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La montaña es algo más que una estepa verde
Omar Cabezas
“Y en la ciudad los clandestinos y los legales hablamos de la montaña como algo mítico, donde estaba la fuerza e incluso las armas, los mejores hombres y mujeres ,la indestructibilidad, la garantía del futuro, la balsa para no hundirse en lo más profundo de la dominación de la dictadura, la determinación de no resignarse… la certeza de que no podía ser así, que Somoza no podía seguir mandando toda la vida, no aceptar la invencibilidad de la Guardia Nacional. Y claro, la realidad impactante, casi a nivel de desmoralización, cuando llegas a la montaña y te encuentras con que sólo es Modesto y quince hombres más divididos en grupillos pequeños. Quince hombres o qué se yo cuántos, pues. Lo cierto, es que no había 20 guerrilleros en ese tiempo en la montaña. Dan ganas de bajarse.”
Ocurre que aquí, uno ve a esa Nicaragua hoy tan nuevamente oprimida, jodida y tan rencorosa, y por otra parte recuerda aquel 19 de julio de 1979 de sonrisas y banderas…
Sin embargo, parecemos olvidar, que esos durísimos años, las vergüenzas posteriores, las traiciones (incluida la del propio Cabezas)… fueron precedidos por otros años de sincera y verdadera construcción revolucionaria. Ocurre que uno parece ignorar cuánto costó en realidad dar forma a una revolución para que luego cuatro malnacidos entreguistas la vendieran a precio de saldo.
Así que uno se encuentra releyendo ese maravilloso libro y le arden las venas por dentro. Uno se encuentra ante el testimonio vivo y directo de un sandinista verdadero en aquel entonces, de Omar Cabezas, y de pronto comprende que la revolución hubiera vencido definitivamente gracias a miles de hombres y mujeres como él, pero que la revolución calló y cayó debido a las intrigas propias y de otros, verdaderos hijoputas que prefirieron el color verde del dólar al de la sonrisa y la bandera. Años de trabajo paciente, meticuloso, casi artesanal; años de clandestinidad, de rabia contenida y desatada, de alegría y pequeñas victorias; años de lucha en las ciudades, en el campo, en la montaña; años, en fin, de sembrar esperanzas y trazar el camino de la victoria tirados a la basura por los orteguistas, y cía.
Son estos años -de ilusión y construcción revolucionaria- precisamente los que el comandante Omar Cabezas nos describe aquí con el lenguaje sencillo y claro del guerrillero.
Comienza recordando su ingreso en el FSLN y posteriormente en el FER (Frente Estudiantil Revolucionario), allá por el 68, para luego ir introduciéndose poco a poco en la realidad social de su país, aunque centrándose sobre todo en León, su ciudad natal. El trabajo, tanto político como de infraestructura, información, etc. era abundante y las fuerzas del Frente escasísimas, apenas un puñado de jóvenes. Por aquel entonces, tanto el FER como el Frente, como dice Omar Cabezas, era fundamentalmente una línea política, una lucha Justa y, por Justa, peligrosa. Y por eso mismo, con pocos adeptos al comienzo. Pero la persistencia en el trabajo, Ia justeza de su línea política y la férrea voluntad y entrega absoluta de esos jóvenes, pronto comenzaron a dar sus frutos en los barrios obreros, en los centros de enseñanza y allí donde el Frente y el FER desarrollaban su labor revolucionaria. Y esto a pesar de la represión y las acusaciones de aventureros y pequeñoburgueses que los socialistas y demás oportunistas lanzaban contra ellos. De tal forma que “nosotros, los que habíamos sido tres o cuatro, éramos como quinientos y, nosotros, los que éramos tres o cuatro, éramos los líderes de un montón de jóvenes que al igual que nosotros un par de años antes empezaban a asomarse a la vida política estudiantil, que al igual que nosotros, muchos de ellos, muchísimos de ellos, irían hasta victoria o hasta la muerte”.
Hasta la victoria o hasta la muerte, se repitió nuevamente cuando años más tarde abandona el trabajo legal y se dirige a la montaña junto con otros compañeros. Pero la montaña era otro mundo, algo nuevo, desconocido y sobre todo muy duro, algo que no habían imaginado. Allí, lejos de la ciudad, la familia, los amigos, Ia compañera, el cómodo trabajao legal,… lejos de lo que hasta entonces había sido su vida, el cuerpo se resiente de las largas caminatas, del riguroso entrenamiento militar… y la soledad comienza a pesar como una losa. Allí Ia revolución exige mayores sacrificios.
En una ocasión, transportando en las mochilas una pesada carga de maíz hacia el campamento, la fuerza comenzó a flaquear, las piernas flaquearon y con ello también flaqueó Ia moral; fue cuando Tello, el compañero responsable de la instrucción, con un tono suave, persuasivo que adoptaba a veces, cuando él quería: compañeros, dice ¿ustedes han oído hablar del hombre nuevo?, nosotros nos quedamos viendo… ¿Y ustedes saben dónde está el hombre nuevo… El hombre nuevo está en el futuro, pues es el que queremos formar con la nueva sociedad, cuando triunfe la revolución… respondimos. Y nos quedó viendo… no hermanos, dice: ¿Saben adónde está…? Está allá en el borde, en la punta del cerro que estamos subiendo… está allá, agárrenlo, encuéntrenlo, búsquenlo, consíganlo […] El hombre nuevo lo vamos a comenzar a formar aquí. Aquí se empieza a formar el hombre nuevo, porque el Frente tiene queser una organización de hombres nuevos que cuando triunfen pueden generar una sociedad de hombres nuevos… Así que si no son teorías y en realidad quieren ser hombres nuevos, alcáncelo…
Estas palabras fueron más que un alivio, más que u estímulo, más que un impulso para aquellos cuerpos cansados, para aquellos hombres que todavía conservaban una buena parte de las lacras de aquella sociedad vieja. Estas palabras fueron un reto consigo mismos, con aquella parte de hombres viejos que llevaban dentro. Entonces yo -dice Omar Cabezas- sólo me acordé del Che, del hombre nuevo del Che, y hasta entonces comprendí la magnitud delo que el Che quería decir cuando hablaba del hombre nuevo: el hombre que da más a los hombres que lo queel hombre normal puede dar alos hombres, pero a costa de sacrificios, a costa dela destrucción de sus taras, de sus vicios; nos quedamos viendo, convencidos de que Tello tenía razón. Nos entró por el lado flojo el jodido. Porque todos nosotros queríamos ser como el Che, o como Julio Buitrago, como Rigoberto. Entonces nos ponemos las mochilas, nos arrecostamos a las mochilas, nos pasamos los bambadores por los hombros, nos quedamos viendo y nos dijimos: ese hijueputa hombre nuevo nosotros lo agarramos a verga hoy. Y empezamos a subir.
Con esta sinceridad y sencillez Omar Cabezas nos va relatando todas sus experiencias, todos los aspectos de su vida revolucionaria en aquella ciudad de León.
Después de leer esta novela es cuando uno comprende que la montaña, efectivamente, es algo más que una inmensa estepa verde. Y todo lo que le duele que los posteriores y verdaderos hijoputas vendieran a sus compañeros por un fajo de dólares sangrientos.
Novela de lectura obligada. Hoy Omar Cabezas forma parte de la curia sandinista de Ortega y demás adalides de la burguesía nicaragüense. Un ejemplo de que la revolución o se hace al 100 por ciento o no será sino vana ilusión.
Descarga del libro:
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