La Pavlichenko es bien conocida para nosotros, su país es URSS y la lucha su vida, todo el mundo la querrá siempre, 309 nazis cayeron bajo su arma. Descarga del libro: ‘La francotiradora de Stalin’.

Portada libro La francotiradora. (foto Lyudmila apuntando)

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Libro: ‘La francotiradora de Stalin’

Lyudmila Pavlichenko

Ludmila Mijailovna Pavlichenko nace en Belaya Tserkov (Ucrania) el 12 de julio de 1916. De altas dotes académicas, estudia Historia y al mismo tiempo trabaja en un arsenal soviético. Apuntada al club de tiro de dicha fábrica, pronto destacó como estupenda tiradora, cualidad que posteriormente la hizo mundialmente conocida. Se licencia y especializa en Historia en la Universidad de Kiev.

En junio de 1941 la Alemania nazi ataca la URSS. Inmediatamente Pavlichenko, como militante bolchevique que es, se apunta voluntaria para participar en la lucha. Cuenta la historia de esta revolucionaria una curiosidad: que, debido a su porte, más de modelo (alta, bella, peinada, uñas pintadas, ropa muy cuidada…) que de estudiante soviética, el oficial encargado del reclutamiento la miró con tal asombro que Ludmila tuvo que sacar el carné de tiradora experta y de militante del Partido para ser creída. El oficial seguía tan asombrado con su presencia casi burguesa que le recomendó alistarse en la unidad médica, a lo que esta revolucionaria se negó. Al final fue admitida en el Ejército Rojo, en concreto en la 25 División de Infantería, como tiradora experta.

La URSS carecía casi de armamento moderno debido a la situación bélica abierta en tantos frentes a la vez, así que dotan a Ludmila del archiconocido fusil Mosin-Nagant. Este histórico fusil, que tan buenos servicios prestó a la revolución soviética, no era nada adecuado sin embargo para el trabajo de tirador preciso, pues medía 123 centímetros de largo (difícil de camuflar), tenía un brutal retroceso (descubrimiento del tirador) y necesitaba de cerrojo entre disparo y disparo (lento).

Aún así, ya desde el primer día en el frente Ludmila se destaca como una tiradora de enorme precisión y estrategia. En Belyayevka primero y en Odessa después, en sólo dos meses ocasiona 187 bajas al enemigo fascista. Y hay que tener muy en cuenta que la labor de estos y estas francotiradoras de élite consistía en eliminar altos cargos y oficiales del enemigo, como mandos militares, guías de ametralladora, enlaces, etc.

Su fama como antinazi mortal empieza a tomar tal carta de prestigio, que cuando los nazis rumanos cercan Odessa en septiembre de 1941, se retira el Ejército Rojo llevándose a los francotiradores a Sebastopol, ya que los nazis los catalogaron como objetivo número 1 a encontrar y eliminar.

Para proteger Sebastopol se guarnecen y fortifican 100.000 soldados rojos y los mejores francotiradores soviéticos. Los nazis alemanes y rumanos no conocen piedad. Bombardean la ciudad con proyectiles de 7 toneladas y millones de bombas más. Asesinan a niños, ancianos y enfermos para buscar la información del lugar donde se apostaban los terribles tiradores que estaban diezmando a sus jefes. Ludmila decide cambiar de arma, mucho más adecuada para labores de tanta precisión en la cercada ciudad. Le dotan de un SVT 40, fusil automático de repetición. Pasa noche a noche vigilando, sin dormir apenas, sin mover ni un músculo emboscada entre las ruinas de los edificios, pues sabe la responsabilidad que tiene el formar parte del grupo de mayor élite del glorioso Ejército Rojo y el más odiado por los fascistas.

En mayo de 1942 ya ha ocasionado 257 bajas mortales entre altos cargos y combatientes de élite nazis. Es ascendida a teniente por méritos de guerra y citada en el parte internacional de héroes soviéticos del Frente Meridional. Su fama la hace ser de nuevo el objetivo más buscado por los nazis que rodean la ciudad. Son torturados, asesinados y degollados varios niños y detenidos en busca de información para localizarla. En junio, ya agotada por tantas noches en guardia, y con 309 nazis de alta graduación abatidos, es gravemente herida por el estallido de un mortero fascista que le explota muy cerca.

Como es el objetivo preferente a eliminar por los nazis, es sacada de Sebastopol en un submarino para que no pudiera ser capturada. Días después, a inicios de julio, la ciudad cae en manos nazis y las escenas de horror (violaciones, torturas, degollaciones…) se convierten en la realidad única.

Recuperada de las gravísimas heridas, pero sin volver a tener la puntería y precisión anteriores, se dedica a labores de proselitismo, propaganda y organización. Se la declara héroe nacional soviética. Aprovecha esta fama internacional y viaja a Estados Unidos para participar en la Asamblea Internacional de Estudiantes, celebrada en Washington. En Nueva York da cinco mítines multitudinarios. No ocultó ni por un instante su militancia en el PCUS y su enorme respeto por Stalin. Miles de simpatizantes comunistas y militantes de izquierdas asisten a dichas charlas.

Foto. Lyudmila con otros soldados.

Incluso el cantante Woody Guthrie compuso una canción en su honor que, obviamente, fue vetada en muchas emisoras yanquis. Dice así:

La señorita Pavlichenko es bien conocida para nosotros,
su país es URSS y la lucha su vida,
todo el mundo la querrá siempre,
300 nazis cayeron bajo su arma.
Su sonrisa brilla tanto como el nuevo sol de la mañana,
300 perros nazis cayeron bajo su arma,
en el calor o la fría nieve,
usted sigue derribando a sus enemigos.
Este mundo amará su dulce cara lo mismo que yo,
Pues más de 300 perros nazis murieron bajo su arma.”

Continúa dando charlas y haciendo propaganda soviética hasta 1945. Acabada la guerra mundial y vencidos y expulsados los nazis de tierras soviéticas, esta héroe popular vuelve a su hogar. Se dedica durante sus años restantes a ejercer de monitora. Muere en Moscú en el verano de 1974.

Un asesino de la División Azul que combatió en el Grupo de eliminación de francotiradores soviéticos en la zona entre Otenski y Possad, definía así su labor:

Los francotiradores eran todos militantes del Partido, unos fanáticos comunistas que se podían pasar 24 horas tumbados sin moverse en la nieve o en el barro, bajo cero, esperando para pegarnos un tiro. Y nosotros estábamos allí para evitarlo, para luchar contra Stalin y el comunismo. Y lo peor es que también había mujeres, que hacían la misma labor que los hombres […] Una noche un paisano que estaba un poco tocado de la cabeza y que acabó mal a su vuelta a España y yo, rodeamos a uno, porque lo oímos venir y luego lo vimos. No es agradable recordar aquello, pero no es lo mismo que tirar desde la trinchera […] No llevaba documentación, le cogimos el fusil con la mira, el capote y las botas.

Fueron unos 1.600 los hombres y mujeres que actuaron como tiradores expertos en el Ejército Rojo. Entre los objetivos conseguidos había incluso un General del Alto Estado Mayor nazi de visita en el frente, ¡un avión derribado! y casi 1.000 comandantes y oficiales.

Fue Ludmila Pavlichenko, pero también hay que recordar a los héroes Nicolás Ilyin, con 505 nazis muertos, Iván Sidorenko, con 489, Iván Kubeltinov, con 456 y Vasili Zaritsev, con 403. Y las francotiradoras Ana Kostryna, con 387 bajas ocasionadas a los fascistas, Natalia Kovshova y Maria Polivanova, con 298 fascistas de alto rango ejecutados, entre ellos 5 francotiradores nazis de máxima élite, Inna Mudretsova con 141, Roza Shanina con 100, Lidia Gudovancheva con 60…

Descarga del libro: ‘La francotiradora de Stalin’:

https://drive.google.com/file/d/1xaFBkYRLDDbQ-mi5ArrHWnZVoO9C8-O8/view?usp=sharing

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