Un hito en la emancipación de la mujer. Las internacionalistas en la Guerra contra el fascismo en España. Trabajadoras, campesinas e internacionalistas: su compromiso antifascista durante la guerra (I de III)

Cartel «Conferencia Internacional de Mujeres antimperialistas ¡Paso a la mujer!»

Mujeres trabajadoras, campesinas e internacionalistas: su compromiso antifascista durante la guerra (I de III)

Indice de publicación

Hoy:

1. Un hito en la emancipación de la mujer

2. Las internacionalistas en la Guerra contra el fascismo en España

Mañana:

3. Las mujeres y su participación en las organizaciones de solidaridad

4. Escritoras, artistas, periodistas y fotógrafas internacionalistas: los ojos y la voz de la denuncia de la barbarie fascista.

5. El doble rasero del Movimiento Feminista

Pasado mañana:

6. Tina Modotti y Gerda Tardo dos ejemplos de internacionalistas antifascistas pioneras en la lucha por emancipación de la mujer. Biografías. Adiós a Gerda Taro.

Desde el SRI hemos querido rescatar del olvido y reivindicar a miles de mujeres republicanas, antifascistas, comunistas, anarquistas, trabajadoras y campesinas que lucharon en la guerra contra el fascismo en España y también a las internacionalistas, que dejaron sus casas, sus familias y que no dudaron en acudir a un país en guerra. Unas fueron combatientes en las Brigadas Internacionales, otras estuvieron en los servicios sanitarios, otras militantes del SRI se ocuparon de difundir la solidaridad y la movilización en apoyo a la República, otro número importante fueron intelectuales, escritoras, periodistas, fotógrafas, artistas… que difundieron por todos los países la lucha de los pueblos del Estado español contra la barbarie fascista. También hubo otras muchas que desde sus países fueron las artífices e impulsoras de los Comités de Apoyo a la República, sin su solidaridad y su trabajo militante los antifascistas del Estado español no habrían podido resistir tres años de enfrentamiento abierto.

También queremos poner de manifiesto todos los intentos por parte del movimiento feminista de desprestigiar la lucha de las mujeres trabajadoras, antifascistas y comunistas. Durante un largo periodo han sido borradas de la historia, y excluidas de las recopilaciones de mujeres que han contribuido a su emancipación, ya que consideran que su militancia política las desvincula de esa otra lucha, como si fueran cosas incompatibles y diferentes.

En la actualidad ha aparecido otra tendencia, que se concreta en una avalancha de estudios históricos, donde el movimiento feminista y sus ideólogas no han reparado en medios ni esfuerzos para desprestigiar la lucha de miles de mujeres antifascistas y para restarle toda importancia; considerando que el trabajo militante y la lucha que realizaron era una mera prolongación de su estatus de madre y esposa, y una muestra de la discriminación que sufrían en los partidos y organizaciones revolucionarias. Lo más lamentable es que a esta cruzada se han sumado prestigiosas historiadoras que, cuando analizan este periodo, no tienen en cuenta las condiciones en las que se encontraban las mujeres en esos momentos, ni la situación histórica ni el tipo de guerra.

Foto. Cuatro milicianas fusil al hombro.

-Un hito en la emancipación de la mujer

Hasta el inicio de la guerra la incorporación de las mujeres a la esfera de la actividad pública se había reducido a un exiguo número de burguesas que desempeñaban profesiones liberales, o eran intelectuales. En la clase obrera ocurría lo mismo, eran pocas las trabajadoras que se habían incorporado a partidos políticos, organizaciones obreras y sindicatos, en estos últimos solo las encontrábamos en las tabacaleras (donde la mayoría de la fuerza de trabajo era femenina) su presencia era mayoritaria tanto en las bases como en los puestos de dirección de los sindicatos de este sector y se caracterizaban por una alta conciencia.

Hay que tener en cuenta que el Estado español el índice de analfabetismo entre las mujeres era superior al 50%, que era escasa su incorporación al trabajo industrial y que su fuerza de trabajo se concentraba, en el campo y en las ciudades, en el trabajo doméstico.

Con la victoria del Frente Popular y tras el golpe fascista contra la República fue cuando se produce un salto cuantitativo y cualitativo en la incorporación masiva de las mujeres, en su mayoría trabajadoras y campesinas, a todas las esferas (económica, social, política y cultural) no hubo una sola actividad donde las mujeres no estuvieran presentes durante la guerra. Se puede decir que este acontecimiento marca un hito en la historia de la emancipación de la mujer de nuestro país.

Como no podía ser de otra manera, se comprometieron en la lucha contra el fascismo. Desde el primer momento estuvieron presentes en las manifestaciones pidiendo armas para defender las conquistas populares, cavaron trincheras, construyeron barricadas con sacos terreros, se alistaron en las Milicias Populares y estuvieron en los frentes de guerra. La guerra alteró su vida cotidiana y generó una respuesta masiva e inmediata contra la agresión fascista. Rompieron su aislamiento implicándose en la actividad política y social, y esto transformó su estilo de vida en muchos aspectos dándoles una mayor autonomía de movimiento y decisión de la que hicieron uso inmediatamente.

Una vez creado el Ejército Popular Republicano se hace un llamamiento a las milicianas a que ocupen los puestos de la retaguardia, solo una minoría siguieron en los frentes, algunas como Encarnación Hernández Luna y Ana Carrillo llegaran a obtener el grado de capitanas del Ejército Republicano, pero la gran mayoría centra su actividad en la retaguardia, cubriendo los puestos de trabajo que los hombres que estaban en el frente habían dejado libres. Se ocuparon de la producción industrial y agrícola, del armamento, de las infraestructuras, el transporte público, la sanidad, la educación, de la acogida de miles de refugiados, la creación de guarderías para permitir el trabajo de las madres. También se desarrollaron las escuelas de formación para facilitar el acceso de las mujeres al trabajo y a la educación, combinaron las necesidades de la guerra con las reivindicaciones de los derechos de la mujer y la lucha por su emancipación.

Foto. Internacinalista, apoyada en un camión

-Las internacionalistas en la Guerra contra el fascismo en España

Solo existen cifras aproximativas de las mujeres que vinieron como miembros de las Brigadas Internacionales, su número oscila entre 700 y 800, la mayoría adscritas a los servicios sanitarios de las Brigadas Internacionales. Sólo una minoría se incorporaron a los frentes de guerra, como el caso de la cubana Josefa Puerto que se encontraba en Valencia y se incorporó a las milicias populares o el de la británica Felicia Bronw que se encontraba en Barcelona y tras el golpe fascista se incorporó a las milicias populares y murió en el frente de Aragón. Felicia, era una pintora y escultora británica, que le sorprendió la guerra cuando se disponía a asistir en Barcelona a la Olimpiada Popular.

Cambiando pinceles por fusil Felicia, militante del Partido Comunista Británico, de 32 años, se unió a las milicias el 2 de agosto de 1936. Había estudiado en la Escuela de Arte de Slade, perteneciente al University College London. En 1934 ganó un importante premio con el diseño de una medalla para conmemorar el centenario de los “Mártires de Tolpuddle”1. La Asociación Internacional de Artistas a la que pertenecía, dijo de ella en 1936 que “tenía la capacidad de representar el mejor tipo de mujer nueva”. Ante las dificultades para integrarse en las milicias declaró “Soy miembro de los comunistas de Londres y puedo luchar como cualquier hombre”, finalmente consiguió incorporarse a la columna del PSUC que estableció su cuartel general en Tardienta. Allí, en aquel pueblo aragonés fue donde la miliciana encontró la muerte. El 25 de ese mismo mes, en el intento de volar un tren franquista cargado de municiones, Felicia Brown cayó cerca de la estratégica estación de la localidad.

Otro importante contingente de internacionalistas fue el de las mujeres soviéticas, que ha sido borrado de la historia de nuestro país y que actuaron como intérpretes, como Elizaveta Parshina. Esta brigadista internacional soviética inicialmente trabajó como traductora de los pilotos soviéticos del aeródromo de Albacete. Posteriormente participó en la evacuación de Málaga y tras presenciar lo que se denominó la Caravana de la muerte (una columna de 150.000 refugiados que huían hacia Almería y que fueron ametrallados desde el mar y bombardeados por los cazas alemanes e italianos) pidió combatir en el frente. Elisaveta por fin consigue su propósito de ir al frente y se incorpora al XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero, en una unidad de combate nocturna encargada del reconocimiento y realización de sabotajes en la retaguardia fascista. El destacamento estaba compuesto por cuarenta voluntarios andaluces, mayoritariamente campesinos y obreros sin experiencia militar, comandados por Arthur Sprongis, un brigadista letón. Integrado en la 11ª Brigada Internacional, sus miembros, eran conocidos como «Los Niños de la Noche». Con ellos, Elizaveta participará en varias misiones tras las líneas enemigas.

A su regreso a la Unión Soviética, en 1937, Elizaveta Párshina (o Josefa Pérez Herrera, nombre con el que la conocieron los españoles) trabajó en el Ministerio de Comercio Exterior. En 1939, Elizaveta Parshina ingresó en la academia de la Dirección de Inteligencia Militar y fue una de las tres primeras mujeres que consiguieron ingresar en la institución. Durante la Gran Guerra Patria su actividad se centró en la lucha contra los espías alemanes. Tras finalizar la guerra trabajó en un Instituto de Investigación Científica hasta su jubilación en 1970.

Otro ejemplo, apenas conocido es de Adelina Abramson, nacida en Argentina en el seno de una familia de exiliados rusos. En 1932 volvieron a la URSS y desde allí se incorporó a la Brigada Internacional para unirse a la lucha contra el fascismo en España. Desempeñó labores de intérprete y de traducción en el Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas de la República que tenía sede en Albacete.

En 1938 regresa a Moscú y durante la II Guerra Mundial participa con el grado de teniente superior del Ejército Rojo.

Pero la mayoría de las mujeres que llegaron a España como miembros de las Brigadas Internacionales eran enfermeras, médicas, auxiliares de enfermería y conductoras de ambulancias, todas ellas tenían tras de sí una larga militancia política en sus países, y una gran conciencia antifascista.

Procedían de todo el mundo. La gran mayoría eran hijas de emigrantes europeos, incluso las que procedían de EEUU y Canadá. Un elevado número eran exiliadas políticas. Algunas brigadistas fueron directoras y jefes de hospitales de las Brigadas Internacionales así como de hospitales de la República.

Estas Brigadistas además de salvar vidas, trabajaron con médicos y enfermeras españolas e internacionales, que lograron importantes avances en medicina militar. Las enfermeras sobre todo las norteamericanas, cooperaron en la organización de hospitales móviles lo más cerca posible de la línea de fuego y en el cuidado de los combatientes internacionales y de la población civil afectada por la guerra.

También fueron las encargadas de rehabilitar hospitales en edificios en ruinas y de formar como auxiliares de enfermería a las mujeres de las zonas donde se ubicaban. Realizaban jornadas interminables para atender a los heridos y fueron bombardeadas cuando los transportaban y en los hospitales. Asistían a la población civil durante los bombardeos y más de una cayó durante ellos. También tuvieron una participación destacada junto a los médicos internacionalistas como Norman Bethune durante la “desbandá”, en la carretera de Málaga a Almería donde la población civil fue bombardeada por mar y aire, convirtiéndose en una de las grandes masacres cometidas por las tropas fascistas.

Algunos de los testimonios que dejaron escritos dan la dimensión del trabajo que realizaron, como el de la enfermera australiana May Mac Farlane: “Quien haya conocido nuestro hospital durante los combates de febrero en el Jarama no lo reconocerá hoy. Tenemos las ventanas intactas y los muros blancos y limpios. Los heridos están en camas en el primer piso, en dos agradables salas espaciosas y no como entonces, en los pasillos en una doble fila de camillas. A veces, antes, tuvimos a camaradas heridos sentados durante toda la noche en la escalera porque no teníamos más camas disponibles ni ambulancias para evacuarlos a otro hospital. El patio, que era un auténtico lodazal, está ahora pavimentado. Las ambulancias lo atraviesan fácilmente mientras que durante los combates del Jarama, estaba tan lleno de camillas que no se podía pasar. Nuestros comienzos aquí nos parecen un sueño lejano. Entonces trabajábamos día y noche, a veces hasta cuarenta y ocho horas seguidas sin poder dormir nada. Generalmente era el cocinero quien nos despertaba ofreciéndonos una taza de cacao y pan. Bebíamos y comíamos sin tiempo siquiera para lavarnos las manos, aún manchadas de sangre. El suelo del quirófano estaba cubierto de sangre y barro de los caminos empapados, nadie sabía cómo era realmente ese suelo. Hoy día, las baldosas rojas y blancas están limpias y visibles, pero en aquellos días mientras teníamos que operar sin descanso durante días enteros para salvar la vida de nuestros camaradas, ¿quién habría tenido tiempo para fregar el suelo?”

Muchas de estas internacionalistas eran conscientes de que con su ejemplo no solo luchaban contra el fascismo sino también que esta lucha era parte integrante de la emancipación de la mujer, como señala claramente el testimonio de Evelyn Rahman de Nueva York, conductora de camiones y ambulancias:

“Esta mañana a las ocho ya estaba en Saelices. Debía ir a buscar a unos trabajadores de una colectividad agrícola que el Frente Popular ha designado para ayudarnos a acondicionar el nuevo hospital, la nueva Intendencia y el garaje. Tú sabes que en Tarancón nuestros hospitales y sus anexos han sido totalmente destruidos por el bombardeo del tres de diciembre. La nueva casa a donde nos hemos mudado es una maravilla. Pero antes que nada quiero hablarte de los trabajadores. Yo los conozco desde hace tiempo y me quieren tanto como yo a ellos. Cuando algún transeúnte pregunta si realmente soy yo la conductora de ese camión tan grande, los trabajadores, ofendidos, responden: “naturalmente, ¿no la conoces aún?” Parecen estar muy orgullosos de nuestra vieja amistad. (…)

¿Sabes lo que más me gusta de mi trabajo? ¡El poder demostrar a las jóvenes campesinas españolas que una mujer puede también hacer un trabajo de hombre! Eso les dará más conciencia y más seguridad en sí mismas”.

Otro caso representativo del compromiso de estas mujeres que llevaban enfrentándose al fascismo desde los años 30 es el de Vera Akkerman una mujer, judía, belga y comunista. Fue ella la que se encargó de formar un grupo de mujeres que terminaría en el hospital de Ontinyent, entre ellas a sus dos hermanas, Rachel y Golda. La mayoría de ellas se reunían desde antes de la guerra en España en un local marxista de Amberes, el Kultur Foreyn, con otros comunistas. Su compromiso político las llevó ya desde el año 1934 a atender a refugiados políticos que huían de la Alemania nazi. Eran mujeres con una larga trayectoria de lucha antifascista. En aquellos años el enfrentamiento con el fascismo era inevitable, y la guerra en España fue un nuevo capítulo. Y ellas querían estar en primera línea del frente.

Pero al igual que para otras muchas mujeres que participaron en la Guerra contra el fascismo en España, tras su finalización su lucha continuó. Unas siguieron participando en sus países en organizaciones de apoyo a los exiliados y presos políticos del Estado español y las de los países europeos invadidos por el nazismo, se incorporaron a la resistencia armada, como el caso de Vera Akkerman miembro de la red de espionaje soviética conocida como la Orquesta Roja, durante la Segunda Guerra Mundial. Tras su captura pudo huir, sus hermanas corrieron peor suerte. Rachel fue un enlace de la resistencia hasta que la capturaron y terminó en un campo de concentración, al igual que Golda que junto a su hijo a quien llamó Madrid, fueron encarcelados en el campo de exterminio de Auschwitz, donde fueron asesinados. De las veintiuna enfermeras belgas miembros de las Brigadas Internacionales, otras cuatro sufrieron el mismo final. “Lo tenían todo en contra: eran mujeres, judías y comunistas”.

Presentar la labor antifascista de estas mujeres como un trabajo sin importancia y como una mera continuación de su papel de madre, esposa y hermana, cuyo único objetivo era el consuelo de los heridos, es falsear la historia con el único objetivo de atacar y desprestigiar la labor y lucha de estas antifascistas, y no tener en cuenta que en la lucha revolucionaria son múltiples los frentes y todos son importantes y decisivos. El ejemplo de estas mujeres viene a demostrar que estuvieron allí donde se las necesitaba, en la Guerra en España en los servicios sanitarios, en la Segunda Guerra Mundial en la resistencia armada contra la ocupación nazi en sus países. En la lucha revolucionaria lo determinante siempre será la conciencia y no el frente en el que se haya desarrollado la militancia.

Enlace al texto general:

https://drive.google.com/file/d/1NVPm5WZcoKHGYi4HqPGXyctST1AF6Ju4/view

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