Carta de Manuel Pérez Martínez desde la prisión de Aranjuez, de 26 de febrero: «El prefacio anticomunista de Yolanda Díaz».

Foto de M.P.M. Arenas, puño en alto en la A.N.

Cartas desde prisión:

Manuel Pérez Martínez. Camarada Arenas.

Aranjuez, 26-02-2023

EL PREFACIO ANTICOMUNISTA DE YOLANDA DÍAZ

Yolanda Díaz, Vicepresidenta y Ministra del Gobierno, tan “generosa” ella -a decir de José Ovejero- a “pesar de todas sus ocupaciones y preocupaciones (…) ha sacado tiempo para escribir un hermoso prefacio”.

Se trata del prólogo a “El Manifiesto Comunista” que Ovejero ha tenido la gentileza de traducir y editar para los lectores en lengua castellana, en vista de que, al parecer, no existen suficientes ediciones de dicho texto en nuestra lengua. Esto le ha permitido a Ovejero, entre otras manipulaciones, amputar el nombre del Partido, que desde su origen lleva estampado desde su cabecera este “panfleto” comunista.

Escribe Ovejero en su prefacio al Manifiesto: “por supuesto podríamos haber recurrido a una traducción ya existente, pero también volver a traducirlo es otra manera de reexaminar nuestra relación con el texto”. Dice también, poco más adelante, que ha “preferido utilizar el título que hoy es más conocido, el ‘Manifiesto Comunista’, que fue el que se usó siempre en alemán desde la edición de 1872”.

Queda claro, pues, tanto el propósito “reexaminador”, revisionista del traductor y editor Ovejero, como su “preferencia” por el título que presenta el Programa del Partido Comunista bajo esa misma óptima revisionista.

Ovejero concreta su reexamen del Manifiesto con las siguientes palabras: “El fantasma que abre el Manifiesto sin duda ha asustado lo suficiente” como “para que las clases pudientes dejen de lado su egoísmo y acepten al menos las reformas básicas”. Bastaría con reparar en esas banalidades sobre los efectos reformistas de la fantasmada inventada por la burguesía, para darse cuenta enseguida del inmundo pantano en el que Ovejero y los otros cantamañanas que le acompañan en esta empresa, están metidos hasta las cejas.

No hay duda de que estos oportunistas -como otros muchos- están interesados en mantener esa fantasmagoría reformista; un espantajo que, como hemos indicado, fue levantado por la burguesía y la reacción europea para difundir bulos sobre el comunismo y tratar de restar fuerzas al movimiento revolucionario de la clase obrera. Para estos mismos fines contrarrevolucionarios sirve la propaganda que hoy, como ayer, niega la existencia del Partido Comunista y sus actividades basadas en los principios que aparecen expuestos en el Manifiesto.

¿Cuál es el verdadero sentido de estas primeras palabras del Manifiesto?: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del Comunismo”. Veamos. En el prefacio a la edición alemana de 1872, Marx y Engels explican que en el Congreso de la Liga de los Comunistas (una asociación internacional de los trabajadores), celebrado en Londres en 1847, les fue encargada la redacción de “un programa del partido, detallado, teórico y práctico, dirigido al público en general. Así nació este manifiesto”.

O sea, que de “fantasma” y fantasmada reformista, nada de nada. Esto es lo que indican con toda claridad, a continuación de esas frases retóricas que hemos citado: “Todas las potencias europeas reconocen ya el comunismo como una gran fuerza”; para añadir que “ha llegado la hora de que los comunistas expongan abiertamente ante todo el mundo sus ideas y objetivos y que ellos mismos opongan un manifiesto del partido al cuento del fantasma del comunismo”.

¡Un Manifiesto del Partido contra el cuento del fantasma del Comunismo! Es imposible escribirlo de forma más clara y rotunda. Sin embargo, ya hemos visto que aún quedan individuos e individuas, que se las dan de sabelotodo, y que todavía no se han enterado. En realidad, no les interesa saber la verdad, y menos aún defenderla.

Lo más chusco de este asunto es que, después de las dos Grandes Revoluciones del pasado siglo -sin contar las otras menores- dirigidas por los Partidos Comunistas, y en medio de la bancarrota y la crisis agónica del sistema capitalista, la burguesía y sus lacayos aún continúen aferrados al mismo cuento del espectro del Comunismo.

Pero no es esta la única superchería que contiene el libro que ha editado Ovejero, pues también contiene, como hemos indicado, el “hermoso” prefacio de Yolanda Díaz al “Manifiesto Comunista”. Esta carrillista coincide con los otros mariachis que la acompañan, en resaltar las cualidades literarias del “panfleto” en cuestión (ya sabemos, lo del “fantasma”, el “humanismo” de Marx y esas gaitas); aunque también es verdad que todas esas alabanzas y las críticas de corte feminista que le prodigan, tiene un límite establecido que les obliga a confluir en un mismo punto: Hay que preservar el gran tabú que prohíbe hablar de la dictadura revolucionaria del proletariado.

Solo la Vicepresidenta y Ministra, metida en esta ocasión a prologuista, se toma la libertad de saltarse la regla. Veamos a continuación cómo y con qué propósito lo hace:

“Marx ha sido -escribe Yolanda- caricaturizado y simplificado en innúmeras ocasiones (…) las traducciones, por ejemplo, realizadas a lo largo de los años sobre el original alemán, han instituido sintagmas y lugares comunes, como el de la dictadura del proletariado, que ‘no se corresponden con el sustrato exacto de sus tesis’”.

Bien, descontemos la traducción realizada por Ovejero directamente del “original alemán”, ya que ciertamente no contiene esa “simplona” formulación (la de la dictadura del proletariado). La cuestión que ahora tenemos ante nuestros asombrados ojos, es que el principio de la lucha de clases y la dictadura del proletariado, este principio fundamental de la teoría política científica del marxismo sobre el Estado y la Revolución Socialista, es… ¡Un “sintagma”!

Un sintagma, para que lo entiendan nuestros lectores menos ilustrados, es como decir “ella se fue” o “la casa de mi abuela era hermosa”, aunque no tan hermosa como la truculenta palabrería que maneja Yolanda Díaz para impresionar y engatusar al personal.

En cuanto a lo del “lugar común” puede pasar, ya que suena más colorido. Con ello, la Vicepresidenta y candidata a presidir un gobierno social-fascista español, quiere dar a entender que el principio comunista al que nos estamos refiriendo está ya muy desgastado (no está de moda) y ha perdido toda su significación histórica, política y económica -si es que alguna vez la tuvo.

Esta interpretación del marxismo (del único que existe, por más que le pese a Yolanda Díaz, para quien “hay muchos marxismos”), solo se puede explicar por la ignorancia, la marrullería y la mala fe de la Vicepresidenta. Ella afirma que el principio de la dictadura del proletariado “no se corresponde con el sustrato exacto” de la tesis de Marx. Cabía esperar que después de hacer tal afirmación, Yolanda Díaz mostrara, al menos, la tesis de Marx de la que ella extrae el susodicho “sustrato”. Pero nos quedamos con las ganas de conocer la tesis de Marx. Se comprende que una lacaya de la burguesía no esté para hablar de la naturaleza de clase de este importantísimo problema político. Astuta oportunista, Yolanda Díaz se limita a atribuir a los traductores los ya comentados “sintagmas” y los “lugares comunes” que ella trata de evitar para no incurrir en falta, por lo que pudiera caerle encima. No obstante, nosotros estamos dispuestos a echarle una manita en este punto:

“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista -escribe Marx- media el periodo de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este periodo corresponde también un periodo político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”.1

En su prefacio al Manifiesto, Yolanda hace una muy vaga alusión al hecho de que en el capítulo II de dicho texto, (en el programa del Partido) se plantea “acabar con la dominación de la burguesía y la conquista del poder por el proletariado”. Es decir, no aparece la formulación de la “Dictadura del proletariado”. De aquí Yolanda deduce que el Manifiesto es “un libro que habla de utopías, encriptadas en el presente, y en el que late, hoy como ayer, una vital como apasionada defensa de la democracia y la libertad”. Este sería, a no dudarlo, “el sustrato exacto” de la tesis de Marx. Desde luego, una interpretación más oportunista y disparatada de las ideas de Marx no es posible encontrarla.

Por este motivo nos parece necesario explicar aquí que cuando fue redactado el Manifiesto por Marx y Engels en 1847, esta cuestión de la “conquista del poder por el proletariado” -como otras que se plantearían posteriormente con el desarrollo del capitalismo y del movimiento obrero- aún no se había revelado, en la práctica de la lucha de clases, con entera claridad.

Fue después, tras analizar las experiencias y enseñanzas de la Revolución burguesa de 1848, cuando Marx llegó a la conclusión de que la clase obrera, para llevar a cabo la Revolución Socialista, no puede limitarse a tomar el poder y utilizar en su beneficio (como hizo la burguesía) el viejo aparato del Estado, sino que debía desmantelar y destruir el viejo aparato burocrático-militar.

La práctica de la Comuna de Paris (1871), que “fue la primera experiencia histórica de la dictadura del proletariado, la forma política ‘al fin descubierta’ -según las palabras de Marx- mediante la cual habrá de efectuarse la emancipación total de la clase obrera”2, no solo confirmó la justeza de estas ideas, sino que llevó a dar un paso adelante en su concepción acerca de la dictadura del proletariado. Marx señaló con toda “exactitud”, que la gran enseñanza que se desprendía de la Comuna consistía en que ésta había demostrado que no sólo había que destruir el viejo aparato del Estado burgués, sino que, sobre las ruinas de éste, había que constituir el nuevo aparato del Estado Revolucionario, capaz de mantener a la clase obrera en el poder y consolidar la Revolución.

La vieja máquina represiva del Estado, puesta enteramente al servicio de la burguesía y separada del pueblo, como ya está más que demostrado, no puede servir a la clase obrera y a los demás trabajadores. “Según la concepción marxista, el Estado, en todas sus formas, no es otra cosa, en realidad, que un instrumento de represión más o menos encubierto, del cual se sirven unas clases para reprimir a otras. Así el Estado de la burguesía solo sirve a las clases explotadoras, a una ínfima minoría de privilegiados, y la dictadura va dirigida especialmente contra la clase más explotada y oprimida: el proletariado. En el Estado Socialista, por el contrario, la dictadura se ejerce sobre la minoría explotadora en exclusivo interés de los trabajadores”.3

Así pues, contrariamente a como lo plantea Yolanda Díaz en su hermosísimo prefacio al Manifiesto, para el marxismo de Marx, de Engels, Lenin, Stalin y todos los demás marxistas, nunca ha existido, no existe y jamás podrá existir la “libertad” en general ni la “democracia” “pura”, sino que, ante todo pregunta: ¿libertad y democracia para quién? ¿a qué clase sirve el Estado? Pues al margen de este planteamiento no es posible tratar correctamente este importante problema político.

Lenin, desarrollando el marxismo, demostró que “el Estado es producto de la naturaleza inconciliable de las contradicciones de clase”, que “el Estado surge en el lugar, en el momento y en la medida en que las contradicciones de clase no pueden conciliarse”. Y en cuanto a la democracia, escribió: “Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, es decir, exclusión de la democracia, para los explotadores, para los opresores del pueblo: he aquí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del Capitalismo al Comunismo”.4

Y al criticar a Kautsky, Lenin escribió:

“Democracia ‘pura’ es, no solo una frase de ignorante, que demuestra incomprensión tanto de la lucha de clases, como de la esencia del Estado, sino una frase completamente vacía, porque en la sociedad comunista la democracia, modificándose y convirtiéndose en una costumbre, se extinguirá, pero nunca será democracia ‘pura’”.5

MPM (Arenas)

  1. Carlos Marx, citado por Lenin en El Estado y la Revolución
  2. Comuna Carlos Marx, Termas de formación Marxista-Leninista
  3. Ibid.
  4. Lenin, El Estado y la Revolución
  5. Lenin, La Revolución proletaria y el renegado Kautsky

Un comentario sobre “Carta de Manuel Pérez Martínez desde la prisión de Aranjuez, de 26 de febrero: «El prefacio anticomunista de Yolanda Díaz».

  1. JOSE MARIA RODRIGUEZ GOMEZ Contestar

    No puede ser marxista quién no reconoce la necesidad de la dictadura del proletariado. Pero tampoco puede ser marxista quién no reconoce a países socialistas como China, que son la encarnación práctica del legado de Marx y Lenin, desarrollado en China por Mao Zedong, Deng Xiaoping y Xi Jinping.

    El marxismo leninismo no terminó con Stalin. China aprendió de sus propios errores y de los errores de la URSS y son hoy la vanguardia en la aplicación del marxismo leninismo a las condiciones concretas de China.

    Igual que la posición ante la URSS delimitaba a los comunistas en II Guerra Mundial, la posición hoy ante China, que enfrenta una guerra fría impuesta por EEUU-UE, delimita a los comunistas.

    China no impone sus criterios. Los comunistas en España son quienes han de organizar la revolución en España adecuando la teoría marxista a la realidad concreta de España. Pero el reconocimiento de los países socialistas hoy sigue siendo una cuestión de principios para todo aquel que se considere comunista.

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