Sobre la debacle capitalista

Foto Lucio García Blanco.

Cartas desde prisión

Lucio García Blanco

Topas, 21 de julio de 2017

(…) El pasado domingo comuniqué por locutorios, aunque tuvimos problemas. Por la mañana los funcionarios me dijeron que no tenía comunicación porque el chaval no había llamado para confirmarla. Luego me llevaron a los locutorios, y me comentó que había tenido problemas para entrar, y que le habían dicho que yo no quería comunicar con él, nada menos. Y por otra parte, tampoco me está llegando bien el correo, él me decía que mis cartas le tardan más de un mes, y algunas de otros amigos se han perdido. Bueno, ya veremos como sigue la cosa.

Estoy de acuerdo contigo respecto a los problemas de la aculturación y la despoblación rural, así como en cuanto a la cuestión política. Los pueblos están realmente abandonados.

Pero bueno, en estos momentos lo que me llama la atención es la debacle y desaparición del Banco Popular, que ha sido absorbido por el Banco Santander, así como la grave situación en que se encuentra el LIBERBANK y algunos otros problemas socioeconómicos. Y cabe recordar que hace un año se nos anunció que el conjunto de la banca española había superado los test de estrés y no había ningún peligro de inestabilidad bancaria. Sin embargo, el gran agujero de 7.000 millones de € que tenía el Popular no ha podido aparecer de la noche a la mañana. Por otra parte, bien se puede decir que estamos ante un gran pelotazo del Banco Santander que se ha hecho con ese sector de Banco en España por 1.50€. Es significativo que, ante las dificultades que estaba pasando el Banco Popular, fuese el propio Estado el que provocase su derrumbe al retirar los capitales que tenían invertidos en él, las comunidades autonómicas, los ayuntamiento y otras entidades. Todo lo contrario a lo que hicieron unas semanas después en el LIBERBANK cuando ya perdía la mitad de su valor, prohibiendo todas las operaciones en bolsa para evitar la especulación y su caída en picado.

Este panorama desmiente por sí mismo la perorata que nos viene dando Rajoy respecto a la buena marcha de la economía y la supuesta salida de la crisis económica. Mas según datos oficiales, en estos momentos hay tres millones de puestos de trabajo menos que en el año 2007. Un 50% de los jóvenes en edad de trabajar hasta 35 años está en paro. Tres cuartas partes del empleo que se viene creando es precario y el nivel de temporalidad actual solo es superado en Europa por Polonia. Y se podría poner otros muchos ejemplos.

Una cosa es que se esté dando cierto crecimiento económico y otra muy distinta que se pueda salir de esta crisis. Así mismo, es preciso advertir de que esa ligera reanimación económica se debe a cuestiones como la imposición de unas condiciones de semiesclavitud al conjunto de los trabajadores, empezando por unos salarios de miseria. Según el economista catalán Santiago Niño-Becerra «La masa salarial que se paga ahora es de 30.000 millones menos que la que se daba en el 2007. En España, es donde más han bajado los salarios de toda Europa desde entonces». También viene ayudando a la reanimación económica el aumento del turismo -al desaparecer la competencia de otros países en los que ahora viene operando el Estado Islámico-; así como un bajo precio del petróleo y un abaratamiento de los tipos de interés, que a su vez viene reactivando el sector de la construcción. Un escenario que cada vez se parece más al que detonó el fuerte repunte de la crisis en el 2008.

Dibujo. Puño agarra un lápiz.

Respecto a la crisis hay que recordar que, como señaló el propio Marx, son siempre de superproducción al lanzarse al mercado más mercancías de las que este puede absorber. La cuestión es que en el capitalismo, la producción no está orientada a satisfacer las necesidades de la población, sino a la revalorización del capital, a la obtención de ganancias. De lo que se desprende que la base de las crisis están en la contradicción fundamental que se da en el capitalismo entre el carácter social de la producción y la forma privada de apropiación del fruto de ella, en el hecho de que el producto del trabajo socializado de millones de obreros se convierte en propiedad privada de unos pocos capitalistas. Una contradicción que se revela como la oposición en la organización sistemática de la producción dentro de cada fábrica por separado y la anarquía de la producción a nivel general; lo que supone que no se puede conocer la demanda real de mercancías y que los capitalistas tampoco puedan tener asegurada la realización de la reproducción ampliada, con ganancias, de su capital. Y esto conlleva la posibilidad de la crisis de superproducción.

No obstante, en ese sentido es preciso señalar que ya se ha pasado el tiempo de las crisis cíclicas que aparecían más o menos cada 10 años y podían ser superadas. Después de haber dejado atrás el capitalismo de libre competencia se llega a la etapa monopolista e imperialista en la que estamos, y se opera un gran incremento de la socialización capitalista de la producción, de la concentración del capital en una reducida oligarquía financiera, agudizándose todas las contradicciones del sistema y desarrollándose un proceso en el que se van acortando los periodos de reanimación y auge de la economía y se van alargando los de estancamiento y depresión, con lo que se va imponiendo la crisis económica de carácter crónico y permanente actual.

En esta etapa monopolista de Estado son desplazadas la ley del valor y la ley de la ganancia media -que permitían un funcionamiento equilibrado de la economía-, siendo sustituidas por la ley de la máxima ganancia monopolista y el precio de monopolio, que obliga así a los sectores no monopolistas a vender sus mercancías por debajo de la ganancia media a precios inferiores a los de producción, lo que pone a estos sectores en una difícil situación al tiempo que desencadena todo tipo de desequilibrios en la economía.

En el monopolista se agudiza especialmente la contradicción entre el incremento de la producción y la posibilidad de continuar desarrollándola, y el descenso de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, agravándose el problema de la estrechez de los mercados y la circulación de mercancías y estableciéndose un paro obrero ya crónico. Para compensar ese creciente desequilibrio entre la producción y el consumo los estados viene fomentando la inversión estatal en grandes infraestructuras y sobre todo en armamento y equipamiento militar, al tiempo que les dan enormes sumas de capital a los monopolios en forma de subvenciones, este gran crecimiento de los gastos no productivos estatales si bien puede conducir a una animación temporal de la economía también desarrolla el déficit público y la deuda pública, desencadenando la inflación y la carestía de la vida, y agravando todas las contradicciones del sistema.

Estamos, por lo tanto, ante una crisis económica crónica, de agotamiento del capitalismo, como consecuencia de que las fuerzas productivas cada vez más socializadas chocan frontalmente con el marco de las relaciones de producción capitalistas, que se han convertido en un freno para aquellas. Claro que eso ni mucho menos significa que el capitalismo ya no tenga ningún margen de maniobra y se pueda desplomar por el peso de su crisis económica. El sistema puede mantenerse en pié mientras tenga posibilidad de seguir cargando la crisis en las espaldas de la clase obrera y popular, o de expoliar a los países en vías de desarrollo. Y, como ya es evidente, los países imperialistas pretenden conseguir un respiro de algunas décadas a la crisis, imponiendo una guerra nuclear entre las grandes potencias, que provocaría una gran destrucción de ciudades, medios de producción y vidas humanas.

En fin, que al capitalismo solo se le puede echar abajo a través de la lucha política consciente -encabezada por el Partido comunista- y la revolución socialista en la que participe la clase obrera y popular.

Lucio

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