“Que la tierra te sea leve, mi General. Hoy, más que nunca, Intxaurrando en nuestro corazón. DEP”.

Los que insultan y condenan recibimientos y homenajes a presos políticos, ensalzando a criminales, torturadores y narcotraficantes…

Cartel de CNT. Fotos de Pacheco, Galindo, y González.

-La calle expresa:

Cartel de CNT: “Covid-19. Billy el niño… Galindo… ¡Felipe! Calienta… ¡que sales!”.

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