Otra historia de asesinato guardiacivilesco de un comunista junto a un castaño. Manuel «el tíu Lelo», en Vega de Valcarce.

Foto. G.C. ante guerrilleros atados en carretillas.

Memoria histórica imprescindible:

El 6 de febrero de 2019, se han cumplido 82 años de un suceso de esos que no salen en los libros, pero que forma parte de alguna historia familiar, en este caso de la mía.

Efectivamente, el 6 de febrero de 1937, mi abuelo Manuel, conocido comunista berciano al que todo el mundo llamaba «el tíu Lelo», se encontraba echando la partida diaria en un bar de Vega de Valcarce, su pueblo y el de la mitad de mi familia, originaria de la pedanía de Ambasmestas. No llegó a terminarla. De repente, irrumpió en el local una pareja de la Guardia Civil que lo detuvo y lo sacó del bar a trompicones para llevarlo al cuartelillo cercano.

Ya saliendo del pueblo, los guardias le hicieron parar junto a un castaño y, allí mismo, uno de ellos le descerrajó varios tiros acabando con su vida sin más trámite. Mi abuelo tenía 58 años, cuatro menos de los que tengo yo ahora.

El miedo de mis padres hizo que en mi casa nunca se hablara de esta historia, hasta el punto de que ambos murieron sin soltar prenda.
Muchos años después, ya en el siglo XXI, mi oficio de periodista y mi interés personal me llevaron a investigar qué había sido de esa parte de mi familia, de la que prácticamente no sabía nada.

Pasé varios días en el pueblo, donde descubrí que la memoria histórica seguía viva en los más mayores. Así me enteré del hecho narrado. Investigando, llegué a conocer el nombre del guardia asesino, el que disparó, y el de su cómplice acompañante. El primero se llamaba Ignacio Gil Perdigones; y el segundo, Saturnino Puente Rey. Ambos murieron de viejos en la cercana Ponferrada. Impunes. Absolutamente impunes.

Gil Perdigones siguió haciendo de las suyas hasta muchos años después de terminar la guerra, y en algún lugar alguien guardará su correaje con varias muescas, pues mi abuelo no fue su única víctima.
El carisma del asesinado y el hecho de que había testigos de la detención, obligó al Régimen a abrir unas diligencias, nada habituales en otros casos. Una auténtica farsa.

«Hagamos de la memoria antifascista un presente de lucha y resistencia».

Según consta en el Archivo Intermedio de la Región Militar Noroeste, causa 79/37 de León, fue suficiente que los dos guardias y tres falangistas de la zona declararan que mi abuelo intentó agredir a la fuerza pública y huir, contraviniendo así el Código Penal Ordinario, el de Justicia Militar y el Bando de Declaración del Estado de Guerra, por lo que fue abatido en aplicación de la Ley de Fugas. Las cinco declaraciones fueron sospechosamente idénticas, como si obedecieran a un guion previamente aprendido. El proceso se cerró definitivamente con un informe sobre mi abuelo que decía literalmente: «Individuo de pésimos antecedentes, ideas extremistas y muy peligroso».

Gracias a los compañeros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, conseguí una fotocopia de la partida de defunción de mi abuelo, que guardo como oro en paño. En el apartado «Causa de la muerte» reza: «La revolución marxista».

No nos dejaron conocernos, abuelo, pero espero no haberte defraudado demasiado. Es un honor ser tu nieto.

Iñaki Errazkin

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