‘A un latido de distancia’ de Herrera de la Mancha, Isabel Aparicio, las palizas en las cárceles, los jóvenes criminalizados, y de Malcom X.

Portada libro ‘A un latido de distancia’. (dibujo escribiendo a través de una alambrada)

Reseñas literarias:

Del libro de Adelaida Artigado

A un latido de distancia”

Tokata. 2014.

Pegatina COPEL (un preso sangra por la boca agarrado a los barrotes)

-Tierra de un mismo costal

En junio de 1979 se inauguró la primera prisión de máxima seguridad del Estado Español. Con una selecta elección del personal directivo y funcionario, en su mayoría, los desechos de la generación de la dictadura, provenientes de otras cárceles del régimen, y diestros en el oficio de aplicar castigos y suplicios. En la recién entrada democracia disfrazada. A tan solo tres meses de la inauguración del centro, diecinueve abogados interponían ante el juzgado de instrucción de la provincia las primeras denuncias de torturas.

Algunos reclusos denunciaban haber sido sometidos a torturas a manos de sus carceleros. Funcionarios de la prisión afirmaban y reafirmaban haber sido testigos presenciales de lesiones y torturas por parte de sus propios compañeros hacia los presos, incluso en presencia del mismo director del centro. Los partes médicos daban fe de la existencia de lesiones en el cuerpo de los presos.

A los diecinueve primeros abogados denunciantes se les sumaron un centenar de juristas más.

El director general de instituciones penitenciarias, Carlos García Valdés, declaró que allí no se torturaba, sino que, tratándose de una cárcel para internos de peligrosidad extrema, se utilizaba la fuerza física, sólo si se estimaba necesaria como medida de control, A los presos reivindicativos les llamaba nocivos y a las torturas la «fuerza mínima indispensable».

En carta dirigida al Fiscal General del Estado, García Valdés, ponía en su conocimiento, «para su mejor información», la «dudosa» conducta profesional de los abogados denunciantes, presentándoles poco después en algunos medios de comunicación como indeseables portavoces del GRAPO, anarquistas o miembros de Ia COPEL.

El Sr, Don Eduardo Hijas Fernández, juez de instrucción de Manzanares, acudió a la prisión e interrogó a los presos en presencia de los mismos verdugos que les coaccionaban y les torturaban. El juez, más que garantizar la seguridad de los reclusos, les aseguraba la venganza y las represalias. Ante tal procedimiento, algunos presos se retractaron. Otros, con más decisión y firmeza, se reiteraron.

El Juez de instrucción, después de tomada declaración a todas las partes, consideró que existía algún indicio del delito de torturas pero no una evidencia. Por lo que, encontrándose legalmente autorizado para juzgar y sentenciar, para su eminente juicio y prominente criterio, las declaraciones de los presos, las de los funcionarios testigos de los hechos, los partes fehacientes de los sanitarios, así como la acusación de los letrados, ofrecían la misma credibilidad que la cordura de Don Quijote en sus andanzas con su fiel compañero Sancho.

Ocurrió y ocurre en un lugar de la Mancha cuyo nombre no debe olvidarse: Herrera de la Mancha. Donde la justicia -que a nadie le pille de nuevo-, con absoluta evidencia, sentencia: ¡Aquí los gallos ponen los huevos!.

Cartel homenaje a Isabel Aparicio, exterminada en prisión.

-El desprecio de ser mujer y reclusa

Isabel Aparicio fue una presa política del PCE(r) que vivió media vida en clandestinidad y la otra media encarcelada. Ha muerto en la prisión de Zuera en régimen FiES, víctima de la cárcel y del abandono sanitario.

En 2008 fue llevada a quirófano donde debían realizarle una pequeña incisión para analizar unos miomas en el ovario derecho. Caso común en gran parte de las mujeres y que suelen desaparecer con la menopausia. Salió del quirófano con el útero y los ovarios extirpados sin haber dado su consentimiento como establece el protocolo médico.

Isabel quiso conocer la razón de tal ultraje, a lo que uno de los cirujanos que había practicado la intervención le manifestó: “Total, para lo que usted lo necesita”.

Postal ‘Aislad a este hombre’. (preso maniatado y ojos vendados)

-Cuentos para una sociedad falsamente democrática

Lo que nos cuentan: las cárceles están dotadas con personal altamente cualificado; la actuación de los profesionales está destinada a la rehabilitación y reinserción social de las personas presas.

Lo que se callan: un grupo de carceleros alzan sus porras y las dejan caer con saña sobre cualquier preso; por comunicarse de ventana a ventana, por darse toques de pared a pared, por responderles a un insulto, por plantarles cara ante una humillación, por ignorar una prohibición, por simple diversión… Es evidente el odio, la rabia, la ira, la violencia que les inculcan. Del latín, «inculcare»: meter algo pateándolo.

Dibujo. Preso gritando sobre manchas de sangre.

-Fe de erratas

Ley Orgánica Reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores:

Donde dice «menores» debe decir niños y niñas.

Donde dice «centro de reforma» debe decir cárcel para niños y niñas.

Donde dice «centros de protección» debe decir centros de exclusión.

Donde dice «Ley educativa-correctiva» debe decir código penal.

Donde dice “audiencia» debe decir juicio.

Donde dice «exploración» debe decir interrogatorio.

Donde dice «internamiento cautelar’ debe decir prisión preventiva.

Donde dice «disciplina» debe decir castigo.

Donde dice «medios de contención” debe decir torturas.

Donde dice «separación de grupo» debe decir celda de aislamiento.

Donde dice «educadores»‘ debe decir carceleros.

Donde dice “internos» debe decir presos y presas.

Donde dice «patologías mentales” debe decir rebeldía. Donde dice «medidas terapéuticas» debe decir administración de psicotrópicos para someter.

Donde dice «adaptación» debe decir sumisión.

Donde dice «ambientes marginales» debe decir barrios pobres.

Donde dice «libertad vigilada» debe decir libertad condicional.

Donde dice «acogimiento familiar» debe decir secuestro legal.

Donde dice «asociaciones sin ánimo de lucro» debe decir empresas sinónimo de lucro.

Donde unos ven una criatura traviesa, otros encuentran una fuente de ingresos, un negocio sin riesgos, creando delincuentes a su gusto y medida.

Foto. Malcom X.

-Abriendo las puertas a la libertad

Malcom venía de un mundo marginal, hambriento y esclavizado por el poder blanco. Él mismo se puso el sobrenombre de X -Malcom X- como gesto de rechazo, al ser consciente de que sus ascendientes fueron expropiados de sus verdaderos nombres y los blancos les asignaron apellidos yanquis cuando los compraron como esclavos. Nació en la época en que el Ku Klux Klan asesinaba y apaleaba negros con total impunidad. Lo detuvieron por primera vez a los diez años, por robar una sandía, porque en su casa se pasaba hambre. Su ingreso en prisión lo hizo con veintiún años, condenado a diez, por catorce robos que le imputaron y además el delito de raza. Fue yonki, traficante y ladrón.

En prisión se convirtió al Islam y, quince años después, la misma Nación islámica lo expulsó por sus declaraciones ante la muerte de Kennedy: “los pollos vuelven al corral». Malcom no luchaba por la integración racial, sino por el derecho a ser libres. Amaba su raza y era para él un gran honor ser negro.

No le temía a la muerte y, cuando salió de la prisión, ofrecía discursos por todos los estados proclamando un derecho que les denegaban, el de ser humanos.

Los blancos sí le temían a él, tanto como a sus declaraciones. Sentían la amenaza de la pantera.

En su último discurso, tres hombres blancos descargaron sobre su pecho dieciséis balas que acabarían con el primer Pantera Negra de la historia.

Millares de personas desfilaron ante su féretro. El New York Times tomaba declaraciones a los asistentes que acudieron a despedirle. Una viejita manifestó a los periodistas: “Estoy aquí para rendir homenaje al negro más grande de este siglo. Es un negro, no pongan de color”.

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