Terrorismo es usar bases para bombardear países / Vuelve el callejero fascista / Herrera con el gran corrupto / El negocio en negro de jueces y fiscales / Hacia una sociedad de vigilancia, control y exclusión.

Foto. Despegue aviones de combate.

Muro de denuncias:

Terrorismo, el del Estado fascista:

-España dio una autorización total a Bush para que usara las bases de Rota y Morón en las guerras de Afganistán e Irak.

Aznar y Zapatero otorgaron permiso a Estados Unidos para utilizar a discreción las bases militares de la OTAN en España durante las guerras contra Irak y Afganistán.

https://www.grupotortuga.com/Espana-dio-una-autorizacion-total

Fotos. Letreros de calle, Crucero de Baleares y Barco Sinaia.

Fascismo impune:

-El Ayuntamiento de Madrid cambia el nombre de la calle vallecana «Barco Sinaia» por «Crucero Baleares».

Un barco que transportó refugiados españoles para salvar su vida, cambiada por un barco de guerra franquista que bombardeó refugiados en «desbandá»…

https://www.facebook.com/vallekasedefiende/

Carnet de Maestra nacional de Justa Freire.

-La zamorana Justa Freire, maestra de las Trece Rosas, pierde su calle en Madrid.

El general Millán Astray sustituye a la zamorana tras una batalla legal dilatada durante años.

La calle en homenaje a la maestra zamorana Justa Freire ha sido retirada por el Ayuntamiento de Madrid en favor de la antigua placa que había ocupado su lugar durante décadas, dedicada al general Millán Astray.

https://www.laopiniondezamora.es/zamora-ciudad/2021/08/25/zamorana-justa-freire-maestra-trece-56509676.html

Foto. Juan Carlos con Herrera.

-El locutor de extrema derecha Carlos Herrera se jacta de haber almorzado con el emérito campechano en Abu Dhabi.

Presencia del locutor Carlos Herrera (COPE, ABC…) con Juan Carlos I, emérito y campechano, en Abu Dhabi, a donde viajó para ver a “su Majestad”.

Comieron en el lujoso Sushi 99, y Herrera se mostró eufórico tras la visita diciendo que «Ha sido una comida muy agradable. Don Juan Carlos está estupendamente bien y muy animado. Hemos pasado un buen rato», y confirmó que el Emérito «está deseando volver a España» cuanto antes.

¡Sí, por los cojones!

https://insurgente.org/el-locutor-de-extrema-derecha-carlos-herrera-se-jacta-de-haber-almorzado-con-el-emerito-campechano-en-abu-dhabi/

Dibujo. Estudiante da sobre por debajo de una mesa.

Corrupción:

-El negocio en negro de jueces y fiscales: hasta 4.000 euros al mes por preparar a opositores.

Los jueces y fiscales cobran en dinero negro a los opositores que preparan. Es una corrupción institucionalizada desde hace décadas.

https://www.eldiario.es/politica/negocio-negro-jueces-fiscales-4-000-euros-mes-preparar-opositores_1_8200794.html

Dibujo. Cerradura de celda.

Represión:

-Hacia una sociedad de vigilancia, control y exclusión

Juan Manuel Olarieta

El 85 por ciento de la población española tiene un dispositivo móvil “inteligente”. Entre la juventud el porcentaje es casi del cien por cien, porque ya están habituados al control y la vigilancia.

Hasta hace muy poco tiempo la población era reacia a constituirse en un objeto de la atención de terceros a los que no conocía. Hoy a casi todos les gusta exhibirse en público. La observación ajena es la norma y no la excepción. Las posibilidades de escapar del control son cada vez más pequeñas porque la vigilancia alcanza a lugares que antes eran de acceso imposible.

El pasaporte sanitario ha barrido con uno de esos escasos lugares que -hasta ahora- era imposible alcanzar: los historiales médicos. Lo mismo que el permiso de residencia o cualquier otro salvoconducto, el pasaporte sanitario es excluyente: sin él no puedes subir a un autobús o ir al teatro.

Quien establece los que pueden subir a un autobús o ir el teatro es el Estado. Por lo tanto, quien controla a los que viajan en autobús o van al teatro es el Estado. Los modernos Estados capitalistas tratan a sus nacionales como a los extranjeros. A cada paso el grifo se abre y se cierra. Un servidor comprueba automáticamente que el registro está en regla, que el certificado ha sido expedido por la autoridad competente, que no ha caducado, identifica al titular, si se ha vacunado, si tiene antecedentes penales, si ha pagado sus impuestos…

Cualquiera ejerce de policía, es decir, que todos se han convertido en policías. Les basta con tener un lector de códigos para saberlo todo sobre una persona. Los movimientos se siguen exhaustivamente, se comprueban una y otra vez: dónde ha estado, con quién, cuánto tiempo, con quién ha hablado…

A comienzos de los noventa comenzó el despliegue de cámaras de videovigilancia en los lugares clave de las ciudades, que luego se extendieron a las carreteras. El control era limitado. Sólo se podían observar determinados puntos en determinados momentos. La policía no podía permanecer detrás de cada cámara las 24 horas del día. La identificación de una persona en una grabación tampoco era nada sencilla.

La policía establecía controles de carreteras o se situaba en ciertos lugares críticos para exigir la documentación, comprobar si había una orden de busca y captura o si el permiso de residencia estaba vigente. El control separaba a unos de otros y la discriminación suponía exclusión. Hacía falta un pasaporte, un visado, un permiso de residencia para estar y otro de trabajo para trabajar.

Una montaña de papeles abre y cierra las puertas. Sin papeles no te puedes casar, no puedes votar, no puedes conducir, no te puedes matricular, no puedes tener un arma de fuego ni abrir una cuenta corriente… Te pueden echar del trabajo, e incluso te pueden echar al otro lado de la frontera como si fueras un perro callejero.

Hasta ahora el Estado burgués sólo había podido imponer el control sobre los extranjeros por la complejidad de la maquinaria burocrática. La informática les ha permitido ir un paso más allá y con la pandemia han dado ese salto: un control total e instantáneo. El pasaporte sanitario traduce en represión los avances técnicos que eliminan las viejas barreras y permiten que el control se extienda a toda la población, a una gran variedad de lugares y actividades.

Los códigos de barras y los QR consiguen que la escritura y lectura de la información sean instantáneos. Como el cifrado permite, además, asegurar la integridad y autenticidad de dicha información, el Estado ha adoptado la técnica como propia, logrando resultados impensables hace sólo unos pocos años. En particular, permite a miles de personas que no son funcionarios públicos controlar a toda la población en numerosos lugares públicos, con un coste cero para el Estado, ya que la mayor parte de la infraestructura (los móviles) ya ha sido financiada de forma privada por los encargados del control o por las víctimas del mismo.

En consecuencia, el Estado burgués dispone de los medios materiales para regular el espacio público de manera casi completa. El reforzamiento de la dominación del Estado lleva varios años en marcha y su objetivo es transformar las ciudades regulando el espacio público y las personas que se mueven en él con el despliegue de las nuevas técnicas.

Los drones mejoran a las cámaras de videovigilancia porque alcanzan cualquier lugar. El reconocimiento facial logra la identificación casi automática de las personas filmadas en los espacios públicos. No es necesario sentar a un policía detrás de cada cámara y de cada grabación.

La vigilancia del espacio público ni siquiera requiere un control de identidad. Cuando una grabación detecta que alguien hace un pintada en un muro o coloca una pancarta en puente, lo importante no siempre es el autor, sino también el lugar en el que se realiza.

Del mismo modo, originariamente el pasaporte sanitario se diseñó para funcionar sin el nombre del portador y eso mismo es lo que algunas empresas proponen. En otras palabras, lo que le importa al Estado es excluir a determinadas personas, sin que importe nada su nombre. Hay que excluir de la sociedad a quien no se vacune lo mismo que a quien hace una pintada. Finalmente, hay que lograr que las personas que no se someten a las normas, se autoexcluyan.

La adopción masiva del pasaporte sanitario forma parte, pues, de una batalla cultural para acostumbrar a la población a someterse al control y la vigilancia. El hábito facilita al Estado la dominación del espacio público. Lo importante no es tener el documento guardado en el móvil, sino la costumbre de exhibirlo, del mismo modo que lo importante de las mascarillas no es prevenir la circulación del virus, sino acostumbrar a las personas a someterse a cualquier orden, por absurda que sea.

Hasta hoy los “expertos” de las ONG sólo calificaban a los parias como “personas en riesgo de exclusión social”. De ahora en adelante la “exclusión social” se va a ampliar considerablemente con nuevos parias que, además de mendigos, incluirá a otra categoría social: los reacios y desobedientes.

Un comentario sobre “Terrorismo es usar bases para bombardear países / Vuelve el callejero fascista / Herrera con el gran corrupto / El negocio en negro de jueces y fiscales / Hacia una sociedad de vigilancia, control y exclusión.

  1. Javier Contestar

    ¿Contenido del artículo? Que el Estado tiende a aumentar el control social, valiéndose de las nuevas tecnologías, que es como si yo escribo un artículo para explicar que 2+2 son 4. ¿Qué propone Olarieta? Nada, como siempre. Aunque deja entrever la raíz ideológica desde la que defiende sus posiciones: una especie de anarquismo primitivista; hay que abandonar la tecnología, que es muy mala y volver poco menos que a las cavernas. Eso sí, lo hace desde internet, porque Olarieta, sin internet, sería como el típico borracho de barrio que va pregonando sus verdades por las tascas.
    Las nuevas tecnologías han venido para quedarse. El tiempo no pasa en balde y la historia tampoco, a despecho de pequenoburgueses reaccionarios como Olarieta, que parece estar cada vez más en la onda de un Proudhon o un Rosseau que de Marx. Otra cosa es que aquellos que quieren pelear por cambiar el estado de las cosas deban poner el máximo cuidado en protegerse lo más posible del control del que hablamos, pero sabiendo que el mundo de hoy es el que es y hay cuestiones que son inevitables. Por otra parte, Olarieta se sorprende de cosas que son muy viejas. Cuando a finales del XIX o principios del XX un obrero se sindicaba, afiliaba a un partido o se subscribía a la prensa obrera, también estaba siendo controlado, pero era necesario hacerlo para formarse y actuar como obrero militante. El control, en el mundo de hoy, es inevitable en un 80-90%, y, por lo tanto, no hay que dejarse llevar por las obsesiones semiparanoides de los pequeño burgueses que quieren regresar a no sabemos dónde (como si tal regreso fuera posible) y saber moverse como militantes progresistas o revolucionarios en el mundo de hoy y estando en el mundo de hoy. Olarieta habla mucho de la exclusión, y es bastante lógico: el pretende excluirse y que nos excluyamos los demás de la realidad social vigente. Pretende ser una especie de «buen salvaje» en el siglo XXI. Pero los «buenos salvajes» están muy bien para vivir en una comuna en mitad del campo, comiendo berzas. Para transformar la realidad, en cambio, no sirven en absoluto.

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