Carta de Santi Rodríguez Muñoz desde la cárcel de Jaén: «los que de verdad mandan han tomado cartas en el asunto, promoviendo el cambio de inquilino en el Gobierno»

Foto. «Santiago Rodríguez Muñoz. Preso político GRAPO».

Cartas desde prisión

Santiago Rodríguez Muñoz

Cárcel de Jaén. 14 octubre 2018

Lo primero es darte cuenta de la recepción de tus cuatro últimas cartas. Me comentas en la de junio que el ritmo de la despoblación rural se mantiene constante. Esa es una tendencia imparable y universal, que afecta a todo el planeta. Nuestra depauperada región leonesa lleva camino de convertirse en un completo desierto humano. No hace mucho se me cayó el alma a los pies leyendo un reportaje periodístico acerca del ocaso de la minería, ilustrado con fotografías de explotaciones cerradas o en trance de serlo en las localidades de Torre del Bierzo, Santa Lucía y la Pola del Gordón. Todas estas poblaciones leonesas y muchas otros pueblos, los recuerdos de mi infancia y juventud, tanto por la importante actividad laboral allí desplegada como por las vigorosas luchas obreras de las que fueron escenario. Las cifras son desoladoras, apenas quedan tres mil mineros en todo el Estado, de los más de cien mil que llegaron a contabilizarse en el punto álgido del sector. Por si no fuese suficiente, dices que se cierne sobre vosotros la amenaza de que os instalen en las proximidades una factoría de cría y engorde de carne industrial, para cabida a miles de animales hacinados en pésima condiciones. Una mala noticia, dados los numerosos factores negativos que conlleva.

En cuanto a las cuestiones más generales, visto el cariz que estaban tomando las cosas de la mano de los falangistas peperos, habida cuenta de su especial talento para imprimir un ritmo galopante a las mil y una contradicciones que afectan al país, propiciando con ello la profundización de la crisis de Estado, los que de verdad mandan han tomado cartas en el asunto, promoviendo el cambio de inquilino en el palacio de la Moncloa. Se hacía urgente para el Estado tomarse un breve respiro frente al contencioso nacional de Catalunya, lo que obligaba a que los socialfascistas pasasen a posiciones de gobierno y jugasen así el papel de válvula de seguridad (relativa) que el régimen monarco-fascista les tiene asignado. Una operación de relevo gubernamental, que de paso, persigue reflotar al martrecho partido galoso y uncir además a su carro a sus epígonos podemitas. La «Agenda del cambio» tendrá forzosamente que reducirse a los fuegos de artificio marca de la casa y al reparto de cuatro migajas (y ya puedes espabilarte, porque se avecina un importante repunte de la crisis económica capitalista a escala mundial), además de las consabidas ofertas de diálogo a los independentistas catalanes, con el mero
carácter de táctica militar psicológica, al objeto de sembrar la confusión y la división entre sus filas. A este marear la perdiz lo denominan en términos eufemísticos desescalar o detener el proceso de polarización.

«Cartas desde prisión» (mano con cadena saca una carta).

Esta reducida tregua temporal será aprovechada por los oportunistas para tomar medidas de marcado tinte electoralista y, tras las pertinentes encuestas del CIS debidamente cocinadas, ir a las elecciones generales. En
cualquier caso, ni los partidos abiertamente fascistas (PP, Ciudadanos), lanzados a un egoismo españolista nauseabundo, ni sus compinches complementarios de la vieja y nueva socialdemocracia (PSOE, PODEMOS) unidos en comandita, están en disposición de abordar cambios profundos, que afectan a la estructura del ultrareaccionario régimen del 39, impuesto a sangre y fuego, y les permita por tanto detener el inexorable curso de su descomposición, que se verá cada vez más acelerada.

Dicho lo cual, vengo insistiendo hace tiempo en que a mi más que el efímero «efecto Sánchez» lo que realmente me interesa es el «efecto Villarejo». Y es que es el insigne excomisario veo la más perfecta condensación de los últimos 40 años de pseudodemocracia en los que el fascismo franquista se sucedió a sí mismo mediante el apaño cosmético de la llamada «transición» reconvertido en fascismo monárquico.

Sucede que todos los líos y chanchullos de la burguesía, especialmente de su cúspide: la oligarquía financiera, implican al Estado monopolista y viceversa, mediante un mecanismo de vasos comunicantes. Y esta amalgama la ejemplifica Villarejo a las mil maravillas, un terrorista de
Estado al servicio del Estado Terrorista, cuyas andanzas vienen a revelar la obscena promiscuidad existente entre banqueros, empresarios, el entramada mafioso de la corona, políticos, altos funcionarios, toda la amplia gama de verdugos y pistoleros de las fuerzas represivas, la mugre togada, etc, etc. Todos ellos unidos por la más extrema amoralidad y el saqueo de la riqueza arrebatada a los trabajadores (ya lo decía la canción: «todo por la patria, todo por la pasta”…), y al mismo tiempo enfrentados en razón de su codicia y ambición.

Dicho lo cual, es repugnante la identificación que se establece entre las cloacas estatales y el multicondecorado excomisario por los que ayer alternaban con él. Es cierto que Villarejo es una rata de Pedigrí de las alcantarillas policiales, pero no lo es menos que las fosas sépticas del
Estado terrorista de la burguesía española son inabarcables, dada su naturaleza explotadora y opresora, fundada en una sublevación militar fascista. Del mismo modo que ocurre en la economía, bajo el capitalismo los aparatos estatales sumergidos están en estrecha relación y sirven a los emergidos son las dos caras de una misma moneda. Ese reparto de papeles permite hablar de la respetabilidad de las instituciones y otras monsergas por el estilo, aunque en los cuerpos represivos las fronteras son directamente inexistentes. En las instituciones integradas por los
profesionales de la violencia al servicio del régimen, lo corrupto y criminal es la norma, lo sucio y gansteril la pauta habitual que rige su conducta. A muchos presos comunes les cuesta trabajo asimilar el hecho de que los primeros infractores de la ley son sus pretendidos valedores, que perciben tranquilamente sus nóminas a pesar de violarla a diario.

Y con estas apreciaciones, me despido hasta la próxima.

Santi

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