La otra cara de la historia. Quema de libros por los nazis. Respuesta de Bertolt Brecht.

Foto. Nazis queman una pila de libros.

Repaso a la historia.

-Bertolt Brecht

QUEMA DE LIBROS.

«Con los zapatos rotos caminamos en la muchedumbre, somos testigos de la vergüenza que agobia nuestra tierra.»

28 de febrero de 1933. BERTOLT BRECHT.

«No pongas ningún clavo en la pared

y tira tu abrigo en el diván.

No hagas planes para más de cuatro días,

mañana mismo estarás de regreso.

No riegues el pequeño árbol,

¿para qué sembrar otro árbol?

Antes de que alcances la altura de un escalón

harás tus maletas y te irás.

Baja la visera de la gorra cuando pase la gente,

¿Para qué estudiar una gramática extranjera?

El mensaje que te pide que regreses

estará escrito en un idioma familiar.

(Bertolt Brecht. «Reflexiones sobre la duración del exilio».)

En los inicios del año 1933, la ascensión del nazismo se haría imposible de interrumpir, sufriendo Bertolt Brecht sus consecuencias, cuando durante la representación de una de sus obras teatrales, «La toma de medidas» se vería interrumpida violentamente por la policía nazi y siendo sus organizadores acusados de alta traición.

Los escritores, los intelectuales, los artistas,… que habían manifestado sus discrepancias con le nazismo durante la República de Weimar, serían uno de los objetivos principales de la represión de Adolf Hitler y del nazismo.

El 22 de febrero de 1933, Adolf Hitler, utilizando sus poderes de canciller, inscribiría a 50.000 hombres de la SA (Grupo paramilitar estatal nazi conocido como «Sección de Asalto») como policía auxiliar.

Dos días después, el ministro del Interior en nazi Hermann Goering, ordenaría el allanamiento de la sede del Partido Comunista de Alemania (KPD). A continuación afirmaría, sin prueba alguna, que en el registro se había encontrado material sedicioso y planes para atacar edificios públicos.

En la noche del 27 de febrero de 1933, a las 21:14 horas, tras escuchar por los viandantes el sonido de la rotura de unos cristales, se iniciaría un incendio en el Reichstag, sede del Parlamento alemán. Dándose la particularidad de que se había iniciado en varios puntos… Para en el momento en que llegaron tanto la policía como los bomberos todo se había transformado en un colosal incendio que haría que la Cámara de Diputados quedara totalmente destruida.

Buscando pistas por los alrededores, la policía encontraría medio desnudo a Marinus Van der Lubbe, un excomunista holandés y albañil en paro, que había estado recorriendo Europa los dos anteriores años. Poco después llegarían al lugar Adolf Hitler y Hermann Goering. Éste último al ver a Marinus Van der Lubbe, un supuesto agitador comunista, acusaría al instante la autoría de los hechos, a los comunistas del KPD.

Mientras que Adolf Hitler manifestaría:

«Esta es la señal dada por Dios (…) Si este fuego, como yo creo, es el trabajo de los comunistas, entonces debemos aplastar a esta plaga asesina con mano de hierro.»

Más tarde, Marinus Van der Lubbe sería acusado, formalmente, de provocar el pavoroso incendio, siendo también acusados Ernest Torgler, líder del grupo parlamentario comunista en el Reichstag, que había sido detenido cuando se dirigía, voluntariamente, a la comisaría, tras escuchar su nombre en la radio como uno de los implicados, y tres comunistas búlgaros que vivían en Berlín, Georgi Dimitrov, Simon Popov y Vassili Tanev, que serían detenidos el 9 de marzo.

Meses después, el 21 de septiembre de 1933, comenzaría el juicio penal, de claro carácter sensacionalista, en Leipzig. Marinus Van der Lubbe confesaría ser el autor de provocar el incendio, siendo declarado culpable y condenado a muerte.

Tras un juicio donde los líderes comunistas acusados se defenderían culpando, sin ambages y sin miedo, a los nazis de ser los verdaderos causantes del incendio para que se disolviera el Parlamento y poder poner en marcha la última etapa de su proyecto totalitario.

Posteriormente, Marinus Van der Lubbe sería guillotinado el 19 de enero de 1934. Sin embargo, siempre hubo dudas de que fuese el verdadero culpable. Los otros cuatro acusados serían absueltos por falta de pruebas; pero los nazis seguirían vendiendo que el incendio había sido provocado por un complot comunista.

Dudas que continuarían durante más de setenta años, hasta que el 10 de enero de 2008, Marinus Van der Lubbe sería, finalmente, absuelto de todos los cargos e indultado por el Tribunal Federal de Justicia de Alemania, que anularía la sentencia condenatoria en virtud de una ley de 1998, que permitía la rehabilitación de algunos condenados por la justicia nazi entre los años 1933 y 1945.

El 29 de febrero de 1933, un día después de la quema de Reichstag, Bertolt Brecht y Helene Weigel con su familia y sus amigos, ante la ascensión del nazismo, abandonarían Berlín -no siendo una decisión que pudiera parecer apresurada porque habían constatado que su vida corría peligro, aunque aún eran ignoranges de lo que realmente iba a suponer el nazismo- y cruzarían la frontera con Checoslovaquia, en dirección a Praga, para tras estar en Viena y Zurich dirigirse hacia Dinamarca, estableciéndose en Skovsbostrand, cerca de Svendborg, donde residirían durante cinco años en una casa de pescadores.

El exilio sería, probablemente, el tiempo más duro en la vida de Bertolt Brecht. Significando uno de los más grandes males del exilo en la duda fatal de que se sabe cuándo y cómo se inicia, pero nunca cuando finaliza.

Brecht sobre los que se dicen ser apolíticos.

Donde todo es incertidumbre, por que no hay nada seguro y deseado para quien es echado de su país…

«Siempre he creído que es falso el nombre que nos dan:

emigrantes.

Eso está bien para los que dejan

su país. Pero nosotros no lo abandonamos

para escoger otras tierras.

No llegamos a un lugar

para quedarnos, si es posible para siempre.

Simplemente

huimos, nos echaron, nos desterraron.

No será un hogar, sino un exilio el país que nos reciba.

Sin tregua, muy cerca de la frontera, esperamos

el día del regreso.

Pendientes de cualquier alteración

al otro lado, preguntando con ansiedad a todos

los que llegan, sin decir ni olvidar nada.

El silencio del Sund no nos engaña. Desde aquí

escuchamos los chillidos de los campos. Nos sentimos

como el rumor de un crimen que atraviesa la cerca.

Con los zapatos rotos caminamos en la muchedumbre,

somos testigos de la vergüenza que agobia nuestra tierra.

Pero ninguno de nosotros se quedará. La última

palabra todavía no ha sido pronunciada.»

(Bertolt Brecht. «Sobre la etiqueta emigrante»).

Poco más de dos meses después, en la noche del 10 de mayo de 1933, estaban reunidas alrededor de setenta mil personas en la Opernplatz de Berlín, a donde miles de estudiantes universitarios habían llevado unos veinte mil libros en carretillas y camiones.

No era una velada de lectura de obras de autores famosos, sino para hacer una pira con libros de autores como Karl Marx, el propio Bertolt Brecht, Thomas Mann, Heinrich Heine, Sigmund Freud, Eric Maria Remarque, August Babel, Erich Kästner, Ernest Gläser,… por ser considerados antialemanes, así como otra escritores de nacionalidad extranjera por sus «influencia corrupta» como Ernest Hemingway, Jack London, Helen Keller, Theodore Dreiser… hasta un total de 94 autores.

Siendo el propósito final de la quema, según el líder juvenil nacionalsocialista H. Gutjahr: «Hemos dirigido nuestro actuar contra el espíritu no alemán. Entrego todo lo que representa al fuego», arrojando todos los miles de libros que habían sido transportados hasta allí.

Convirtiéndose, sobre todo, en un acto de clara significación simbólica: el inicio de la persecución y expulsión de escritores, intelectuales y científicos de Alemania, haciendo real el presagio de una censura estatal y de control de la cultura furibundas.

Siendo también un destierro intelectual y de sus libros; que Bertolt Brecht, desde el exilio recién comenzado, retrataría, con grandes dosis de ironía, en su poema

Fotos. Niños quemando libros en la Alemania nazi.

«La quema de libros»

«Cuando el Régimen ordenó que los libros con saberes peligrosos

deberían ser quemados en público y en todo lugar,

los bueyes fueron forzados a empujar carrozas llenas de libros.

Ante la fogata, un poeta expulsado, uno de los mejores,

cuando revisó la lista de los quemados,

se enfureció al encontrar que sus libros habían sido olvidados.

Se apresuró hacia su mesa de trabajo

y, en un arrebato de ira, escribió una carta a aquellos en el poder

¡Quémenme!

Escribió con pluma veloz: ¡Quémenme!

No me hagan esto. No me dejen afuera.

¿Acaso mis libros no han dicho siempre la verdad?

Y sin embargo ustedes tratándome como un mentiroso.

Les ordeno:

¡Quémenme!».

https://amistadhispanosovietica.blogspot.com/2023/03/bertolt-brecht-quema-de-libros-con-los.html?m=1

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