La lucha obrera asamblearia en 1980. Michelin Vitoria: Huelga, esquirolaje, represión, respuesta.

Foto. Funeral en Vitoria por 3 de los obreros asesinados por la policía.

Movimiento obrero:

-Las enseñanzas obreras de los conflictos y luchas…

La memoria obrera asamblearia que originó el 3 de Marzo de 1976 de Vitoria, con la masacre policial que asesinó a 5 obreros y dejó heridos graves a un centenar, causó fuego en los siguientes años, tanto en la capital alavesa como en otras ciudades fabriles donde el movimiento obrero venía de la clandestinidad y de luchas sangrantes.

Por eso y en consecuencia, otro ejemplo de lucha obrera asamblearia, fueron la huelgas que la factoría Michelin de Vitoria vivió en 1980.

Sobre este capítulo, queremos publicar un resumen de las referencias a esta huelga que publica el libro «Vitoria 3 de Marzo. Metamorfosis de una ciudad» de J.A. Abásolo. (D.F.A. 1987) que nos parece un resumen de la lucha a sangre y fuego que desarrollaron cientos de obreros trabajando en una multinacional.

Cuadro. Asamblea obrera.

…El conflicto de Michelin en 1980, además de ser, sin duda, el de mayor trascendencia desde las huelgas de 1976, se produce en un momento de cambio de tendencia del movimiento sindical vitoriano, y alrededor de una empresa que había adquirido un gran valor paradigmático en el subconsciente colectivo de los trabajadores.

Además, ofrecía una vinculación muy directa con la crisis de Comisiones Obreras antes de su transformación en una central con características definidas. Por añadidura se añade al problema la intervención del llamado terrorismo de ideología nacionalista, lo que introduce en el debate el problema nacional y la legitimación de la violencia política.

Un hecho decisivo, en la génesis de este conflicto, es que parte de los delegados sindicales obtenidos por CC.OO. en Michelin, en las primeras elecciones sindicales de 1978, se desafiliaron para ocupar sus cargos en la CNT- AIT, que se había registrado en Álava con fecha de 6 de marzo de 1979. Uno de los desafiliados era Santiago Abad, por entonces ya muy relacionado con las orientaciones radicales del sindicalismo local. El líder obrero se había convertido en la «bestia negra» de Michelín, que intentaba derrotarle por la marginación profesional. El conflicto se produce justamente en el inicio del «desencanto» sindical y político de los trabajadores, de la progresiva desafiliación a las centrales mayoritarias, y de la pérdida de puestos de trabajo. Abad y los que hicieron «caballo de batalla» del problema que planteaba el peculiar talante de esta empresa en el área de las relaciones laborales, sabían que ésta podía ser una causa en la que tendrían con ellos a la opinión pública de las clases populares. Por ello se arriesgaron a dar un nuevo relanzamiento al impulso asambleario de 1976 que comenzaba a apagarse.

a) Resistencia patronal al cambio sindical.

El comité de empresa de Michelin electo en las elecciones de 1978 decide realizar, el 18 de marzo de 1978, un encierro de 48 horas en la iglesia de El Pilar, para manifestar su protesta por la resistencia de la empresa a conceder a sus miembros las garantías sindicales que les otorgaba el decreto de normativa electoral. La política sindical de esta fábrica, que había sido declarada empresa modelo en la etapa política del fascismo, era considerada paternalista por los líderes sindicales surgidos dentro de la nueva etapa política. El trabajador o representante que no aceptaba unas reglas de juego marcadas por la empresa era vetado sin contemplaciones. El abogado defensor de tres trabajadores que fueron sancionados con suspensión de empleo y sueldo en 1976 por supuesta incitación y organización de una huelga durante el conflicto huelguístico del invierno de ese año, resaltó en el juicio que «la empresa Michelin es la única de la cual constan sanciones a sus trabajadores a raíz de los luctuosos sucesos». El resto de las empresas que aplicó despidos u otras medidas las retiraron en aras de la «paz social» después de los desgraciados hechos del tres de marzo. El nuevo comité debía ser visto, en la particular óptica del fabricante de neumáticos, como un grupo de agentes extraños a la precisa y minuciosa regulación de cada movimiento interno de la fábrica. Fue preciso que el mismo delegado provincial de Trabajo recordara a la dirección que el nuevo comité de empresa tenía las mismas garantías legales que los antiguos jurados, y aún así la empresa, que se negó a acudir a una reunión concertada por la Inspección de Trabajo, accedió sólo parcialmente al reconocimiento de garantías sindicales que se le reclamaban, y contestó, por escrito, «que en ningún momento renunciará a sus derechos y obligaciones». De los 32 delegados del comité de 1978, sólo cuatro eran independientes, que en esta fábrica se consideraban vinculados a la dirección. El resto se repartian entre CC.OO., UGT, ELA-STV, SU y LSB-USO. En 1979 cuatro delegados de CC.OO. se afiliaron a CNT.

El convenio para 1979 se inicia con un nuevo asunto polémico, que era la introducción del cuarto turno de trabajo. La adición de un turno más a los tres que normalmente llevaban a cabo las fábricas de la firma francesa se acababa de aplicar en la factoría de Aranda de Duero (Burgos). El sistema de funcionamiento consistía en que el nuevo grupo laboral turnaría con los tres restantes. Es decir, el contingente adicional actuaría como un correturnos de los otros tres, lo que permitiría a la empresa utilizar sus instalaciones fabriles hasta las seis de la madrugada del domingo y reanudarlas a la misma hora del lunes. Por su parte los trabajadores, según resaltaba la empresa en una carta remitida a cada trabajador en octubre de 1978, tenían garantizados dos días naturales libres después de cada seis de trabajo, además de los domingos. Esto último durante ocho meses, ya que en la época de verano, de junio a septiembre, al interrumpir su actividad cada equipo durante cuatro semanas seguidas, las otras tres agrupaciones «deben asegurar la continuidad de la producción». Esto suponía que en ese período, además de los domingos, se librarían únicamente de tres a cinco días laborales. Sin embargo Michelin resaltaba que los operarios conseguían una reducción de 58 días de trabajo en el conjunto del año. La propuesta, que la empresa puso encima de la mesa como condición, fue muy contestada por la inmensa mayoría de la plantilla. Lo venían denunciando en una nota hecha pública a mediados de febrero. Explicaban que los días de descanso semanal, aparte del domingo, se tendrían que disfrutar cuando correspondiera, entre semana, «con lo que arruinaría las relaciones del trabajador con respecto a la familia, condenado a no poder tomar las vacaciones con nuestras mujeres e hijos más que de 2 en 2 años». También consideraban un abuso de poder que con el rotaturno no les correspondería las vacaciones en julio y agosto, fechas de vacaciones escolares.

El deseo empresarial de ampliar el número de horas de trabajo de la fábrica y la oposición del comité a que se diera una disociación entre el funcionamiento de las máquinas y el horario de los trabajadores, fue la causa básica de los conflictos de esta empresa. Mientras Michelin trata de acoplar el hombre a la máquina para conseguir la mayor rentabilidad conjunta de ambos, los trabajadores insisten en que si hay que producir más, debe hacerse con más máquinas y los mismos horarios. Pero el problema real de la empresa no es en realidad producir más, sino con mayor productividad, a un menor costo por unidad de producto, y ésto implica utilizar al cien por cien las instalaciones. En 1979 el problema quedó resuelto a favor de los trabajadores, que conseguían firmar el convenio en abril con una subida del 20% y el compromiso, firmado por la empresa en el convenio, de que no se aplicarían los cuatro equipos durante 1979. No cabe duda que el secuestro del director de la fábrica, Luis Abaitua, que permaneció en manos de ETA pm desde el 19 de febrero al 1 de marzo, influyó de modo decisivo en esa victoria sindical.

Carta a la policía, denunciando a obreros de Michelin.

b) La violencia de respuesta como hecho complementario.

El alza del sentido nacional de algunas capas obreras de Vitoria, que se refleja en los resultados de las elecciones legislativas de 1979, puede ser una de las explicaciones, más o menos razonadas, que llevaron a cientos de trabajadores, más de un millar, a aprobar de forma prácticamente mayoritaria un documento suscrito por la Asamblea de Trabajadores de Michelin en el que se exige la absolución «de los luchadores juzgados de ETA pm», sean o no sean los autores del secuestro de Luis Abaitua, que se les imputaba, ya «que tal secuestro fue un hecho complementario de la lucha de los trabajadores de Michelin, como lo demuestra el hecho de que la empresa comenzara la negociación del convenio de forma inmediata a aquella acción». Este posicionamiento se produjo el día 3 de mayo de 1980, en una asamblea celebrada a la puerta de la fábrica, horas después de unos graves incidentes ocurridos al inicio de la huelga realizada en aquella jornada. Desde comienzos de abril, se estaban realizando paros todos los sábados, medida que dio continuidad a la de realizar semanas alternas de paro, adoptada a partir de enero de 1980. Los incidentes surgidos en la huelga del sábado, tres de mayo, entre piquetes y grupos de esquiroles que intentaban acudir al trabajo, fueron muy graves. El comité de empresa, que en este caso acreditó la conformidad de todos los grupos con su posicionamiento, hacía público un comunicado, el mismo día, en el que tras ratificar que varios trabajadores habían sido contusionados, entre ellos Santiago Abad, indicaba que la policía colaboró con personas contrarias a la huelga. Este grupo estaría dirigido por directivos y altos mandos de la empresa, entre los que se citaba a Luis Hergueta, director técnico de la fábrica. La reacción de los huelguistas ante esta agresión en la que el que salió peor parado fue Santiago Abad, que ingresó en el Hospital con dos costillas rotas, fué también violenta, pues aquella misma mañana se presentaron 200 denuncias en comisaría por presuntas coacciones y amenazas y daños en vehículos particulares de esquiroles. Algunos aparecieron volcados. En cualquier caso los no partidarios de la huelga, los esquiroles, en un escrito enviado a la prensa junto con 850 firmas, reconocían que se había actuado con cierto revanchismo ante algunas agresiones de las que habían sido objeto anteriormente, y afirmaba que «por primera vez en la larga historia de este conflicto, los que estaban acostumbrados a apalear han sido apaleados».

Pero no era la primera vez. La condena de las acciones de algunos de los no sumados a la huelga había tenido un antecedente el día 1 de octubre de 1979. También en aquella ocasión tuvo lugar un encuentro entre un esquirol que acudía al trabajo y un miembro de un piquete, e igualmente resultaba implicado en los hechos un directivo, el adjunto a la dirección de personal, Jesús Casanova. El motivo del paro era el despido de un delineante. Este despido fue convertido por el comité en la «oiedra de toque» para buscar una condena jurisdiccional de la política sindical de Michelin. Manuel Jiménez Pérez formaba parte de un piquete que se encontraba vigilando las entradas en la fábrica a primeras horas de la mañana del 1 de octubre. Según las declaraciones de la vista del juicio por este caso, una persona del piquete exclamó, al ver a un individuo que no identificó, «¡Ahí va uno con un bocadillo!». Apenas había amanecido y según las declaraciones de los testigos existía una niebla que no permitía ver a más de cinco metros. Jiménez fue el que se acercó al interpelado. La versión de éste fue que, a las palabras que le dirigió, comentó que él podía ir a donde le diera la gana, y que se quedó parado, a pesar de lo cual Jiménez le derribó en una cuneta y le golpeó en la cara, aunque desmintió que el agresor utilizara objeto contundente alguno.

El acusado afirmó que él preguntó al hombre del bocadillo por qué iba a trabajar y si no sabía que había huelga, a o que éste sin dejar de andarpronunció la siguiente frase «Sois unos vagos y unos cabrones y vais a la huelga por no trabajar». Ante esa respuesta Jiménez le cogió del brazo para que se detuviera, pero fue entonces cuando tropezaron y cayeron ambos en la cuneta. Precisamente en ese momento llegó al lugar de los hechos, al parecer alertado por la voz que se había dado, el jefe adjunto de personal y otro directivo, uno de ellos dijo que se le había amenazado de muerte, y Jesús Casanova, que le denunciaría poco después a Jiménez, se dirigió a una persona del piquete y afirmó: «Usted ha visto como este señor le ha pegado con una barra de hierro». La consecuencia de este incidente es que Jiménez fue detenido ese mismo día y se le concede la libertad provisional el día 5. El día 29 de ese mismo mes se le enviaba una carta de despido en la que tras ser acusado de la supuesta agresión, se indica que amenazó a los directivos con frases tales como «Tu ten cuidado, que vas a acabar mal».

El día 16 de mayo de 1980, sólo trece días después de la declaración del secuestro de Abaitua como un hecho complementario de la lucha sindical, y justo al día siguiente de que la ejecutiva provincial de UGT criticara tal proceder, Jesús Casanova es tiroteado en la calle Juan II de Vitoria. La acción, que fue reivindicada por los Comandos Autónomos, estuvo a punto de acabar con la vida del adjunto a la dirección y le causó heridas muy graves. El 25 de junio siguiente recibe varios disparos mortales, cuando volvía a su casa situada en el centro de Vitoria, uno de los implicados en los sucesos del tres de mayo, Luis Hergueta. A las pocas horas de este asesinato, que fue reivindicado por ETA pm, la policía detiene a Manuel Jiménez y su hermano Gerardo. Manuel fue puesto en libertad el 30 de junio y declaró que los motivos de la detención eran una carta que se había recibido en la comisaría el mismo día del atentado contra Casanova. La misiva, remitida desde Michelin, recogía el testimonio de un testigo que había oído decir a Eugenio Jiménez «que ya andaban detrás de Casanova y Hergueta». La carta, según Jiménez, había sido firmada por Hergueta. La pista de los Jiménez, en cualquier caso, parece haber quedado archivada, sin embargo en noviembre de 1984 son detenidos seis afiliados de CNT, entre ellos Santiago Abad, que entonces vivía ya en Zaragoza. José Manuel Collado dejó la empresa Michelin por baja voluntaria en octubre de 1985, dos meses después de abandonar la prisión de Carabanchel.

El asesinato de Hergueta dio pié a un comunicado del comité de empresa a las pocas horas, en que afirmaba que al no ponerse freno a la actitud de la empresa las autoridades e instituciones «han dado argumentos a la intervención de unos terceros». Aunque las secciones de UGT y CC.OO. se pronunciaron contra el atentado mortal a las pocas horas, el resto del comité no hizo ninguna valoración del hecho en sí mismo hasta el día siguiente, para proponer a la asamblea que no había motivos para pronunciarse. El millar largo de huelguistas que acudían a estas reuniones decidió, no hacer una valoración pública.

Ya el día 16 de julio, el conjunto del comité condena la violencia ejercida contra los directivos de Michelin, aunque lo hace «para conseguir que la empresa acepte someterse al arbitraje« del Consejero de Trabajo del Gobierno Vasco en relación al convenio de 1980. Posteriormente, el 9 de diciembre de 1982, al sustanciarse la demanda de cantidad ante la Magistratura de Álava por el impago de los días de cierre patronal de 1980, este tribunal admite la reclamación al entender que el cierre fue de respuesta no meramente defensivo, como está contemplado que sea según la jurisprudencia. Sin embargo el Tribunal Central de Trabajo dictaba definitivamente, el cinco de diciembre de 1985, que la inseguridad creada en la empresa influyó en que se perpetrara el atentado y asesinato terroristas de 1980.

*Postura patronal, del victimismo al esquirolaje

…El día 9 de enero de 1980, se rompen las negociaciones del convenio de Michelin para ese año. La empresa no acude ese día a la reunión prevista, que era la séptima que tenía lugar desde el inicio de las deliberaciones, en diciembre de 1979. Un escrito firmado por el director, y remitido al presidente de la comisión deliberadora el mismo nueve de enero, considera inviable acudir al lugar de reuniones, el edificio de la antigua Casa Sindical, ante la presencia física de 200 trabajadores presentes en el mismo inmueble. El comité interpreta ese gesto como una rotura unilateral de negociaciones. Ahí, junto al esquirolaje, empezó el garrote sucio de la empresa, lo demás, desarrollo de los acontecimientos, criminalización, represión y violencia de respuesta. Luego en el 1982 llegó el PSOE, y ya es historia conocida…

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