Memoria Histórica imprescindible
Extractos del libro “Loita de clases e represión franquista no mar (1864-1939)” de Dionisio Pereira.
(…) “Pero antes es importante hablar de la evasión protagonizada en Cariño (Galiza) el 23 de julio de 1936 por los huidos del Arkale, debido a las notables repercusiones que tuvo en territorio francés. El asunto fue que el bonitero cariñense, arribado en Saint Nazairet tras treinta y seis horas de navegación, llevaba en sus bodegas 2.500 kilos de aquel pescado y, al llegar, parte de la mercancía fue donada por los evadidos al Hospital-Hospicio de Saint Nazairet y otra parte a sus camaradas del Comité de huelga que mantenían desde el 26 de junio los trabajadores empleados en los astilleros de aquella localidad, que les devolvieron el favor haciéndose cargo del sustento en los primeros días de estancia. La buena acogida de los evadidos del Arkale por parte de los vecinos y de las autoridades de Saint Nazairet, se demostró en el hecho de la intervención del SOCORRO ROJO INTERNACIONAL que suministró colchonetas para dormir en el barco, mientras la municipalidad tomó con posterioridad a su cargo la alimentación, mediante las llamadas soupes populares, y el alojamiento en unos locales del ayuntamiento.
En aquellos momentos, los tripulantes del Arkale presionaron para volver de inmediato a territorio legal y así poder incorporarse a la lucha antifascista: así mismo el confederal José Suárez Hermida se desplazó a París sin permiso, con lo que provocó un enfado de Sous-Prefecture de Saint Nazairet, con la intención de convencer al embajador español de que librase fondos precisos para efectuar de manera inmediata el viaje hasta la frontera de Hendaya-Irun.
Esto se llevó a cabo el 1 de agosto, pero en los días anteriores tuvo lugar en Saint Nazairet una reunión extraordinaria de la sección local del partido socialista SFIO, en la que el presidente de la Federación coruñesa del PSOE Marcial Fernández hizo una exposición de la situación en España, y en un mitin de solidaridad con los refugiados españoles organizado el 31 de julio en el Théâtre de l’Athéneé por el S.R.I. En la Asamblea Popular, bien publicitado en la prensa local, intervinieron junto a varios representantes de aquel organismo el propio Marcial Fernández junto al secretario del SIP de Cariño, el citado Suárez Hermida, y recaudándose 300 francos para los antifascistas gallegos.
Al día siguiente, tal como se apuntó anteriormente, la mayoría de los evadidos llegaban a Hendaya, para de seguido, cruzar la frontera e integrarse en las milicias vascas que intentaban contener en Irún a los requetés del general Mola, que avanzaba desde Navarra.” (…)
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(…) “Cierta noche, la del 26 de mayo de 1931, tras una marcha en camiones a Donostia en la que se incautan aparejos de los barcos tripulados por esquiroles, detienen a varios miembros de la directiva del sindicato (entre ellos a Juan Méndez y al comunista Francisco Cabezón, secretario y presidente, respectivamente) dicen que por quemar en el monte aquellos efectos de pesca que estaban a punto de ser transportados a Ondarroa. Como un rayo, Astigarrabía se desplaza a San Sebastián y parlamenta con el gobernador Ramón Aldasoro para ver de excarcelar a los detenidos; sin acuerdo, el militante comunista, según parece, amenaza liberarlos por la fuerza.
Al día siguiente, al romper el día, mil quinientas personas, entre hombres, mujeres y niños aguardan en Pasai San Pedro a que el gobernador militar general Villa-Abrille Calivara parlamente con algunos de los concentrados. Después de llamar tercos a los gallegos que allí son mayoría el militar se retira y los manifestantes se dirigen a Antxo, donde se les juntan otros tantos vecinos-as. Encabezan la marcha dos pancartas; una pidiendo “LIBERTAD PARA NUESTROS COMPAÑEROS” y la otra reclamando”QUEREMOS PAN PARA NUESTROS HIJOS”; entre Herrera y las cocheras de tranvías de Donostia, sucesivos retenes de tropas cortan el trasiego de coches y de transeúntes. En el primero, el oficial al mando de la tropa (que llevaba ya la bayoneta calada) no es capaz de dar la orden de cargar contra las mujeres y niños que van delante y se infiltran entre los soldados por todas las esquinas mientras el resto de los manifestantes vitorean a los militares. En el alto de Vinagres, hay un nuevo piquete, y sucede lo mismo. Sin embargo en las cocheras, delante del reloj de Ategorrieta, está la Guardia Civil; confiados por la actitud de los soldados, las mujeres continúan avanzando, seguidas de los hombres que llevan sus manos levantadas en señal de actitud pacifica. De repente, una corneta da la primera llamada de atención y, de seguido, resuena una descarga cerrada; siete muertos y más de treinta heridos quedan en medio de la carretera y el resto del gentío escapan presa del pánico. De los damnificados, la mitad de los muertos eran gallegos y numerosos heridos llevaban apellidos comunes a nuestras rías: Centeno, Suárez, Saleta, Ageitos…