Artículo de Juan García Martín
En El Otro País, nº 86. Mayo 2018
Yo no soy un preso político
Juan García Martín / Preso político del PCE(r)
«Preso político es todo preso cuya causa contenga un elemento político significativo, ya sea la motivación de sus actos, los actos en sí mismos o la motivación de las autoridades”
Del Manual de Amnistía Internacional
Llevo acumulados más de 32 años en las cárceles españolas, actualmente otra vez preso desde 2006, y siempre por hechos derivados de mi militancia política comunista; o sea, que encajo perfectamente en la definición de Amnistía Internacional que abre este artículo. Sin embargo, si hacemos caso a lo sostenido por la España oficial, pre y pos-constitucional, de derechas y de izquierdas, yo no he sido ni soy un preso político.
Menos mal que esta paradoja existencial en la que parezco vivir es cada vez más ampliamente compartida por el elevado y creciente número de encarcelados en la última década por motivaciones políticas (incluyo las sindicales, culturales, artísticas o sociales), viniendo, así, a unirse a vascos y comunistas que, hasta ahora y desde la Transición, éramos casi los únicos no-presos políticos que había en España. Los últimos en llegar a este incierto y cada vez menos selecto club han sido los independentistas catalanes, lo cual ha tenido la virtud de volver a poner en primer plano de la actualidad la existencia o no de presos políticos en España.
Tras décadas en que toda la España constitucional, incluyendo en ella, además de los aparatos del Estado, la izquierda pesebrera, nuevos preudoizquierdistas de cátedra, TV y los políticos nacionalistas de derechas, han venido negando sistemáticamente el carácter de preso político a quienes estuvimos y estamos en prisión desde 1977, con la excusa de que somos “violentos”, resulta que ahora les tocó a los políticos catalanes, tan “pacifistas” ellos, y ¡hale hop! Aparecen de nuevo los presos políticos… para unos, claro, porque para otros siguen sin serlo.
Analicemos también nosotros tan peliaguda cuestión, aunque lo aviso de antemano: cualquier indagación al respecto siguiendo la argumentación de Gobierno, jueces, expertos tertulianos, ex-combatientes “de izquierda” y partidos institucionales sólo nos llevará a la conclusión de que en España ni ha habido nunca ni hay actualmente presos políticos.
En su intento por descalificar como presos políticos a los recientemente encarcelados por su participación en la organización del referéndum de autodeterminación del 1-0 y en la proclamación –o no- de la República Catalana, han saltado a la palestra dialéctica los representantes políticos, judiciales y propagandísticos del Estado y, sospechosamente aliados con ellos, algunos expresos de la época franquista, en su mayoría ligados al traidor Carrillo. Unos y otros apelan a las “ideas”; unos, diciendo que los catalanes no están presos por sus “ideas”, sino por “quebrantar las leyes” y, por tanto, no son presos políticos; los otros diciendo que ellos sí fueron los “auténticos” presos políticos porque los encarcelaron “por sus ideas”. Unos y otros mienten como bellacos.
Quienes estuvieron presos en la época de Franco también lo fueron por “quebrantar las leyes”. Olvidan interesadamente, como los voceros del régimen, que en aquella época también había leyes -¡y jueces!-, la mayoría proclamadas, ¡como ahora!, “ad hoc” para perseguir, enjuiciar, encarcelar y, en su caso, ajusticiar a los opositores activos del régimen fascista. Leyes que recogían delitos prácticos, no “ideales”, como la rebelión militar y la sedición (hoy no hace falta lo de “militar”), el bandidaje y terrorismo (hoy le han quitado lo de “bandidaje”), la peligrosidad social (hoy sustituida por los “delitos de odio” o el “menoscabo a las víctimas”) o la organización y propaganda (hoy sustituidas por el “enaltecimiento” o la “pertenencia a… todo es ETA o GRAPO”) Como se puede ver, en tiempos de Franco a nadie se le perseguía “por sus ideas “, sino por quebrantar la ley… ¡como hoy! y, naturalmente, ¡no había presos políticos!
Quiero añadir mi humilde testimonio a esa no-persecución franquista a las “ideas”. La primera vez que me detuvieron, allá por 1973, fue por participar en una manifestación de maestros y estudiantes contra la última ley de educación franquista. Esa vez no fui a la cárcel pero pasé tres días en comisaría y recuerdo un comentario que me hizo el más famoso torturador de la Brigada Político Social sevillana, Beltrán; fue algo así como: “Por qué te metes en líos? Tú puedes pensar lo que quieras, puedes ser hasta comunista, pero no salgas a la calle a manifestarte”. Porque sí, había una Ley de Orden Público (hoy sería la Ley Mordaza) que para nada citaba o penalizaba expresamente “las ideas” sino el intento de llevarlas a la práctica manifestándose en la calle. Igualito igualito que cuando hoy dicen “Tú puedes ser independentista, pero no saltarte la ley”… que la han hecho, precisamente, para impedir que se pueda lograr algún día la independencia. Y si la quebrantas, vas a la cárcel. Y, claro, no serás un preso político… como tampoco lo eras entonces, querido ex-compañero que estuviste preso con Franco, por más que ahora te reivindiquen como tal.
Porque sí, resulta que 40 años después sí fuiste un preso político a los ojos del Estado. ¿Cómo explicar tal metamorfosis?
La explicación está en que tras la Transición a la “democracia” que padecemos, las cárceles volvieron a llenarse de presos políticos… ¡perdón!, de “terroristas”. ¿Presos políticos en plena democracia? ¡Imposible! Y en su afán por negar este carácter a los nuevos inquilinos de las prisiones y borrar cualquier motivación política a sus acciones, el Estado, su aparato de propaganda y sus acólitos “de izquierda” usan el comodín del “terrorismo” como excusa, al tiempo que contraponen como ejemplo de verdaderos pre-os políticos los que hubo en la época de Franco, tan “pacíficos e idealistas” ellos (naturalmente, quienes compusieron la guerrilla antifranquista no contaban: estaban en las cunetas en su mayoría).
Mi esquizofrenia política no puede ser mayor. Resulta que en 1976 yo estaba en la cárcel y me aplicaron la Amnistía de 1977; que conste que yo, como los demás, salí amnistiado sin ser un preso político pues los decretos de amnistía en ningún momento nos ponían en libertad por tener estas o aquellas ideas, sino que amnistiaban a quienes habían cometido determinadas acciones o actividades consideradas ilegales. Todo quedaba en orden: en España ni hubo ni había presos políticos (y, de paso, los fachas se auto-amnistiaban). Pues bien, en 1978 yo volvía a prisión y esta vez me tiré 20 años; durante este tiempo (1978-1998) fui un no-preso político a los ojos de derechas e izquierdas institucionales.
Sin embargo, a la luz de quienes hoy sí dan tal denominación a los encarcelados antes de la Amnistía, resulta que yo, en 1977, sí era un preso político, pero un año después, aunque los motivos fueran los mismos, no… ¡Socorooooo!
Una conclusión a sacar de tanto baile de adjetivos y fechas es que el apelativo de “preso político” es muy muy político, y su uso se hace a conveniencia de determinados intereses políticos. Basta ver cómo para la España “oficial” aquí nunca ha habido presos políticos y, sin embargo, se apresuran a reconocer que en Venezuela o Cuba sí los hay, aunque los “delitos” (¡que no las “ideas”!) sean similares a los de quienes están entrando en prisión en España. O como ocurre con esos “personajes de Estado” como Mandela, Dilma Rousself o José Mújica a los que el “progrerío” llama ex-presos políticos cuando, aplicando los criterios que nos aplican a nosotros, deberían llamarles “terroristas”.
En general, cualquier régimen, sea dictatorial o democrático, y como demuestra la historia de España del siglo XX, rechaza por principio el tener en sus mazmorras a presos políticos o que encarcelan a alguien “por sus ideas”.
Siempre lo hacen porque han quebrantado las leyes. Lo que no dicen es que siempre habrá una ley hecha a medida para impedir que determinadas ideas puedan ser llevadas a la práctica y, así, encarcelar “legalmente” a quienes lo intenten. Esto es lo que llaman “Estado de Derecho”.
Claro que este armarse con una batería de leyes preventivas y disuasorias de cualquier tipo de subversión, además de decir mucho del carácter no-democrático de los modernos Estados capitalistas, hace que, al final, la represión se descontrole y deje de ser selectiva. Basta ver en España los recientes casos de encarcelamiento de raperos y tuiteros o la reaparición de la censura en el caso de los cuadros sobre “presos políticos” en ARCO o el secuestro judicial del libro “Fariña”.
Así, el régimen actual español se acerca mucho más a la criminalización de “las ideas” que el mismísimo régimen de Franco por la vía de penalizar las “intenciones”. Y en esta labor, como entonces, los jueces son parte muy activa, políticamente activa, diríamos. En sus recientes Autos y sentencias, los jueces pasan a ser una especie de telépatas capaces de adivinar las “intenciones” de los reos; de esta forma, encarcelan a los catalanes porque sus intenciones son repetir la unilateralidad, detienen y encarcelan a raperos porque sus intenciones son “enaltecer el terrorismo” o hacen lo mismo con cualquier artista o tuitero porque su intención es “ofender” los sentimientos religiosos o a las víctimas del terrorismo.
Poco a poco, en la misma medida que el régimen “democrático” parece volver a la matria fascista que lo gestó, vamos viendo cómo las cárceles van poblándose de nuevos presos por motivaciones políticas (¡y sin la excusa del uso de la violencia!) en virtud de unas leyes y unos jueces que se están convirtiendo en verdaderas fábricas de no-presos políticos, abarcando a sectores cada vez más amplios de la sociedad y muy difíciles de encajar en el socorrido “todo es ETA o GRAPO” : independentistas, raperos, jóvenes antifascistas, sindicalistas, anti-desahucios, vecinos reivindicativos, tuiteros, carnavalero… Pero la España de rojigualdas en los balcones sigue sin reconocer que haya presos políticos…
Afortunadamente, existe otra España, cada vez más numerosa y consciente, que sabe que, desde los movimientos liberales del siglo XIX, en nuestro país nunca ha habido ni un solo día sin que hubiera presos políticos. En justa correspondencia, nunca ha faltado la solidaridad popular con ellos, una solidaridad que, desde 1934, se ha aglutinado alrededor de organizaciones como el Socorro Rojo Internacional o, ya en nuestros días, las Gestoras Pro-Amnistía, las AFAPP o, de nuevo, el Socorro Rojo, muchos de cuyos componentes también han entrado en la cárcel víctimas de la represión de un Estado empeñado en que nadie desmienta su mantra de “en España no hay presos políticos”.
El ejemplo más reciente de este negacionismo lo tengo delante: una sentencia de la Audiencia Nacional donde cierra los ojos ante mi reivindicación de mi condición de preso político y pretende que yo y mis allegados los cerremos también. ¿El argumento “jurídico”? Partir de que, “como en España no hay presos políticos”, no puede entrar en las motivaciones políticas de mis acciones porque, claro, entrar en el terreno ideológico ¡supondría reconocer que en España sí hay presos políticos! Ante tal sofisma, ¿vuelvo a pedir socorro?
Para terminar, una cita del Código Penal de los Estados Unidos donde reconoce como presos políticos a quienes han usado “la violencia premeditada y con motivos políticos perpetrada contra objetivos civiles por grupos subversivos o agentes clandestinos”.
¡Cuánto les queda que aprender a los yanquis de los españoles en materia de represión y de manipulación jurídica para ampararla!.
Cuanta razón hay en tu GRAN ESCRITO, Juan García Martín!!. Ya quedó lejos el Santiago Carrllo, recuerdo, sí, recuerdo por aquella época (1973 + -) que su RENDICIÓN a una «DEMOCRACIA» que, aún, a día de hoy; no terminó de consolidarse. Llevamos años en que, seguimos igual. Pido desde AQUÍ VUESTRA PRONTA LIBERTAD – AMNISTÍA PARA TOD@S. ABRAZOS PARA TODOS Y L@S PRES@S COMUNISTAS, ANTIFASCISTA, INDEPENDENTISTAS, ANARQUISTAS, RAPEROS, ARTISTA, FOTÓGRAFOS QUE DENUNCIANDO LO QUE NO DICE, LA DICTADURA FASCISTA (PERDONA POR RESALTAR MÍ ESCRITO EN MAYÚSCULAS, SALUD!!