¿Sabías de la relación entre «El origen de las especies» de Darwin y «El Capital» de Marx?. Un poco de historia.

Fotos. Darwin y Marx.

Memoria a no olvidar:

-Darwin, Marx, Aveling y «El Capital»

¿Sabías de la relación entre El origen de las especies y la obra de Karl Marx?

Norte de Londres, 17 de marzo de 1883. Marx había fallecido tres días antes. Su amigo, compañero y colaborador Friedrich Engels le despedía con un emotivo discurso en el cementerio de Highgate. Entre los asistentes, dos científicos naturales, el químico Schorlemmer y el biólogo darwinista Ray Lankester.

El autor de La situación de la clase obrera en Inglaterra, unía los nombres del amigo desaparecido y del científico británico:

De la misma forma que Darwin ha descubierto las leyes del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx ha descubierto las leyes del desarrollo de la historia humana.

El autor de El Capital no desconoció la obra de Darwin. Marx escribió a Engels, quien había sido uno de los mil ciudadanos privilegiados que había adquirido un ejemplar de la primera edición de El origen de las especies en 1859, sobre el clásico de Darwin en más de una ocasión.

La siguiente carta está fechada el 18 de junio de 1862 y Marx habla en ella de relecturas de la obra de Darwin:

(…) En cuanto a Darwin, al que he releído otra vez, me divierte cuando pretende aplicar igualmente a la flora y a la fauna la teoría de “Malthus”, como si la astucia del señor Malthus no residiera precisamente en el hecho de que no se aplica a las plantas y a los animales, sino sólo a los hombres –con la progresión geométrica– en oposición a lo que sucede con las plantas y los animales. Es curioso ver cómo Darwin descubre en las bestias y en los vegetales su sociedad inglesa, con la división del trabajo, la concurrencia, la apertura de nuevos mercados, las “invenciones” y la “lucha por la vida” de Malthus. Es el bellum omnium contra omnes [la guerra de todos contra todos] de Hobbes, y esto hace pensar en la Fenomenología de Hegel, en la que la sociedad burguesa figura bajo el nombre de “reino animal intelectual” mientras que en Darwin es el reino animal el que presenta a la sociedad burguesa…

En el primer libro de El Capital, Marx se refiere a Darwin en dos ocasiones cuanto menos, si bien de forma lateral en ambos casos.

La primera vez aparece en el capítulo XII de la sección IV. En una nota a pie de página (n. 31: OME 40, p. 368), a propósito del período manufacturero, que, apunta Marx, “simplifica, perfecciona y multiplica los instrumentos de trabajo mediante la adaptación de éstos a las funciones especiales exclusivas de los trabajadores parciales”, señala:

En su obra que hace época, Sobre el origen de las especies, Darwin observa lo siguiente respecto de los órganos naturales de las plantas y de los animales: “Mientras un mismo órgano tiene que ejecutar trabajos diferentes, es tal vez posible descubrir un motivo de su alterabilidad en el hecho de que la selección natural mantiene o suprime cualquier pequeña desviación de la forma menos cuidadosamente de lo que lo haría si ese mismo órgano estuviera destinado a un solo fin particular. Así, por ejemplo, los cuchillos, que están destinados a cortar cosas de todo tipo, pueden ser de formas que en conjuntos sean más o menos una, mientras que un instrumento destinado a un solo uso necesita también otra forma si ha de satisfacer otro uso”.

La segunda referencia aparece en el capítulo XIII, en el apartado dedicado a la “Maquinaria y gran industria”. Refiriéndose a John Wyatt y su máquina de hilar, y la revolución industrial del siglo XVIII, Marx señala que Wyatt no aludió al hecho de que “la hacía funcionar un asno, no un hombre, pese a lo cual la función correspondió a un asno. Su programa hablaba de una máquina ‘para hilar sin dedos”, y en nota a pie (nota 89, OME 41, pp. 2-3), apunta:

Ya antes de él se habían utilizado máquinas para prehilar, aunque muy imperfectas, probablemente en Italia por vez primera. Una historia crítica de la tecnología documentaría en general lo escasamente que ninguna invención del siglo XVIII es cosa de un solo individuo. Por el momento no existe una historia así. Darwin ha orientado el interés a la historia de la tecnología natural, esto es, a la formación de los órganos vegetales y animales en cuanto instrumentos de producción para la vida de las plantas y de los animales. ¿No merece igual atención la historia de la constitución de los órganos productivos del ser humano social, base material de cada particular organización de la sociedad? ¿Y no sería, además, más fácil de conseguir, puesto que, como dice Vico, la historia humana se diferencia de la historia natural en que nosotros hemos hecho la una y no la otra?…

La historiadora Janet Browne afirma:

Y es célebre la intriga despertada en Karl Marx por las tesis de Darwin, quien señaló en diversas ocasiones que en los trabajos de Darwin veía el sistema capitalista de la competencia y el liberalismo.

Está contrastado históricamente que Marx leyó y releyó El origen de las especies en los años iniciales de la década de los ’60 del siglo XIX, movido seguramente por el deseo de encontrar bases científico-naturales consistentes con su concepción de la Historia y acaso no fuera incoherente para él el paralelismo entre el concepto de lucha de clases y sus derivadas conceptuales y la apelación darwiniana a la lucha por la supervivencia como motor de la evolución.

Marx, que cuando residió en Londres con su familia vivió en algún momento a apenas unos treinta kilómetros del domicilio de Darwin, le hizo llegar a lo largo de 1873, en fecha no determinada, la segunda edición de El Capital con una breve dedicatoria:

A Mr Charles Darwin, de parte de su sincero admirador, Karl Marx”.

El gran científico inglés, su admirado naturalista, que no ignoraba evidentemente que Marx era el coautor del Manifiesto Comunista, le contestó el 1º de octubre de 1873 agradeciéndole el detalle y con proximidad ilustrada:

«Muy distinguido señor: Le doy gracias por el honor que me hace al en­viarme su gran obra sobre El Capital; pienso sinceramente que merecería en mayor medida su obsequio si yo entendiera algo más de ese profundo e im­portante tema de economía política. Aunque nuestros estudios sean tan distintos, creo que am­bos deseamos ardientemente la difusión del saber y que a la larga eso servirá, con toda seguridad, para aumentar la felicidad del género humano. Queda, muy distinguido señor, suyo, afectísimo. Charles Darwin.

Foto. Edward Aveling.

-Carteo con Aveling, biólogo y socialista.

Años después, en 1880, el creador de la teoría evolucionista respondía una carta previa desconocida, no localizada hasta entonces, en la que se le solicitada permiso para una dedicatoria y para realizar observaciones sobre su obra.

Muy distinguido señor.

Le estoy muy agradecido por su cortés carta y por el contenido de la misma. La publicación, en la forma que sea, de sus observaciones sobre mis escritos no precisa en realidad de consentimiento alguno por mi parte, así es que no sería serio que yo diera un consentimiento del que no tiene ninguna necesidad. Prefería que no se me dedicara el tomo o el volumen (aunque le doy las gracias por el honor que quiere hacerme), puesto que eso implicaría en cierto modo mi aprobación de toda la publicación, sobre la cual no sé nada. Además, aunque soy un decidido defensor de la libertad de pensamiento en todos los campos, me parece –con razón o equivocadamente– que las argumentaciones en forma directa contra el cristianismo y el teísmo difícilmente producen algún efecto en el público. Pienso que la libertad de pensamiento se promueve mejor a través de la gradual iluminación de las mentes que se deriva del progreso de la ciencia. Puede que, sin embargo, yo me haya visto influido excesivamente por el disgusto que habrían sentido algunos miembros de mi familia si hubiera apoyado de algún modo ataque dirigidos contra la religión.Me disgusta rechazar su ofrecimiento, pero soy viejo, tengo muy pocas fuerzas y leer pruebas de imprenta –como sé por experiencia reciente– me cansa mucho

Queda, muy distinguido señor, suyo, afectísimo, Ch Darwin

La carta de Darwin fue enviada a Edward B. Aveling, el compañero hasta 1898 de Eleanor Marx, hija de Marx y Jenny von Westphalen. Aveling había publicado en 1881 The Students´ Darwin.

Entre los papeles de Darwin apareció una carta de Aveling de 12 de octubre de 1880, unida a unos capítulos de muestra de su obra, en la que después de solicitar el apoyo o el consentimiento de Darwin a su trabajo, añadía:

Me propongo, dependiendo de nuevo de su aprobación, honrar a mi obra y a mí mismo dedicándosela a usted.

Resumen artículo en El Viejo Topo.

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