Que nunca, que jamás se olvide la matanza de republicanos en Badajoz en agosto de 1936. Ríos de sangre en sus calles.

Foto de Yagüe y texto sobre sus matanzas en Badajoz.

Memoria histórica imprescindible:

Badajoz, agosto de 1936: Cuando el diablo sonrió a Yagüe

Campesinos que habían osado enfrentarse al feudalismo de los señoritos dando vida al sueño de la reforma agraria. José Herrera Petere: “La carne y la sangre viva, el trabajo, el sudor, las lágrimas y el hambre, salían al encuentro de la bisutería, las barras de carmín, los polvos, el colorete, las rentas artificiales, las trampas, la hipocresía”. República y al fin la tierra para quien la trabaja. Pacíficos jornaleros, a lomos de burros y pertrechados de azadas, dispararon a la tierra con sus arados en 280 pueblos, comenzando a labrar más de 3.000 fincas. Los terratenientes y sus caciques jamás les perdonaron aquella insolencia, el propósito de vivir dignamente, sin servidumbre ni amos.

El Ejército de África, el general Yagüe, las columnas de Asensio y Castejón se dirigieron a Badajoz, importante porque representaba el faro de la reforma agraria republicana. Pero Badajoz no se rendía, yunteros, lavanderas, ferroviarios, costureras, albañiles, maestras, mecánicos, criadas, médicos..decidieron resistir, defender la República. Durante días Badajoz padeció el bombardeo aéreo incesante y los obuses sembrando el terror, las columnas sublevadas habían puesto el cerco. Las milicias populares defendían la ciudad pero no llegaba artillería ni aviación de Madrid. La ciudad tenía sus horas contadas. A los republicanos les sobraba corazón, pero les faltaban municiones. La defensa heroica sucumbió. Badajoz cayó, empezó la escabechina, la carnicería más monstruosa que se pueda imaginar.

Los republicanos detenidos en la Catedral de San Juan fueron fusilados en los altares. Los arrestados por toda la ciudad congregados en la plaza del Ayuntamiento fueron ametrallados por grupos, a centenares, pero el genocidio no había hecho más que empezar: Mutilación, castración de cadáveres, ametrallamientos colectivos, saqueo indiscriminado, violaciones, degüellos. Yagüe ordenó el encierro de los prisioneros en la plaza de toros. Se entregaron invitaciones para acudir al festejo, se instalaron focos para iluminar. En los tendidos señoritos, falangistas, terratenientes, señoritas cristianas, devotas de la alta sociedad, monjas, frailes, aguardaban impacientes la orgía de sangre que se avecinaba.

Jorge Pinto, terrateniente de Olivenza hacía bailar a las mujeres antes de matarlas. El sargento moro Muley vestido de torero usaba la bayoneta como estoque contra la cara y cuello de los prisioneros. La gente de ley y orden daba olés y aplausos cuando los prisioneros eran banderilleados. El miliciano Juan Gallardo Bermejo le arrebató la bayoneta a uno de los legionarios-torero y lo mató. Se retiraron de la arena moros y legionarios y comenzó un ametrallamiento masivo. No más de 2 o 3 personas sobrevivieron de más de 4.000; se llenaron las fosas comunes.

«Hagamos de la memoria antifascista un presente de lucha y resistencia».

Texto de Julián Zugazagoitia en Guerra y visicitudes de los españoles: “… Grupos de hombres, atraillados como perros de caza, eran empujados al ruedo para blanco de las ametralladoras que, bien emplazadas, los destruían con ráfagas implacables. En los tendidos, los invitados registraban con comodidad las angustias y las muecas de la inválida masa humana que, saliendo de su espanto, intentaba escapar a la condena, sin descubrir cómo ni por dónde, que la velocidad de los proyectiles era mayor que la de sus piernas endurecidas por el instinto. Su rebeldía al destino no servía para cosa mejor que para dar movimiento al macabro espectáculo. Detenidos en su carrera por unos disparos certeros, la fuerza de inercia les hacía dar unos saltos inverosímiles antes de quedar tendidos en la arena. Esos saltos agónicos, con su parábola de sangre, movían a entusiasmo a los espectadores, que aplaudían o reían, como si la escena fuese de regocijo y alegría. Desde el que corría la plaza malherido, sin otra atención que la del dolor de sus entrañas abiertas, basta el que se plantaba, con el puño en alto, frente a las ametralladoras, gritando su pasión, en forma de vítor o de blasfemia soberbia, todos dejaban en las retinas impasibles de los ejecutores y de los invitados la imagen permanente de su tortura, sin que yo conozca ácido lo bastante corrosivo que pueda hacerla desaparecer… hombres que, año tras año, nos habían dado a todos el trigo para nuestro pan, campesinos atenidos a la disciplina de la tierra, hambreados por las malas cosechas y la usura, humillados por el cacique y la Guardia Civil, castigados por las cóleras de Dios y el orgullo de los señoritos. ¡Qué tremenda y monstruosa injusticia! Nada conozco que la iguale. Los pinceles de Goya, los sólo aptos para retener una brutalidad de esas proporciones, no hubiesen encontrado los colores ni los escorzos para tema de tanto horror.”.

El periodista Jay Allen, del Chicago Tribune contó 1.200 asesinados solo el día 15, entre ellos el alcalde de Badajoz, Sinforiano Madroñero y el diputado socialista Nicolás de Pablo. El día 25 publicó: “… les llevan al ruedo, hay ametralladoras esperándoles, la sangre subía un palmo del suelo… 1.800 hombres -mujeres también- fueron abatidos en 12 horas”. Jacques Berthet, corresponsal del Journal de Genève (actual Le Temps): “… alrededor de 1.200 personas han sido fusiladas, las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre, arrestos, ejecuciones en masa en la Plaza de Toros…” Le Populaire: “… 17 de agosto. continúan las ejecuciones en masa en Badajoz, sobrepasando los 1.500, entre ellos militares republicanos, el coronel Cantero, el comandante Alonso, el capitán Almendro, el teniente Vega, suboficiales, soldados. Mario Neves, Diario de Lisboa: “… En las avenidas principales, larga hilera de cadáveres insepultos, los legionarios y los moros encargados de las ejecuciones quieren que sirvan de ejemplo”. Yagüe lo confirmó al corresponsal del New York Herald, John Whitaker: ”Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Que iba a llevar 4.000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?” En el libro “La columna de la muerte” Francisco Espinosa documenta 1.389 ejecuciones, y constata hasta 3.800. Según Paul Preston podrían ser 2.500.

La victoria final del bando sublevado y la desaparición de todos los archivos municipales y provinciales relacionados con los sucesos de Badajoz han hecho que estos jamás hayan sido llevados ante un tribunal. El partido popular, heredero directo de la dictadura, ha destinado cero euros, en sus cinco legislaturas, a todo lo relacionado con la memoria histórica. En España 140.000 personas siguen actualmente “desaparecidas”.

En:

https://documentalismomemorialistayrepublicano.wordpress.com/2017/06/15/badajoz-agosto-de-1936-cuando-el-diablo-sonrio-ayagueee/

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