Inventaron Jordania e Irak en una tarde / Crack 1929: ‘así la gente va a trabajar más duro y va a vivir una vida más moral’ / El Salvador: votaron comunista, prohibieron las elecciones.

Churchills con el rey de Jordania.

Repasando la historia

De Eduardo Galeano

-Fundación de dos países

Dicen que Churchill dijo:

Jordania fue una idea que se me ocurrió en primavera, a eso de las cuatro y media de la tarde.

El hecho es que en el mes de marzo de 1921, en apenas tres días, el ministro de Colonias Winston Churchill y sus cuarenta asesores inventaron un nuevo mapa del Medio Oriente, crearon dos países, los bautizaron, designaron a sus monarcas y dibujaron sus fronteras con un dedo en la arena. Y fue llamada Irak la tierra abrazada por los ríos Tigris y Éufrates, el barro de los primeros libros, y se llamó Jordania el nuevo país amputado de Palestina.

Era urgente que las colonias cambiaran de nombre y fueran, o parecieran, reinos árabes. Y era urgente, también, dividir esas colonias, romperlas: la memoria imperial lo había enseñado así.

Mientras Francia inventaba el Líbano, Churchill otorgó a Feisal, el príncipe errante, la corona de Irak; y un plebiscito lo ratificó, sospechoso entusiasmo, con un noventa y seis por ciento de aprobación. Su hermano, el príncipe Abdullah, fue rey de Jordania. Ambos monarcas pertenecían a una familia incorporada al presupuesto británico, por recomendación de Lawrence de Arabia.

Los fabricantes de países firmaron las partidas de nacimiento de Irak y de Jordania en el hotel Semíramis, en El Cairo, y se marcharon a dar un paseo entre las pirámides.

Churchill se cayó del camello y se lastimó una mano. Afortunadamente, la herida fue leve: el artista que Churchill más admiraba pudo seguir pintando paisajes.

Foto. Crack bolsa 1929.

-War Street

Desde principios del siglo veinte, las campanas mecánicas saludan el principio y el fin de cada jornada en la Bolsa de Nueva York. Esos sones rinden homenaje a la abnegada labor de los especuladores que timbean el planeta, deciden el valor de las cosas y de las naciones, fabrican millonarios y mendigos y son capaces de matar más gente que cualquier guerra, peste o sequía.

El 24 de octubre de 1929, las campanas sonaron alborozadas como siempre, pero ése fue el peor día en toda la historia de la catedral de las finanzas. Su caída cerró bancos y fábricas, lanzó el desempleo a las nubes y arrojó los salarios al sótano, y el mundo entero pagó la cuenta.

El Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Andrew Mellon, consoló a las víctimas. Dijo que la crisis tenía su lado positivo, porque ‘así la gente va a trabajar más duro y va a vivir una vida más moral’.

Foto. José Feliciano Ama.

-Prohibido ganar elecciones

Para que la gente trabajara más duro y viviera una vida más moral, la crisis de Wall Street volteó el precio del café y volteó el gobierno civil de El Salvador.

Tomó las riendas del país el general Maximiliano Hernández Martínez, que usaba un péndulo mágico para descubrir el veneno en la sopa y al enemigo en el mapa.

El general llamó a elecciones democráticas, pero el pueblo hizo mal uso de la oportunidad brindada. La mayoría votó al Partido Comunista. El general no tuvo más remedio que anular la votación, y estalló la sublevación popular y estalló a la vez el volcán Izalco, que llevaba muchos años dormido.

Las ametralladoras restablecieron la paz. Miles murieron. Cuántos, no se sabe. Eran peones, eran pobres, eran indios: la economía los llamaba mano de obra y la muerte los llamaba NN.

Al jefe indígena José Feliciano Ama ya lo habían matado varias veces cuando fue colgado de una rama de olivo. Y ahí quedó, meciéndose al viento, para que lo vieran los niños de las escuelas, venidos de todas partes del país para asistir a esa clase de educación cívica.

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