Manuel, desde Castellón II, a 08-08-2014

¡Aúpa compañero! ¿Cómo va esa vida? Yo, de moral bien, de vista fatal. Por este motivo voy a tener que hacer un pequeño esfuerzo para satisfacer esa saludable curiosidad que te corroe por dentro. A lo que añadiré también un resumen –muy resumido‒ de algunos textos que responden a esas mismas preocupaciones y preguntas, aunque enfocados desde otra perspectiva y en un tiempo ya lejano.
Tendré que ir despacio, a fin de dar descanso de vez en cuando a mis cansados ojos. Comenzaré con la siguiente pregunta:
¿Sigue actualmente Rusia una política de expansión imperialista?
He leído con atención el artículo del camarada Lucio García Blanco que, bajo el título Se agravan las contradicciones interimperialistas, aparece publicado en el nº 70 de El Otro País. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido la ligereza con que se exponen, sin citarlas en ningún momento, algunas de las tesis del Partido referidas al desarrollo de la crisis capitalista y de las contradicciones interimperialistas. Esto tiene una pequeña ventaja y un gran inconveniente. La ventaja consiste en que nos exime de toda responsabilidad respecto a determinadas afirmaciones relacionadas con el problema en cuestión. El inconveniente se deriva de la confusión a que pueda dar lugar, al proceder dichas afirmaciones de un miembro destacado del Partido. Por este motivo nos vemos obligados a salir al paso de esa ligera interpretación que hace Lucio, por su cuenta y riesgo, de las tesis “oficiales” del Partido.

Entre los acontecimientos que se han venido sucediendo a lo largo de los últimos años, que ponen de manifiesto “el agravamiento de las contradicciones interimperialistas”, el camarada Lucio destaca en su artículo, en primer lugar, los que se están desarrollando actualmente en el Sudeste de Ucrania. Esto está produciéndose en un marco internacional caracterizado por la crisis económica y los sucesivos fracasos militares de los EEUU y el Reino Unido, especialmente en Afganistán, en Irak y en Siria, donde los intereses económicos y geoestratégicos de los EEUU y Rusia, principalmente, han chocado casi frontalmente.

Bien, nada tenemos que decir sobre ese análisis que hemos resumido, ya que describe el agravamiento de las contradicciones y la continuación de la guerra que nosotros -el PCE(r)-, fuimos los primeros, (por no decir los únicos), en anunciar y analizar, en sus aspectos más generales, hace más de 20 años. Pero ¿es justo calificar, como lo hace Lucio, la rCartas desde prisión (1 de 2)espuesta rusa al intento de EEUU y de la OTAN de cercarla e incorporar a Ucrania a su órbita, así como la instalación de misiles capaces de alcanzar a Moscú (por no hablar del apoyo logístico, moral y diplomático a Siria), de “respuesta militar agresiva del imperialismo ruso”? ¿nos está permitido situar a Putin, como lo hacen todos los medios de propaganda rastrera, fascista e imperialista española, al frente de un renacido “despotismo asiático”? Identificar hoy a Rusia con un “imperio”, y su política militar preventiva, defensiva, desarrollada en su propio territorio (y en territorios próximos a sus fronteras con mayoría de población rusa), de política “agresiva” y “militarista”, sólo puede servir a la propaganda imperialista de los EEUU y a su estrategia de dominación mundial.

Por lo demás, calificar a un nacionalista burgués, como sin ninguna duda lo es Putin, de “déspota”, “fascista” o simplemente de “reaccionario”, no creemos que pueda contribuir a esclarecer la verdad sobre lo que está sucediendo realmente en Rusia. Un nacionalista cuyo origen es la clase obrera, que, según la misma prensa burguesa “tiene el corazón dividido entre la Rusia imperial y la extinta URSS”; que metió en la cárcel a los oligarcas mafiosos, próceres del capitalismo salvaje de los primeros años, tras hundirse la URSS; que llamaba “traidores” a quienes desertaron en la época soviética; que puso fin a la miseria generalizada en que estaba sumido el país cuando alcanzó la presidencia a primeros del año 2000; que en 2005 declaró ante el Parlamento ruso que la desaparición de la Unión Soviética fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”… En fin, no parece que este nacionalista pueda estar muy sujeto a los intereses oligárquicos ni pueda tener muy arraigadas las ideas y los sentimientos burgueses.

Hoy no cabe discutir de la naturaleza capitalista de la sociedad rusa, así como del carácter de clase burgués del Estado ruso. Sin embargo, no conviene olvidarnos de su origen; es decir, del hecho de haber sido edificado sobre los cimientos del régimen anterior (que no era precisamente un régimen feudal o colonial), algunos de cuyos rasgos conservan todavía, particularmente en las costumbres y en la conciencia colectivista de los trabajadores ¿de qué país capitalista se puede decir lo mismo?

Más adelante volveremos a retomar este tema, ya que reviste una enorme importancia para nosotros. De momento nos parece suficiente con lo dicho para remarcar que, confundir o identificar la Rusia actual con el imperio feudal-militar anterior a la revolución socialista, con aquella “cárcel de pueblos y naciones”, y “perro de presa”, guardián de los intereses del imperialismo de los países de Occidente para las regiones de Asia, es el mayor de los disparates que se puede cometer. Para salir de dudas a este respecto, no hay más que reparar en el destacado papel que está desempeñando en la configuración del nuevo panorama económico y financiero mundial de la mano de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), tradicionales víctimas de los imperios occidentales.

Para mayor seguridad, recomendamos dar un repaso con un poco de detenimiento a los documentos programáticos y demás materiales editados por nuestro Partido que abordan esta cuestión. Comprobarán que no hay en ellos nada que se pueda prestar a esa torcida interpretación que habla de una vuelta atrás de Rusia a un pasado imperialista –ni siquiera en la forma moderna capitalista, monopolista. Al contrario, en esos textos se ofrece un análisis de la gestación, el nacimiento y el desarrollo de las contradicciones actuales del imperialismo, poniendo el acento en la contradicción “oeste-oeste” por el reparto, precisamente, de Rusia y los demás países ex-socialistas. Se avanzan numerosas ideas y planteamientos teóricos que explican muchos de los fenómenos nuevos que están apareciendo hoy en el mundo, y se anticipan de forma clara y destacada la inevitabilidad del resurgimiento del movimiento comunista y la restauración del socialismo, tanto en Rusia como en otros países.

Claro que resulta imposible anticipar la forma y el momento concreto en que habrán de producirse unos acontecimientos de tal naturaleza. No obstante, algo de eso se comienza a vislumbrar últimamente.

Lo económico, lo político, lo histórico y lo lógico

Para poder desenredar la madeja de las contradicciones que se dan hoy en el mundo, no basta con fijar la atención únicamente en la lucha económica, política y militar entre los grandes Estados y potencias imperialistas. Además de todo eso ha de ser tenida en cuenta la tendencia o corriente histórica así como su lógica interna.

Que el conflicto general tiene una raíz económica y persigue objetivos económicos de dominio, que haga posible la continuación (en las nuevas condiciones creadas por el desarrollo de las fuerzas productivas), del progreso de valorización del capital a gran escala, lo pone todos los días de manifiesto la agravación de la crisis económica y financiera, así como la lucha feroz que se ha desatado por los mercados y el control de las fuentes de energías y su comercialización. Ligado a esta lucha económica encontramos la cuestión del dominio militar y geoestratégico, especialmente en el este de Europa, en Oriente Medio y en los grandes espacios de Asia Central y Oriental, que se han convertido en las zonas más calientes del planeta.

No obstante, lo que atrae actualmente más la atención es el agravamiento del conflicto político y las tensiones en torno a la guerra del Sudeste de Ucrania y en su repercusión en las relaciones de Rusia con los EEUU y la UE. La crisis política ucraniana viene de muy lejos, por lo que no nos vamos a detener aquí en ella. Ahora, lo que nos interesa destacar es que ha sido la posición de independencia y firmeza que ha adoptado el Estado ruso frente a las iniciativas guerreras imperialistas de los Estados Unidos en diversas zonas y regiones del mundo, lo que ha desatado la ira arrogante y agresiva de los yanquis contra Rusia, acelerando así el desarrollo de los acontecimientos.

Desde luego, este rebrote de la “guerra fría” -como ya han comenzado a llamarla- no tiene el mismo carácter que tuvo en el pasado, ya que Rusia es actualmente un país capitalista. Pero ¿puede ser encuadrado en la categoría de las contradicciones interimperialistas por un nuevo reparto o redistribución del mundo, tal como fue durante la I Guerra Mundial? Recordemos que la II Guerra Mundial, que comenzó como consecuencia de dichas contradicciones, perdió ese carácter desde el momento en el que fue agredida la URSS por la Alemania nazi y las otras potencias fascistas, lo que permitió su alianza con los países capitalistas democráticos. Esto nos advierte, una vez más, de la imperiosa necesidad de analizar, en concreto y por separado, cada guerra, en lugar de generalizar y de ofrecer análisis facilones.

Hoy sabemos que tras la caída, en el año 2000, de Yeltsin y su banda, compuesta por ultraliberales de la Escuela de Chicago, de agentes de la CIA y de mafiosos, tanto la dirección de la economía como de la política interior y exterior de Rusia, pasó a manos de un sector que puede ser calificado como representativo de la “nueva burguesía nacional” rusa. Se comprenderá que fuera a partir de entonces cuando comenzaran a manifestarse los desacuerdos y contradicciones de esta nueva burguesía rusa con sus socios y padrinos yanquis. La realidad es que éstos se habían tomado en serio su “victoria sobre el comunismo” y el “final de la historia” y se proponían convertir a Rusia en una colonia o protectorado de los EEUU, y como a tal la habían tratado durante el reinado del nuevo zar Boris Yeltsin y su cuadrilla de mafiosos. Se comprenderá que en las condiciones de la debacle económica, social, política y moral y “geoestratégica” que supuso en los primeros momentos la caída de la URSS, y con la enorme presión militar y psicológica que han estado ejerciendo los EEUU sobre Rusia, a la nueva burguesía de este gran país no le haya resultado fácil hacerse con las riendas del poder y llevar a cabo sus planes de reconstrucción nacional sobre una base capitalista, y menos aún ocupar el puesto de gran potencia al que sin ninguna duda (como toda burguesía que se precie) aspira, siempre que su fuerza económica, política y militar se lo permita.

Pero ya hemos visto que no es este el caso, y eso porque, entre otros motivos, ni los yanquis ni las otras burguesías monopolistas-financieras de los demás países imperialistas se lo han permitido; como no se lo permitieron ni a Alemania ni a Japón, tras finalizar la II Guerra Mundial, más que a condición de que se sometieran absolutamente y luego dieran cumplimiento a determinados requisitos, derivados de su responsabilidad en el desencadenamiento de la II Guerra Mundial, así como de su derrota militar. Pero Rusia no ha desatado ninguna guerra imperialista de agresión (de exterminio de poblaciones enteras y de saqueos y destrucciones de enormes proporciones), ni ha sido derrotada en el plano militar por los EEUU ni por ningún otro Estado imperialista. Lejos de eso, como es bien sabido, fue el baluarte de la resistencia antifascista en todo el mundo y la que más sacrificios hizo para la derrota del enemigo común; de manera que todo eso le ha permitido ocupar un destacado puesto de honor entre todas las naciones y conservar el legado histórico, moral y la fuerza militar suficiente para hacerse respetar y resistir la agresión de los nuevos nazis, al mismo tiempo que trata de preservar su influencia en algunas áreas geoestratégicas de gran interés para su defensa y desarrollo.

Si a todo esto añadimos su extensísimo territorio, sus grandes recursos naturales, su rica y variada cultura, las tradiciones revolucionarias y el patriotismo de su población… ¿Qué conclusión podemos extraer? Es indudable que todos estos factores y otros que podríamos referir, han influido poderosamente en la deriva que ha seguido Rusia y en la determinación de Putin desde que éste fuera elegido presidente, lo que ha impedido, entre otras cosas, la implantación de ese capitalismo salvaje, ultraliberal, de tipo dependiente que tanto los EEUU como la UE han intentado imponerle (para repartírsela y saquearla), junto a todas las demás dependencias que lleva aparejadas.

Todo esto ha traído consigo otra consecuencia de enorme trascendencia para un futuro no muy lejano: se trata de las dificultades casi insuperables que está encontrando la nueva Rusia burguesa para lograr un acercamiento más efectivo con vista a su encaje final en las estructuras económicas y sociales de la Europa Occidental. Ésta es una de las principales causas que ha impulsado al gobierno ruso a poner todo tipo de trabas a la integración de Ucrania en el engranaje del neocolonialismo de la UE, por las graves consecuencias que puede traer para sus propios planes de desarrollo e integración política con los demás países de su zona. Estos planes están basados en sus propias normas y no pueden prescindir de ellas sin arriesgarse a caer en las redes de la dependencia. Ya que, como ha escrito certeramente J.Vercueil en el nº 225 de Le Monde Diplomatique: “Rusia heredó un sistema normativo proveniente de las URSS, que, aunque con algunas lagunas, envejecido y pesado, regula aún las relaciones económicas entre los países de la CEI. Teniendo en cuenta el contagio que provoca su difusión, una penetración de las normas europeas en Ucrania correría el riesgo de arrastrar al conjunto postsoviético mediante un efecto dominó. La reacción de Rusia proviene también de un sistema sobre el cual todavía descansa en gran medida su complejo industrial militar”.

Es necesario insistir en que la conservación y perfeccionamiento por Rusia de esa normativa, producto de su evolución histórica y de las relaciones establecidas no sólo con los países de su entorno, es de vital importancia. Con tanto mayor motivo en momentos en que los grupos monopolistas industriales y financieros de Occidente se valen de sus Estados para imponer a los demás las normas financieras y comerciales más ventajosas para ellos; es decir, las normas de la dependencia económica, financiera, comercial, militar y cultural del imperialismo.

La historia ha demostrado una vez más por la vía de los hechos, que no existe otra salida para evitar caer en las redes del capitalismo financiero internacional, que continuar aplicando las “normas del socialismo”. Claro que con éstas sólo no basta, ya que a lo más que se puede llegar con ellas es a consolidar un capitalismo de Estado de tipo burocrático, muy semejante al que se estableció en la última etapa de la existencia de la URSS. De manera que se hace necesario establecer de nuevo el poder de la clase obrera y las relaciones de producción auténticamente socialistas.

Después de la amarga y desastrosa experiencia vivida durante la etapa yeltsinista y de las más recientes embestidas recibidas de parte de los socios occidentales, es de suponer que esa gran verdad termine por imponerse de una manera consciente entre las masas populares. Puesto que éste es un asunto que escapa a la comprensión y voluntad de la burguesía (ya que apunta directamente contra sus intereses), tendrán que ser los trabajadores, dirigidos y encabezados por la clase obrera, los que asuman de nuevo esa misión histórica.

Se podría asegurar que éste es un problema que se ha ido gestando a lo largo de toda la evolución de la sociedad rusa y que (aunque no afecte únicamente a este país), se ha manifestado de diferentes formas y grado de “intensidad” en distintos momentos (recordemos las del eslavismo y populismo ruso del siglo XIX); un problema que, como sucede hoy, vino a resolver la teoría y la práctica del comunismo. No debe, pues, extrañar que hoy se haya recrudecido con particular virulencia, como consecuencia de la crisis general, ya crónica, que padece todo el sistema capitalista.

No obstante, tal como hemos apuntado, no va a ser del mundo exterior imperialista de donde va a llegar la solución a este importantísimo problema. En todo caso, las presiones y los intentos de acoso y de aislamiento que está llevando a cabo actualmente el imperialismo norteamericano para someter a Rusia a vasallaje, no van a lograr otra cosa, como ya ha sucedido otras veces, sino acelerar la toma de conciencia sobre la naturaleza de este problema y de la solución que está demandando.

El eslabón principal y decisivo

En el movimiento comunista existe actualmente mucha confusión en relación con estas cuestiones que estamos analizando. Una muestra de ello es el artículo del camarada Lucio que hemos comentado al comienzo. Por otro lado hemos recibido los comentarios que ha hecho el camarada Marcos Martín Ponce a las noticias, artículos y documentos que le han enviado los camaradas soviéticos. Este material y los comentarios que hace de ellos Martín Ponce, nos van a ayudar a aclarar mejor el problema planteado y a fijar más firmemente nuestra posición al respecto.

Escribe Ponce a propósito de los importantes acontecimientos que se han sucedido en Crimea y el Sudeste de Ucrania: “Allí, el alcalde de una ciudad de Lugansk declaró la República Popular de Lugansk y la expropiación de la industria de la oligarquía, mientras en Crimea el referéndum popular y las organizaciones comunistas optaron por la adhesión a Rusia; lo que nos puede dar a entender que la oligarquía rusa mantiene allí una especie de aristocracia obrera a la que no sólo proporciona mejores niveles de vida, además se cuida de no demonizar los logros soviéticos. De manera muy controlada, el capitalismo ruso hace suya la reivindicación soviética; de hecho, en muchos distritos y regiones rusas la simbología y nominación de las instituciones soviéticas se mantiene. Para entender esto hay que tener presente que desde la muerte de Stalin hasta la caída definitiva de la URSS, las instituciones soviéticas se fueron desovietizando, a la vez que los partidos comunistas se fueron desbolchevizando, lo que permitió, gracias al revisionismo y la traición del PCUS (hoy PCR) que las estructuras corruptas, ya depuradas de cualquier control bolchevique, pudieran seguir utilizando el prestigio soviético para beneficio de la burguesía”.

“Fruto de todo ello -prosigue Ponce- es la confusión generalizada del movimiento comunista en cualquier parte del mundo. Pero no nos dejemos engañar por los análisis facilones y sentencias tan dañinas como (…) ‘la influencia revisionista del PCUS lo invade todo’, porque no es así. Eso nos puede llevar a menospreciar la lucha de clases llevada al extremo de la lucha armada en el Donbás (donde los obreros han tomado el poder y lo ejercen en la industria, las minas, la agricultura, etc.). Allí, las banderas comunistas y las asambleas populares al pie de las estatuas de Lenin no son escenografía; allí se está ejerciendo el poder de los soviets. Ese es, precisamente, el motivo por el cual la burguesía rusa, con Putin a la cabeza, muestra todo su músculo cuando se trata de Crimea, pero especula y utiliza el medio de presión contra Occidente cuando se trata de las Repúblicas Populares. Putin y los oligarcas rusos no quieren que cunda el ejemplo, ni en Ucrania ni en Rusia. En cierto modo, saben que están sentados sobre un volcán dormido”.

Poco tenemos que objetar a estas apreciaciones y juicios del camarada Ponce. En primer lugar, creemos necesario señalar esa perplejidad que se manifiesta en “la confusión generalizada” del movimiento comunista ante lo que se podría calificar como la táctica utilizada por la burguesía rusa para afianzar su poder y neutralizar al mismo tiempo el empleo que pueda hacer el movimiento comunista del prestigio que continúa teniendo entre las masas el régimen soviético y su simbología. Una táctica que, como estamos comprobando no le ha reportado, hasta el momento, ningún resultado frente al movimiento popular antifascista y revolucionario que se está desarrollando en el Sudeste de Ucrania. Pero es que aquí, a diferencia de Crimea, nos encontramos con un hecho sumamente importante que ha pasado desapercibido para el camarada Ponce, y que si bien puede no tener demasiada importancia para las masas y sus organizaciones revolucionarias, obliga de forma determinante al Estado ruso a no intervenir (al menos directamente y mientras no sea atacado su territorio) en Ucrania. Se trata, apenas si hace falta decirlo, del reconocimiento y respeto de Ucrania como país soberano e independiente. Precisamente, ésta es la línea que separa a un país imperialista, como los EEUU, de otro como Rusia, que no lo es. Otra cuestión, en la que no vamos a detenernos, es que se reconozca un gobierno ilegal, impuesto por un golpe de Estado fascista, organizado, financiado y alentado por los EEUU. Pero por aquí entran en juego otros factores, como el intento de Rusia de afianzar sus relaciones con Alemania y atraerla a su campo; es decir, por aquí entramos de lleno en “el gran juego” donde se dirime el problema crucial de las alianzas estratégicas. Esto hace que el problema de la guerra en Ucrania se complique en extremo, dados los vínculos de todo tipo que siempre han existido entre aquel país y Rusia, pero muy especialmente con la mayoría de la población que se ha declarado independiente.

Esta situación tan compleja puede explicar la posición ambivalente de Putin y del gobierno ruso, y es lo que hace que la salida de la situación o posible solución del conflicto (si no se llega antes a un acuerdo que ponga fin al enfrentamiento armado), esté en la extensión de la lucha armada antifascista y la revolución socialista al resto de Ucrania. No se nos pasa por alto lo difícil de esta solución. Pero, desde luego, lo que resulta un disparate desde todos los puntos de vista que se mire, es que el movimiento armado popular del Sudeste de Ucrania se pueda extender al territorio ruso y “servir de ejemplo” a los trabajadores de Rusia en su lucha contra su propia burguesía… Esa idea nos parece tan absurda y descabellada como la de considerar que la Rusia actual es “el eslabón más débil de la cadena imperialista”, como si el mundo y la sociedad se hubieran detenido o dado marcha atrás, a las postrimerías del siglo XIX, y como si no hubiera existido en Rusia más de 70 años de régimen socialista. Por el contrario, en base a todo ello, habría que considerar hoy día a Rusia, no como el “eslabón débil”, sino como el eslabón principal a partir del cual podría comenzar de nuevo a desarrollarse con fuerza el movimiento antiimperialista y revolucionario a nivel mundial.

Pues Rusia, ciertamente, está preñada nuevamente de revolución, pero de una revolución en muchos aspectos distinta a la que nació en el pasado. Para comprobarlo, basta con tener en cuenta que allí no está teniendo lugar un enfrentamiento como el de Ucrania, ni es previsible que se pueda producir algún día; lejos de eso, tanto Putin como su gobierno cuentan con el respaldo de la inmensa mayoría del pueblo ruso. Aparte de la imposibilidad manifiesta de que la burguesía (por no hablar del ejército ruso), pueda o esté dispuesta a imponer en su país un régimen fascista y “pro-occidentalista” por el estilo del que ha sido impuesto en Ucrania. Esto es algo impensable, no sólo por todo lo que hemos expuesto, sino también por la situación de dependencia respecto a los trabajadores y su vanguardia comunista en que se halla actualmente la burguesía rusa. De manera que un enfrentamiento con las masas populares, como el que ya se está dando en Ucrania, la debilitaría extraordinariamente, facilitando así los planes de agresión de los imperialistas.

En resumen, podemos decir que hoy la burguesía rusa es, por muchos conceptos, “prisionera” de la historia de su país; de una historia que aún no ha concluido y a la que no puede renunciar sin correr el riesgo de dejar de ser rusa. Así que, si bien es cierto que tras la muerte de Stalin y la caída, finalmente, de la URSS, las instituciones soviéticas se fueron “desovietizando”, el peligro que les amenaza ahora, por influencia de la “mundialización” imperialista, no es otro que el de la “desrusialización” o colonización de Rusia. Esto explica mejor que nada ese nacionalismo “sovietizado” (“la utilización del prestigio soviético”) de parte de la burguesía rusa, con todo lo que ello implica de deslegitimación y desprestigio de la marca capitalista.

Esta “sovietización” puede servir a los intereses del proletariado siempre que éste sepa utilizarlo en beneficio de una política independiente de la burguesía. “Independiente” no quiere decir que debe estar siempre y en todos los terrenos enfilada contra ella. La compleja situación que se vive actualmente, tanto en el interior del país como a nivel global, exige del proletariado revolucionario de Rusia aplicar una táctica que le permita ponerse al frente del movimiento por la defensa de la identidad y la independencia nacional, combinado con la lucha por la restauración del socialismo.

Para ello se hace indispensable reconocer a la burguesía como parte del movimiento nacional, así como la posibilidad de establecer, bajo determinadas condiciones o exigencias (como la libertad plena y la concesión de mejoras económicas y sociales para los trabajadores), un pacto o alianza con ella que no excluya la lucha por la restauración del socialismo, ya que, como se ha demostrado tantas veces, en nuestra época y en las condiciones de Rusia, sólo es posible una defensa eficaz frente al imperialismo sobre la base de la defensa y desarrollo del socialismo y el comunismo.

En fin, hay que insistir en que, una burguesía que, como apunta certeramente el camarada Ponce en su escrito, no sólo procura “mejores niveles de vida a la clase obrera” sino que “se cuida de no demonizar los logros soviéticos”; esa burguesía no puede ser considerada por la clase obrera un enemigo a batir de manera inmediata; con tanto menor motivo si esa misma burguesía está defendiendo la independencia e integridad nacional frente al acoso y la agresión de los más feroces bandidos internacionales.

En tales condiciones, la única política justa, verdaderamente revolucionaria de la clase obrera consiste en levantar bien alto la bandera de la defensa nacional; es decir, procurar arrancar dicha bandera de manos de la burguesía y ponerse al frente del movimiento nacional. Esto la situará en las mejores condiciones para neutralizar las vacilaciones o posibles deserciones de esa burguesía y para avanzar de forma decidida hacia la restauración del socialismo. Sobre este particular no ha de haber en el movimiento comunista ninguna confusión ni ningún tipo de vacilaciones.

En resumen, bajo nuestro punto de vista, la contradicción principal que se da en estos momentos en el Sudeste de Ucrania, es la que enfrenta a las masas populares al fascismo y al imperialismo. Esta contradicción, tal como hemos explicado anteriormente, habrá de ser resuelta mediante la derrota política y militar de la burguesía fascista y pro-imperialista, así como con el restablecimiento de la unidad nacional en un Estado federal socialista. Un gran paso en ese sentido ha sido la proclamación de las Repúblicas Populares en las regiones del Sudeste.

En tanto que en Rusia, las condiciones son radicalmente diferentes; dado que allí lo que predomina en estos momentos es la contradicción que enfrenta al conjunto de la sociedad y al Estado con el imperialismo de los EEUU principalmente, el cual está de nuevo intentando cercarla y agredirla a fin de despedazarla y repartirse sus despojos, tal como ya ha sucedido en lo que fuera la Federación Yugoeslava, en Irak, Libia, etc. La clase obrera y los comunistas de todos los países no debemos dudar ni un solo instante en prestar toda la ayuda fraternal y el apoyo internacionalista que podamos, con el convencimiento de estar defendiendo una causa justa y seguros de la victoria.

Chaval, aquí termino. Tengo que tomarme un respiro. Mis ojos se han cerrado.

Un fuerte abrazo.

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