Asesinan a ‘Guacho’ en Colombia; Muere otro niño migrante en EE.UU.; Las uvas de la ira; Cuba, la mejor medicina de América Latina; Murió Osvaldo Bayer; imprescindible Zoya Kosmodemyanskaya.

Foto. Arizala.

Internacional:

Colombia

-El ejército colombiano ha matado a Walter Arizala, conocido por “Guacho”, un comandante disidente de las FARC en una operación cerca de la frontera con Ecuador.

Arizala era miembro de la unidad Oliver Sinisterra, una facción de las FARC que no aceptó el acuerdo “de paz” de 2016. El gobierno de Colombia desplegó más de 3.000 soldados para buscar a Guacho “vivo o muerto”.

Tanto Colombia como Ecuador ofrecieron cada uno 100.000 dólares por suministrar información de su paradero.

Más de mil combatientes de las FARC se negaron a desmovilizarse en virtud del acuerdo de claudicación con el gobierno de Bogotá y continuaron la lucha armada. Actualmente ya suman 1.800 guerriller@s.

La represión del ejército se está dando así mismo contra campesinos cercanos a los lugares de tránsito de las columnas guerrilleras.

Foto. (niño ante el féretro de una niña).

EE.UU.

-Un segundo niño migrante procedente de Guatemala ha muerto encarcelado en Estados Unidos.

A principios de mes, una niña de siete años, también de Guatemala, falleció por deshidratación.

Foto. John Steinbeck.

-El gran novelista estadounidense John Steinbeck describió con maestría la pobreza que acompañó a la gran depresión económica de 1929 en novelas como “Las uvas de la ira” que fueron luego llevadas al cine.

*50 años de la muerte del gran novelista estadounidense John Steinbeck:

https://movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com/2018/12/50-anos-de-la-muerte-del-gran-novelista.html

Foto. Niños en Cuba.

Cuba

-El sistema educativo cubano es el mejor de toda América Latina, según un informe del Banco Mundial:

http://www.cubainformacion.tv/index.php/sociedad/79868-banco-mundial-sistema-educativo-cubano-es-el-mejor-de-america-latina

Foto de Osvaldo Bayer en un mitin anarquista.

Argentina:

-NUESTRO VIEJO Por Esteban Bayer

Hace semanas que Osvaldo tenía necesidad de partir. No aguantaba no estar haciendo nada, sentado en su casa en el Tugurio. Quería hacer sus valijas. Se despertaba, asegurando que tenía que salir a un congreso para debatir sobre derechos humanos, que lo esperaban en tal pueblo remoto de la Pampa para hablar del cambio de nombre de la calle principal que llamaban por el genocida de indios innombrable, o que lo convocaban de una escuelita en la Puna jujeña, por la que nunca había pasado nadie, pero el no podía faltar para hablar sobre los derechos de los pueblos originarios. Al mismo tiempo lo esperaban en la Universidad en Berlín y en la asamblea de un sindicato patagónico. Tenía que estar. Preguntaba por su valija, si el pasaporte y el pasaje estaba a mano. Con Claudia, la gran compañera que cuidaba de él en estos últimos años, desarrollamos códigos para convencerlo que debía postergar el viaje. Hoy no aceptó dilaciones. Decidió partir. Como buen anarco y para joder a todos los que prendiamos las velas de un arbolito verde, eligió la fecha exacta. Lo constataron entre lágrimas las nietas en Hamburgo: el abuelo se fue jodiendo a la iglesia. En su ley. Estoy convencido que sus prisas se debieron a la realidad del país. Había asegurado que iba a llegar “molestando”, como decía, hasta los 100 años, uno menos que su querida tía Griselda de Santa Fe. Le respetaba los años. Pero la realidad lo venció, ya no tenía explicaciones por lo que leía en los diarios y escuchaba en las calles. Ahora estaba necesitado de conocer más verdades. Las terrenales las había denunciado. Andaba queriendo discutir con los que nunca pudo: siempre quiso debatir con Severino el tema de la violencia y el derecho de matar el tirano, él que era pacifista y sin embargo entendía lo que hizo; con Antonio Soto debatirá el deber de respetar las decisiones de las asambleas, aunque sea que eligieran la muerte; esperaba encontrarse con Simón Radowitzky y con ese personaje que lo fascinó como Kurt Gustav Wilckens, nacido a pocos kilometros de donde estoy escribiendo estas líneas urgentes; en la agenda, inelubdible, estaba la reunión con Arbolito, uno de los primeros justicieros de la república naciente. No tenía tiempo para esperar porque tiene que sentarse a tomar un cafe con su compañero Rodolfo, con su amigo Haroldo, con Paco. También quiere anotar la historias de la desaparición y asesinato de Klaus, porque la de Elisabeth ya la había descubierto y denunciado; Pero sobre todo, esperaba poder juntarse con todos los anónimos que lucharon por creer en una justicia terrenal, por no haber claudicado, por no darse por vencidos. A esos anónimos que luchan todos los días. Sin aparecer en los diarios. A esos a los que el viejo siempre escuchó y les dio voz. Viejo querido, gracias por todo lo que nos enseñaste, como hijos, como militantes, como ciudadanos, como seres humanos. Un abrazo, como el último que nos dimos hace apenas una semana.

25 de diciembre de 2018. En: Página/12

Foto de Bayer.

CITA EN EL PARAISO Por Osvaldo Bayer

Hoy, señores y señoras, argentinos todos, recibo el primer premio en mi vida y, perdónenme mi arrogancia, me voy a subir al techo de mi vieja casa de Belgrano y lo voy a gritar a los cuatro vientos: ¡Las Madres de Plaza de Mayo, al anochecer, en su plaza, me dan el premio «Veinte años juntos»! Ya nada, queridos mortales, será igual. Es el Premio Nobel más el Premio Cervantes más el Premio Príncipe de Asturias más el de ciudadano ilustre de Buenos Aires, más todos los Martín Fierro más el Paraíso, el país Edén. Esta tarde estaré en el Paraíso, ahí en Plaza de Mayo, entre medio de las Madres de Pañuelo Blanco que me van a dar un beso en la mejilla y otro en la frente, después de haber caminado veinte años de historia argentina. Y hoy estarán además todos sus hijos con el mismo rostro que tenían cuando cumplieron 18 años y se decidieron a dar la mano solidaria a los humillados y ofendidos de la tierra. Pero además podré abrazar nuevamente a Rodolfo Walsh y al gringo Tosco, que vendrá en su overall de siempre, directo de la usina, los dos encabezando la columna de los treinta mil. Y por la izquierda llegará con su ancho sombrero Emiliano, al lado de Augusto César y los cien de su pequeño ejército loco. Y por qué no, el mismo Jesús, aquel de las Escrituras, esta vez con rostro mapuche, desde Cutral-Có. Por supuesto que los tres de siempre van a querer infiltrarse: Judas, Astiz y Bernardo, pero un par de adolescentes los correrán hasta el séptimo círculo de los infiernos. Y quedaremos entre nosotros. Porque el pueblo argentino no se divide entre ricos y pobres, entre solidarios y egoístas, entre peronistas y radicales, no, la única división que recorre el país está entre los que acompañaron a las Madres y los que miraron para otro lado cuando las vieron marchar. Cuando ellas me den el premio esta tarde, me volveré infinitamente joven, la sangre me bullirá más roja que nunca y me quemará en venas y arterias de pura fuerza y gratitud por ellas, las heroínas de brazos abiertos. Y apenas reciba el premio saldré corriendo hasta la casa de los libertarios para recordar a aquellos mártires increíbles, los que el dinero ahorcó en Chicago, esos increíbles héroes de las ocho horas de trabajo: Spies, Fischer, Engel, Parsons, Lingg. Y estaré en la casa de los libertarios hasta que asome el 1º de Mayo, el día de todos los trabajadores del mundo, que seguirán en el mismo camino hasta reconquistar las sagradas ocho horas. Pero luego regresaré a mi barrio, a mis calles de niño para volver a recorrerlas con mi padre y mi hermano Franz, con traje marinero, pero antes mi madre me abrochará la camisa, y me reencontraré con mi hermano Rodolfo, muerto en el sagrado fuego de la solidaridad, lo besaré y acariciaré su frente, esa frente hermosa llena de bondad, le regalaré mi premio y, ya solo, me pondré a llorar de pura alegría, de puro agradecimiento. Lloraré con los brazos abiertos por entre los viejos árboles que conocieron mi infancia y despertaré a todos los vecinos de aquel entonces y les diré que he regresado con laureles en mis sienes. Mi mujer adolescente me estará esperando con una torta de manzanas, bailaré con mi hija, jugaré simultáneas de ajedrez con mis hijos y luego saldré con mis diez netos a juntar higos maduros. Por último ya podré dormir, luego de leer una poesía de Hölderlin y de escuchar «La bella molinera», de Schubert. Será cuando reingrese al Paraíso por el camino de los abedules donde divisaré a las Madres del Pañuelo Blanco abrazadas a sus hijos, en el reencuentro definitivo.

Cartel de La Cheka. Texto y foto de Zoya.

Imprescindibles:

-“¡Camaradas! ¿Por qué esas miradas tan tristes?, no temo a la muerte, morir por el pueblo es una dicha. Me colgarán pero no estoy sola. ¡Somos 200 millones, no podrán con todos!, me vengarán.
¡Adiós, camaradas! ¡Maten a los fascistas! ¡Stalin está con nosotros! ¡Stalin vendrá!”.

Éstas palabras fueron pronunciadas por la heroína soviética Zoya Kosmodemyanskaya, momentos antes de ser asesinada por el ejército de ocupación nazi en Petrischevo el 29 de noviembre de 1941.

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